Partida Rol por web

- Deberíamos dejarla bien encerrada en su cuarto e intentar custodiar más la llave que su persona. Pero este posadero parece que nos quiere poner la cosas más difíciles. -Se rascó la cabeza pensativo mientras le daba vueltas a otra idea.- Otra opción hubiera sido cambiar de posada, pero ya has pagado...

Yo no pienso dejar a la Perra, hermanos míos... -repuse sacando su defensa de mi interior cuando había sido el primero en repudiar aquel ser-. Que los ojos de los estos hombres que aquí entren la verán como mujer, y tan siquiera se acerquen a ella creyendo que la tienen entre las sus manos, ésta, como can que viene siendo, los morderá, y problemas hallaremos. Y aún si fuese una mujer de verdad, tampoco la dejaría, ¡ni sin llave ni con ella! ¡Pongáis como os pongáis!

Fadrique parecía firme en su determinación.

Es más... ese muchacho al que pagastes, Godesteo, si hubiéramosle preguntado el alojarnos en su casa, a cuenta de monedas con su familia, quizá hubiera aceptado, que las casas de cada habitante a veces hasta son mejor. Si el quedarse con Perra es un problema, me quedaré yo, de custodia, pero no pienso dejarla sóla en esta tan grande ciudad.

Asintió Artal a las palabras de Fadrique.

- Bien, pues vayamos entonces los demás mientras Fadrique custodia a... la criatura.

El aragonés se resistía a llamar Perra al ser que les acompañaba. No terminaba todavía de creer que la mujer fuera en realidad una perra en el cuerpo de una persona. Más pensaba que sería una pobre enloquecida, tal vez porque lo otro era demasiado terrible para ser cierto.

- ¿Y si le buscamos una saya e intentamos cubrir su desnudez? No sabemos lo que nos encontraremos ahí fuera y quizás acabemos necesitando su ayuda.

De momento haré la guardia en el interior, ya me buscaré un método para que el tabernero no diga nada... -decía con suma calma aunque su mente ya hervía en ideas-, asi que os doy la bendición del altísimo y que vaya con vosotros, hermanos.

Así salieron los tres de la posada dejando a Fadrique con Perra. Aun les quedaban unas cuantas horas de luz y, aunque se sentían cansados, pusieron todo su empeño en cumplir la misión que allí les había llevado.

Bien. Una vez habíendose ido mis compañeros el dilema esta servido. No podía tomar partido en la custodia de Perra nada más que yo, y no podría pedir consejo a ninguno de mis hermanos para con asuntos de ésta. Lo primero era llenar la panza, la mia y la suya, aunque las veces que había visto comer a esa "dama" había sido algo digno de contar, muy veraz todo al igual que un verdadero perro...

Señor posadero -le dije-, que ha de saber que nos gustaría comer algún plato de fiabre, no demasiado, antes de ir a los aposentos. Y hará muy bien vos y Dios se lo tendrá en cuenta si nos lo puede llevar a la habitación...

De momento dejé "caer la piedra".

-En seguida les subiré un poco de pan y chorizo para usted y para la señorita. Esperenme en sus habitaciones y en seguida se lo llevaré a cada uno-dijo el hombre remarcando las palabras dando a entender que no quería que estuvieran juntos en la misma habitación pues en su posada no se permitía el adulterio.

Subí arriba, tomando a la perra por el brazo, justo antes habiendo asentido al posadero como si nada. Una vez allí, y antes de entrar en ninguna habitación, me descogué el escudo y lo puse en apoyado en una de las puertas. Esperamos en el pasillo a que subiera el posadero.

Perra te siguió sin oponerse, dejándose llevar y sin moverse demasiado aunque de vez en cuando olfateaba el aire o chasqueaba la lengua, como venía haciendo todo el viaje. 

Después de haber dejado a Fadrique vigilando a la Perra y antes de salir a la calle para comenzar nuestra búsqueda, primero teníamos que decidir cuáles serían nuestros movimientos.

- ¿Por dónde empezamos? No creo que sea buena idea preguntar a todos los que pasan por la calle, aunque... -Alvar se rascó la cabeza como si de esa forma fuera a brotar una buena idea de ella.- A mí no se me dan bien las palabras y soy un tanto torpe para hablar con la gente, pero podíamos preguntar primero al posadero. ¿No creéis?

