Partida Rol por web

Cuentos infantiles... aprendizaje básico...

No hacía falta que Matrika explicara qué había visto ahí bajo, sus intenciones eran claras. Pero esto añadía una preocupación más a la mente de Marcelllette: ¡iba a llevar los libros a los suburbios!

Sin duda no llegarían de vuelta en las mismas condiciones... si volvían. Aunque...

Si no le dejaba llevárselos, estaba negando cultura y educación a niños. Si le dejaba llevárselos, estaba incumpliendo con sus deberes de bibliotecaria.

Ahhh, este era el punto en la vida de una persona en que su decisión podría cambiar todo lo que estaba por venir.

Marcellette podía imaginar a Gregory despidiéndola por no evitar que Matrika se llevara esos libros a los suburbios. Era una imagen aterradora... que no se daría nunca.

"Lo siento de nuevo Greg, te vuelvo a fallar. Aunque esta vez deliberadamente."

Marce entonces pone una mano encima del hombro de Julia y con la otra le coge su mano, para apartarla de los libros.

- Vamos Julia, no pasa nada. Matrika está tomando prestados en los libros, como cualquier ciudadano puede hacer...

Mira entonces a Matrika.

- ...y cualquier persona debería poder. Por favor Matrika, dales un buen uso y cuídalos bien. Y donde vayas... diles que en Cele no somos monstruos.

Julia mira a Marcellette algo confundida ante aquella acción, aunque no opone resistencia. Matrika mira a Marcellette sorprendida y parecía que con una chispa de esperanza en sus ojos. Sin embargo, cuando habla lo vuelve a hacer con seriedad. 

- Eso puede que sea complicado a estas alturas... Pero quizás pueda convencerles de que hay una chispa de esperanza aún en algunos de sus ciudadanos. - Entonces se vuelve a acerca al mostrador, sin perder de vista los movimientos de Julia, al igual que Julia no la perdía de vista a ella. Coge la pila de libros y se aleja un paso. - Y nos te preocupes, los cuidaré, y tengo pensado devolverlos tan pronto cómo dejen de ser de utilidad. Así que... Gracias, supongo. Y adios. - Se da media vuelta y se marcha por fin por dónde había venido. 

Julia suelta un gran suspiro una vez que Matrika ya ha desaparecido por la puerta. Entonces se apoya con ambos hombros en el mostrador, al lado de Marcellette, sin apartar la vista de la puerta. 

- A veces eres demasiado blanda, Marce. - Dice algo decepcionada. Entonces se gira para mirarla, había cierta sensación de arrepentimiento en su expresión. - Sin embargo... Supongo que yo también me he dejado llevar más de la cuenta. - Vuelve a mirar a la puerta y vuelve a suspirar. - Es sólo que no tolero a criajas cómo esa... Piensan que el mundo sólo gira alrededor de aquello que les preocupa y olvidan el resto.

Marcellette también suspira con fuerza.

- Sí, lo sé. Matrika es una de esas criajas, por desgracia para el pobre Gregory. Pero... he visto los libros que llevaba y... bueno, algo en mi ha querido que se los llevara.

Marce saca entonces su libreta del registro y apunta la lista de libros que se había llevado Matrika. Mientras tanto dice:

- Quizá no sea la mejor manera de proceder la de esta chica, pero tiene buena intención.

Y al final cierra la libreta.

- Aunque es una lástima que de buenas intenciones no se viva.

- Ya. - Le da la razón Julia. - Con esa actitud de poco valen sus buenas intenciones, si le preocupa más lo que le pase a unos desconocidos que dejar morir a su abuelo de pena... - Vuelve a fruncir el ceño asqueada. Se incorpora cómo si la hubiera activado por obra de un resorte y de pone a un par de metros del mostrador. De pronto, empieza a hacer estiramientos. Hacerlos era algo que solía relajar a Julia, aunque sin duda no siempre los hacía en el lugar más adecuado cómo en aquel caso. Estaba zarandeando los brazos de un lado para otro cuando de pronto añade. - De todas formas, ¿Que piensas tú sobre lo que ha dicho? ¿Crees que somos los malos de la obra de teatro? 

