Partida Rol por web

-Sí, claro -repliqué-, en vez de merodear por las lápidas me pondré a mear en una. Si non voy a buscar, ¿para qué cuernos voy a ir?

Supongo que una contestación como aquella hacia el caballero por parte de otra persona se hubiera saldado con varios varazos por la falta de respeto, pero en el grupo ya conocían mis "exquisitos" modales, y a aquellas alturas me daban ya por perdido y solían ignorar mis desplantes.*

Miré entonces a Potencio. No me hacía ninguna gracia ir con aquel cobarde; seguro que a la primera señal de peligro me dejaría en la estacada. Pero no tenía más remedio.

-Todo sea por metelle al Fulgencio el dedo de la muerta por el culo, que bien merescido lo tiene -murmuré.

Damián miró a lo lejos, por donde habían partido con tanta premura Fulgencio y sus hombres, y siendo hombre de castillos, sabía de sobra que en el bosque poco podrían encontrar.- Mi Señor.- Dijo, dirigéndose a su Señor Don Pelayo.- Quizá debiéramos hurgar por entre los villanos del pueblo. Si algo raro ha habido, algo encontraremos, que me veo yo que seguir a esos...- señaló con la cabeza hacia los jinetes ya desaparecidos.-...nos llevará más tiempo que encontrar a la muerta. Aunque...- temeroso de recibir otro pescozón por meterse donde no le mandaban, preguntó en voz alta.-... se supone que la esposa del señor del castillo debiera tener vigilia, y que personas de apego debieran guardar su cuerpo en santo reposo hasta el entierro. ¿No? Quizá podríamos también preguntar entre el servicio sobre dónde estaba el cuerpo y quien la lloraba.-

El portón aún estaba abierto y aquella locuaz pareja tomó el camino descendente del castillo hasta una pequeña salida perpendicular, poco transitada e irregular, a través de un terraplén, volviendo a estar campo a través. En media legua caminada sus pies estarían allí, en el cementerio.

Quedásteis allí, en medio del patio de armas, mientras vuestros compañeros ya se iban cuesta abajo del cerro donde se ubicaba el castillo del señor de Montepenares. El nerviosismo entre los soldados que ahora quedaban allí parecía palparse, pues el suceso no era para menos.

Y en esto que descendísteis por casi el mismo terraplén por el que subísteis al camino del castillo. Y andando poco a poco veíais ya al sureste como una construcción de baja altura y con una casita con techumbre. Diez minutos tardásteis a paso normal, y os encontrásteis laboreando algunas tierras del señor por allí cerca, que no dudásteis en cruzar en vuestro avance. Y en estando ya en dicho lugar, os dísteis cuenta que el cementerio era bastante pequeño, e que tenía una tapia de mamposte bien empedrada aunque algo baja (desde fuera podían verse incluso las pocas lápidas y cruces que allí había). Anexamente, y aún en dentro del recinto del camposanto, una habitación de aspecto cuadrada parecía ser lo que llamaban "depósito", siendo presumiblemente el lugar de reposo y vela de difuntos. La cancela del recinto eran varios hierros mal fundidos y a modo de reja, que no dudásteis en apartar para acceder al cementerio.

Allí no había nadie.

-Si verdat fuere que la difunta estaba aquí, alguien entraría ayer en esa habitación para sacalla -dije como para mí mismo.

Me acerqué entonces a la habitación y busqué indicios de que hubiesen forzado algo, o huellas como de arrastre, por si habían sacado el cuerpo arrastrando.

-Tú que tienes buena vista -le dije a Potencio-. Ven et busca aquí, que aviados vamos con la maldita muerta et la madre que parió al que se la haya afanado.

¡Si es que eres tonto Potencio!

Hay que ser imbécil para sugerir formar grupos y elegir al moro de compañero. No podía soportar cuando se las daba de gracioso. "Con las tripas del último moro ahorcaremos al último gitano" , había oído una vez. Y de verdad que a este tipo era para darle un buen escarmiento. ¡Y copulaba con cristianas! puag!

Potencio se mantuvo callado todo el trayecto, aún pesaroso por el despertar que había tenido. Nadie iba a ser tan tonto de no haber mirado ya en el cementerio, pero quizás se les hubiese pasado algo por alto y eso era precisamente lo que iban a comprobar el moro y él.

- Voy ahora mismo- empezó a pasearse por las lápidas intentando leer algún nombre. Luego se dio cuenta de que no sabía leer, pero el moro no lo sabía, tampoco sabía que sus aptitudes para encontrar rastros, eran bastante mediocres. No obstante, disimuló lo mejor que pudo e iba haciendo como que leía las lápidas y rastreaba con ahínco.

Pelayo se había quedado pensativo. El muchacho era listo sin duda y el caballero sopesaba si hacerle caso, darle un voto de confianza para compensar la metedura de pata de aquella mañana. Pelayo no creía en aquello de tratar con mano de hierro para que el muchacho se convirtiera en un hombre de bien, aunque con él había funcionado.

-Esta bien Damián. Tienes razón. Lo mejor será preguntar aquí y luego bajaremos al pueblo... aunque no me fío de ese energúmeno-dijo refiriéndose a Fulgencio sin mas motivo que su afrenta- ¿donde está esa muchacha con la que querías pasar el rato? Si le agradaste quizás nos pueda ayudar.

