Partida Rol por web

¿Más juegos de Dioses y hombres?

Algo más confiada, Lyla reunió el valor suficiente como para acercarse a ese individuo e inclinarse sobre él. A pesar de la repugnancia que le causaba esa bilis negra de aspecto poco agradable, su estómago logró aguantar lo suficiente como para sujetar la cabeza al moribundo. No era la forma de actuar de Lyla; Normalmente, habría desconfiado mucho más de un individuo como aquel, más teniendo en cuenta que hacía unos segundos aún combatía contra ellos. Pero algo la decía que sus palabras eran verdad... Lo cuál, por otra parte, no era una perspectiva nada agradable

¿Una porción de alma? Lyla frunció el ceño Suena bastante mal. Pero luego podremos hablar de esto. Necesitamos llevarte al pueblo más cercano. Necesitas atención médica, y rápido. ¿Crees que podrás aguantar?

Aún quedaban muchas dudas en el aire. Pero lo primero era lo primero

Alexander tragó saliva expectante. No estaba del todo seguro de si quería saber las respuestas a las preguntas de Lyla, pues aquello supondría otra vuelta de tuerca a sus ya demasiado torturadas mentes. Con todo, una parte de si mismo clamaba por la verdad. Al fin y al cabo, el chico sabía por experiencia que el poder crecía con la información, y sospechaba que, si en un futuro debieran enfrentarse a mas de aquellos seres (A los que ya no consideraba humanos) necesitarían mucha información.

Cornes le inundó la mente como el humo de un cigarro inunda una habitación cerrada. Aquel mundo ya no era suyo, Gaïa no existía para los humanos, y tanto Dranias como Delenis se habían encargado personalmente de que aquella máxima dominase la vida del chico. Durante un tiempo se negó a creerlo, pero la venda en sus ojos se había hecho demasiado evidente como para poder seguir sosteniéndola.

Ahora, lo sobrenatural volvía a dominarles, lo blanco no era blanco, y lo negro adquiría unos matices siniestros y aterradores que no podían pasar inadvertidos. Aquella escena no había sido mas que un pequeño contratiempo, pero para Alexander había sido suficiente como para que todos los miedos e inseguridades del pasado volvieran a florecer.

Una pequeña luz de alarma se encendió en la cabeza del chico cuando Lyla agarró la cabeza a aquel ser, pero Alexander se obligó a si mismo a calmarse y a dejar que la mentalísta se hiciera cargo de la situación.

-¿De verdad crees que estarán dispuestos a atenderle?-Dijo Alexander, y al momento se dio cuenta de lo crueles que habían sido sus palabras-Quiero decir...los lugareños no son tan tolerantes como...

¿Como nosotros?

Alexander se quedó esperando una respuesta, debatiéndose entre la necesidad de salvar a aquello y de obtener las respuestas a las miles de preguntas que rondaban su mente pero que no había querido plantear por miedo a empeorar su situación. Al fin y al cabo, era posible que al acólito no le quedasen mas que unos pocos minutos de vida, y un interrogatorio no era la mejor forma de prolongar su existencia.

- Gracias, pero no. - Dijo el Acólito. - Si me muevo, seguramente mi cuerpo quede reducido a cenizas. Estoy carcomido por dentro y creo que en pocos minutos más, mi cerebro y todo lo demás dejará de funcionar. Estos gusanos que he vomitado, me mantenían con vida y controlado por los Seguidores del Maestro. Sin ellos en mi cuerpo, por fin podré descansar en paz. Llevo más de cincuenta años esperando este día. -

El acólito cerró los ojos y sonrió.

