Partida Rol por web

¿Vos creeis que encontraremos a alguien acechando en la ruinas ?- dice el caballero mirando al padre Candido , un poco dubidativo- podriamos volver a dividirnos si es asi, pero quizas seria mejor no volver los mismos  a los mismos lugares puede que las habilidades de cazador del gallego encuentren algo que se nos ha pasado en las ruinas.
 

- ¿Qué edad tiene tu hermana, Inés? -la voz de Moraima sonó en medio de la discusión, mientras se arrodillaba frente a la chica.

Seguramente si su hermana era una niña habría sido una trampa para pillarlas, la verdad es que no parecía muy difícil el encargo como para pagar por él.

- Pasando lo que está pasando y más estando solas, no deberíais aceptar encargos de este tipo. Podíais haber pedido ayuda a alguien. Y para recolectar plantas, deberíais haceros con una buena herramienta, o vuestras manos sufrirán en el intento. Sé de lo que hablo, yo también recojo plantas para diferentes labores -le guiñó un ojo amistoso.

Moraima observó también la reacción de la chica al hablarle de las herramientas para recolectar plantas silvestres. Cómo bien le había dicho a Don Jimeno hacía un momento a la vera del río, tenía demasiadas preguntas e ideas dando vueltas por la cabeza, así que cualquier aporte sería bueno.

—¡Paréceme bien Chenaro! —contestóle el gallego, tornó entonces buscando a Elvira y sugerióla de marchar cuanto antes para ir adelantando trabajo:

—¿Elvira? Marchemos a facer lo nuestro por si algo se les pasó como ha sugerido Chenaro, que parece que por aquí no hay mucho más.

Mientras comentábais qué hacer (Chenaro, Bras y el padre Cándido), que Moraima habló a Inés.

Mi hermana es algo mayor que yo, unos dos años -dijo la joven-. Claro que podría haber pedido ayuda... pero pedir ayuda para recoger Doradilla -aclaró la chica-, la cual crece en bastantes sitios, sería perder dineros por ser una acomodada, cosa que no soy. Entonces la chica, ante las palabras de Moraima, le enseño sus manos.

Pues no, helas aquí, la Doradilla sale bien de la tierra, y crece entre arbustos si una sabe dónde buscar -añadió-. Hacía unos minutos que la joven ya había preguntado por marcharse, y ahora volvió a insistir.

Tan sólo sabías el nombre de aquella planta ("Doradilla") por las explicaciones de Inés. No la habías tratado tú nunca, pero habías escuchado que muchos tipos de plantas arbóreas se utilizaban para usos mágicos. Era probable, si uno sabía bien, que ello fuera ingrediente para un hechizo, pero no estabas segura de ello.

Idos si queréis, Inés, pero tened cuidado de con quien andáis y con quién habláis, tú y tu hermana -replicó Beatriz a la joven-. Ruego estés atenta, como estos hombres están, por si ves algo inoportuno. Y no volváis a hacer caso a menajes de esa forma -se refería a la nota recibida-.

Tranquila, Beatriz, así lo haré, ojalá vuestro chiquillo aparezca, y pronto -añadió la chica, ahora más compungida por la situación de sus vecinos-. Entonces comenzó a caminar en dirección al pueblo, mientras el sol de la tarde brillaba en lo alto.

¿Señores, qué van a hacer? -preguntó Sancho, escuchando las propuestas de nueva búsqueda de unos y de otros-. En aún quedan un par de horas, pero luego el sol se oculta enseguida, y no querría importunarles ni hacer que se pierdan por falta de sol. Mi señora esposa y yo buscaremos un rato más a Uberto... -el padre exhalaba y resoplaba con paciencia y una gran carga interior-, pero en breves hemos de regresar.

- Estoy de acuerdo Chenaro, sería bueno que fuera Bras quien fuera a revisar aquello. - dijo en respuesta de la propuesta de volver a separarse y que sea Bras quien con sus dotes de cazador pudiera conseguir observar algo o rastrear a quien o que pudiera estar aguardando recoger las plantas que dejó la tal Inés.

- Yo creo que podría volver junto con alguien más, a revisar la carta que le dejaron a esta pobre chica - refiriéndose a Inés - y su hermana. Quizás podamos averiguar algo más que falte por conocer en el pueblo.

yo por lo menos lo acompañare padre Candido, quiero ver esa nota -le dice el caballero con interes, viendo que poco mas podian hacer por aquellos lares

Mañana seguiremos la busquedad, no se preocupen Sancho y Beatriz  encontraremos su chiquillo tarde o temprano- intento despues darle animos a los padres aunque poco pensaba que podrian hacer sin ninguna pista sobre las desaparaciones

- Vayamos pues a la pesquiza. *Dice Elvira aplisandose la falda tras la carrera, luego se persigna, santigua y ajusta el escote* Haremos bien en mirar con cuidado.

