Partida Rol por web

Faliar se levantó, enmudecido. La piedra ya no vibraba, pero aún tenía algo dentro. Inconscientemente, se la guardó en el bolsillo. Luego miró a Nahia, se acercó a ella, se mantuvo inmovil unos segundos, sin decir nada. Quiso tocarla, pero no pudo hacerlo.

- Yo...lo....siento.... No....me....acordaba... No.... sé....que pasó....

Y si Nahia era su hija, entonces su esposa...

Faliar se giró y salió corriendo de la catedral. Tenía un funeral al que asistir

La mujer se giró hacia Faliar, y le dijo con palabras suaves. 

Tranquilo, acaba de amanecer. Estarás allí para el funeral, no creo que sea ahora mismo, incluso dudo si alguien se ha enterado de su muerte. 

Luego calló y su vista quedó fija en el mago.

Faliar empezó a tranquilizarse. Las palabras de la mujer tenían un efecto realmente narcótico. Es como si realmente no hubiera nada que temer a su lado. Pero, la mente del mago recibió un toque. Algo que sólo él pudo oír, pues los labios de la mujer no se movían, y el sonido venía diréctamente de su mente.

-No te preocupes. Tú no tienes culpa de nada. Has hecho todo lo que has podido por proteger esta isla. No tienes que sentirte mal. Es más, tendrías que alegrarte, pues has encontrado una hija. 

Realmente no podía ni moverse cada vez que Seline hablaba o le miraba; así de embriagadora resultaba su presencia.

- Pero...yo....

Cayó de rodillas al suelo y se apoyó sobre las manos. Luego golpeó dos veces el suelo con rabia. Y luego simplemente se quedó allí, en esa posición.

Llorando.

Irónico que lo que en el mismo sitio en el que antes había sentido una alegría inmensa, ahora se estuviese sumergiendo en la más amarga de las tristezas. Pero duró poco. Poco a poco, se fue transformando en un extraño aletargamiento, inducido por la melódica voz de Seline. Al final, simplemente se quedó en silencio.

Embobada, mirando la figura de Seline, la chica no supo hacer otra cosa más que parpadear un par de veces, y respirar profundamente. Sentía como toda la alegría que Cavalcanti se había tragado durante todos esos años, saliera a la luz, hinchando los corazones de los allí presentes. Luego, contestó las preguntas del grupo, con más precisión si cabe. Y además, contestó preguntas que no habían sido formuladas, preguntas que dormían en las mentes del grupo.

Suspirando profundamente, se atrevió a hablar.

-Y... ¿yo? ¿Hay algo para mí?

Seline miró, compasiva a Catherine.

-Tu futuro es realmente incierto. Te esperan grandes cosas, como a todos, pero soy incapaz de ver nada en los hilos del destino. Tus padres murieron hace mucho, tu padre murió por culpa de la inquisición, y tu madre murió aquí, presa de una gripe. Lo siento.

Aunque, puede entrever en tu futuro una condesa, un reino oscuro... No sé qué significa, ni qué relación tiene contigo. Lo siento.

Quint dió un paso hacia Seline y se apresuró a preguntar.

-Espera, ¿puedes ver nuestro futuro? Entonces, ¿Puedes decirme hacia dónde tengo que dirigirme para encontrarme con otro dem... otro ser como Galael?

-También quiero saber qué es Tol Rauko. Empiezo a dudar que fuera algo como lo que me imaginé en un principio... Y también qué es esta extraña catedral.

-No sé a qué te refieres con esta catedral. Sé que es una estructura antigua, más incluso que yo misma. Pero no puedo decirte nada más. Eso sí, este lugar es una zona en el que la línea que separa la vigilia de vuestro mundo se desdibuja. De hecho, el piso superior es realmente ese mundo.

En cuanto a Tol Rauko, supongo que deberías saberlo, pues pertenecen a tu mundo. Hombres obsesionados con lo sobrenatural que se dedican a capturarlo y guardarlo. No lo temen, lo necesitan, lo "protegen" a cambio de privar de la libertad. No sé quienes son mejores, si la inquisición, o ellos.

