Partida Rol por web

Apenas está despidiéndose Ehen cuando llega el speeder que te llevará a las instalaciones imperiales en Corellia.

El paseo es tranquilo y agradable desde la aislada casa donde os alojó Sal-Solo. Cuando te aproximas a Coronet puedes observar desde la distancia el conjunto urbano donde destacan los edificios bajos y espaciados. Solo hacia el centro se concentran unos pocos rascacielos que serían muy pequeños en muchos otros mundos.

Pero el aerotaxi se desplaza bordeando la ciudad hacia el norte, a la única zona industrial que hay cercana a la ciudad. Una vez allí empieza a circular por amplias avenidas surcadas por docenas de transportes pesados y más tarde por callejuelas entra paredes de fábricas hasta desembocar en una enorme explanada que alberga un feo, gris y contundente cubo de permacreto erizado de torres.

A velocidad reducida el vehículo te lleva hasta la entrada donde se detiene para que bajes, tiene prohibido el acceso te explica el conductor.

Hay una típica caseta de guardia donde te atiende un soldado de uniforme gris aunque a los lados de la puerta y en las torres de encima están los blancos blindajes tradicionales.

El camino se me hizo corto, tenía la mirada perdida, pero solo me repetía una y otra vez los datos que conocía, tenía que estar preparado para lo que fuese, y sabía que mentalizarse siempre era importante.

Cuando bajé del aerotaxi miré con tristeza y añoranza el edificio, había vivido tiempos buenos en el imperio, pero sin duda lo bello no era una de las prioridades imperiales, buscaban que el lugar fuese útil, seguro.
Enseguida me dirigí a los dos guardias, observando la seguridad del local, siempre intentaba evaluar estos detalles, aunque en este caso daba igual, si algo salía mal, ya podría tener los planos del sitio, que estaría igualmente jodido.

Buenos días. Salude al soldado imperial que me atendió. Soy Crede Manhor, tengo una cita con el comandante Cassel. Le dije cortesmente.

El oficial te mira desde debajo de su gorra de corta visera con un aire de suficiencia que reconoces perfectamente. Es una pose que enseñan en la academia para amedrentar al oponente. Tras echarte un vistazo detenidamente, de arriba a abajo consulta un estadillo que tiene sobre el mostrador. No puedes leer los nombres pero sí ves que apenas hay cinco o seis nombres apuntados. Sin embargo el oficial tarda mucho más de lo necesario para encontrar tu nombre en una lista tan corta.

Finalmente con esa expresión de superioridad ensayada hace un gesto hacia dos soldados que se acercan marcialmente. Te parece ver una sonrisa absolutamente falsa en sus labios mientras te dice:

Adelante señor Manhor, estos soldados le acompañarán hasta el despacho del comandante Cassel.

La puerta se abre silenciosamente y un pasillo bien iluminado os traga a los tres. Avanzas por pulcros pasillos y rápidos ascensores en un recorrido enrrevesado que podría perder a cualquiera que no sea sullustano, siempre con un soldado delante y el otro detrás. Cuando por fin os detenéis ante una puerta estás convencido que te han dado muchas más vueltas de las necesarias para llegar aquí.

En la mejor tradición militar un soldado golpea la puerta para inmediatamente abrirla sin esperar respuesta y hacerte pasar adentro.

Sin alzar la vista de los papeles que está punteando y la pantalla de su escritorio que consulta constantemente el comandante te espeta:

Llega tarde señor Manhor.

Hogar, dulce hogar... Sin duda no echo de menos esto, la falta total de respeto, la bravuconería de los soldados, no todos son así, por supuesto, pero sin duda son muy numerosos estos casos.
Nada más encontrarme con el comandante, este ya me intenta dar un golpe bajo.

Lamento el retraso. Me temo que sus soldados se han empeñado en enseñarme todo el complejo. Digo sin perder la calma. Sin duda debería haber contado con ello y salido antes.

