CHICAGO. Las entrañas del Diablo. Déjame decirte lo que come ese mamón; tiene el estómago lleno de almas perdidas, y las vísceras hechas de acero y hormigón.
La ciudad sobrevive a pesar de las muestras de decadencia urbana. Algunos incluso piensan que continuará prosperando. Después de todo, su perfil, visto en la distancia, deja la impresión de los rascacielos, monumentos al ingenio y a la prosperidad de sus ciudadanos. La actividad frenética de todo el mundo en la ciudad conduce a la creencia de que sus trabajadores están ocupados, realizando algo de valor.
Una mirada desde cerca muestra una ciudad muy diferente. Cientos de indigentes se confunden con las sombras de los rascacielos. Lejos de los áticos, malviven los pobres y los hambrientos, y, en las más oscuras callejuelas, alguien espera a su siguiente víctima.
Detrás de todo esto están los ocultos titiriteros de la ciudad, divididos y aún en guerra. Aunque todos los bandos han perdido importantes aliados, continúan sus luchas, intentando derrotar a sus rivales. Así, el declive de Chicago continúa, pues en estas batallas los Poderes usan a las instituciones mortales como peones, y al hacerlo las corrompen, como todo lo que tocan.