Partida Rol por web

Lucius DyValar había recibido una misiva de Syrio Forel, Primera Espada de Braavos y buen amigo y conocido suyo, y cuando Syrio Forel requería de su presencia el braavosi se desplazaba a donde hiciera falta.

Estaba en uno de los barcos que había zarpado de la ciudad de Braavos hacia Poniente, Lucius conocía bien la ruta ya que con toda probabilidad había pasado más horas en el mar que en tierra firme. Divisó los fuegos que indicaban las islas de Rocadragón y supo que habían llegado a la Bahía Aguasnegras y que pronto estarían en Desembarco del Rey.

Estaba mirando la silueta de la isla de Rocadragón cuando los recuerdos del pasado lo asaltaron una vez más. Años atrás su acero había servido a la dinastía Targaryen, y fueron varias las ocasiones en que tuvo que demostrar su valía y coraje. La última vez había sido en la Guerra del Usurpador, había conocido a Rhaegar, el hijo de Aerys II, aunque la historia y la gente lo conoció como el Rey Loco. La historia, a juicio de DyValar, era una puta mentirosa, pero a él poco le importaba. Sabía perfectamente que la historia recordaría a Willem Dharry como quién puso a salvo los dos niños hijos de Rhaella, y únicos supervivientes de la dinastía Targaryen,sacándoles de Rocadragón, pero no quedaría escrito en los anales de la historia que fue el propio DyValar quien dispuso los preparativos para sacar a los niños, habiendo estado con ellos los últimos días.

Más tarde pudo oir los gritos de los marineros de la embarcación y supo que habían llegado a su destino. Vio el rio Aguasnegras y la Fortaleza Roja juntamente con las grandes e imponentes murallas que envolvían Desembarco del Rey.

Bajó de la embarcación y entró por la Puerta del Río, al ser de noche la guardia había sido doblada y controlaban el paso de los comerciantes y demás visitantes, a Lucius no le sorprendió ver que en esta zona se mantenía la actividad hasta esas horas de la noche. Al fin pasó bajo la puerta y la muralla y se encontró en un gran espacio abierto conocido como la Plaza del Mercado, aunque en ese momento los últimos mercaderes ya habían recogido sus tenderetes.

Syrio lo había citado en uno de los burdeles de la calle de llas Semillas, por lo que Lucius empezó a andar siguiendo la calle del Lodazal...

Lucius observaba la ciudad, recordando viejos tiempos.
Habían sido tiempos mejores para Desembarco, sin duda. Pues aunque los Targaryen no fueran los más bondadosos ni tuvieran ese "savoir faire" de los gobernantes de Braavos; sí que supieron gobernar su reino de forma justa. Prueba de ello es que aún eran muy queridos en Poniente. No como el Rey Robert, que llevó a la ciudad a vivir por encima de sus posibilidades, arruinando en unos años todas las arcas del reino y adquiriendo grandes deudas con algunas de las Ciudades Libres, como Braavos. 

Empezó a andar por la calle del Lodazal. Qué ganas tenia de ver a Syrio. Aunque Lucius ya no trabajara para Syrio, su lealtad y amistad hacia él eran enormes, y cualquier excusa era buena para un reencuentro.

Mientras cruzaba la plaza del mercado, sacó de su bolsillo un pequeño espejo con base de madera con el escudo de la casa Targaryen tallado, que solía usar para recortarse el bigote. Éste espejo era el único recuerdo que tenia de Rhaella y sus hijos. Lucius esperaba que, dondequiera que fuesen, estuvieran bien. 

Giró el espejo a modo de retrovisor, una rutina fruto de sus muchos años en tierras extranjeras; y pudo divisar dos valentones tras de sí, siguiendo sus pasos.

Disimuladamente, alteró un poco su ruta prevista haciendo un par de giros por un par de calles, acelerando ligeramente el paso.

Viendo que las dos figuras no le pierden el paso, e incluso empiezan a reducir distancia, Lucius ve confirmadas sus sospechas. Lucius decide correr, e intentar despistarles.

Los dos "valentones" sorprendidos empezaron a correr y al cabo de un momento gritaron:

- Señor DyValar! Señor DyValar!!

Al oír su nombre, Lucius se detiene y se gira hacia ellos, aparentemente más relajado (pero aún en posición de firme).

Cuando los valentones llegan a menos de diez pies, grita:

Alto ahí. Identificaos!

Los dos hombres pararon en seco y miraron a DyValar.

- Venimos en nombre de Syrio Forel, tenemos que acompañarle hasta su ubicación, él quería que estuvierais acompañado, no se fía de la gente de este lugar...

Lucius les lanza una mirada escrutadora, seguida de una carcajada ruidosa.
 

Jajajaja! Venga pues, vayamos para allá. No debemos hacer esperar al viejo, o ya no quedará vino del bueno!

Lucius les rodea con los brazos por los hombros, y empieza a contarles batallitas de sus hazañas con Forell (la mitad de ellas exageradas o tergiversadas).

Uno de los dos hombres miró a su compañero como preguntándole; ¿seguro que este es DyValar?

Pasaron por calles y callejones hasta llegar a una calle dónde DyValar pudo observar que el negocio que más prosperaba, entre tabernas y demás tenderetes, eran los burdeles. Precisamente se dirigieron a uno de ellos y entraron. El ambiente cambió enseguida, DyValar tuvo al inicio dificultades para ver hasta que sus ojos se familiarizaron con la luz del local, bastante más fuerte que el exterior, con sus lámparas de aceite a toda marcha y un fuego en una chimenea en uno de los laterales del edificio. Aún así, Lucius estaba seguro que de haber conocido ese lugar de día le habría parecido un sitio lúgubre, pero también sabía que en Desembarco del Rey el dinero no tenía dueño fijo, ni siquiera el del propio Rey, y las putas y mercaderes tenían trabajo a todas horas.

