Partida Rol por web

Negué, desde mi posición, cuando Eugène habló de las reliquias como origen del portal- Oh, no, Monsieur Delacroix, creo que no me expresé bien. Esa gente o lo que quiera que sea que hay ahí adentro están abriendo un portal. El señor Kane y yo ya hemos escuchado esos cánticos antes. Y, además, el tipo que cogio las reliquias escapó por esa puerta. Y eso hace que no sepamos si las reliquias están ahí adentro o no, ni si es la Inquisición quien está invocando demonios al otro lado. -dije, sintiendo un escalofrío sólo de pensar que algo así estuviera sucediendo. Vale que la Inquisición era una panda de fanáticos descerebrados -mandaba narices que yo precisamente dijera aquello- pero ¿invocar demonios? Aquello, sin duda, iba en contra de Dios Todopoderoso y de cualquier doctrina de la Iglesia, fuera cual fuera. Es más, era una traición en toda regla.

Pero, si no era la Inquisición, ¿quién más podía haber tras la puerta?

Fuera quien fuera, lo cierto es que si lo que Erik habia dicho era cierto no podíamos dormirnos demasiado en los laureles o la Cacería Salvaje iría a por nosotros de nuevo. 

-Nos están esperando. O al menos saben que estamos aquí. A nosotros acaban de dispararnos. - dije entonces a Kane, mientras me cubria, sonriendo al ver como el galo, entretanto, usaba su don para regalarme las bendiciones del Creador- Oh, monsieur Delacroix, gracias por tu ayuda. - dije, con un cabeceo educado, acabando por asentir ante lo dicho por Kane, cubriéndome a la espera de que, tal y como había dicho, Lyrio y el se encargaran de "aligerar" la resistencia al otro lado a distancia.

-Sobre todo cuidado con las reliquias. - repetí, asintiendo a las palabras de Kane, dedicando una media sonrisa a Lyrio cuando la vi prepararse para el ataque.

-No temo a la multitud innumerable, apostada contra mí por todas partes. ¡Quiebra el brazo del malvado y del impío, castiga su malicia y no subsistirá! - susurré entonces, preparándome para lo que estaba por venir, consciente  de que cada segundo contaba. - Adelante, Bruce. A su señal. - les di así luz verde, indicando que sólo entraría ahí cuando considerara que el momento había llegado.
 

La explicación de Lucia me hace entender que mi entendimiento del asunto estaba equivocado, era muy grave, si abrian canales, entonces saldrian mas demonios y estaremos en grandes problemas.

Maldito Dominique, maldita tu traición.

Disculpe Mademoille, entiendo ahora, vayan entonces... y que Dios los acompañe, pero tengan cuidado, que  la luz los acompañe, yo hare lo que pueda por ustedes.

Digo tras sentir una sensacion  muy desagradable y tocar mi nariz siento que me sangra.

 Tomo un pañuelo y me limpio, parece ser que soy  aún muy debil.

Sin tratar de mostrarme debil me prepare para lo que viniera.

Una sensación de ira comenzaba a rodearme, potenciaba mi concentracion pero mermaba mi aplomo. Las palabras de Kane me ayudaron a volver a cierta estabilidad. Tomé consciencia de que, pese a mis habilidades y el don de Dios, no era suficientemente experta en la batalla como para tomar decisiones unilaterales. Pues eso, además, entraba totalmente en conflicto con mi manera de interpretar al Creador.

- Es cierto Kane, entraré tras ustedes, allanen el camino para que podamos llegar más rápido.

Desde mi posicion, vuelvo a mis rezos internos para seguir concentrada pero desde un equilibrio más próximo al Dios; esperando la señal de Kane.

-¿Todos listos?- Dijo Erik lanzándoles una mirada rápida a cada uno, cerciorándose de que como mínimo, estuvieran en guardia. Se cuadró delante de la puerta, y miró a su alrededor, extrañado. El hedor a podredumbre era cada vez más intenso, y aquellos tipos empezaban a gritar…más que pronunciar las malditas palabras de su cantico. Sacudió el cabeza, asqueado por aquello.

La puerta estaba suelta, así que no debería costar mucho abrirla. Apretó los dientes, y de dos rápidos pasos alzó la pierna derecha, dándole una fuerte patada a la puerta, abriéndola de par en par y sin dudar un segundo, se hizo a un lado, resguardándose en la pared del metro, dejando que la tromba de disparos comenzara.

