Partida Rol por web

Rodrigo contempla con mucha curiosidad la escena. Primero mira a la niña:

-Y podemos saber quien es ese señor, o donde lo has visto?

*

Y luego  su compañera:

Parece ser que no soy el único que atrae atenciones en este pueblo, aunque la vuestra es de una forma mas pacífica que la mía- Dice rodrigo mientras se acaricia el reciente rasguño del puñal del aldeano-. Si no es demasiado preguntar, ¿qué pone?, la curiosidad me mata, e igual nos ayuda a unir piezas de un puzle.

La pequeña niña recoge la moneda y mira a su grupo de amigos, que espera impaciente a ver que está pasando mientrás cuchichean a varios metros de ella. Finalmente parece decidirse a contestar a Rodrigo, pues solo le han dicho que diga el mensaje, no que guarde el secreto de que figura tiene quien se lo dio y después de alzar sus pequeños hombros te lo describe:- Era un hombre grande como un oso, muy musculoso, con una cicatriz en su ojo, vestia con armadura como vos, su voz era zalamera a pesar de su corpulencia, aunque me dio un poco de miedo...- Por la descripción podria ser cualquier valentón, un simple mandado o quizás no, Helena recuerda la descripción de quien busca y es demasiado similar para creer otra cosa. La niña se siente algo intimidada y te pregunta si puede irse ya, a pesar de que has empezado a hablar con Elena.
Elena olvida el resto del mundo un momento y abre con ansiedad el pequeño pergamino, en el pone el siguiente mensaje . "Has venido al lugar justo para vengar a tu hermano, pero ¿Quien te vengara a tí? Mala profesión para una mujer con tus apetencias, bien podrías volver con tu familia a llorarlo y abandonar está locura, pero siempre puedes venir al viejo molina, quizás necesites que te deje clara nuestra diferencia..."

El párroco quiere hablar a solas con mi señor. Eso me molesta aunque lo entiendo, lo mejor será esperar a que termine de hacerlo para intentar que hable conmigo. Lo miro a Iñigo pero no digo nada. Me quedo quieta, con las manos al costado, moviendo de tanto en tanto mis dedos, un poco nerviosa.

¿Pero cómo no estarlo en este pueblo? Estas gentes ocultan algo. Nadie parece querer hablar con sinceridad. Ojalá pudiera estar nuevamente con el médico para lograr que me cuente más... pero debo seguir esperando. Ah, ¡qué fastidio!!

Al escuchar la respuesta de la niña no me hizo falta nada más para saber quién la había escrito y todos mis músculos se tensaron e incluso se hinchó la vena de cuello en la que claramente podía notar el latido de mi corazón sin necesidad de tocármela.

- Maldito hijo de puta.. - Murmuré mientras me ponía a leer aquello.

Desde luego, la carta era como menos, un símbolo escrito de la arrogancia de aquel hombre.

- Juro que cuando lo encuentre le destriparé...

Tendí la hoja a Rodrigo para que la leyera, mientras yo trataba de respirar intentando amainar un poco las ganas de matar que tenía.

"Has venido al lugar justo para vengar a tu hermano, pero ¿Quien te vengara a tí? Mala profesión para una mujer con tus apetencias, bien podrías volver con tu familia a llorarlo y abandonar está locura, pero siempre puedes venir al viejo molina, quizás necesites que te deje clara nuestra diferencia..."

Mientras Rodrigo leía la nota le hablé.

- Acepté este trabajo para venir aquí y poder ajustar las cuentas con el cabrón que ha dejado a mi hermano atado a una silla porque no volverá a caminar. - No, no hablaba ni triste ni apenada, sino con todo el odio que lo podía hacer una persona.

Rodrigo lee la nota con tranquilidad, mira el gesto de su compañera, y hecha una sonrisa. todo esto le trae recuerdos del pasado, de su padre, de su tío, de cuando aún creía en algo mas que el dinero para luchar. En cierto modo envidiaba a Elena, no por la suerte de su hermano, si no por ser capaz aún de luchar por algo, tener algún ideal, algo que le diese vida, algo a lo que agarrarse. 

