Partida Rol por web

La enana fue la última en llegar, bastante rezagada. Tras llegar trotando con sus cortas piernas, se detuvo donde se encontraba el resto de sus compañeros, jadeando tras la intensa carrera.

- ¡Uf! ¡Madre mía! ¡Ya estoy-- aquí! ¿Qué me he perdido? - se tomó unos segundos para tomar aire, apoyando una de sus gruesas manos sobre su rodilla, algo encorvada hacia delante. Luego se irguió, mirando a su alrededor, y no tardó en centrar su atención en el cuerpo que yacía sin vida - ¡Santo cielo, ¿qué le ha pasado a este hombre?! ¿Era quien sentías que nos estaba acechando, niña?

Aún recuperando el aliento, la enana usaba su mosquete para apoyarse, mientras observaba el cuerpo sin vida del hombre y los intentos de Pequeño Corazón por reanimarle.

- Querida, son honorables tus intenciones. Pero temo que no haya nada que hacer... - le dijo, posando una de sus toscas manos sobre el hombro de la pelirroja.

Veis que la espada corta no ha sido bien cuidada. La empuñadura está corroída y la cuchilla está profundamente picada de óxido. Esto no es una arma útil , lo que os desalienta para utilizarla. También adjunto a su cinturón es una pequeña bolsa de cordón de lana que contiene 6 Coronas de oro . Poco mas queda del pobre diablo

Escena Cinco problemas en el lago Helmar

Cuando deciden seguir adelante, pronto llegan a una parte de bosque donde los árboles se diluyen. A través de las brechas entre los troncos veis vuestro primer avistamiento del lago Helmar y los restos de la caravana desaparecida. Los dos vagones han sido abandonado en el borde del agua.

El hermoso Lago Helmar sería un lugar ideal para detenerse y disfrutar de una comida, si no fuera por los horribles restos de un crimen que tuvo lugar aquí hace una semana. A uno de los dos vagones le falta una rueda de su eje trasero. El otro vehículo yace volcado y parcialmente sumergido en las aguas en el borde del lago. Los ocho caballos que se utilizaron para tirar de estos dos vagones se han liberado y no se ven por ningún lado. Ambos vagones han sido vaciados de sus cargas. No se ven señales obvias de los mercaderes y los guardaespaldas que los montaron desde Holmgard.

Esto pinta mal hermanos, algo me dice que esto no fue un simple robo, pues no hay cuerpos a la vista, entiendo que los ladrones se lleven las cosas de valor y hasta los caballos, pero ¿Por qué razón se llevarían los cuerpos? Creo que debemos buscar alguna pista sobre los mismos. - pregunto visiblemente confundido, al tiempo que me acerco a los carruajes para revisarlos con la espada en la mano listo para cualquier posible problema.

Espero que hayan dejado algo atrás cualquier pista que nos permita hallar a los comerciantes. - pienso mientras me acerco a los carromatos observando con detenimiento todo lo que me rodea.

La sangre humedece los finos dedos de la muchacha y se cuela entre ellos gota a gota como la cascada de un río sin caudal. Al entrar en contacto con el suelo del bosque, cubre de rojo la hojarasca y calienta la tierra mientras el cuerpo se enfría lentamente a pesar de los intentos de Pequeño Corazón por mantenerlo con vida. 

Con un entrecortado gemido de sorpresa, deposita la cabeza de aquel hombre sobre las raíces del árbol y le cierra los párpados con manos temblorosas mientras se muerde los labios para evitar gritar. Había muerto, como dijo la enana y no le quedaba duda alguna a la bella monje, cuyos rasgos se remarcan con el rubor que le produce aquella situación y el brillo de las lágrimas que recorren sus mejillas. Cuando quiso ponerse en pie le fallan las piernas- Yo tampoco me siento segura, mi querido Cazador. No estoy preparada, no puedo volver a ver algo así - haciéndola caer al suelo hasta quedar arrodillada y agarrada a la hierba, que ayuda a limpiar sus delicadas manos. Se esfuerza en levantarse con sus finos brazos - ¿De qué huía y quién puede hacer algo así?, ahora temo por la vida de esos pobres comerciantes - que tiemblan como las copas de los árboles mecidas por el aire. El arrendajo revolotea preocupado a su alrededor, entonando un canto que le de fuerzas y le haga olvidar la brutalidad inexistente tras los muros del templo Kai - Anoche aquel chico golpeaba a un anciano por una simple bolsa de Oro, ¿por qué? - ahora tan presente en los pensamientos de la muchacha.