El militar detiene su trabajo momentáneamente y eleva sus ojos hacia ti un momento. Luego se distrae de nuevo con la consola y sólo te dice  siéntese. Puedes observar el espartano despacho de trabajo sin apenas decoración, ordenado, limpio y frío. No tiene ventanas y la iluminación sólo es cómoda sobre el escritorio dejando el resto en la penumbra.

Tarda varios minutos en resolver lo que sea que de pronto ha exigido su atención pero tras exhalar un suspiro de evidente satisfacción se reclina sobre la cómoda butaca repulsora, extiende las piernas y cruza las manos sobre el abdomen prestándote atención por primera vez desde que entraste.

Bien señor Manhor, me han dicho que usted posee una nave de carga y no es un contrabandista ni un pirata. Por supuesto he comprobado ese punto, sé que usted sirvió en el ejército. Sería interesante hablar de su etapa de servicio pero el tiempo apremia así que tendrá que disculparme.

Sus ojos de ave rapaz permanecen fijos en ti sin apenas pestañear, habla rápido y con los labios muy juntos, como si no quisiera dejar escapar las palabras de su boca.

Tengo un envío urgente a un lejano planeta de la periferia llamado Bakura. Si llegamos a un acuerdo le daré las coordenadas exactas, lo único que necesita saber ahora es que no puedo pagar mucho por este transporte salvo con la gratitud imperial. Que no es poco señor Manhor, no es poco.

El trabajo es sencillo, recoger unas piezas industriales en CorelliSpace y transportarlas hasta el astropuerto de Bakura donde las entregará al enlace imperial. A cambio usted, su nave y su tripulación serán autorizados a viajar por todo el espacio del Imperio, repostar en los puestos autorizados y prestar servicios restringidos de clase F según la tarifa oficial.

¿Lo entiende señor Manhor?

Ha soltado su discurso a gran velocidad y realmente es costoso entenderle pero no imposible.

Me costo bastante seguir a este tipo que se esforzaba una y otra vez en demostrar que él tenía el control de la situación, si conseguí seguirle a pesar de su velocidad a la hora de hablar fue en parte gracias a la información que había recibido de antemano.

Perfectamente comandante Cassel, sin duda no hay una recompensa mejor para un transportista que contar con licencias imperiales, y más aun para mi por mi pasado. Le contesté simulando algo de nostalgia. No tendríamos problema en cumplir el trabajo, sin ninguna duda de una forma más que exitosa, pero comprenderá que aparte de esa licencia necesito una pequeña recompensa económica para cubrir gastos. Así que ¿que le parece si pasamos al tema económico?

El oficial te escucha impertérrito, llegas a dudar si realmente te habrá oído porque no hay respuesta ni reacción a tus palabras. Finalmente toma aire y como quien siente un gran asco hacia algo contesta.

Señor Manhor, usted no es un buen patriota. Creo haber dejado claro que el Imperio no tiene fondos para este trabajo, al menos monetarios. El bien que hará le será recompensado de un modo no económico, debe usted ser menos materialista.

Parece meditar unos segundos antes de continuar y cuando lo hace las palabras más que ser pronunciadas escapan a duras penas de su boca.

Puedo entender que tendrá gastos y si es absolutamente necesario podríamos cubrir una parte de esos gastos siempre en función de la cantidad de carga que pueda transportar. ¿Cuál es la capacidad de carga de su nave señor Manhor? ¿Y en que momento exacto podría cargar? 

Aquel hombre quería ahorrarse hasta el último crédito, y no se lo iba a permitir. Aun así, se notaba que estaba acostumbrado a negociar, sobretodo a negociar usando su rango ante el que muchos se echarían atrás.

Por supuesto que soy un patriota, muchos le intentarían sacar los cuartos, pero yo solo busco lo justo para realizar el viaje y mantener a la tripulación con la moral alta, a fin de realizar un mejor servicio. Hice una pausa recordando su pregunta y dejando que analizara mis palabras. Tenemos una gran capacidad de carga, de 100 toneladas ni más ni menos. Y en tan solo dos días podríamos cargar y poner rumbo a Bakura. Quizás estuviésemos listos antes, pero 2 días me parecía ser sobradamente rápido para el comandante, y sobretodo no quería pillarme los dedos, no sabía si para mañana Kira ya tendría nuestra tripulación.