La tensión podía mascarse en el ambiente, todos estabais tensos, en mayor o menor medida, con la mirada fija en aquella puerta. Los dos soldados Germanos que habían entrado en el vagón acompañando a Bruce se habían posicionado junto al Albionés y la Vikinga y apuntaban sus mosquetes hacia la puerta, uno de ellos asintiendo con la cabeza hacia los dos tiradores del grupo, indicando que también estaban listos.

El silencio reinó por un instante en este vagón, tan solo roto por aquellos canticos que provenían del vagón adyacente. Como dirían los duchos en la guerra, aquel era…el minuto del soldado. Ese momento en el que lo único que cuenta eres tú, en el que recuerdas quien eres y porque estás ahí, en tus seres queridos y tus motivaciones…un último momento de tranquilidad antes de la sangre y la muerte.

De repente, instantes antes de que Erik abriera la puerta los canticos parecían intensificarse aún más. Estaba claro que los dueños de aquellas voces estaban empezando a gritar.

Cuando Erik abrió la puerta, lo que se podía ver al otro lado eran dos soldados Galos, o al menos llevaban el uniforme Galo. Estaban en guardia, con sendas alabardas apuntando hacia la puerta. Había varios cadáveres en el suelo, posiblemente abatidos por Kane y Lucía cuando abrieron fuego con la ametralladora.

Ahora, con la puerta abierta, el sonido de los canticos era casi ensordecedor, y el hedor hacía que se os revolvieran las tripas.

Lo que veis más allá de los guardias que os apuntan con las alabardas, (estáis delante de la puerta, sois los únicos de momento que podéis verlo) es otro hombre, aunque atado por las muñecas a cada pared, a la altura del techo. Por lo que parecía flotar sobre el suelo. Estaba completamente desnudo, y los hombros parecían haberse dislocado por la fuerza con la que estaba atado y la tensión que lo mantenía en el aire. Formaba una cruz. No gritaba, no lloraba…no podía. Lo que veíais era desquiciante, tenía un corte en la garganta y otro en el vientre, por el que colgaban las tripas. La sangre seguía chorreando, desde el cuello hasta las piernas. Habían más hombres, pero los guardias os impedían verlos, aunque sospechabais que eran los que cantaban…y lo hacían alrededor del cadáver.

Por un momento Lyrio dudó aquella vision era nauseabunda y no estaba para nada acostumbrada a estas formas barbaras. A su pueblo lo habian acusado de barbaros pero ninguno de ellos habria cometido semejantes atrocidades como lo que alli estaban ocurriendo. Necesitaban pararlo necesitaban pararlo cuanto antes, es por eso que decidió concentrarse en los dos soltados que apuntaban hacia la puerta con animo de guerra, era lo mas estable y menos perturbador que habia en aquella sala y conseguia que se enfadase, asi que su mirada casi brillaba de ira, con un fuego interior que la hacia parecer mas un animal salvaje que una persona, enseño sus dientes y sin llegar siguiera a preguntar soltó sus dedos de la flecha que se mantenia tensa en su arco y con un suave silbido se dirigió hacia uno de los dos soldados galos que intentaban evitar que entraran. Sin embargo no se dio cuenta de que vino primero si las nauseas los mareos y que por su cara comenzara a gotear sangre de forma bastante alarmante, tanto que le estaba costando respirar podia notar la sangre caliente caerle y pegarse a su piel asi que escupio un poco intentando apartarla, no podia ver si habia acercado o no pues su vista estaba un poco nublada debido al golpetazo que habia recibido, aunque ni siquiera sabia de que exactamente, solo sabia que se sentia como si hubiera bebido toda la noche y su cuerpo quisiera echarlo todo

- Abre la puerta. - le confirmó a Erik, mientras amartillaba su revólver y se agachaba ligeramente para tener un mejor punto de apoyo. Inclinó la cabeza y cerró uno de los ojos para apuntar mejor, a la espera de que el germano abriera la puerta y poder ver que estaba pasando allí.

Claro que al abrirse la puerta, no esperaba ver dentro lo que estaba a punto de ver. La imagen le revolvió las tripas y le hizo sentir arcadas, pues pocas veces había visto imágenes así de desagradables. Por suerte, él era un hombre curtido en el crisol de la batalla, y no era el primer hombre desmembrado que veía. Tampoco sería el último. Por ello, hizo acopio de voluntad y no cedió ni en su empeño, por lo en cuanto tuvo linea de visión y tuvo asegurado que los demás lo tenían también, tragó saliva y alzó la voz. - ¡Disparad! - ordenó a los soldados germanos, haciendo el lo propio cuando Lyrio disparó su flecha. Y nada más disparar, al ver a Lyrio mareada, aprovechó que la tenía cerca para retirarla de la linea de carga, para poder dejar pasar a Lucía y Fátima sin que la hirieran accidentalmente, ni ella ser un estorbo.