-Bueno, parece ser que el tipo este sugiere que no tienes nadie que te apoye en tu particular cruzada. Me da la impresión de que está equivocado- dice con una leve sonrisa al mismo tiempo que desenvaina su cimitarra.

Al ver el gesto de Rodrigo asentí, diciéndole que comprendía lo que acaba de decir y que se lo agradecía. No era una mujer con muchos remordimientos y no me importaba que quisieran ayudarme en mi tarea, pues si tenía que ser un veinte contra uno para acabar con aquel hombre lo sería. Dentro de mi cabeza, el fin justificaba los medios.

- Toda arma es bien recibida si consigo dejarlo sin gota de sangre en el cuerpo...

Entonces me quedé un momento pensando en la nota y en seguida pregunté.

- ¿ Dónde está ese viejo molino?

No pensaba ir ya, sino más bien cuando tuviera algo de tiempo libre. No tenía ninguna prisa en acabar con él, además que ahora dormiría con un ojo abierto sabiendo que intentaría matarlo. Primero tantearía el terreno si podía.

Me llevo la mano al mentón, y reflexiono un momento. Desde luego no es lo que tenía pensado, pero bueno, si no queda más remedio...

—Como guste, padre. Vayamos a un sitio más retirado. —Diciendo esto, miro a Pietro y a Martin y me encojo de hombros, a la que digo— Volveré en un rato. No marchéis sin avisar.

Con esto, espero que el párroco me indique el camino, mientras hago un gesto con la mano indicando que vaya él delante.

El parroco le manda a su sobrino que ha clavado la pala sabiendo que sería necesaria su ayuda:- LLevame a la sacristia sobrino, que con tanta zanja abierta, no quiero acabar sepultado antes de tiempo...- Una broma sin duda pero dicha con un tono que más bien parecería una sentencia, el parroco es tán siniestro como el pueblo al que pastorea. Dirigido por el sobrino, pronto Iñigo se aleja del resto del grupo que espera en el campo santo, mientrás que el paisano que ha quedado a atrás les mira con interes.

Trás avanzar un rato en silencio llegais a la vicaria, dejando un momento a su tio, el chico saca una gran llave y abre la puerta de madera. Cuando entrás al interior trás los pasos del parroco, que gruñe cuando tropieza un momento con una baldosa suelta, notas que el lugar está bastante descuidado, el parroco no parece tener una ama de llaves, por lo que se nota que no hay nadie que lo limpie, con parsimonia el joven deja a su tio en una silla de madera y te prepara otra para tí, mientrás que dice:- Es lo más comodo que tenemos espero que no le moleste...- Su tio le especta:- Puedes irte, el señor y yo tenemos que hablar.-Pronto el chico se marcha, cerrando la puerta trás de si, por lo que los blanquinosos ojos del parroco se centran en tí y te pregunta:- ¿Que puedo hacer por quien gobernara estás tierras?-

Veis pronto como desaparecen de vuestra vista el parroco, su sobrino y el buen Don Iñigo camino de la vicaría. En tanto el paisano que os acompaña mira fijamente a Martín, para finalmente gritar de forma desmesurada, con una voz chillona y quebrada:- Pero no puede ser... ¿Martín eres tú? Dios parece que no ha querido castigarme por completo jajaja- Al ver como lo miras te pregunta en susurros: - ¿Es que acaso no me recuerdas?- Mientrás se acerca puedes oler su aliento fetido y el olor de un hombre que hace meses que no se ha cambiado ni mucho menos lavado. Pietro mientrás ve esa escena no puede más que fijarse en los pocos hombres y mujeres que están sin enterrar que muestrán los signos de la extraña enfermedad, quizás deberia revisarlos, aunque tocar a los muertos es algo tabú para los médicos bien sabe que se puede aprender mucho de una revisión post-mortem.