- Me gustaría bajar con ustedes y revisar la nota, pero no creo que Bras deba ir solo por el monte y más si va a anochecer. ¿Bras necesitas a alguien o sería más un estorbo si te acompaño?

Moraima miró alejarse a Inés, con las preguntas sobre aquella planta rondándole la mente. Le sonaba, pero no conseguía ubicarla, quizás podría preguntarle a alguien. Debería empezar a llevar un registro de plantas y usos como hacían sus abuelos, pero el papel era algo demasiado caro y el cuero era pesado para llevarlo de viaje. Pero en algún momento sería necesario, ya que aparte de aquellas que utilizaba a menudo, el resto de plantas era algo que conocía vagamente. Estaba dejando de lado una faceta de sus quehaceres que le sería muy útil.

Quizás con el dinero de este encargo podría comprarse algo para llevar un pequeño registro.

—Me place —contestó educadamente Bras a la morilla—, cuatro ojos ven más que dos. Más sí que me gustaría pediros que no avancéis con tanta ledicia¹ no vayáis a pisar sobre lo pisao... Con calma y tras de mí.

Regresemos pues -sentenció don Jimeno, escuchandoos a todos-. Tened cuidado Bras, y cuidad de Moraima y al revés -sugirió-. No tardeis demasiado en regresar, y antes cualesquier cosa, avisad, os lo ruego.

Y tal que así, tras despediros del cazador y la curandera, éstos marcharon en dirección este, hacia lo alto de las ruinas, mientras que el resto del grupo y los tres vecinos de Vencemoza volvieron siguiendo la orilla del arroyo de la Virtud.

Estábais ya juntos, dispuestos a rondar hacia las ruinas, siguiendo la proposición del Padre Cándido. Sin embargo, que cuando os dejaron ya estábais ambos a vuestro aire, sin la presencia de todos allí congregados. El sol de la tarde comenzaba a morir poco a poco, aunque aún había un tiempo para hacer alguna averiguación o batida, todo sea dicho.

Finalmente llegásteis de vuelta a la aldea. Vísteis la iglesia en el centro del lugar, entre las casas, y allí hallábase el Padre Simeón con un par de tipos (debían ser los alarifes que iban a reconstruir parte de la iglesia, según contó). Por otro lado, Sancho y Beatriz se despidieron de vosotros, no sin antes agradecer vuestra búsqueda. La mujer rompió a llorar antes de meterse en su cabaña, mientras el marido la consolaba. Ginés se metió en otra casa, no muy lejos de allí, no sin antes reiteraros, como si de un tipo anciano se tratara, su obsesión por el hecho de que la tal Inés y la hermana, Jimena, no eran trigo limpio.

Iré a hablar con el padre Simeón, tal vez necesite ayuda o consejo con esos tipos. También querrá saber cómo nos ha ido. ¿Vais todos, pues, a comprobar la nota de las dos hermanas? -preguntó Jimeno, para no dar por hecho nada*-.

Yo tampoco me fio de la muchacha la verdad- dice Chenaro después de las advertencias de Gines, por una cosa u otra aquella chica no le había caído en gracia pero también sabía que no debía dar por hecho que tuviera que ver con la desaparición de los criamos del pueblo.

Si no se preocupe don Jimeno, volveremos na más podamos ver la nota esa que las hermanas dicen, quizás esclarezca algo de todo esto- afirmo a su señor  con toda la intención de partir ya hacia la casa de las muchachas

- No me place a mi tampoco fiarme. La gente que corre, algo trama. Excusa non petita, acusatio manifiesta.

Elvira echa a andar con Chenaro, que es buen mozo, y el Pater.

—Y bien... ¿Andaba usté por allá viniendo de donde decía el Chenaro? —inquiró el cazador para tantear a su compañera a ver qué sabía—. No sé qué higa quería que mirásemos, si está como yo propongo que fagamos lo siguiente: vayamos a las ruinas pues. Estoy seguro que los chiquillos hacen lo que todos, desoír el buen sentidiño y marcarse sus retos de valentía así por allí es un buen lugar para pescarlos si alguien anda con aviesas intenciones.

- Parece que iremos todos a revisar la nota, sí. En cuanto acabemos volveremos con usted Don Jimeno. La aldea no es muy grande, por lo que no nos encontraremos muy lejos - dio una plegaria en nombre de Don Jimeno y marchó con sus compañeros.