- ¡Vamos! - indicó tanto a las dos mujeres como a los germanos para que se lanzaran al combate después de la primera salva de disparos. Él mismo entraría después una vez confirmara que la vikinga se encontraba bien.

En cuanto Erik pateó aquella puerta aquel hedor a podedumbre me golpeó como una bofetada, haciendo que me cubriera inconscientemente la nariz y la boca con el antebrazo, con una expresión de asco en el rostro.

-Oh, por todos los Ángeles del Cielo... ¿Qué es eso? - dije, negando aunque, al igual que sucediera con Kane, mi experiencia previa con aquellas terribles criaturas infernales y con todo lo que apestara a podedumbre infernal hicieron que, al menos, el contenido de mi estómago permaneciera en mi interior y que apenas notara las consecuencias de aquella maldad en mi cuerpo. Dios estaba conmigo, eso era innegable. Eran Su Poder y Su Gracia lo que me protegían, impidiendo que sangrara como ahora lo hacía Lyrio.

-¡Eugene, encarguese de ella! - exclamé al galo, esperando que eso bastara para que la mujer se recuperara. Y, ante aquella señal por parte de Kane, la que estaba esperando para atacar asenti, dedicándole una mirada cargada de significado que acompañé de una media sonrisa- El Señor es mi fuerza y mi escudo,mi corazón en Él confía -dije, acabando por santiguarme antes de dedicar también una breve mirada a Fátima, buscando sincronizar mi entrada con la de ella.

-Me pido el de la izquierda. - dije, con un guiño, antes de acabar por desenvainar mi espada- Que Él esté contigo. - fue lo último que dije a la mujer antes de cargar contra el soldado de la izquierda, con decisión y confianza, buscando despejar el camino cuanto antes. 

Con la apertura de esa puerta, mi nariz confirmó lo que mi instinto me advertía: muerte. Aquella presión infernal empujaba contra mi voluntad. Pero, gracias al señor, me estaba sobreponiendo a ella. Kane y Lyrio atacaron según lo planeado y la señal llegó inmediatamente después. La pobre Vikinga estaba afectada pero Lucía se encargó de que Eugene la atendiese y, tras eso, me indicó mi objetivo, mejor.

Me lanzé a la par que mi compatriota para tratar de alcanzar con mi espada al Galo de la derecha. Mientras preparaba el golpe con las dos manos, no paraba de repetir a modo de oración: - El señor es mi pastor, nada me falta, el señor es mi pastor nada me falta, el señor es mi pastor, nada me.... ¡Aaaaaah! - El grito final con el que pretendía asustar a nuestros contrincantes y hacer llegar la temor de Dios a todos ellos resonó en el vagón; para finalmente soltar mi espada dibujando un arco de arriba a abajo, tratando de terminar rápido con éste primer enemigo.

Se abre la puerta  y veo a los soldados galos  enfrentandose a nosotros, y en un momento senti un dolor de patria inmenso, si había soldados la traición era grande, lo primero que pensé es que quien nos mando nos traicionó. El olor asqueroso y la cruenta energia demoniaca se sentía de manera obvia, mientras mis compañeros salian a enfrentarse a ellos de manera valiente. Por un instante mientras veía la reacción del mal en todos, y sobre todo en la hermosa Lyrio, me di cuenta que posiblemente no pudiera regresar a mi pais si el nivel de corrupción se daba de esa forma. No tenía claro que significaba pero cierto era que por el momento los traidores eran mis compatriotas, evidentemente Rogespierre era el responsable, ¿pero hasta que nivel estaba involucrado el gobierno con la misión que nos encomendó?

Viendo el caos del combate y como Lyrio se ha enfermado de repente me acerco a ella concentrandome.

- Mademoille vuestros dioses y el mio la acompañan,  levantece, usted puede resistir.

Y al decir esto la toco esperando que mejore su resistencia y pueda afrontar mejor los ataques del demonio.

Los soldados Germanos abrieron fuego casi al unísono tras los disparos de Bruce y Lyrio, manteniendo la compostura, aunque uno de ellos empezara a sangrar por la nariz. Los dos guardias al otro lado retrocedieron un par de pasos ante el golpe de los disparos, trastabillando y clavando una rodilla en el suelo el que se situaba a la izquierda.