- Tal vez esto pueda ayudaros un poco... - Continuó, ahora más susurrando que hablando. Al parecer ya no tenía muchas más fuerzas. - ... en la fortaleza se escuchaban cosas, cosas extrañas que nunca pude comprender. Los que guardaban esas piedras oscuras hablaban de un mal enorme dentro de ellas. Hablaban de una tormenta, de una gran fortaleza en medio de una isla, de una guerra y de la destrucción total... Cosas incoerentes, pero lo extraño era que todos hablaban de lo mismo... -

¿Un mal primigenio? ¿Un castillo en una isla? A Lyla no le gustaba el cariz que estaba tomando esa conversación, y un ligero temor comenzaba a asentarse en ella, lenta pero inexorablemente, como una serpiente que devorara por dentro... Una serpiente de la que había intentado escapar durante aquellos últimos meses, pero a la que, por dentro, siempre había sabido que volvería a encontrar. Y es que, de alguna manera, Lyla comenzaba a sentir que una nueva historia se cernía en torno a su compañero y a ella misma. De nuevo, se veían obligados a tomar parte en una obra que no era la suya, como actores de reparto que súbitamente adquiriesen un protagonismo para el que no habían sido preparados, para el que no había guión ni apuntador, solo el público anhelante y silencioso. Entonces solo quedaba improvisar

Lo que Lyla no quería ver era que, de alguna manera, su encuentro con Dranias había sido orquestado. Aunque lo sabía, nunca habría admitido que, en realidad, ellos eran los protagonistas de aquella historia. Al igual que no llegaría a admitir que, quizás, y solo quizás, también lo eran de esta nueva aventura que se abría ante ellos. El telón subía, la función esperaba. La tela de araña que se había estado irguiendo durante tanto tiempo comenzaba a destejerse, y ahora la solitaria pareja se encontraba en su centro, sin saber siquiera cuál era su papel dentro de aquel entramado. Sin saber que, posiblemente, eran los únicos capaces de tirar de los hilos que les rodeaban... Para bien, o para mal

El acólito bajó la voz. Lyla frunció el ceño. Ella era una persona realista. Sabía ver cuando algo no tenía remedio, y aquel hombre no lo tenía. Apostaría un dedo, según lo que veía, a que nadie podría salvarle... Al menos, nadie que no jugara con poderes que ella conociese. La muerte llamaba a su puerta, y, para colmo de males, lo que decía Alexander era cierto: Una visión así arrancaría, como poco, miradas de sospecha y aprehensión en cualquier pueblo. Y estaban en Moth, lo que implicaba doble precaución a la hora de tratar con los supersticiosos. Lyla no quería verse a sí misma perseguida por un grupo de fanáticos antes siquiera de haber salido del primer pueblo... O lo que era peor: Perseguida por la inquisición. No. Llevarle a un pueblo no era una opción. Sus conocimientos médicos dejaban mucho que desear. No. Ese hombre estaba condenado... Y lo más perturbador: Parecía aceptar su destino con los brazos abiertos

Quizás eso era lo que más inquietaba a la joven

Decidió no insistir más. Sabía valorar la última voluntad de un hombre, y si aquel había aceptado su destino con resignación y valentía (E incluso con alivio, por extraño que pareciera), Lyla no era quién para negarle dicho destino. Asintió ante sus palabras, sin apartar la vista de él, y poco a poco sintió que sus piernas se volvían más firmes y recuperaba la confianza. No era hora de dudar. Si querían saber algo de lo que estaba ocurriendo ahí, ese era el momento de preguntarlo. No tenían mucho tiempo

¿Algo malvado? Lyla miró a Alex de forma significativa. No era la primera vez que se encontraban con un ente místico sellado, ni tampoco con algo realmente maligno. La referencia estaba clara. Volvió a mirar al moribundo que se retorcía en sus últimos minutos, entre sus brazos ¿Quién era la mujer a la que acompañabas? ¿Como podemos encontrar a ese tal Maestro? No quería atosigarle con demasiadas preguntas, así que dejó aquellas dos en el aire, a la espera de que su interlocutor pudiera procesarlas... Y ojalá pudiera. Si moría antes de responder, estarían en medio de la oscuridad, dando palos de ciego

De nuevo

- Hay un castillo en una montaña, oculto entre la vegetación y la niebla, en esa dirección... - El Acólito señalaba el norte con su mirada, casi sufriendo al mover la cabeza y la boca para hablar. - La mujer a la que acompañaba... no sé su nombre... pero creo que es la dueña del castillo y una de las más respetadas guerreras del Maestro. A Él no podréis encontrarlo, nunca se deja ver por allí... necesitaréis mucha suerte para poder encontrarle y rezad por que él no os encuentre primero y os haga lo que me ha hecho a mí. -

Volvió a mover la cabeza para miraros y continuó hablando mientras jirones de sus labios caían al suelo, dejando a la vista sus dientes amarillentos.