A Marce le gustaba que se lo comparara con una obra de teatro. ¡Por fin algo de lo que entendía! Ahora podría lucirse con una buena respuesta ante Julia.

- Bueno... depende de quién sea el protagonista de la obra. Si el protagonista de la obra fuera de los suburbios, seguramente nosotros seríamos los malos. Si el protagonista fuera Gregory, la gente de los suburbios serían los malos que le han robado a su hija. En verdad depende mucho de la perspectiva en que se mire.

Marcellette se pone entonces a pensar qué ocurriría si suburbios y Cele fuera uno solo, y no le gustaba nada la idea.

- Creo que el éxito de Cele se debe... a que la entrada y salida de gente está muy limitada. Así se pueden controlar los recursos necesarios para la ciudad. Si ocurriera para que la gente de los suburbios viviera con nosotros o con nuestros recursos, la gloria de Cele no sería nada comparada con lo que es ahora. Ya no sería un paraíso.

Finalmente, mira a Julia a los ojos y tarda varios segundos más en volver a hablar.

- ¿Y tu crees que somos malos? Hay gente en los suburbios que se muere de hambre, y nosotros gastamos recursos... en tablets, el teatro o... ¿café?

- Yo no diría malos... - Responde Julia, algo incómoda. Y más segura añade. - ¿Privilegiados? Eso sin duda. Pero por lo que se los suburbios se formaron en los alrededores de Cele después de la construcción de la misma, ¿No? - Si, eso era algo que tenía claro Marcellette después de sus investigaciones privadas. - Nadie dijo en ningún momento que ese lugar era habitable, sólo se lleno de gente que ansiaba entrar en el paraíso. ¿Tenemos nosotros lo culpa de nacer ya dentro de él? - Suspira y hace una pausa, pensativa. Deja de hacer estiramientos. - Claro que tampoco tienen la culpa aquellos que ya han nacido ahí. - Se encoge de hombros. - Es un tema complicado. Pero si de algo estoy segura es que tenemos que agradecer lo que tenemos y no maldecirlo cómo esa cría. 

- Sin duda, sin duda.

Marce finalmente guarda la libreta. Ya había terminado de apuntar esos libros.

- No sé que habría sido de mi ahí abajo. No pasa día que no agradezca estar aquí, y ¡hago todo lo posible por merecérmelo!

Julia asiente. Al parecer satisfecha con aquellas palabras. Entonces mira su móvil con curiosidad y parece que se sorprende al comprobar la hora que es. Mira a Marcellette, con cierta urgencia. 

- Creo que debería ir tirando, tengo un par de recados que hacer que más vale que no retrase más de la cuenta. Luego nos hablamos, ¿Ok? Que vaya bien el resto del día y dale recuerdos a Yayo Greg de mi parte. - Después de que Marcellette se despidiera, Julia sale por la puerta de la biblioteca a paso ligero y una vez fuera, Marcellette puede verla alejarse a la carrera.

Tras la marcha de Julia, Marcellette se queda sola. Los pocos clientes que había en la biblioteca se terminan marchando cuando la hora de la comida llega. Marcellette se encarga de cerrar la puerta, otra de sus pocas responsabilidades, y se dirige a la sala de empleados situada al fondo. Entrar en aquella sala siempre resultaba algo deprimente pues había taquillas en desuso de tiempos en los que en la biblioteca había trabajado más gente. Ahora los únicos que estaban siempre allí eran Gregory y Marcellette, que se encargaban de todo salvo cuando era necesaria una limpieza general y para ello contrataban a un servicio externo. Los pocos beneficios que daba la biblioteca no eran suficientes cómo para permitirse más empleados. 

Marcellette se sienta en una mesa pequeña mesa situada en la sala y comienza a comer en silencio. Normalmente esperaba a Gregory para hacerlo pero sabía que ese día no iba a tener esa suerte. Otras veces incluso Julia se quedaba a comer con ella... Pero de forma general, aquella era su rutina. 