Miró a Quint intensamente, y sus pupilas se dilataron.

-De nuevo, vuelvo a fallar. Ver en los hilos del destino no es tan fácil como piensas. Veo grandes cosas, como con los demás, pero nada particular. Siempre sois vosotros mismos los que tejéis vuestro destino, yo, si es que veo algo sólo soy capaz de ver los hilos principales, aquellos alrededor de los cuales se forjará la historia. No veo el futuro, lo siento.

Nahia no entendía que es lo que pasaba, primero le desconcertó y a la vez le alegró que su padre pudiese escapar, ¿y de pronto Faliar se le acerca para pedirle perdón?¿Perdón por qué? Si creía que el hecho de que Catherine ahora estuviese más pendiente de él que de otra cosa, sinceramente, sí le había dolido un poco, pero Catherine era su amiga no su madre, no era verdadera responsabilidad suya el cuidar de ella. No la necesitaba, había demostrado ser completamente capaz de cuidar de ella misma.

Su madre...Había pasado tantas veces aquella última imagen de ella muerta por su joven mente, que empezaba a parecer más un sueño, mejor dicho, una pesadilla que una realidad. Mmmmm.. ¿Sería ese el funeral al que debía asistir?¿Pero que relación tenía el con su madre? Es cierto que habían descubierto que Faliar había sido un habitante de Córvinus, que logró escapar...

¡Quizás conocía a su padre! ¡Quizás escapó junto con él! ¡Puede que fuese un amigo de su padre! Y... ¿era entonces por eso por lo que se había disculpado? ¿Porque él había visto o sabido del destino de su padre lejos de su hogar? Pero si se disculpaba..no podía ser bueno.

Mientras pensaba todo esto el tiempo pasaba sin que se percatase de ello. Se acerco a Faliar y le preguntó directamente:

-Me has dicho que lo sientes ¿Por qué? Dime la verdad ¿Conociste a mi padre? Se llamaba Fredo.. ¿Te suena?

Una pequeña llamita de esperanza prendió en el pecho de la joven impaciente por ante aquella respuesta.

Aaron miró dubitativo a Seline, frente a ella, y a Xerine, que salía tras él. Después de un largo rato pensando que sería lo mejor (Si quedarse a escuchar lo que la señora de las pesadillas tenía que decirles o ir tras la música) decidió que aquella conversación no le incumbía en absoluto.

Haciendo un gesto vago, abandonó la iglesia.

Faliar levantó la vista para mirar a Nahia. Claro, la muchacha no se había dado cuenta... ¿Como se lo iba a decir? ¿Cuantos años tendría la última vez que la vio? ¿Cinco quizás?

Se levantó del suelo. Bueno, ella merecía las respuestas tanto como él. La sujetó por los hombros con suavidad, y la miró a los ojos

- Nahia, tu padre te entretenía con acertijos y rompecabezas, ¿verdad? Y esa flauta... te la hiciste tu misma... cuando eras muy pequeña. A partir de una rama de árbol, ¿no?

No entendía muy bien a que venían aquellas preguntas, ni que relevancia podrían tener para lo que le había dicho, pero aun con cara de extrañeza contestó:

-Mmm...Sí ¿Por? ¿qué tiene que ver?

Faliar tragó saliva. Si, ya no había duda. Exactamente como lo había recordado. Al principio había pensado que, dado el parecido, quizás Nahia fuese alguna prima, sobrina, hermana... A fin de cuentas, la muchacha tenía 15 años, y él no pensaba que tuviese más de 25. No le salían los cálculos. Pero luego se dio cuenta de que realmente no sabía que edad tenía él. Y bueno, aquella piedra ya le había revelado todo lo que necesitaba saber...

- Nahia... Tu padre... está vivo... Pero... no se acordaba de ti... No se ha acordado... hasta hoy...

-¿Hasta hoy? ¿Cómo que hasta hoy?