Dicho esto guarde algo de silencio mientras estudiaba el rostro del comandante Cassel.

Cien toneladas, bastará para este envío, sí. En dos días me conviene, el envío no debe retrasarse mucho más o no conseguiremos optimizar la producción.

Por un momento te mira calculadoramente, está haciendo cábalas sobre cuanto ofrecer.

El Imperio podrá costear el viaje con una cantidad de 10 créditos por tonelada entregada en perfecto estado en destino. Eso hace una cantidad de 1.000 créditos además de las otras prebendas y ventajas ya ofrecidas, más que suficiente para cubrir cualquier gasto.

Creo que es todo lo que debemos acordar señor Manhor, hágame llegar a esta dirección [te entrega una tarjeta con sus datos] los datos completos de la nave y la tripulación y a cambio recibirá la dirección de carga y copia del pedido de estibado.

Se pone en pie dando por finalizada la entrevista y señala la puerta con su mano.

Señor Manhor, ha sido un placer conocerle. Espero que volvamos a hacer negocios juntos. El guardia de la puerta le acompañará a la salida.

Había sido muy listo, me despachaba rápido y acababa con cualquier signo de negociación, pero yo no iba a rendirme tan fácilmente. La situación era sin duda incomoda, pero mantuve la calma.

Un momento comandante Cassel, creo que está abusando usted de mi amor por el imperio, 10 créditos por tonelada es una cifra irrisoria. Debe usted pensar que esta tratando con un antiguo miembro del imperio, es muy difícil que encuentre un transportista que le dedique tanto cuidado a esta operación y en el que pueda confiar tanto como en mi. Esperaba que el comandante tuviese en cuenta que no era un pirata o un contrabandista cualquiera, era un hombre en el que podría confiar, gracias en gran parte a Ehen... ¿Que le parecen 50 créditos por tonelada? Es un precio bastante más justo. Intentaba tensar al máximo según los datos de Ehen, intentando que el comandante subiera un poco el precio.

Cassel compuso una escueta sonrisa ante tu petición y bajando la mano volvió a sentarse. Te miró con cierto interés o respeto que hasta ahora no había asomado y apoyando los codos sobre el escritorio y entrecruzando los dedos de las manos continuó la negociación.

Señor Manhor, acepto su intento de subir su precio pero tenga en cuenta que no le he preguntado qué tiene en su nave ni qué tripulación lleva. Podría haber algún prófugo o especie ilegal que con mi intervención quedará en situación privilegiada y eso puede tener un valor más alto que su pequeño regateo. Podría llevar en su nave contrabando y utilizar mi trabajo para pasarlo impunemente. Podría llevar pasajeros ilegales que bajo mi indirecta protección conseguirían burlar las aduanas.

Apenas cambia el gesto pero hace una pausa dándote tiempo a asimilar las opciones que enumera.

Cualquiera de esas opciones o todas ellas podrían ser ciertas y me ponen en peligro. No pretenda que además le consiga más beneficios que los ya ofrecidos. Vamos a ahorrarnos tiempo y esfuerzo, ahora es cuando yo diría 20 y usted 40 y por fin acordaríamos 30. Pero esto no es una holoserie de tercera ¿verdad? Como esto no es un plató y no olvide señor Manhor dónde está, yo fijaré el precio en 15 créditos por tonelada y usted simplemente me dirá si lo acepta o no. No habrá más negociación.

Sus ojos, cual ave rapaz, permanecen fijos en ti ahora, sin pestañear.

No sabía a ciencia cierta si estaba bromeando o no, ¿de verdad se iba a plantar en un precio tan bajo?, sin duda era más terco que un hutt en lo que a dinero se refería, no pensaba regalarme ni un crédito.