Se dirigieron a una sala apartada del salón principal, dónde las prostitutas servían vino a los clientes y les hacían compañía. Pasaron por el lado de una mesa en la que tres señores estaban jugando a las cartas y cada uno de ellos tenía al lado a una chica del local, DyValar pudo ver cómo una de ellas meneaba la polla de uno de los jugadores. 

Dejaron el salón principal y entraron a la estancia privada, allí aguardaba un hombre con algunas botellas de vino encima de una mesa al centro de la estancia.

- ¡Bienvenido a Desembarco! - dijo Syrio en braavossi.

DyValar tardó unos momentos en acostumbrarse a la potente luz del lugar.

Una vez listo, echó una ojeada al lugar. Había lujo por doquier, lo que significaba que el negocio prosperaba.
Los burdeles siempre habían sido el mejor sitio donde cerrar un buen negocio en Poniente. Al menos el tipo de negocios a los que Syrio y él solían dedicarse.
Tras echar una breve ojeada a las mesas, se centró en las prostitutas, la mayoría chicas jóvenes y bastante aseadas. No está todo perdido, pensó.
Entonces recordó esas gloriosas noches en las casas de placer de Lys, llenas de fogosas muchachas de pelo rubio blanco y bien perfumado; expertas en el noble arte de la fornicación de formas que uno no podía imaginar.

Aunque no solía usar esa clase de servicios, Lucius tenía en gran estima los burdeles de lujo y las casas de placer.
No le gustaban, eso si, las rameras sucias del camino, pues "allí" uno podía pillar cualquier cosa.

Cuando llegó hasta Syrio, le hizo una pequeña reverencia formal, seguida de un apretón fuerte de manos.

Buenas noches, querido amigo. 

DyValar tomó asiento frente a Syrio, y mientras una prostituta de tez oscura, pelo moreno y grandes senos le servía una copa de vino, prosiguió de forma solemne:

Tu carta fue del todo inesperada. ¿El mismísimo Syrio Forell, citándome en Desembarco del Rey?
Así que cogí el primer barco hacia aquí. Aún tienes ese poder sobre mí, viejo gruñón,  dijo entre risas.

Luego, en voz baja, como cuchicheando, añadió:

¿Qué os traéis entre manos, mi jaque? ¿Que espectáculo aguarda la historia que requiera de viejos actores? ¿Qué han captado tus ojos de danzarín? 

Syrio rió.

- Ayy amigo mio! Qué gloriosos días fueron los que nuestras espadas bailaron juntas! Sería un placer volver a luchar a tu lado más me temo que eso deberá aguardar a su día. Tengo, no obstante, una oferta de trabajo para ti, el sueldo es bueno y el riesgo de acabar en una fosa común olvidado es bastante reducido...- Syrio hizo una pausa dramática y examinó a su amigo para ver si este mostraba interés en el tema, luego prosiguió.- He sido llamado por un noble, un tal Ser Ulric, un caballero vasallo de la Casa Tilverton, una casa menor que sirve a Lord Arryn, la actual mano del Rey, y por supuesto al mismisimo Rey. No obstante me temo que mi presencia es requerida en otros temas, acudiré a la cita, no quisiera manchar mi buen nombre, pero tendré que declinar la oferta...no obstante no se trataría de una ofensa si les ofreciera otra opción igual o más válida que la actual, un amigo que también conoce la danza del agua perfectamente y al que he tenido el honor de medirme con él en muchas situaciones... ¿Y bien, te interesaría el trabajo?

Lucius y Syrio se miraron en silencio. Dos copas de vino después, Lucius se dirigió a su amigo en tono burlón:

- ¿Así que no se trata de la gloria en la batalla o cruzar el ancho mundo en pos de una causa perdida?
Uff, pues menos mal!!! Jajajaja!!!  

Luego, en tono más serio, añadió:

- Ya no estoy para grandes hazañas, dormir en el suelo tras largas jornadas de viaje o pasar más hambre que el perro de un mendigo. Estos últimos meses me he acomodado un poco, y mis huesos agradecen una buena cama, una buena comida, un buen vino y una buena moza entre las piernas! Bueno, eso último no lo agradecen solo mis huesos, jajaja!
Así que si, puedo estar interesado en el trabajo, más si la paga es buena. Algo he oído de lord Sumner Tilverton y su participación en la guerra (lástima que en el bando equivocado).

Lucius le dirigió una mirada socarrona.-  No obstante, supongo que habrá alguna razón por la que estés interesado en que esté en contacto con abanderados del Lord Arryn. No me lo contarás, lo se, así que tendré que averiguarlo por mí mismo. Bueno pues, trato hecho. Ahora, divirtámonos un poco, por los viejos tiempos.

Entonces, Lucius se giró hacia la prostituta de tez morena y gritó - Eh moza, traenos el mejor vino de Braavos que tengas, pues tenemos mucho que celebrar. Y quédate por aquí, que quiero conocerte más a fondo! Jajaja.

Mientras la joven traía una nueva botella, contoneando sus caderas, Lucius dijo:

- ¿Entonces, para cuando está previsto el encuentro?

Syrio sonrió mientras Lucius hacia gala del carácter que él recordaba.

- Dentro de dos días.

*** Fin del capítulo ***