Lo que vieron tanto Lucía como Fátima al cargar hacia el interior fue lo que instantes antes había hecho que Bruce y Lyrio se quedaran perplejos por un momento. En el interior, tras los guardias, había un grupo de hombres que entonaban los canticos, cada vez más estridentes…alrededor de un hombre que colgaba sujeto por las muñecas a una y otra pared del vagón. No llegaba a rozar el suelo con los pies, pero lo que impactaba no era su desnudez total, sino que tenía un corte profundo en el cuello por el que manaba sangre, y otro en el vientre…por el que colgaba los intestinos. Aunque las dos mujeres vieron al cargar lo que otros no…y es que debajo de él, había un trozo de madera, a simple vista normal, que iba bañándose en la sangre y restos de aquel desgraciado que colgaba.

El ataque de Lucía fue detenido por un debilitado soldado que consiguió cruzar la alabarda en el camino de la espada de la mujer en el último instante, a pesar de estar de rodillas. Fátima por su parte no consiguió darle a nada, lo que dio la oportunidad al soldado de ensartarla con la alabarda, cosa que Fátima, echando arrestos en el combate fintó, golpeando una vez la alabarda del hombre y haciendo que este la soltara, cayendo el arma al suelo.

Apenas un segundo después de aquello, el soldado que había perdido el arma cayó al suelo de rodillas, mientras la sangre le corría a borbotones desde los lagrimales y las fosas nasales, haciendo que cayera redondo, inconsciente. El otro parecía resistir, aunque de rodillas y afligido por el daño recibido, no podía más que intentar interponer su arma entre el y vosotros.

Entre los canticos, aquel trozo de madera había empezado a arder, solo, sin necesidad de que nadie le prendiera fuego. Las llamas se alzaron, y empezaron a envolver el cadáver que tenían encima…y lo que parecían unos dedos, delgados y oscuros, asomaron por la raja del vientre del muerto, palpando, buscando…indecisos.

Alrededor del muerto, aquellos hombres alzaron los brazos, gritando sus canticos, aunque parecían cada vez más frenéticos, como si temieran algo. De hecho, no se os escapaba que alguno os lanzaba alguna mirada de reojo, para a continuación centrarse en lo que estaban haciendo.

Proveniente del exterior del tren, un griterío se adueñó de la estación, acompañado de decenas de disparos y el atronador rugir de lo que para los entendidos, parecía una maldita carga de infantería, y lo que era peor, podíais ver como en el interior del vagón donde estaban realizando el ritual, las paredes empezaban a estallar hacia el interior cada vez que alguna bala atravesaba las planchas de madera. Visteis como al menos dos de los acólitos caían al suelo.

Por su parte, Lyrio parecía recuperar un poco el color de su tez, gracias a las atenciones de Eugene, mientras Erik ayudaba a Eugene a apartar a la vikinga de la línea de fuego.

Eugene sintio mucha presion en su cabeza,  miro al suelo y solo vio sangre saliendo de él, y luego vio a sus compañeros luchando. Le hubiera gustado hacer más, sentia como perdia el equilibrio, pero  todo ocurrio un poco en cámara lenta. Todos eran guerreros, vio a Lucia usando su espada junto a Fatima, a  Kane y Lyrio disparaban, y el resto combatia con honor, y mientras hacia eso, y sentia perder sus fuerzas un par de lágrimas salieron de sus ojos y se desvanecio en el suelo sangrando, sangrando mucho.

Sin fuerzas pero aún un poco consciente pensó lastimero en lo que quiso hacer pero no pudo.

Te he fallado mi Dios, lo intente.

Ilumina las armas de mis compañeros,

Que la perversión salga de estas tierras,

si he de morir sepan que no tengo miedo,

Que mi sangre purifique y ayude a liberar

a las pobres almas de la maldad del demonio.

Y tras pensar eso cerró los ojos, y la inconciencia tomó su cuerpo.

Gracias... Delacroix..... - murmura  Lyrio al sentir los dedos de Eugene haciendo que recuperara un poco de fuerza. 

UUn poco si, pero no la suficiente pues, con ese alivio temporal su cuerpo pareció colapsar y aturdida, su cabeza cayó pesadanente allí echada en el suelo tal como la dejasen Erick y el Eugene, la loba se acercó a ella y se sentó frente a ella dispuesta a proteger a su compañera de todo aquel que deseara hacerle algún mal mientras era vulnerable. No pudo notar como Eugene caía sobre ella aunque si lo hubiera hecho hubiera protestado con toda seguridad. De la misma forma que no pudo protestar tampoco pudo lamentarse por no poder hacer nada en ese combate, era la primera vez que encontraba algo como eso y estaba claro que su cuerpo no estaba acostumbrado como el de aquellos 3 que claramente estaban mucho más curtidos en ese tipo de guerras 

Un hombre abatido y otro herido no era un mal comienzo para una refriega, sobretodo cuando su grupo todavía seguía intacto. Intacto, hasta que se dio cuenta de que Lyrio caía al suelo y Eugene detrás de ella, y sobre ella. Eso convertía a aquel inicio en un auténtico y total desastre, uno de los peores que recordaba.

