Partida Rol por web

No has estado anteriormente en la isla, pero no parece que haya cambiado demasiado el tipo de vegetación y piedra respecto a vuestro punto de partida.

... Una vez listos y en formación, Arild inició una marcha para adentrarse en la isla.

... pero tan solo dar unos pasos en la arena bastaron para desatar la alarma en los habitantes de la isla, una docena de perros/lobos aullan alentados por los vítores de sus amos ...

Una decena de hombres se disponen a preparar sus arcos para disparar ... pero el que parece ser el líder de la cuadrilla los detiene, y al resto de hombres piden que sujeten a los perros, el "líder" porta un hacha en la mano derecha y un escudo en la izquierda, tiene la barba recogida en una trenza y una gran cicatriz le marca el rostro (es tuerto del ojo izquierdo).

-¿Arild?, ¿Bjardson?, maldito bribón,¿eres tu?. Eres la misma imagen de tu madre ... ¿malnacido que haces en mis costas? ... Cuantos años ...

Tira el hacha y el escudo, y da orden al resto de que se relajen.

- Vamos di a tus muchachos que se relajen, ¿o en serio que quieres que mande tu cadáver a Horik? ... ¿Por cierto dónde está? ...

La sorpresa de Arild fue mayúscula, tanto que tuvo que frotarse los ojos para descubrir que no era un sueño.

-Gustav Ormson, no me tientes bastardo de gigantes ... o al final de la noche tendrás que llamarme señor, al decir estas palabras y estar algo más cerca, os percatáis de que realmente Gustav es enorme superando claramente los dos metros de altura.

Arild arroja también sus armas y va hacia Gustav para abrazarle.

- ... Maldita niebla ... así que este es tu maravillosa isla que tanto presumías, dejaste de servir a Horik para terminar "aquí", por cierto deberías mandar a algunos de tus pesqueros a ayudar a otras naves, y con suerte esta noche Horik te deba un favor a tí, se lo debes después de todo ...

Los hombres de Gustav, relajan sus facciones tras ver la "escena" entre dos viejos amigos reencontrándose, y empiezan a calmar a los perros.

Después de varias bromas más y algunas presentaciones, Gustav y sus hombres os invitan a la celebración de la aldea. Al parecer han conseguido pescar una ballena un gran "motivo" para realizar una copiosa fiesta en honor a los dioses, que les han sonreído.

Ya en la aldea y en ambiente festivo, Arild tiene una idea para calmar la sed de sangre que había alimentado hace unos escasos minutos en el barco.

Oye me imagino que tus hombres al igual que los míos seguirán excitados por la idea de una refriega en la playa, ¿qué te parece si dejamos que liberen parte de esa rabia?. Unos combates en honor a los dioses no creo que sea un mal final para esta copiosa cena.

Gustav ríe ante la petición de Arild.

Estoy de acuerdo, pero tu y yo lucharemos en último lugar, quiero ver si realmente es cierto que has superado a tu padre con el acero ...

Arild aprieta la mano de Gustav aceptando el reto.

Se vuelve hacía vosotros y os susurra.

Bueno chicos por hoy se acabo ... divertiros, participar si os apetece en las peleas, pero sobre todo seamos buenos invitados, Gustav es un viejo amigo pero se podría ver amenazado si le baja el alcohol y no le seguimos la corriente

Después da unas órdenes en voz alta para que le oiga Gustav

Ivar, Halvor acompañar a los pescadores, y aseguraros que Horik nos encuentre, para que tarde menos decirle que Gustav le invita a un buen trago por los viejos tiempos.

Tras las risas de Gustav Arild se acerca a Loken y Lennart ... - Ya sabéis que tenéis que hacer, preparar el barco por lo que pueda pasar.

Se acerca a las mujeres
- Seguimos según lo previsto, si al amanecer no hemos visto aun a Horik podréis levantaros las faldas Os dice mientras os guiña un ojo.

Durante la cena Arild estará bastante liado con Gustav recordando viejos tiempos y asegurándose que siga bebiendo. El resto sois libres de interactuar con los hombres de Gustav, de cenar, charlar entre vosotros, etc.

Indicar también si tenéis intención de participar o no en el juego propuesto por Arild.

Me acerco a Wisna en cuanto puedo.

-¿Qué te parece? -le susurro, esbozando una sesgada sonrisa, para que sólo ella y quienes estén cerca de los nuestros, pero nadie más, me oiga- ¿tenemos que seguir haciéndonos las buenecitas o podemos participar en esos... combates? La verdad es que tengo ganas de sacar el hacha un rato, ¿tú no?

Me paso la noche tocando y cantando mientras incito a los hombres de Gustav a que sigan bebiendo con canciones de fiesta y celebración, guiñándole un ojo con complicidad a Arild para que éste se de cuenta de mi estrategia.

