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Afrikanerhart

Partes de guerra (Epílogo)

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10/09/2009, 15:03
Director

Informe del coronel sir Augustus Farthingale en el área de operaciones de la frontera oeste con Namibia.

Disponiendo de una columna de 1.500 soldados, en su mayoría de a pie con elementos de observación de caballería, llegué al área circundante a Fort William. Allí encontramos a los negros alterados, y al cadáver de algunos blancos colgados en la plaza central del pueblo. Los lugareños se mostraron animosos y alterados, y dispararon contra nosotros. Fue necesaria una demostración de fuerza para provocar la rendición del pueblo, aunque solo contamos unos 20 habitantes.

Por su relato y nuestras indagaciones supimos que unos boers habían visitado el pueblo, matando a una patrulla británica y al sheriff y sus ayudantes. Los lugareños, alterados por las historias de excesos del gobernador regional, tomaron las armas y asaltaron el fuerte. Supimos también que habían otros 20 alterados ocupando el fuerte, que habían tomado hacía una semana. Procedimos a descolgar a los británicos muertos de la plaza, y se fusiló a los cabecillas de la rebelión en aquel pueblo, que volvió a la obediencia a la Reina y la Corona.

Se puso cerco a Fort Wellington, sin respuesta de cañón o ametralladora, y se solicitó la rendición con el perdón de sus vidas. Los alterados respondieron con fuego de fusilería, y fue necesario batir la posición con artillería para romper una nueva puerta fabricada por los negros, y debilitar sus defensas. Se prodeció luego a dar la carga, bajo la cobertura del fuego de dos ametralladoras, y el teniente Edward Sheiks tomó la posición a la bayoneta.

Encontramos los restos de los cadáveres de los soldados del gobernador del la zona, y el suyo propio fue encontrado a tres metros del foso, semienterrado en la arena y todavía empuñando la pistola, con su sable manchado de sangre reseca dos metros más allá. Se procedió a darles cristiana sepultura, y se fusiló contra el muro del fuerte a los 5 alterados restantes. La bandera británica fue izada de nuevo en Fort Wellington.

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10/09/2009, 15:21
Director

Por su heroica defensa de Fort Wellington, la Reina Victoria impone las siguientes condecoraciones:

  • Cruz de comportamiento galante bajo fuego enemigo para los soldados Jack Rochester y Edward Pike, por morir conteniendo al enemigo usando una ametralladora, siendo los últimos en caer bajo el fuego enemigo, como relataron los testigos capturados.
  • Cruz de galantería conspicua para el capitán Walter Woodrow, comandante de las fuerzas británicas y gobernador del sector fronterizo, por su defensa a ultranza de Fort Wellington, en la que dió su vida y la de los hombres bajo su mando.

Las cruces fueron impuestas en ataudes repatriados y presentadas a sus familiares en una bandera británica plegada.

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10/09/2009, 15:26
Director

Piet estuvo presente en la firma de la paz, al lado del general.

Desde el rescate, él lo había mantenido cerca, y había podido vivir los últimos episodios de la guerra, entre ellos la captura del general británico Meuthen. Los términos de la rendición eran honorables. Juraban lealtad a la Reina, si, pero podían seguir hablando su idioma, enseñarlo en las escuelas, mantener su cultura y religión, además de poder llevar armas de fuego bajo licencia. La sangre y el sacrificio de tantos boers había servido para algo.

Los años pasaron, y luego las décadas. Un viejo Piet cabalgaba por su rancho con un caballo, viendo como un automóvil paseaba por la carretera cercana. Su rostro tenía arrugas, y parecía cansado, pero seguía escrutando la lejanía del mismo modo que cuando era joven. Una mujer estaba sentada en el porche, cosiendo. Carika, la señora van der Beer desde hace ya tantos años. Él le había llevado el sable del coronel, al término de la guerra, y le había contado sobre su heroicidad. Ella, deshecha por el dolor, se había mostrado inasequible al consuelo, hasta aquella noche en que decidió no sufrir más.

Piet bajó del caballo, observando al coche que se acercaba. Carika se levantó, sonriendo. Sus nietos habían llegado, en el coche de sus hijos, para pasar con ellos el fin de semana. El viejo Piet sonrió cuando su hijo le dió un abrazo. Después de todo, se habían ganado el derecho a vivir en paz en aquella tierra.