- Seguid hacia el norte un par de días, allí veréis un pequeño pueblo escondido entre el bosque, justo a los pies de una montaña. Arriba podréis ver el castillo del cual partí hace unos días. Pero por favor, tened mucho cuidado si vais allí. Es extremadamente preligroso. -

Necesitaréis mucha suerte para poder encontrarle y rezad por que él no os encuentre primero y os haga lo que me ha hecho a mí.

Alexander pudo sentir como la semilla del miedo que había sido plantada mucho tiempo atrás empezaba a florecer dentro de él, como una gran mano negra que ascendía por su pecho hasta alcanzar su garganta y que lentamente cerraba sus dedos en torno a su tráquea. Era una sensación que no habría sabido expresar con palabras, pero que le asfixiaba con sólo pensar en ella.

En su fuero interno, el chico deseaba vivir aventuras, viajar por lugares desconocidos, enfrentarse a enemigos jamas imaginados, pero ahora que se le presentaba una ocasión tan clara de culminar sus proyectos, Alexander comenzaba a darse cuenta de que Lyla cubría todas las emociones que el chico necesitaba para vivir. Poco a poco, ella se había abierto paso entre la maraña de acero y sangre que conformaba su dolorido corazón y en él había echado raices. Lyla se había convertido en su vida a pesar de que el ilusionista jamás lo había mencionado para no correr el riesgo de ahogar a la chica.

Aceptar una propuesta tan dantesca como era asaltar un castillo lleno de engendros era aceptar que Lyla corriese un riesgo incluso mayor que el de Cornes, pero obviar el tema era dejar que el azar gobernase su existencia y, por descontado, que gobernase también sus posibilidades de supervivencia.

Alexander maldijo por lo bajo. Ya habían atacado a dos de los acólitos, y aquella mujer de la armadura ya les había visto, acciones que reducían considerablemente sus posibilidades para pasar inadvertidos. El tiempo jugaba en su contra y aquel no era su terreno. Hicieran lo que hiciesen, correrían peligro.

-¿Y el otro?-Recordó Alexander, rememorando la escena de la batalla-¿Quien era el otro guerrero y porque quería la esfera?

Una vez mas, el ilusionista recordó la tétrica risa y sintió un escalofrío, se estaban metiendo de lleno en la boca del lobo y nada les aseguraba que fueran a tener la misma suerte que en Cornes. Los dioses no se lo piensan dos veces antes de arrebatar una vida, y aquella vez no iba a ser diferente. No habría ninguna Delenis en la que confiar, ni ninguna Lucy a la que salvar. Aquello era mucho mas complicado y tenebroso.

El nudo en la garganta de Alexander se estrechó. Sentía unas ganas irracionales de gritar, de salir corriendo, de volver a tareas tan mundanas como eran los espectáculos callejeros, de sentir que controlaba todo cuanto estaba a su alrededor y no al contrario.

Pero quizás lo que mas le dolía era saber que no podía hacerlo.

- Al otro guerrero no lo conosco. Sin embargo, ha luchado muy bien contra la que era mi ama. Ha sido una verdadera lástima que haya que tenido que partir de pronto y no haya podido terminar la lucha. Estaba disfrutando realmente de lo que estaba sucediendo. - Dijo el hombre entre dientes y con un esfuerzo sobrehumano. 

Miró al cielo durante unos segundos y pareció que intentó sonreir.

- Mi tiempo en este mundo ha llegado a su fin. Suerte, aventureros. -

Y con esas últimas palabras, su cuerpo cayó de lado al suelo, sin vida, y poco a poco, fue deshaciendose hasta quedar solo un poco de ceniza en el suelo.