Recostándome en la silla que el "sobrino" me ha traído, miro al párroco, contestándole— Veréis, padre. Gobernar sólo unas tierras donde no hay nadie no es lo que tenía en mente. Por eso quiero que me contéis lo que sepáis de lo que está ocurriendo aquí.

Al decir esto, me inclino un poco sobre la silla, estando más erguido, mirando más de cerca al hombre— Quiero que me contéis lo que sepáis con todo detalle. No me importa si han sido cosas increíbles, quiero saber que ha pasado. Supongo que un hombre de Dios como vos sabrá más que nadie, que estaréis más cerca de las gentes del lugar y que sabréis por ende qué está pasando y porque.

Un hombre se acercaba que olía casi igual que los cuerpos de la parroquia. Le hablaba a mi compañero, a Martín. Me alejé unos pasos para dejarle reaccionar, además que parecía más borracho que una cuba con lo cual no creo que Rodriguez tendría dificultad alguna en knockearlo si así quisiera. Por otro lado, estaba en este lugar, con varios cuerpos para investigar más a fondo este asunto, y yo era un "hombre" de medicina.

-Te dejo un momento con tu amigo, Martín- le dije a mi compañero y me acerqué a una pila. Tomé un paño y me cubrí la nariz para mirar mejor sin que el hedor me voltease.

Lo primero que quería hacer era una comprobación visual de los cuerpos, sin tocar nada. Solo para ver si había alguna cosa que llamaba mi atención en particular, o algo que no noté al verlos de lejos.

Ante la última pregunta de Elena, Rodrigo se encoge de hombros y espera a que los demás lleguen de donde quiera que hayan ido, cumpliendo así la misión de vigía que se le encargó.

El parroco te escucha en silencio, algo ofuscado como si supiera que ibas a preguntar eso, con voz cascada comenta:- Sabía señor que preguntarias por él, ningún señor quiere que su tierra este mancillada por el pecado y por la enfermedad, pues nada bueno de ella puede salir, pero así están las cosas. Todo fue por culpa de la madre del conde, ella hizó que el antiguo conde se volviera loco y los primeros visos de la enfermedad y de la ruina tocarón está tierra que por entonces estaba limpia de impurezas, se cobrarón mis ojos... pues peque.- El hombre calla y sus ojos blanquinosos miran a su derredor:- La gente habla de impiedades como de que una criatura diabolica deambula por las lagunas, no se fian de la labor de su señor y hablan de desapariciones... ¿Como puede un pueblo sobrevivir, sino se fian de quien debe llevarlos por el buen camino?-

No podía hacer otra cosa más que ver como se alejaban para hablar y resignarme a esperar. Después, si Don Iñigo quiere, podré enterarme de alguna cosa, aunque no dudo de que se guarde para sí algunos datos, cosa normal y nada reprochable.

—Maldita sea —digo al médico digo con un tono algo frustrado—. Esperaba que pudiéramos estar presentes en la conversación…

Ahora que mi objetivo esta lejos reparo en el hombre que estaba con ellos antes y ahora se ha quedado con nosotros dos. Y él no tarda en fijarse en mí, con cierto entusiasmo.

—Lo lamento, pero será mejor que me refresques la memoria —contesto con extrañeza y cautela al tipo de la sonrisa—, que si de verdad me conoces, bien sabrás que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que pise este suelo.

Mientrás que Martín se queda hablando con el hombre del pueblo que parece conocerle, tú te acercas a los cadaveres a ver si puedes sacar algo en claro de ellos, la peste te echa un poco para atrás, pero la enfermedad y la muerte no te son ajenas, por lo que haciendo de tripas corazón empiezas a exmianar el cadaver más cercano. Está complentamente putrefacto, como si fuese un cadaver sacado de una fosa de hace una semana, cuando vas a examinar el siguiente cadaver es igual, y el otro...

