
La noche había caído con una lentitud pegajosa, envolviendo la ciudad en una bruma cálida y espesa. El reloj marcaba las 23:47. Las calles, casi vacías, zumbaban con el eco lejano de un tren y algún que otro auto solitario. En una de las avenidas periféricas, flanqueada por edificios apagados, se alzaba una tienda de autoservicio de 24 horas. Iluminada por tubos fluorescentes que chisporroteaban al ritmo del silencio, el lugar parecía una isla suspendida en el olvido.
Adentro, el turno nocturno transcurría con una calma mecánica. Uno de los empleados, que llevaba tres noches sin dormir bien, hojeaba por enésima vez el mismo número viejo de una revista. A pocos metros, su compañero reponía bebidas en el refrigerador con movimientos distraídos, pensando en cualquier cosa menos en la tarea frente a él. Todo parecía inofensivo. Monótono.
A unas cuadras de distancia, un automóvil sin placas se deslizaba por la avenida con las luces apagadas. En su interior, dos sombras intercambiaban miradas nerviosas. Uno de ellos, con las manos aún temblorosas, revisaba por última vez su arma corta. El otro, más firme, observaba el reflejo de la tienda desde la ventana, donde el conductor, un veterano en el tema, les había prometido que todo sería rápido, limpio, sin problemas.
El plan era simple. Entrar. Controlar. Robar.
Desde la oscuridad del vehículo, la puerta de la tienda parecía una boca abierta.
Y ya estaban bajando.
En el corazón de una noche común, lo que debía ser un robo rutinario se transforma en una lucha desesperada por la supervivencia. Dos mundos opuestos chocan en un pequeño comercio de barrio: de un lado, los asaltantes —jóvenes endurecidos, impulsivos y desesperados—, del otro, los empleados del turno nocturno —cansados, resignados, sin saber que esa noche cambiaría sus vidas para siempre.
Al principio, todo sigue el guion esperado: gritos, amenazas, confusión. Pero algo no encaja. Las luces parpadean sin motivo. Las comunicaciones fallan. En el exterior, el mundo parece haberse detenido. Y entonces llega el primer grito... uno que no proviene de ninguna garganta humana.
Lo que sigue no es un enfrentamiento entre víctimas y criminales, sino una alianza forzada entre desconocidos que se odian. Algo ha entrado con ellos, o los estaba esperando. Algo hambriento, rápido, implacable. Y no les importa el dinero, ni la culpa, ni la justicia.
En medio del horror, todos deberán tomar decisiones impensables. Algunos intentarán escapar. Otros buscarán salvar a los suyos. Pero todos aprenderán, muy pronto, que lo que acecha en la oscuridad no distingue entre inocentes y culpables.
Solo entre ruinas, sangre y traición, nacerá una última pregunta:
¿Hasta dónde estás dispuesto a confiar en quien hace unas horas quería matarte?
Partida corta de terror.
Enviarme un Mp con los siguientes campos:
Nombre Pj:
Avatar: (Foto real o IA realista)
Descripción física y psicológica:
Historia: Todo tenemos algo que nos motiva
Lado del arma: Asaltante / Empleado.
No aceptaré más de un concepto por persona. Solo habrá un Asaltante y un Empleado (de cualquier sexo)