Esto cada vez era más incomprensible, ¿Cómo sabía que que hasta ese día no se había acordado de ella?....Un pensamiento fugaz y absurdo pasó por su mente tan efímero y ridículo que igual que llegó se fue.

-¡Explícate Faliar por favor! Esto es importante, al menos para mí.

Bien, ya era hora de dejarse de rodeos.

- Lo siento, Nahia... No sé por que me marché... Me borraron la memoria, y hasta ayer, cuando te volví a ver, no había recuperado ningún recuerdo estable... Pero ahora ya lo sé... Esa piedra... contenía parte de mis recuerdos...

La miró a los ojos con más intensidad que nunca. Una mirada mezcla de miedo y esperanza a partes iguales

- Yo... soy Fredo. Soy tu padre, Nahia

La sorpresa impulsó a nahia unos centímetros hacia atrás. Sus ojos se volvieron más grandes y no hacían más que mirar a aquel hombre una y otra vez buscando algun rasgo que le resultase familiar o confirmase todo lo contrario. Sus ojos eran verdes, bueno ¿y que? Mucha gente de la isla también los tenían verdes. es cierto que se sentía bien a su lado, pero...

-¿Qué? No! Tu eres Faliar, un guerrero y mago.

Seguí perdida en los ojos de aquel que decía ser su padre, una sensación de deja vú  le vino a la mente, ella había visto esos ojos antes. Estaba contenta, esperanzada de que eso fuera realidad y no sólo una invención de alguien que buscaba un pasado.

- Faliar..o Fredo o quien seas..¿De verdad tu eres mi padre? ¿De verdad nos ......me recuerdas?

Faliar siguió mirando a Nahia, con la misma intensidad

- Si, ahora si. Recuerdo como te entretenías con los acertijos y pasatiempos que te ponía, y como tocabas aquella flauta hecha por ti misma con tanto esmero. Como te escabullías para ir a jugar con Catherine. Como siempre... corrías a abrazarme cuando volvía a casa. Y también recuerdo cuando me marché en aquel barco, y como tu me llamaste y me pediste que no me fuera. Tenías solo cinco años entonces. Fue... la última vez que nos vimos. Hasta ayer...

Faliar derramó una lágrima

- Diez años, Nahia. Diez años...

Con cada nueva frase que decía Faliar los ojos de Nahia se iban llenando más y más de lágrimas. Todas y cada una de sus palabras relataban parte de su pasado, realmente era él. Su padre estaba vivo y ahora enfrente suyo. No pudo más y nada más acabó de pronunciar la última palabra, un torrente de lágrimas brotaron de sus ojos mientras impulsivamente se lanzó a sus brazos. 

- ¡Papá! ¡Papá! ¡Eres tú! ¡Estas vivo, de verdad estas vivo y has regresado! ¡Estas aquí, conmigo! ¡No nos has abandonado!

Estaba feliz, muy feliz, tanto que no se dio cuenta que había incluido a su madre en la ultima frase. Pero era lógico, tras diez años...por fin podía volver a abrazar a su padre.

Faliar abrazó a Nahia con todas sus ganas. Tenía miedo de que la muchacha le rechazase, que no quisiese saber nada de él. A fin de cuentas, las había abandonado a ella y a su madre. Y su esposa estaba muerta... por su culpa. 

Pero no había sido así. Se había lanzado a abrazarle. Le había aceptado. Le había creído. No pudo contener las lágrimas. Había recuperado una parte de su vida.

- Lo siento pequeña, lo siento... No volveré a dejarte sola

Sólo sabía sonreir. Se quedó unos instantes quieta, disfrutando de cada segundo que pasaba entre los brazos de su, sí ahora lo podía decir, su padre. Luego, cuando ya se hubo tranquilizado un poco, tenía aún algo que preguntarle. Se separó un poco de él sin dejar de abrazarle.

- Papá, ¿porque te fuiste? ¿que hizó que nos dejases aquí y que luego nunca regresases?

Le miraba a los ojos, quería ver si su respuesta era sincera.