Artal estaba en su tierra y dominaba el aragonés mejor que el castellano. No era desde luego un gran orador, y era de las maneras rudas de soldado, pero sabía que seguramente él sería el más indicado para hacer de portavoz en las indagaciones.

- Dejad que sea yo el que hable con unos y otros según sea menester, que la lengua de Aragón es la mia y les pareceré menos extranjero a las gentes locales que vosotros. Empecemos por un posadero, sí, pero no este...

Y Artal, dejando todas sus cosas y pertrechos no imprescindibles, se dirigió a la puerta para salir con sus compañeros en busca de información sobre los Polo.

Tranquila... -le decía mientras le acariciaba la cabeza como si de cuerpo de perro se tratase-, resolveremos esto en un santiamén... Y me quedé mirando la escalera, en pos de que apareciera de un momento a otro el posadero.

La calle se internaba hacia el centro de la ciudad. Había mucha gente, más de la que acostumbrabais ver por los caminos y los poblados del norte, pensasteis que había sido buena idea dejar a Perra en la posada y decidisteis daros prisa para informar a vuestro compañero de cualquier descubrimiento. Esos de la compañía de Polo...¿Serían amigos o enemigos?

El posadero subió las escaleras con una bandeja de madera de la que humeaban dos platos.

-Aquí tiene el suyo señor, por favor, señora, ábrame la puerta y le dejaré el suyo en su cuarto-dijo depositando el plato en la habitación de Fadrique, sobre la mesilla que había junto a la cama. El plato que humeaba contenía un caldo bastante simplón, con algunos trozos de verduras aquí y allá y un pequeño trozo de carne que parecía dura como el cuero. pero no se podía negar que olía bien y que después de tan largo viaje no vendría mal una comida caliente.

No, no, señor -le dije al posadero mientras dejaba mi plato en mi cuarto-. ¿No ve a la chiquilla que no está bien? -intenté que viera locura o torpeza en la viveza de lo que realmente era, un perro-. Ya le dijimos que casi la violan en un camino, asique no tendrá ni tiento para abrir la cerradura... Hasta que vengan mis compañeros, que como verá salieron, estaré con ella. Por favor, coja mi plato y métalo aquí, traiga el otro, que yo le ayudo, mientras abre la puerta.

De momento esperé a ver su respuesta, pues todo podría andarse.

El hombre te miro con desconfianza durante unos instantes y luego chasqueó la lengua.

-Está bien, pero no hagan ruido. No quiero que se arme un escandalo en mi casa, ¿me ha entendido?-dijo metiendo poniendo el otro plato en la mesilla-cuando terminen de comer, dejen los platos fuera y yo los recogeré.

Godesteo respiró aliviado al ver que el buen Fadrique se quedaría cuidando de Perra.Confiaba en él y en sus excelentes habilidades de combate por si llegaba a ocurrir alguna desgracia.

Tras esto, ahora tocaba recorrer la ciudad, y para ello dejaba todas sus esperanzas en Artal, pues el buen aragonés conocería mejor que todos ellos el trato y la lengua de estas gentes.Así que sin más dilación sigue a sus amigos por aquellas calles sin duda más transitadas que todos los pueblos y caminos recorridos con anterioridad.Se notaba que estaban en una gran ciudad, y con ellos habrían grandes problemas, como quizás lo serían los Polo.

-¿A donde nos dirigimos querido Artal?- preguntó aún intrigado por el posadero al que se refería.

A su pesar dejó los pertrechos en la posada al lado de los de Artal, sabía de sobra que no era buena idea ir paseándose por una ciudad tan grande con las armas visibles ya que eso podía acarrearles más problemas que soluciones.

- ¿Tienes en mente alguna posada en concreto o vamos al albur?

Está bien, haremos como manda -le dije pacíficamente-. Venga, entra -le dije a Perra como si me entendiera fingiendo delante del tabernero-. Y nos metimos dentro. Una vez allí, dejé que el animal olisqueara la comida antes de comérsela.