Y eso que no había esuchado las balas de los enemigos, y podía descartar el fuego amigo con seguridad. Así que, ahora que las mujeres se habían lanzado a por el enemigo, él mismo se puso en pie y avanzó para ganar una mejor posición y descargar dos disparos más sobre el soldado más cercano, mientras sentía como la vista se le nublaba y le costaba respirar a causa de la hemorragia nasal.

Tenía por seguro que si no terminaban con aquello rápido, aquello terminaría rápido con ellos.

Estaba claro que el tiempo jugaba en nuestra contra.... y también en la del enemigo, dicho fuera de paso. Y es que aquella terrible herejía parecía comenzar a pasar factura no sólo entre los nuestros, sino también entre el bando contrario a juzgar por la forma en la que aquellos dos tipos que nos plantaban cara cayeron, literalmente, ante nuestros pies.

-Se postrarán, Señor, ante Ti, todas las naciones. - dije, interpretando aquel hecho como una señal de la presencia del Todopoderoso, como una muestra de que no estábamos solo y estaba dispuesto a ayudarnos. Y así, poco dispuesta a perder la oportunidad que la posición de aquel hombre me brindaba, alcé mi arma, sin dudar, dispuesta a administrar justicia, a redimir al pecador y al malvado, a cumplir la voluntad del Señor- ¡Que Tus enemigos caigan humillados ante Ti! - exclamé, tan solo un instante de descargar el peso de mi espada sobre el cuello de aquel desgraciado, que ahora parecía sangrar por más de un orificio.

Sin embargo, y a pesar de lo atinado de mi golpe, noté cómo de repente todo parecía moverse a mi alrededor, cómo aquellas voces se mezclaban con los repentinos gritos que venían de fuera, deformándose como si me encontrara en uno de esos fumaderos de opio, distorsionándose como aquellas paredes en las que ahora se apreciaban disparos que no estaban ahí antes-  ¡Hay que detenerlos! - dije, sin saber en absoluto en que situación se encontraba el resto, inclinada ahora sobre si misma tras asestar aquel tajo, perdiendo algunos segundos antes de continuar, como si de repente aquel poder maligno me hubiera asestado un golpe bajo.

-Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. - susurré entonces, en voz baja, intentando recuperar la compostura para lanzarme a acabar con aquellos esbirros del Caído.  Estaba claro que teníamos que ser rápidos si no queríamos acabar muertos.

Despues de la primera refriega con el Galo que logro desarmar, veo como éste cae frente a mí sangrando por varios orificios. Nuestro otro contrincante cae de rodillas pero aguanta la embestida infernal. En ese momento me llega otra oleada de aquél cántico y, por un momento, su empuje infernal me supera y siento cómo me flaquean las piernas mientras un dolor me azota la mente. Hinco la rodilla frente al Galo inconsciente unos instantes mientras veo cómo Lucía vuelve a atacar al otro y escucho cómo los disparos de los compañeros desde atrás no cesan. Siento cómo dentro de mí, la sangre empieza a brotar, aunque todavía puedo controlar mi cuerpo y mi espíritu.

Es entonces cuando vislumbro el origen de esas voces que debo parar a cualquier precio, pues hay algún tipo de ser surgiendo de esas llamas y no deseo ver su forma completa.

- ¡Hay que detenerlos!

La voz de Lucía penetra en mi mente ayudándome a decidir mi siguiente movimiento. Alzo mi espada con la mano derecha, apuntando hacia el más cercano de aquellos fanáticos y con la otra mano hago el gesto de tensar un arco invisible.

- A tí me encomiendo Uriel, tercer arcángel, Sephiroth sagrado, querubín, custodio de las puertas del Edén. Protéjenos como lo hiciste con los hebreos en Egipto, guíanos como guiaste a Abraham, destruye a nuestros enemigos como hiciste con los ejércitos de Senaquerib.

Mientras murmuro esas palabras entre dientes, una flecha dorada y brillante se crea de la nada desde mi mano izquierda siguiendo la dirección de la espada. Cuando tiene suficiente tamaño la suelto con todas mis fuerzas y esta se dirije volando como un rayo hacia ellos.