Una vez termina, Marcellette vuelve a su puesto de trabajo y lee en tranquilidad hasta que llega la hora de reabrir. Entonces lo único que hace es abrir de nuevo la puerta, ponerse de nuevo detrás del mostrador y seguir leyendo, pero ahora pendiente de que entrara algún cliente que prefiriera interactuar con un ser humano por encima de una pantalla. 

En este panorama, el primer cliente entra por la puerta. Era un hombre de mediana edad aunque algo desgastado. Por sus pintas era evidente que no era un ciudadano cualquiera, cómo mínimo era parte de la baja nobleza. Y el mismo miraba a su alrededor con curiosidad y nerviosismo, cómo si hubiera entrado en un lugar situado en una dimensión distinta. Por lo menos, a Marcellette no le sonaba haberlo visto entrar nunca en la biblioteca, y tenía una memoria perfecta para ello. 

El hombre ve a Marcellette y saluda con un breve movimiento de cabeza. Sin embargo, tras mirar a su alrededor su vista se detiene en una de las pocas pantallas que había en la biblioteca. Cómo no... Tras lo que se dirige a la misma. Comienza a toquetearla, pero no parece ni que con eso se aclare. 

Bueno, hablar un poco con alguien no me hará daño, ¿no? Al fin y al cabo, es mi trabajo.

Marcellette oculta parte de su cara con el libro mientras respira hondo y se prepara mentalmente para una conversación. Entonces cierra el libro y lo deja sobre la mesa. Se levanta y se acerca hacia el hombre, mientras con la voz más natural que puede expulsar de su boca dice:

- Pe-perdone. ¿Puedo ayudarle en algo?

- Oh, eh, ah... - Dice algo alterado por la repentina aparición de Marcellette, la cuál no había pretendido ser sigilosa. - No, bueno, si, bueno... Creo que me las apañaré. N-no te preocupes. - Y sigue concentrado en la pantalla.

Por lo que podía ver Marcellette era evidente que no se estaba aclarando para nada, o quizás era porque parecía especialmente nervioso. De hecho, sólo estaba usando una mano pues con la otra agarraba una bolsa que llevaba colgada del hombro con fuerza, cómo si tuviera miedo de que se marchara andando por su cuenta. 

Más de cerca, Marcellette también puede fijarse de que el hombre era más joven de lo que parecía en realidad. Eran los signos de cansancio lo que le hacían parecer especialmente mayor. 

Marcellette se inclina para poder echar un vistazo a la pantalla, con lo que queda algo más cerca del misterioso y cansado joven. Con ello, pretende ver que busca. ¡Seguro que le podría decir de memoria dónde se encontraba lo que buscaba!

En un breve vistazo, Marcellette ya puede leer las búsquedas más frecuentes que había realizado el hombre: "Historia de Cele", "Ruinas en el desierto de Glire", "Ruinas bajo Cele". Aunque al parecer ninguna de estás búsquedas había arrojado demasiados resultados. Marcellette era conocedora de libros interesantes en ese ámbito pero eran tan antiguos que ni siquiera estaba catalogados en la base de datos. 

Cuando el hombre se da cuenta de lo que hace Marcellette, se apresura a girarse para tapar la pantalla con su cuerpo. 

- Eh... Esto... - Dice nervioso. - Ya he dicho que... - No parecía demasiado seguro. - No necesito tu ayuda, gracias. 

Marcellette deja de mirar a la pantalla y pone sus manos tras la espalda en una pose inocente.

Satisfecha por saber lo que el hombre buscaba, dice:

- Puede encontrar lo que busca en la sección C.

Señala con un dedo a un cartelito con una gran C entre los pasillos de libros.

- Los libros de esa temática no los tenemos catalogados, así que no los encontrará en la base de datos. Si quiere puedo indicarle unos buenos títulos.

Y la vergüenza se había ido. Cuando Marcellette hablaba de lo que le gustaba, se daba cuenta demasiado tarde de la vergüenza como para sufrirla.