¿Prófugos? ¿Contrabando? Me está insultando Comandante, yo jamás traicionaría al imperio y usted jamás encontrará a alguien que realice con más empeño su tarea. Hice una pequeña pausa. Si esto fuera una holoserie de tercera, yo le habría pedido bastantes más créditos. Solo le he planteado una oferta razonable, y aun así, insiste en darme calderilla.
Haremos otra cosa, me parece bien zanjar las negociaciones, pero seré yo quien de la oferta final, es un insulto para mi, mi tripulación y el imperio en general pero aceptaré la miserable cifra de 25 créditos por tonelada, y esta si es mi última oferta. Le dije lanzándole una mirada totalmente seria aunque apacible.

Esta vez su mirada sí logra asustarte, muestra una expresión casi iracunda y peligrosa.

Señor Manhor, se siente insultado pero es usted quien me insulta. Hace que me retracte de mi palabra o que le envíe directamente a una celda de castigo y esta es una decisión que normalmente tomaría sin dudar.

Pero tiene usted mucha suerte, su disponibilidad conviene al Imperio y eso le salva . . . por el momento. Recibirá la cantidad de 20 créditos por tonelada, llevará su nave a la factoría espacial de CorelliSpace con los datos que le enviaré y no volverá a darme ni un sólo problema. Ni siquiera contestará porque si abre la boca desaparecerá usted en el bonito entramado imperial que ya debería conocer.

Su mirada acerada muestra bien a las claras que no bromea. Vuelve a ponerse en pie pero esta vez su gesto no es una invitación a abandonar el despacho sino una orden tajante que no admite réplica.

Por un momento me veo en las celdas de retención o en cualquier destino peor, y la verdad es que no me hace gracia, esperaba conseguir sacarle más, pero al menos he llegado al mínimo que me marcó Ehen, eso me reconforta, aunque no dejo que el comandante lo note, no quiero ganarme ningún castigo, así que simplemente me levanto, hago una pequeña reverencia y me limito a decirle.

Esperare sus datos comandante, le aseguro que no se arrepentirá de la decisión que acaba de tomar. Dicho lo cual me largo por donde he venido antes de que el comandante Cassel cambie de opinión.

Tras la puerta del despacho espera un soldado con su blanca armadura, listo para guiarte hasta la salida. Te das cuenta que tardas como una décima parte en llegar a la puerta de lo que tardaste en llegar al despacho de Cassel. No sólo eso, te das cuenta al salir que estás en otro punto distinto del que entraste, la puerta blindada se cierra tras de ti y quedas solo en una explanada vacía con la gris pared como única referencia.

Miro alrededor dándome cuenta de que no he salido por donde entré.

Estupendo, echaba de menos este tipo de cortesías. Dije simulando una falsa sonrisa, acto seguido empecé a rascarme la cabeza. A ver ahora como vuelvo.

Finalmente me decidí a llamar a Ehen para comentarle el resultado de la operación y ver si me podía conseguir algún medio de transporte para volver a casa.

Tu llamada es atendida rápidamente.

Hola Crede, espero que todo haya ido bien. Has acabado rápido, quizá quieras acercarte al centro de negocio donde la señorita Melvar está entrevistando a los candidatos a tripulantes. ¿Te envío un taxi o tienes medio de transporte?

Ehen parece contenta pero está más concentrada en alguna otra cosa que no deja de mirar mientras habla contigo. Apenas te ha reconocido y ha puesto sus ojos en otro punto que sigue con interés.

¿Que haces? ¿Viendo una carrera de vainas? Pregunto divertido. Después de pensar un momento mis opciones me decido por acercarme a donde está Kira, así le podre decir de camino que en dos días debemos estar listos. Me he quedado un poco tirado, estaría bien si me consiguieras un medio de transporte para llegar al centro de negocio.

¿Una carrera de vainas? Por un segundo te mira como si estuvieras loco de remate pero en seguida presta de nuevo atención a lo que sea que mira tan concentrada. Una carrera de vainas no es desde luego. Pero podría utilizarse como analogía. Un movimiento a destiempo y te estrellas aunque sea financieramente y no físicamente.

Lo siento Crede pero me pillas en mal momento, ¿te importa llamar a Sal-Solo para que te ayude? Además necesitará saber como ha ido para enviar o no los datos. ¿Cómo ha ido? Dímelo rápido.