Partida Rol por web

Artal llevaba el libro, así que se apoyó en la pared al lado de la puerta mientras con ojos escrutadores observaba a la gente pasar, intentando determinar si alguien les observaba.

- Dejad al posadero unas monedas extra que le pongan de nuestro lado si tiene que responder a preguntas luego de que nos marchemos...

Godesteo sin más dilación, entra en la posada sacudiendo su bola de monedas sobre su mano, debía cumplir su cometido mientras el resto recogía todas las pertenencias.Acude al posadero y le explica la situación recalcándole el deber que llevaría consigo si aceptaba esas monedas.No podían permitirse ser seguidos ahora que se les planteaba la gran dificultad de desenmarañar el problema del libro.

Fadrique y Godesteo entraron apresurados a la posada. El posadero casi no tuvo tiempo de preguntarles pues subieron corriendo y cogieron todo su equipo y el de sus compañeros. El posadero los miraba con mala cara, pero esta se suavizó cuando los maravedís resonaron sobre el mostrador. El hombre los recogió rápidamente y se despidió de ellos como si de otro cliente cualquiera se tratase. Parecía lo suficientemente ávaro como para saber que las monedas se las ganaba por su silencio claro que sabíais que no os podríais fiar de él por lo que tendríais que salir de allí lo más rápido posible. La ciudad no era segura y os quedaba mucho camino hasta la sierra de Aralar.

Cuando Fadrique y Godesteo salieron de nuevo a la calle al fondo de ésta se escuchaba algo de revuelo, seguramente acababa de llegar el merino con sus hombres al lugar. En realidad no había pasado ni siquiera una hora desde que habíais entrado en aquella trifulca.  Pero por si fuera poco la Vera Lucis no queríais también que os cerrasen las puertas de la ciudad y no os dejasen salir. Debíais daros prisa.

Nada más salir, sin ni siquiera torcer la vista hacia el posadero, entregué a mis compañeros las armas, y me puse delante de Perra. Algo hacía que me preocupase por ella más de lo normal, quizá al fin y al cabo le había cogido cariño (Perdóname, Señor...).

Será mejor que nos internemos en las callejuelas -propuse-. Dar un rodeo, o dos... ¡o tres! siempre es mejor que ir por avenidas anchas. Cuando salgamos de aquí, me gustaría que alguien me explicara qué ha pasado ahi dentro realmente, cómo os habéis metido en la trifulca.

No estaba enfadado, sólo que me gustaría obtener una explicación de lo ocurrido.

Godesteo sale de la posada y agarra sus pertenencias de las manos de Fadrique.Se las coloca como puede y se apresura a dar su opinión y aclarar la sitiación.

-Tendréis la explicación querido Fadrique, pero como ahora bien decís, mejor dar un buen rodeo- explicó dispuesto a salir apresuradamente en cuanto sus amigos se prepararan.

Mucho más seguro con su arma encima se dispuso a salir a toda velocidad de allí. Corrían el peligro de que los encontrasen y tenían que llegar a las puertas de la ciudad antes de que las cerrasen.

- Debemos darnos prisa, ya habrá tiempo para explicaciones cuando nos encontremos a salvo.

Se colgó el aragonés la impedimenta y cuidó de que sus armas quedaran a mano por si había que blandirlas en el transcurso  de la apresurada salida de la ciudad. Con ojos en la nuca, anduvo con sus compañeros callejeando por el barrio en dirección a la puerta oeste por la que habrían de salir.

- Será mejor que andemos en silencio. No sea que oídos poco amigos escuchen lo que no deben...

El grupo, seguido por perra a la que habían conseguido cubrir con una capa, se internó entre las calles. Por suerte para ellos las puertas de la ciudad no estaban muy lejos y no tuvieron que dar demasiados rodeos. Apenas habían tenido tiempo de vestirse adecuadamente y salir de allí pues ahora que tenían ambos libros sabían que sus enemigos de la Vera Lucis intentarían algo.

Al llegar a la puerta, que ya era noche cerrada, el guardia que había en ella les dio el alto.

-¿Quien va?

Santo Dios... -pensé mientra contemplé el portón cerrado- ¿Qué hacemos? -preguntando a mis compañeros-.

Fadrique era un hombre de acción, y más bien la improvisación no se le daba demasiado bien. Señores -continué-, ¡digámosle que somos el correo de algún magistrado de la ciudad, y que requerimos salir! ¡Rápido!

Parecía que todo iba viento en popa hasta que se encontraron el portón cerrado.En un primer momento, el corazón del noble se encogió, atemorizado por la idea de pasar allí la noche y evitar a los Vera Luci, pero como bien dijo Fadrique, debían pensar algo rápidamente.Godesteo se adelantó un par de pasos y alzó la voz lo suficiente como para que el guardia le pudiese escuchar.