Poco o más bien nada descubrió el bueno de Potencio mirando las lápidas del cementerio, las cuáles no podían presumir de un buen plan y trazado en su interior, que andábanse todas descolocadas y algunas caídas hacia delante o hacia atrás. Tras "andurrear" por entre ellas, tomó la vereda hasta la pequeña construcción, junto a Tariq, el cual andaba ya registrando el interior. Había allí dos sillas, una especie de altar (aunque con un hueco por debajo, es decir, estaba alzado dicho altar en sus extremos), que no era sino la mesa donde se velaban los cadáveres. Et también había como una pequeña taquillita, un cajón que abríase como un sagrario, pero de madera. En su interior encontrábanse vendas y un cuchillo (limpio y en buen estado), que servía para limpiar la sangre o hacer incisiones a los cadáveres de querer buscar algo (las autopsias de la época).

Claro que, Tariq, con un gran afán de búsqueda, observó que bajo el altar, en el hueco, y sobre el suelo había una notita. El musulmán la tomó y comenzó a leerla. Potencio le miraba con sorpresa, tanto por el hallazgo como por no saber leerla, pero... ¿Acaso Tariq sabría leer?

Se acercó al escrito

- A ver déjame ver que tu no sabes leer cristiano -viendo que eran letras, reccordó una vez en Zamora cuando era muchísimo más joven e intentaron enseñarle a leer, sólo asistió el primer día a ver al maestro. Se aburrió tanto que tuvo que emborracharse más de lo normal al acabar la lección - hummmm.... esta escritura es muy rara, no está bien hecha. No, el que ha escrito esta soberana mierda es un poco inútil. Quizás haya alguien en el castillo que esté acostumbrado a letras tan burdas y sea capaz de descifrarlo- obviamente Potencio no sabría reconocer ni la A.

-Non en el castiello -le dije a Potencio-. Lo inseñaremos a la Jimena et a la Pelaya, que seguro que alguno de esos dos maricones sabe leer. Vamos al pueblo; si non son llegados todavía los otros, pesquisaremos por allí, pero el papel te lo guardas et non lo muestres a nadi.

Aprender a leer, vaya pérdida de tiempo. No me extrañaba que Potencio no tuviera ni idea, por mucho que disimulara. Sin dudarlo le cedí la tenencia del papel, que si algo comprometido decía, no sería yo quien lo llevara encima.

Poniéndose rojo de vergüenza, el pobre Damián recordó el episodio de la comilona en el castillo.- Verá, mi Señor. Creí que sería más fácil de encandilar. No sé si porque venía sucio del viaje o porque no le gustan los chicos, pero muy buena cara no me hizo la chica esa.- Tosiendo nerviosamente, decidió cambiar de tema.- Yo más bien me refería a los guardias del portón o a los vigías de la torre, por si hubieran visto algo, mi Señor.- Precisó solícito el joven adolescente.

PNJOTIZADO.

¿Y a quién sugieres? -dijo preguntándole a su pupilo-. No se si convendría meter más baza en los asuntos de aqueste castillo; es más, ya viste a los criados, que aparte de huir de tí -le dijo con cierta jocosidad-, andan todos muy prudentes por lo de la esposa del señor.. ¡Ay, vaya lio!

Entonces me interné con mi criado en el castillo, pues en estando en la plaza de armas con todoas las miradas de los soldados de guardia sobre nosotros, que no sería menester el actuar.

Damián meditó seriamente sobre el asunto. Estaba claro que su Señor Pelayo le estaba dando un voto de confianza, y no quería defraudar. Rememorando las caras de la gente del castillo le vino una en mente.- Mi Señor.- Le dijo.- Estando en la habitación, cuando Fulgencio irrumpió con falsas acusaciones, hubo un criado que tuvo la osadía de contrariarlo, advirtiéndole de su error al decirle que no habíamos salido en toda la noche.- Pensando en cómo podían plantear el asunto, propuso.- Tal vez este criado esté en buena disposición para con Vos, pues sabe a ciencia cierta que no somos culpables más que de dormir a pierna suelta. Y si él no vio nada, seguro que a través de él podríamos llegar a hablar con alguien de confianza del servicio.-

Observando el patio de armas, añadió.-Como Vos bien decís, tampoco no creo que saquemos mucho en claro del castillo, pero debemos asegurarnos al menos si alguien vio movimiento en el cementerio o si alguien salió del castillo. Luego, si no tenéis inconveniente, claro está, podríamos ir a Montepenares a ver qué se cuece.- 

Pelayo se rascó la barba durante unos segundos. Aquel muchacho pensaba rápido lo que le sacaría de más de un apuro en el futuro. Quizás su consejo no sirviese ahora de nada pero no perdían nada por hacerlo como él decía.

-Está bien muchacho, hablemos con él antes de bajar a Montepenares. Si parecía tener buena disposición y tu pareces muy listillo últimamente. Como bien sabes no me gusta darme aires de nobleza pues tan solo soy un caballero que nunca debió ser tal... pero se me ocurre que, ya que te veo con la lengua suelta, tu seas mi voz de aquí en adelante mientras hablemos con la gente de baja cuna en el castillo o el pueblo-el caballero sonrió. Aquello le premitiría comprobar la manera de comportarse de su pupilo cuando se le daba mayor rasponsabilidad y además el muchacho estaría encantado de ser un poco más importante.