Partida Rol por web

El Encapuchado mira al demonio y le dice

"¡No me pegues! ¡Mi madre se llama Martha!"

Los héroes huidos en el combate parecen entrar en sí a mitad de la carrera, pues un halo como el de un pajaro de fuego dirigido por Gabriel aparece en sus espaldas, y con vigor renovado vuelven a la batalla.

Sin embargo parece ajeno, porque no se fija en los demás contrincantes, sino que dirige su mirada al paladin, que estoicamente, le clavó la espada por gracia de su dios, y le mira retando en poder de su maldad. Parece que sus artificios magicos no han servido así que furioso lo intenta de nuevo con fuerza bruta fruto de ofuscamiento y enfado demoníaco.

El golpe de su mordisco recibido es más brutal que lo que el paladin se espera y lo gira en el aire como un muñeco sin vida por la ferocidad de los golpes.

Volviendo a la carrera, el Encapuchado Rojo intenta contribuir en el combate, buscando la mejor posición desde la que pueda intentar dañar al demonio, cargando y buscando hacer el mayor efecto posible.

Normalmente, La Consciencia debe de enfrentarse al miedo, debe de luchar contra él y tratar de redirigirlo para algo útil. Pero gracias a la bendición de Gabriel, el buen clérigo, La Consciencia se siente... libre. Libre de tener que batirse con ese miedo. Y libre de atacar con todo su poder.

"Hey, compañeros" le dice al resto, más instruidos y sabios que él con sus recuerdos e instruccion tan ofuscados por la bruma del tiempo y la memoria "Contra un demonio ¿Se usa un arma de Hierro o una de Plata?" El encapuchado tiene una daga de cada material en su mano, e intenta clavar la de plata en el enemigo.

Pese al miedo que sentía, la presencia de Yenros le inspiraba valor a su pequeño corazón élfico. Tal vez era cierto aquello de que en presencia de un paladín, uno se siente con más fuerzas para prestar batalla y es ajeno a los miedos que en otro momento le harían huir.

- Muuuu, muuuu... ¡¡¡Machin Paaawaaaaa!!!! - Espetó a los cuatro vientos.

Sus manos gesticularon, señalando al fin a Yenros, que sintió como su fuerza se incrementaba.

Al ver como Yenros era zarandeados de un lado a otro como si de un un globo se tratase Gabriel esta seguro de que su compañero puede enfrentar esa clase de daño como 2 o 3 veces más por lo que no se preocupa mucho, escucho más no entendió las palabras de la maga sin embargo pudo ver su efecto en Yenros este aumentaba sifnificativamente su musculatura, por otro lado el Encapuchado hacía lo propio con sus dagas en la espalda del demonio, dibujando heridas como si de un artista se tratase sobre un lienzo a estrenar!!!

Ahora la acción de Gabriel sería la más determinante pues en este momento tenía la oportunidad de fortalecer a todo su equipo o de curar al paladin, pensó que Yenros podía curarse a si mismo en esta oportunidad así que midiendo la distancia se fijo que todos sus aliados estaban a menos de 40 pies, alzando su símbolo sagrado por encima de su cabeza e imbuyendolo con magia lo hace flotar encima de su cabeza al momento que uniendo sus manos eleva una oración:

Pelor has que tu luz sea nuestra guía en la batalla y la condena de nuestro enemigo, en ese momento el símbolo emana un rayo de luz que ilumina a todos en la sala que se adhiere como un campo brindando a los aliados un bonificador y al nuestro enemigo una penalización sagrada.

Mi ataque enfureció al demonio sobremanera y este se revolvió ferozmente para atacarme, su inmunda mandíbula me atrapo el cuerpo y me zarandeo por los aires hasta lanzarme al suelo, aprovechando mi caída para clavarme sus garras. Al caer al suelo apoye mi rodilla y mi espada, ésta al impactar contra el suelo dibujo un tenue circulo de fuego  a mi alrededor que se asemejaba al símbolo de Heironeus.

Levante la mirada hasta el demonio y entonces ocurrió, un torrente de dolor recorrió mi cuerpo y no pude evitar derramar sangre por mi boca, lleve mi mano hasta la herida en mi estomago, su colmillo consiguió penetrar por la abertura que aquel paladín oscuro había abierto en mi armadura... La herida que Gabriel me había sanado estaba abierta de nuevo, me incorpore rezando a los dioses y su bendición fluyo por mis manos hasta mi herida. En ese momento el encapuchado paso como un rayo y comenzó a lanzar feroces ataques al demonio.

Ya sanado levante mi espada hasta ponerla perfectamente en vertical, note entonces como mis músculos se hinchaban gracias a la magia de Aerith y lance una pulla para que el monstruo centrara su atención en mi:

- Los campeones de la luz no son tan fáciles de matar, ¡te demostrare lo complicado que es superar a éste!

Espere en posición de combate la embestida del monstruo, no podía permitir que le hiciera daño a mis compañeros con su funesto ataque.