Sörr no pudo evitar mirar con suspicacia todo lo que ocurría en la playa, como si intentara discernir cualquier tipo de traición o de ataque en ese momento, pero al ver el tamaño del tal Gustav no pudo evitar sonreír- alguien a quien podría mirar cara a cara, ¿eh? -dijo a los que tenía cerca antes de quitar la formación y situarse cerca de los demás.

Durante la velada comió y bebió lo justo para no levantar sospechas, pero no quería beber demasiado por dos cosas. La primera que quería participar en esos combates, la segunda que no quería que le pillaran borracho en una posible trampa.

-Con honor o sin él, los hombres son hombres y si no los conoces, no te fies de ellos -le había dicho siempre su padre, y eso es lo que haría.

-Yo quiero participar en esos combates -dijo Sörr a Arild en un momento de la noche, todo con la esperanza de poder intimidar un poco a los veteranos por su fuerza y tamaño, ya que sabía que experiencia tenía poca.

Wisna negó con la cabeza tras un rápido vistazo a Fryda.

-Hasta el amanecer seguiré siendo una mujer- bromeó guiñándola un ojo- pero te animaré si peleas.

También era cierto que Wisna por una vez en su existencia intentaba ser cauta pues sabía lo que ocurriría si se metía en una pelea... perdería el norte y gran parte de sangre. No era culpa suya pero cuando se imponía su instinto no podía controlarlo, era como una furia que no encontraba mesura en sus actos, quizá por ello ese gigante idiota le venía bien para desahogar la energía, no tenía reparos en dejarla inconsciente llegado el momento (aunque Wisna sospechaba que era porque a él también se le iba de las manos).

Recogió parte del vestido para que no arrastrase por el suelo el borde y caminó entre los hombres observando con curiosidad sus armas, la forma de moverse y, cuando quisieron empezar los combates, se mantuvo cerca, con una sonrisa de espectación curvando los labios y sintiendo como la sangre corría con más fuerza por la cercanía del acero, como una llamada constante a tomarlo y meterse ella misma ahí, coloreando las pálidas mejillas de la berserkr que pese a la tentación se mantenía lejos de toda actividad violenta.

Las expectativas de Ilfern para aquel glorioso desembarco en tierras desconocidas acababan de verse ligeramente truncadas. Por una parte, se alegraba de que todos hubieran llegado sanos y salvos a la playa, pero por otra, se sentía algo decepcionado por no haber podido combatir cuando ya se había hecho a la idea de ello. De igual modo, tenía muy presente que todo lo que sucedía en la vida estaba regido por el minucioso plan de los dioses, por lo que tampoco se cuestionó nada más.

Consiguió algo de comida y un generoso cuerno de hidromiel y se situó junto al calor de una de las muchas hogueras que sus anfitriones habían preparado. Para cuando fueron a comenzar los combates, Ilfern decidió que no participaría. Si los dioses habían decidido que aquel no era día para luchar, él no era quién para contradecirles.

Suspiré ante la respuesta de Wisna. Pero ciertamente tenía razón, si no debían mostrar sus habilidades, no las mostrarían hasta que fuese estrictamente necesario. 

-Bien, de acuerdo -dije mientras observaba cómo preparaban todo- pero sí quiero presenciarlos, ¿vienes o te quedas?

Me quedaba con las ganas de pelear, pero no tenía muy claro si a Arild le sentaría bien que yo lo hiciese o no. Al fin y al cabo, Smilla ya iba con vestido, pero yo no y era la única a la que no le había dicho que se cambiase, quizá porque mi constitución delgada y fibrosa, junto con mi rostro redondeado, probablemente me hicieran parecer bastante menos amenazadora  de lo que a su amiga le hacía parecer la piel de oso. Aquello me alegraba, así podía pillar desprevenidos a mis oponentes más fácilmente. 

Me acerqué a las hogueras y acepté la comida y algo de agua para calmar un poco la sed. Me gustaba mucho la hidromiel, de hecho yo misma la preparaba en la cabaña con la miel que recolectaba, pero no quería que aquella vez mis sentidos se vieran mermados... sólo por si acaso. Cuando estuve saciada, fui hasta donde se estaban desarrollando los combates para contemplarlos, animar a mis compañeros y analizar a los oponentes con todo detalle. 

Fryda sonríe ante el ofrecimiento de Wisna.

- Creo que haré otro tipo de guerra esta noche, quizás todas nosotras podamos hacer algo mejor que derramar sangre.

Intenta llamar la atención de todas las mujeres que estaban en el grupo, y cuando tiene la atención de la mayoría.