El hombre frunce el ceño, entre sorprendido y contrariado por la eficacia de Marcellette. 

- Ya veo... - Dice con cierta desconfianza. Tras mantenerle la mirada durante unos segundos, parece rendirse y tras mirar a ambos lados habla con discreción. - Lo cierto es... Busco concretamente algo que me hable sobre la existencia de túneles subterráneos y ruinas por debajo de los suburbios de Cele. ¿Hay algún libro sobre ello por aquí? - Y de forma apresurada añade. - E-es para un proyecto personal. 

Lo cierto es que no había nada que hablara concretamente sobre eso, sólo existía el estudio que Marcellette había realizado mediante a juntar piezas de información que había encontrado en diversos libros. Se podía encontrar información sobre túneles que eran utilizados en los suburbios por bandas o ladrones para moverse más rápido o esconderse. Se podían encontrar cosas sobre ciudades enterradas en el desierto de Glire. Se podían encontrar rumores o historias sobre tesoros ocultos en las profundidades o almacenes con antigua maquinaria encontrada por exploradores. Se podían encontrar rumores sobre los misteriosos orígenes de Cele, cómo si hubiera aparecido de la noche a la mañana y nunca hubiera habido nada allí antes.

Pero nada hablaba completamente sobre ruinas debajo de los suburbios de Cele. Era sin duda un tema que hacía tiempo ya que había captado el interés de Marcellette por todo el misterio que lo rodeaba. 

Marce pone una sonrisa de oreja a oreja y junta las palmas de sus manos.

¡Un proyecto personal! ¡Qué agradable coincidencia! Al fin encuentra a alguien que comparte sus pasiones. Aunque por otra parte, a parte de su propio proyecto personal, no había mucha más información. Por esa razón Marce relaja esa sonrisa.

- Bueno, de ese tema específico no hay demasiada información... aunque debo decirle...

Marce se sonroja bastante y agacha un poco la cabeza. Con la cabeza agachada, que casi se le caen las gafas - y se las recoloca con una mano - le mira y le dice:

- ... en verdad yo también tengo un proyecto personal referente al tema. No es mucho, pero puedo explicarle lo que sé hasta ahora. Quizá le pueda dar referencias poco exactas o incompletas, pero alguna hipótesis y una que otra deducción se pueden sacar muchas más cosas.

Entonces vuelve a sonreír y mira al hombre. Luego tiende la mano al hombre, totalmente recta, claramente no relajada, como si fuera un robot:

- Marllecette Durfzis chumo tusgo.

Se sonroja de nuevo, esta vez con mucho más color, y repite en voz algo más alta y lenta:

- Marcellette Fzurdis, mucho gusto.

Por primera vez en todo el rato, el hombre sonríe. Parecía incluso más tranquilo y relaja la fuerza con la que apreta su bolsa. Le estrecha la mano a Marcellette. 

- Thadeus Clamfell. - Dice al tiempo que asiente con la cabeza. - Y si, eso proyecto personal tuyo... Quizás es lo que este buscando. - De nuevo parecía algo nervioso e inseguro. Mira a su alrededor. - Creo que si me dejas echarle una ojeada me harías un gran favor, Marcellette. 

Aunque para algunos pudiera resultar una mala noticia, Marcellette no parece importarle lo que está a punto de anunciar.

- Oh. Bueno, no lo tengo aquí. Podría entregarle una copia otro día. O podría recitárselo. Tengo bolígrafos y papel.

Marce le mira con una sonrisa de oreja a oreja. Quien no la conociera pensaría que era una locura recitar todo el estudio, o que estaba tomando el pelo. Quien la conocía sabía que no solo era posible, si no que lo haría sin pausa ni descanso.

Thadeus mira a Marcellette con cierto escepticismo.

- ¿R-recitarlo? Bueno, imagino que no debe ser muy extenso yo personalmente no he encontrado mucha información sobre el tema... Esta biblioteca es mi último recurso, si te soy sincero. - Vuelve a sonreír, esta vez algo incómodo.