Partida Rol por web

- Hemos sufrrido algo de daño. Serría insensato continuarr sin antes trratarr las herridas de nuestrro compañerro encapuchado... - Comentó el sacerdote en referencia al asesino del grupo, habiendo clavado antes su espada en el suelo y dispuesto ya a dar una mano e inspeccionar el lugar en busca de cualquier material rescatable de entre tanta podredumbre.

Una vez descasquillada el arma, recargo y la aseguro en su funda con su respectivo seguro... Me sereno un momento, respiro profundo y en silencio agradezco al Emperador por darnos la oportunidad de respirar de nuevo y no caer a los pies de los mutantes y herejes...

Alabado sea el Emperador, agradezco tener compañeros tan fieros en batalla... Me acerco al acólito mal herido... 

Permíteme Merek, revisar tus heridas..

Me dispongo a intentar curar al hermano pero en las circunstancias actuales me es imposible hacer mucho por él... 

Lo siento hermano, tus heridas son superficiales, y para un tratamiento completo deben ser tratadas en mejores condiciones y con el equipo adecuado...

Me acerco luego al acólito encapuchado... Con tu permiso intentare curar tus padecimiento 13...

Y con mi mejor esfuerzo legro limpiar un poco la herida, aplicar un suave ungüento y rezo al Emperador para que guíe mis instrumentos y traiga su luz a este cuerpo... 

La cura de Isabella consigue que Artys levante cabeza y ¿sonria? mientras se incorpora.

¿Vamos? dice laconicamente.

Encontrais 3 pistolas, 1 fusil automatico, un cargador para cada una de las armas, 3 cuchillos y 1 maza.

- ¡Que el Emperradorr guíe tus balas! - Deseó el sacerdote mientras le entregaba el fusil automático a Isabella. Por su parte, prefirió continuar con su doctrina cuerpo a cuerpo. Además, desconfiaba de la sanidad de aquellas armas recuperadas de manos mutantes. - Continuemos atentos, hay señales de batalla más adelante...

Observé la escena, y como Syagro le entregaba el arma a Isabella, debí haberla tomado antes. Observé los pasillos y mirando a mis compañeros les dije;

-Recomiendo que sigamos por el pasillo, probablemente nuestros enemigos se muevan por estos, y así adelantaremos camino. –

Dije, para luego de eso comenzar a caminar directamente en dirección a los caminos, inspeccionando a la distancia que podíamos encontrar allí.

Tomo el arma que me entrega Syagro y agradezco con una leve inclinación de cabeza... 

Si debemos continuar este sendero al corazón corrupto de la mina... Continuo realizando mis marcas en los giros que realicemos procurando no perdernos en este laberinto...

Esta zona es una intersección de gran tamaño. La luz que la ilumina revela una terrible matanza, y el suelo está cubierto de sangre parcialmente congelada.

Hacia delante la mina parece haber sufrido una serie de demoliciones azarosas y continua una caverna lugubre y apenas iluminada... salvo por un extraño fulgor rosado...

Hacia la derecha continua propiamente la mina con un pasillo asegurado con varios rotulos

TANQUES DE PROMETIO. ACUDA A RECARGAR SOLO EN CASO DE NECESIDAD. 

Fuego = Pum aparece escrito debajo con letra infantil.

Hermanos, creo que debemos seguir el camino oscuro... Esta caverna lugubre, parece el lugar adecuado para que el caos se aloje... No obstante esa inscripción me inquieta, una fuga de un gas inflamable volaría kilómetros de mina en un parpadeo con nosotros dentro...

Espero con un poco de preocupación a mis compañeros, mientras recargo mis armas y reviso mi equipo, con algo de temor... Pero con una determinación propia de un miembro de la inquisición...

Asiento ante las palabras de Isabella, y llevando mi escopeta bien puesta, hago un asentimiento mientras comienzo a avanzar y le dijo;

-Llevad vuestro rifle a punto, Isabella, que los herejes han estado bastante cuidadosos en este lugar, debemos asegurarnos de limpiar toda herejía. -Dije, mientras hacía la señal de la águila imperial en mi pecho.

- Hmm, rrifles, grranadas, pistolas, mala idea. Eviten usarr arrmas que puedan hacerrnos volarr porr los airres. Al menos hasta que nos adentrremos más en la caverrna.

Syagro muy rara vez empleaba armamento a distancia, prefiriendo la emoción de combatir cara a cara con sus enemigos bajo la protección del Sagrado Emperador. Aún así, no despreciaba el valor de una certera ráfaga láser o explosivos bien colocados. Ningún medio era inválido para lograr la voluntad de la Inquisición.

Avanzais por el pasillo unos metros y de nuevo dos habitaciones... un vistazo rapido hacia la derecha y...

Esta habitación es espeluznante. Amontonados en su interior están los restos masticados de numerosos guardias imperiales y sectarios muertos. Algo los ha despedazado y ha desperdigado sus tripas por todas partes.

Aguantando la ultima comida girais hacia la habitacion de la izquierda. Esta enorme habitación de rocormigón apesta a productos químicos, seguramente debido a la fuga del brillante fluido rosa que rezuma de un tanque roto. Hay nueve en total, y el suelo del otro extremo de la sala está cubierto por el fluido. 

Mientras examináis la habitación, una siniestra figura sale de detrás de uno de los tanques riendo histéricamente. Su forma es vagamente humanoide, pero sus brazos son imposiblemente largos y terminan en garras desiguales. Varios mechones de pelaje apelmazado cubren los lugares menos esperados de su cuerpo, en especial alrededor de su boca de sanguijuela. Os escudriña con ojos humanos, y a continuación se arroja sobre vosotros profiriendo escalofriantes risotadas.

Observé la escena, e inmediatamente vi aparecer la aberración frente a nosotros. Intenté ser más rápido que esta, y si lo lograba, como llevaba mi escopeta a mano, le apuntaría, y justo esperando el momento que estuviera a rango de quemarropa, le dispararía para hacerla trizas.

- ¡Yo lo distrraigo, atacad sus flancos! ¡Porr el Emperrador! 

Syagro tuvo una rápida y contundente reacción ante el peligro inminente. De inmediato embistió a la bestia, agitando con fuerza pero sin precisión su espada, pero en última instancia logrando el principal objetivo, que era retener a la abominación en ese lugar y obligarla a luchar contra él mano a mano.

La tecnosacerdote siente el pavor en su pecho y las risas de la abominación son horribles, como el emperador puede permitir esto...

Solo me queda apoyarme frente a los fieros guerreros y casi automáticamente sigo a Quintus frente a la abominación y con horror grito y disparo contra la criatura...

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!