- Si alguno de los hombres de Gustav nos pone el ojo encima deberíamos inducirle a que beba por o con nosotras, así como soltar sus lenguas para que nos den información, a simple vista no podemos ver realmente quienes son los mejores guerreros , supongo que Arild tendrá a algunos en mente, pero si sabemos más de ellos mejor, porque los más fuertes serán nuestros objetivos dicho esto saca un pequeño frasco que enseña

Seguramente Ifrit esté familiarizada, pero aquí tengo unas raíces de unos helechos que ayudan a que la sangre fluya y no cierre las heridas, ayuda a los curanderos a extraer los venenos, pero a nosotras nos ayudaran de otra manera.

Eché un vistazo al matojo que nos enseñaba Fryda y asentí con la cabeza. 

-Yo tengo algunas más en mi bolsa* -agregué-, de hecho venía con ellas preparada pprecisamente por si había que depurar la sangre de alguien o algo; seguro que Smilla sabe hacerlo mucho mejor que yo, pero ahí las tengo. Igual si mezclamos varias logramos un efecto mayor. 

No me hacía mucha gracia ese tipo de "guerra" pero tampoco se me daba demasiado mal. Total, estaba acostumbrada a disfrazarme y "camuflarme" entre otras personas. Esperé a que Fryda o Arild nos dijeran nuestros objetivos. 

En parte me desilusioné un poco, pero seguramente era lo mejor, no teníamos muchas posibilidades, nos superaban ampliamente en número y su líder, que parecía conocer a Arild superaba los dos metros de altura. - Oye, que tú y yo medimos lo mismo.- Le dije a Sörr con una sonrisa. Al menos parecía que se iban a celebrar combates, sin duda participaría.

El ambiente estaba a favor, Snorri tocaba música y todo el mundo estaba expectante. Antes de animarme a participar, comí pero apenas bebí, tan solo lo justo para no parecer descortés y estar al pleno de mis capacidades para los combates.

En un momento de la cena me acerqué a Arild y Gustav para participar en los enfrentamientos. - ¿Dónde hay que apuntarse?.- Dije motivado demostrando mi predisposición a enfrentarme a cualquier rival.

Los dioses la ponían a prueba con ese tipo de situación pero Wisna no iba a resignarse.

-Si se le cuenta a alguien esto... lo negaré todo- dijo a media voz poco antes de esbozar una sonrisa dulce, abriendo hoyuelos en las marfíleas mejillas de la berserker-ya me ocuparé de hacerles tragar el regalo, si vais a mezclar cosas que no os vean- levantó un hombro hacia la mandíbula en un gesto ingenuo, como cualquier muchacha más parecida a la propia Smilla que a la guerrera de Odín que era y, cuando las tres se hubieron organizado (si es que podían llarmar organización a eso) con su correspondiente parte del extracto de hierbas riendo como una chiquilla entre los hombres tanto de Gustav como sus propios compañeros de viaje adulando cuando había de hacerlo las habilidades de aquellos para romper el hielo e iniciar un amago de coqueteo despreocupado lleno de alcohol  y peticiones de historias para hinchar el ego de aquellos cuya lengua parecía calentarse con cada palabra que salía de su boca y llenaba de espectación y emoción a su complaciente audiencia.

Voy a matarlos a todos.

-Estoy totalmente de acuerdo -esbocé una sonrisa sesgada ante el comentario de la pobre guerrera.

No sé qué está pasando -pensé-, pero si tanto Arild como Fryda nos han puesto en alerta, por algo será. 

Yo llevaba mis armas colgadas, no estábamos dentro de la casa del jarl y a mí no me habían pedido que me disfrazara. Quizá mi aspecto delgado y fibroso no asustaba demasiado. Mejor. Sin embargo, tampoco me había puesto todas mis protecciones de cuero, que estaban a buen recaudo junto con las cosas del viaje y la capa de oso de Wisna, así que debería tener cuidado. Aunque, de momento, parecía que lo necesario era enseñar un poco de carne propia, no rebanar la de otros. Sin embargo, algo en mi nuca me seguía diciendo que no era normal que se saludaran como amigos y luego nos pusieran sobreaviso de aquella manera. 

-Ten cuidado -le susurré a Wisna mientras nos acercábamos a los hombres de nuestro anfitrión-, algo no me cuadra en todo esto -y, sin que nadie lo viera, le deslicé una  de mis dagas pequeñas en la mano para que se la guardara bajo el vestido, donde mejor gustase. Sabía que no la necesitaba si se ponía seria, pero mejor era prevenir. 

Fui junto con ella finalmente, con mi parte de la mezcla escondida en la manga del blusón. Ambas nos pusimos a buscar a los guerreros de Gustav, los que más aguerridos parecían, y comenzamos a coquetear con ellos. La verdad era que yo no tenía mucha idea de cómo hacerlo, pero desabotonar un punto más la blusa dejando que resbalara ligeramente para mostrar un hombro, unido a la música de Snorri y sus ánimos a beber, facilitaron mucho el camino.