Ahora, los aventureros estaban solos. Y por supuesto, con cientos de preguntas sin respuestas. ¿Quienes eran esas criaturas? ¿Y el oscuro caballero? ¿La mujer? Y la más importante: ¿Qué son esas pequeñas esferas? ¿Que guardan en su interior?

Mientras el acólito se deshacía entre sus dedos, Lyla dio un respingo y se levantó rápidamente, alejándose unos pasos del lugar en el que había yacido aquel individuo. Observó sus manos, callada y algo tensa, mientras las últimas virutas de polvo y ceniza eran arrastradas por el viento. Permaneció así durante unos segundos, hasta que alzó la vista. Alex la estaba mirando

Yo...

No sabía que decir. ¿Qué había ocurrido realmente en ese claro? ¿Qué debían hacer ahora? La responsabilidad caía sobre ella como un frío y pesado manto, colocado encima de sus hombros por una fuerza invisible y amenazadora. Sacudió la cabeza, como intentando negar lo que acababa de ver y oír

Necesito... Asimilar todo esto...

Alexander conocía lo suficientemente bien a Lyla como para saber lo que eso significaba. La joven necesitaba descansar, poder reflexionar sobre las palabras de ese hombre. Necesitaba unos momentos para ella sola, mientras su mente se iba a adaptando a los sucesos que acababan de presenciar

¡Cálmate!

Pero pensarlo era mucho mas fácil que hacerlo

Ella te necesita

Y eso era algo más que una simple corazonada

¿No piensas hacer nada?

¿Y que podía hacer?

Abrázala

Una mano temblorosa se acercó hacia Lyla, pero no pudo mas que tocarle la mejilla en un gesto de sincero apoyo. El miedo seguía acechandole, tamizando todas sus decisiones, pero aquel no era el momento para dudar.

-Vámonos de aquí. Éste no es un lugar seguro.-El chico se encontró a sí mismo arrodillado ante Lyla, acariciando su cara e intentando transmitirle la fuerza, la convicción y la esperanza que el mismo no sentía. Durante un instante rememoró la empalizada de cadáveres, cómo el chico había huido y cómo ella le había consolado. Ahora, la escena estaba sucediendo completamente a la inversa, salvo por el detalle de que Lyla no estaba tan alterada como él. Algo digno de admirar.

Con una sonrisa le besó la frente. Unas cuantas frases de apoyo cruzaron su mente, pero todas le parecían banales y frívolas. "Todo se va a arreglar" "Nos tenemos el uno al otro" "Después de la tormenta siempre sale el sol" No podía engañar a la chica de aquella manera.

Lyla necesitaba reflexionar, y él mismo también quería replantearse su postura. Quizás estuviera interpretando todo aquello mal. Quizás lo vivido en Cornes le había llevado a ver dioses donde no los había. Quizás todo aquello tuviese una explicación lógica y racional.

Y mas nos vale que así sea-Pensó, mientras el nudo en su garganta se estrechaba un poco mas-mas nos vale que así sea...

Los aventureros se quedaron unos minutos allí sentados, pensando que iban a hacer a continuación. Tenían varias opciones. Una de ellas era regresar al camino por dónde vinieron, e intentar encontrar algo de civilización. Cruzando las cabezas empaladas, podrían volver al camino principal y regresar por dónde habían venido, o seguir por ese camino, por dónde el anciano había aparecido.

Pero el Acólito también les informó sobre un pueblo, a un día y medio de camino hacia el norte, justo en la base de una montaña, en cuya parte superior se encontraba el castillo de dónde provenían estos engendros.

¿Qué decidirán nuestros amigos?