Pasa el tiempo y los monjes reanudan la marcha hasta toparse con el lago Helmar. Desconsolada, no logra animarse con los rayos de Sol reflejados en el agua ni se percata de los restos de la caravana que andaban buscando - ¿Cómo? - hasta que la voz grave de Oso Lunar la orienta. Mira a un lado y a otro, pero es Blue quien le señala con una de sus alas el lugar al que debe enfocar sus hermosos ojos - La caravana está en el lago sin una rueda y vacía - que se agrandan de la emoción. Una sonrisa vuelve a conquistar su rostro tras horas - Quizás pararon en el lago para dar de beber a sus caballos y al intentar salir del humedal la rueda estropeada quedó atrás, volcando la caravana. Han tomado la mercancía y a los nobles animales que les acompañaban para regresar a su hogar a través del bosque. Aún hay esperanza, ¿verdad? - mostrando una enorme ilusión inocente por el devenir de los comerciantes, que pensar en quitársela podría encoger el corazón más frío.

Los intentos de Pequeño Corazón por reanimar al hombre caído fueron en vano, pues él, en efecto, ya había fallecido.

- Me temo que este hombre huía de nosotros, niña. Y creo que, si estaba acechándonos y ha salido corriendo, sus intenciones no serían buenas... Quizás este desenlace ha evitado otro mucho peor. - dijo Grynhelda, quien se arrodilló al lado de Pequeño Corazón y le tendió una mano para ayudarla a ponerse en pie, mostrándole una sonrisa con la que transmitía fuerza - Es cierto que estás viendo demasiadas cosas demasiado rápido, pero vas bien acompañada. No olvides eso, ¿de acuerdo?

Siguieron su camino hasta el lago Helmar, donde pudieron ver algo que sin duda llamaba su atención por encima de la belleza del paraje que les rodeaba.

- ¡Y aquí la tenemos! ¡Seguro que ésa debe ser la caravana que buscamos, compañeros!

Bastó un segundo vistazo para comprobar que el estado de ambos vagones era desalentador, y los signos de que había tenido un lugar un asalto parecían evidentes. No era lo que pensaba Pequeño Corazón, quien en su inocencia concebía una versión mucho más alentadora de los hechos. Para evitar que, al acercarse más, la delicada joven pudiera ver alguna escena bastante más desagradable de lo que ya era ver la desolación en torno a la caravana, Grynhelda opinaba que por el momento lo ideal era que la inocente chica permaneciera alejada de aquello. O, al menos, hasta que se aseguraran de que no había algo mucho peor por encontrarse en la cercanía, como podían ser cuerpos sin vida escondidos entre el follaje. La muchacha debía ser consciente de los males que habitaban en el mundo, pero de una forma y con un ritmo adecuados.

- Diría que es mejor que aguardes aquí, niña. - le dijo en un tono que, aún así, mostraba confianza y seguridad. Miró entonces hacia Cazador Adusto para añadir algo - ¡Cuida de tu amorcito, muchacho! - le guiñó un ojo, sonriente, dándole una palmada en el brazo al monje Kai y a continuación volteándose para encaminarse hacia la escena.

La fornida mujer se acercó junto con Oso Lunar para registrar los vagones y los alrededoresy tratar de hallar más pistas sobre lo sucedido, o algún indicio que les pudiera esclarecer qué había sido de los comerciantes y sus guardas.

- Es cierto, no parece haber cuerpos aquí. - comentó una vez se acercó lo suficiente, mientras seguía buscando alguna pista - ¿Un secuestro, quizás? Pero, ¿qué ganarían con ello? - quedó en silencio por un momento, pensativa - ¡Quizás dejaron marchar a los ocupantes! ¡Sigamos buscando!

Sinceramente lo dudo Grynhelda, lo más probable es que se trate de un secuestro, pues de ese modo los bandidos obtienen un triple botín.

El primero de ellos es el dinero de los mercaderes, el segundo sus mercancías y caballos, y, por último, el pago del rescate por parte de las familias.

Me temo que esto se ha convertido en una carrera contra el tiempo y vamos muy por detrás de nuestros objetivos, pero hay algo que me intriga. - sentencio con expresión pensativa, mientras observo de nuevo la zona.

¿En dónde están los cuerpos de los guardias de la caravana? Ellos son hombres de armas y sus vidas, no tienen el mismo valor para los ladrones que la de los mercaderes.

No mi amiga, esto es sólo el preludio de algo más grande o en su defecto, los guardias podrían ser los secuestradores.

Sé que mis palabras suenan crudas, pero tómalas como de quien vienen, un viejo soldado al servicio de la corona.

Por ahora mantengamos esto entre nosotros, no quiero perturbar más de la cuenta a Pequeño Corazón, quien parece haber visto más de lo que su inocencia puede manejar. - añado con seriedad, mientras enfundo mi espada.

Grynhelda escuchó atentamente a Oso Lunar, mientras seguía buscando alguna pista que les pudiera servir en su cometido. Aguardó algo pensativa antes de dar una respuesta ante las crudas palabras que mostraba el hombre, haciendo memoria sobre los detalles que conocían sobre la misión que les había sido encomendada.