-Aquí Godesteo de Aragón, importante noble y caballero de la órden Montesa.He aquí mis hombres y amigos.Nuestra misión es llevar información privada y correos varios del ilustre magistrado de esta ciudad a la mía, Aragón.El requisito fundamental es la rapidez y la presteza, así que le agradecería si nos dejara pasar pues nuestra no es sólo la prisa, sino también la del magistrado- le voceó rápidamente con lo primero que se le ocurrió.

El soldado se quedó sorprendido y os observó durante unos segundos, pero parecía que el blasón y el porte de Godesteo era suficiente, o quizás os vio las armas y no quiso tener un altercado con vosotros.

-Disculpad mi señor, es mi deber preguntar cuando cae la noche-se fijó en Perra pero suponiendo que sería alguna prostituta no hizo ningún comentario para no ofender al noble- tened cuidado en el camino, son peligrosos a estas horas-advirtio mientras se apartaba para dejaros paso.

Dios te acoja en el futuro, mi buen Godesteo -le dije cuando nos hubimos alejado lo suficiente saliendo de Çaragoça-. Aún me quedaban dudas del par de libros, de la batalla, y sobre todo... de a dónde íbamos... Tras unos instantes avanzando, saqué el odre y se lo puse a Perra en la boca. Sin duda alguna que le vendría bien un poco de agua antes de guiarnos por senderos limpios.

Artal paso rápidamente frente al guardia con gesto serio y ceño fruncido, pero en cuanto rebasó al miliciano y estuvieron fuera su gesto cambió y se tuvo que llevar la mano a la boca para contener la risa.

-  Godosteo de Aragón... camino de la ciudad de Aragón... -se reía entre dientes el aragonés. Habéis estado rápido con la lengua y afortunadamente corto de seso el guardia... pero las puertas se nos han abierto y aquí estamos camino de casa, en mitad de la noche, pero camino de casa...

La torpeza del guardia ante las imperiosas palabras de Godesteo fue lo que les salvó de permanecer toda la noche en la ciudad. Alvar pasó a su lado con gesto serio y le dedicó un movimiento de cabeza a modo de despedida. Cuando por fin se vio en el exterior un suspiro de alivio apenas audible brotó de su pecho.

- Parece que la suerte nos acompaña en este viaje, espero que siga así hasta ver finalizada nuestra misión. -Más relajado le dio un golpe en el hombro a su compañero.- Godesteo, que Nuestro Señor guarde por muchos años tu labia.

El grupo parecía relajado y tranquilo. Caminaban rápido para alejarse en lo posible de la ciudad, habían acordado no descansar hasta que la luna hubiera pasado la parte más alta del cielo y así lo hicieron. Marcharon presurosos con perra delante durante un buen trecho hasta que, varias horas después, se vieron obligados a parar y descansar. 

Apenas había pasado 30 minutos cuando perra, a cuatro patas, empezó a gruñir y enseñar los dientes hacia la oscuridad de la noche, justo en el lugar por donde habíais venido.

Miré a Perra, e instintivamente miré hacia atrás. No había que ser un lumbreras para deducir que alguien podría estar siguiéndonos ¿Habrían dado la alarma al notar que ningún magistrado usaba sus hombres y los hacía salir en plena noche? Tal vez fuera aquello, o tal vez no...

Señores -dije-, debemos estar atentos.

Godesteo reía con sus amigos tras la casi humorística conversación aunque sin duda perspicaz con el guardia del muro.Por fin avanzaron y se alejaron de Çaragoça, pero sin embargo como ya se temía, los Vera Luci no se rendirían tan fácilmente.Perra había detectado algo y su instinto le decía que posiblemente serían ellos.

Desenvaina su filo lentamente prestando atención al entorno y más cuando Fadrique refuerza esta acción con sus palabras.Sus ojos se trasladaron a sus rabillos, mirando a sus espaldas intentando divisar algo en la oscuridad de la noche.

Artal se puso en guardia y al punto en el que se puso de pie tenía el hacha en la mano. Miraba hacia la oscuridad escrutando con ojos entrecerrados mientras daba unos pasos al lugar donde descansaba su escudo y se apartaba de la luz de la hoguera para no ser blanco fácil de flechas o dardos...

De insensatos era pensar que les fueran a dar algo de tregua. Perra había detectado algo y no paraba de gruñir, quizá sólo fuera un animal pero no se podían arriesgar, la mujer se había puesto a enseñar los dientes mirando hacia la parte del camino que acababan de recorrer y eso no parecía presagiar nada bueno.

De su oído no se podía fiar pero sí de sus ojos, y Alvar escudriñó la oscuridad de la noche por si descubría algún movimiento que le pudiera indicar a qué le estaba gruñendo perra.

Alvar pudo observar un grupo de personas moviéndose tratando de rodearlos. No podía distinguirlos pero probablemente fueran miembros de la Vera Lucis, los mismos que vestían de negro y que les habían perseguido tratando de robarles el libro.