Lyla se sentó junto a un árbol, algo abstraída entre el hilo de sus propios pensamientos. Sopesó sus posibilidades, una a una. Era cierto que podían olvidarse de aquel suceso, pero aquella voz que resonaba a veces en las paredes de su mente comenzaba a quejarse y a patalear como si de una niña pequeña se tratase. La misma voz que la había impedido tomar el camino incorrecto cuando era cazarrecompensas. La misma voz que la había impulsado a ayudar a Alexander, en vez de dejarle atrás cuando este pareció rendirse ante las promesas de Delenis. La misma voz que ahora la instaba a seguir adelante, a ahondar en aquel secreto... A detener a aquellos que, según lo que había dicho aquel extraño, querían desatar el mal en el mundo

Al rato, decidió hacer algo para ocupar la mente. Sacar las raciones de viaje, para comer, por ejemplo, y comenzar a prepararlas. Movimientos mecánicos, ausentes, mientras su mente trabajaba de forma independiente. Casi ni veía a Alex, absorta como estaba, pendiendo de un hilo entre el sentido del deber... Y el de supervivencia

Cuando el silencio comenzó a hacerse incómodo, habló

¿Qué... Qué debemos hacer, Alex?

Alexander acompañó a Lyla en la tarea de preparar la comida. Lo cierto era que no tenía demasiada hambre, puesto que lo único que habían probado era aquel té.

Durante un segundo, el chico ardió en deseos de achacar aquel episodio al té. Era muy fácil creer que habían sido envenenados y que todo aquello no era mas que una ilusión, algo pasajero que se evaporaría con el tiempo y que no dejaría mas repercusiones que una cabeza algo dolorida y desorientada. Sin embargo, aquello sería sacudirse los problemas de encima de una forma muy sencilla, casi cobarde. Quizás todo aquello tuviese una explicación, pero ni el anciano ni nada de lo que pudiera haberles hecho era la que buscaban.

Alexander notaba la sangre agolpándose en sus sienes. Toda aquella información era demasiada para una sola mañana, incluso para un día entero. Dormir le habría venido muy bien, pero ni tenía sueño ni se sentía lo suficientemente seguro como para pernoctar por aquellas tierras.

Entonces Lyla habló. Le preguntaba que debían hacer, lo que implicaba que toda la responsabilidad de la decisión recaía sobre Alexander, con sus pros y sus contras. Durante unos cuantos segundos permaneció callado, pero cuando habló lo hizo con toda la seguridad con la podía hacerlo.

-Creo que lo que mejor podríamos hacer ahora sería buscar un pueblo. Si corremos algún peligro, allí estaremos algo mas resguardados. Quien sabe, puede que alguien pueda contarnos algo más de ese misterioso castillo-Alexander miró a Lyla a los ojos buscando algún tipo de reacción-Pero tenemos que andar con cuidado. Con mucho cuidado.

El chico tocó el brazo de su compañera y le sonrió. Tenían poder, sólo les faltaba confianza para jugar sus cartas, y de si algo estaba seguro Alexander era de que por nada del mundo iba a perder a un ser querido otra vez.

Lyla tardó unos segundos en responder

Al norte, entonces

Miró hacia la dirección que les había señalado el acólito

Allí veremos que hacer

Luego, sin más explicación, abrazó a Alexander. No dio razón alguna, ni tampoco avisó. Simplemente, necesitaba algo de calor

Alexander se sorprendió ante aquella muestra de cariño tan gratuita, pero la agradeció enormemente.

Correspondió al abrazo. Era como si aquel momento se hubiera quedado estático en el espacio y en el tiempo, donde cada caricia estaba cargada de sentimientos.

Luego la besó. Al igual que había hecho su compañera, el tampoco avisó o dio motivo alguno, simplemente necesitaba hacerlo, olvidarse de aquel momento tan desagradable y hacerle olvidar a Lyla sus preocupaciones.

-Al norte entonces-Susurró sin separarse de ella-Pero éste momento nos pertenece.

Y era la pura verdad, aquello no podría quitárselo nadie, usase los métodos que usase o pusiese el empeño que pusiese.