- ¡Hm! Es extraño, pues no recuerdo que Haldred nos comentara que hubiera llegado algún mensaje exigiendo algo a cambio de la vida de esos pobres hombres. - comentó, rascándose la mejilla con una mano - Y ya han pasado varios días desde que la caravana desapareciera... - aguardó un momento en silencio, en el que pareció darse cuenta de algo - Igualmente, no descartaría lo que dices, y te diré por qué.

La enana puso ambos brazos en jarra, dejando al descubierto su mejilla, que, con la suciedad de sus manos, se había tiznado de pólvora parte de su piel. Comenzó a relatar su teoría, mostrándose confiada a pesar de todo, y manteniendo un tono animado en su tosca y algo ronca voz, como el que normalmente solía tener.

- Ahora que comentas el tema y que has sacado a la luz la posibilidad de que los secuestradores sean los propios guardias... Recuerdo que Haldred comentó algo sobre el hombre que estaba a cargo de las caravanas, Trevis. El tal Trevis afirmó que, aunque una de las ruedas de uno de los vagones estaba dañada, llegarían sin problema a Holmgard, y que allí compraría un reemplazo. Y aquí tienes la que supongo que será la susodicha rueda nueva, tan resistente... - dijo, señalando al eje vacío - ... ¡un nuevo modelo que no había visto nunca! ¡Y que sigo sin ver! - la enana rió por un momento con una de sus carcajadas ante su propia broma, pero no tardó en continuar hablando - ¡Y ahora, dicho en serio, compañero! Creo que realmente esas caravanas no fueron puestas a punto antes de salir de Holmgard, como se dijo que se haría. Y cuanto más pienso en ello, ¡más me da la impresión de que alguien quería que esa rueda se rompiera! Pues, la verdad, todo esto me parece demasiado... "fortuito", ¡ya me entiendes!

Pues entonces ya tenemos a nuestro principal sospechoso, roguemos a la luz que demos con él a tiempo. - le respondo a Grynhelda tras dedicarle una leve sonrisa por su broma de la rueda.

Voy a revisar el interior del carro, por favor, intenta encontrar algún rastro.

¿Qué se supone que tenía que hacer en estas situaciones? Algo tendría que ser capaz de idear, no podía ser capaz de dejar a Pequeño Corazón así. No, ni podía ni puedo; ése no soy yo, ni es quien quiero ser. Me colgué el arco y le tendí mi mano; intentando ayudarla a levantarse. Ahí lo vi, sus dedos estaban ensangrentados; y aquello no era muy agradable... Por no decir aterrador.
-Este lugar, este mundo; está repleto de gente con malas intenciones.
Me dolía más a mí que a ella decirle eso. Tenía agrios recuerdos del pasado reflejados en mi semblante, y eso era algo notable; incluso a pesar de la capucha. Después de esto, le puse la mano en el hombro y continúe.
-Pero... También hay gente buena, no todo el mundo es igual. Lo mismo tenemos algo de suerte, y las personas que hicieron esto eran del segundo tipo.
Ni yo me lo creía. Si fuesen "buenos", no robarían una carreta cargada de bienes que no les pertenecen. No, nunca se me dieron bien las palabras; así que decidí que pasarían a un segundo plano. Le di un abrazo inesperado. Sí, lo hice.
-No te preocupes. Pase lo que pase, los encontraremos, juntos; ¿vale? Podemos con esto, no debemos dejar que nos supere.
De nuevo, yo tampoco sé cómo lo hice.

Tras esto, seguí a los demás en dirección al claro. Sí, un paisaje muy bonito, y muy abierto. Tan abierto que incluso un ciego al otro lado del lago se percataría de nuestra presencia. Aún así, como de costumbre, las palabras de Grynhelda me hicieron olvidarme de la situación.

Cita:

Algo nervioso, y claramente descubierto, reí.
-Je je je, esta Grynhelda, je je, tan cachonda como siempre, sí, je, je... B-bueno, yo, sí, no sé, ¿q-quieres q-que me quede...? Sí, yo, bueno, n-no, sé, t-te haré com-compañía, sí, esto... ¿Supongo?
-Bien hecho, Cazador, tú si que sabes. -oí decir a mi subconsciente, de manera irónica.
La relativa "valentía" que había logrado sacar para abrazarla y tratar de tranquilizarla se desvaneció reptando por mi cuerpo como una lagartija. Un incómodo silencio se hizo paso, y no sabía que hacer. Casi por acto reflejo, tarareé una breve melodía, muy bajito, no lo suficiente como para que la monje no lo oyese, pero casi. Poco a poco recobré la tranquilidad, pero el silencio seguía ahí; y de nuevo el sol me quemaba las ideas. Decidí acercarme al lago, con la capucha quitada, y volver a refrescarme la cabeza. Con cuidado, esta vez; no había prisa, teníamos mucho por delante.
-¿Qué he hecho yo para merecer esto? -pensé.