En tanto el hombre se rasca la cabeza y te sonrie:- ¿No recuerdas a los familiares? Soy tu primo Anacleto, maldita sea..., eramos uña y carne.-Parece estar dolido por que no lo has reconocido, recuerdas a tu primo, pero ese espantajo de hombre no lo es... bueno no debería serlo, pero a saber que ha pasado- ¿Te dijerón lo de tus padres?, esos cabrones los metierón con el resto, para "curarlos"- Escupe en el suelo.

—Decidme entonces, padre... ¿Qué fue lo que hizo la madre del conde? —Al decir esto, me paro un segundo a reflexionar sobre las palabras del cura, que parecen algo confusas, para decir— Supongo que os referiréis a la abuela del joven señor, ¿no? ¿o acaso os referís a la mujer del padre del muchacho?

Antes de que el hombre se vaya por las ramas con mis últimas preguntas, decido que lo mejor siempre será recalcar lo importante. Si tan mal están las cosas, no hay tiempo que perder—En cualquier caso, su parentesco es lo menos importante en este asunto. Lo importante es saber qué ocurrió, así que decidme, buen hombre... ¿Qué hizo la mujer para llevar a la locura al conde? ¿Y qué es eso de una criatura que deambula por las lagunas?

Miro al hombre a los ojos, aunque su tono blancuzco no es precisamente bonito. Lo importante es saber si oculta algo o no, aunque con una mirada así, no es nada fácil saber si miente o no. No me queda más remedio que creerme lo que me dice...

Mientras el otro seguía hablando con mi compañero, o intentándolo, yo seguí examinando los cadáveres. Su estado de putrefacción era espantoso. Pero tenía que ver de nuevo. Mientras hechaba un segundo vistazo, tuve en la mente la idea de buscar algo más que las causas de una enfermedad. Por ejemplo si algo relacionado con la brujería podía estar en los cadáveres. El tema es que como nadie quería hablar de esta plaga, una parte de mi persona se preguntaba qué motivo real habría para ello.

No creía especialmente en la brujería, pero tenía algunos conocimientos de alquimia y no era tan cerrada como para suponer que había visto todo en el mundo.

Así que volví a mirar, por si algo se me había pasado por alto.

—¡Maldita sea mi memoria! —digo intentando justificarme—. Claro que te recuerdo, pero ya sabes, ha pasado mucho y el tiempo lo cambia todo…

No puedo evitar pensar en el horrible estado en que se encuentra. Seguramente ese mal gesto no se deba al hecho de que no le haya reconocido, sino más bien a que en el fondo sabe que no había forma de que le reconociese. Por suerte, en cuanto menciona a mis padres dejo de fijarme en su aspecto.

—Estoy aquí por eso. Lo único que sé es que se los llevaron, pero no sé ni por qué ni a dónde. Estoy cansado de secretos y misterios, por favor, primo, espero que tú puedas ayudarme a encontrarlos….

Pietro busca entre los cadaveres algo ajeno a la realidad que le lleve más cerca de la solución de esta misteriosa enfermedad, pero no encuentra nada, al menos en apariencia, sus estudios nunca han sido muy avanzados en los rituales y el folklore, siempre has estudiado más como sanar un hueso que los usos (si es que tiene alguno la cola de rata). Por lo que alzandose trás unos minutos tiene que dejarlo por imposible no ha encontrado nada de utilidad.
Martín sigue conversando con su primo que empieza a coger un tono palido en su piel y finalmente susurra:- Primo, no me hagas esto...- Mientrás mira a Pietro que ha terminado de examinar los cadaveres y a todos lados en el cementerio, como si pensara que alguien lo busca:- No quiero hablar de ese lugar, me llevarón dormido con algo que me metieron en el gaznate, no recuerdo como ir, y me hicierón lo mismo al volver, y de ser un hombre fuerte a esta mediania...- Mientrás se señala, empieza a ponerse nervioso y al ver como vuelve el sobrino del parroco comenta:- Labios sellados, por tu vida no hables con quien no debes-
El joven recien llegado os dice:- No os preocupeis, mi tio es un hombre parco de palabras, pronto estareis de camino- Al ver a Pietro pega un respingo y se le queda mirando sin decir nada como extrañado.