Le devolvió el beso, sin pensarlo. Quizás, en ese momento, Alex se había convertido en el ancla que seguía atándola a la realidad. Quizás fue esa la razón por la cuál Lyla logró aclarar sus pensamientos

No podían cerrar los ojos ante aquella incógnita. No podían girar la cabeza, ignorando que quizás algo maligno estaba a punto de despertar, fuera lo que fuera. No, Lyla no cargaría con ese remordimiento, el remordimiento de la desidia, de la indiferencia, de no haber movido un dedo cuando la vida de tantas personas había estado en su mano. Fuera o no mentira lo que aquel hombre les había dicho, ahora no podía echarse atrás

Por muchos peligros que les esperaran en el camino, ella estaría allí para afrontarlos. Y él estaría con ella

Los compañeros decidieron caminar pasando desapercibidos por los caminos de Moth hacia el norte, al lugar dónde le indicó el Acólito antes de morir. El camino de tierra entre los árboles al poco tiempo de comenzar a caminar aún estaba algo húmedo, pero la niebla con la que se toparon hace unas horas no parecía estar allí.

El sol recortaba figuras extrañas en el suelo, mientras que el ulular del viento al atravezar las hojas y algunas ramas secas y huecas daba al camino un toque mágico y a la vez tenebroso. Moth no iba a defraudar a Alex y a Lyla en este punto.

Unos pájaros extraños comenzaron a cantar a las pocas horas, mientras ellos continuaban hacia el norte. El camino no era dificil y el tiempo pasó bastante rápido. No había bifurcaciones de importancia, por lo que tras seguir el camino durante un largo tiempo, el bosque comenzó a abrirse en un claro al principio y después, ya pudieron ver una especie de llanura y una gran montaña detrás.

El pico de la montaña estaba rodeada por unas nubes blanco brillante y justo en la base de esa montaña, varias casas bajas se apiñaban delante de lo que parecía ser una gran muralla. Por sobre la muralla se podían ver grandes construcciones, pero desde dónde se encontraban nuestros amigos, no sabían a ciencia cierta de que ciudad se trataba.

Las casas estaban a un par de horas de caminata desde dónde se encontraban.

Lyla observó la escena. Bonita, como poco. No todos los días ve uno un núcleo urbano como ese, integrado en la montaña como si fuera parte de ella. Una muestra más de lo que los humanos pueden llegar a dar de sí... Si se les presiona. Alzó su vista, intentando discernir entre la densa niebla. Allí, quizás, se encontraba el castillo... Y su objetivo

Aunque... ¿Lo era realmente? ¿Habían tomado una decisión ya, o quedaba el rastro de la duda? Si lo pensaba de forma lógica, la elección parecía ya tomada... Pero costaba tanto hacerse a ella...

Vamos

Se mantuvo seria, y en silencio, el resto del camino

La civilización se erigía ante los dos, y con ella todas aquellas personas que quizás ignorasen los peligros que azotaban el mundo en el que vivían. La ignorancia era la clave de la felicidad, pero también de la vulnerabilidad.

¿Que camino habría tomado Alexander si se le hubiese brindado la oportunidad de elegir? ¿De verdad no había existido tal oportunidad? ¿Viviría ahora en su aldea natal junto a toda su familia, y lo que era mas importante, junto a Ivan? ¿Habría sido capaz de renunciar a Lyla?

Aquellas preguntas y sus respuestas poco importaban. Los recuerdos son meras interpretaciones de vivencias pasadas que mutan con el paso de los años, y Alexander era consciente de la facilidad con la podían llegar a trastocarse esos recuerdos y todo lo que implicaba esa afirmación. Quizás fuera eso lo que les estaba ocurriendo en aquel momento.

Notaba a Lyla a su lado, tensa y meditabunda. Le habría gustado sacar de su cabeza toda la preocupación, toda la incertidumbre y todo el miedo, pero ni el ilusionista era capaz de realizar tales proezas ni aquello sería justo para su compañera. Necesitaba su tiempo para reflexionar y aquello era algo que Alexander debía respetar.

El trayecto de camino a la ciudad se realizó en el mas absoluto silencio. El chico reflexionaba sobre si deberían hacer una visita al misterioso castillo o, por el contrario, deberían dejar correr todo aquel asunto.