Partida Rol por web

Pontevedra, Invierno de 1351.

Contar como fuiste a parar a esta ciudad de Galicia es una historia que no viene al caso, y que quizá contemos en otra ocasión. Tus planes eran pasar el invierno tranquilamente en esta ciudad, pero motivos imprevistos te obligan a desplazarte a la aldea de Bueu, en la pequeña península de Morrazo. El viaje no encierra excesivos peligros: El camino real va siguiendo la costa y está en buenas condiciones ya que es ruta obligada de carreteros y comerciantes, pues es la única vía de enlace entre las poblaciones costeras de la península.

Como pone el párrafo introductorio a la aventura, estás en Pontevedra.

Te despiertan en mitad de la noche. Se trata de un arriero recién llegado a Pontevedra que, parco en palabras y visiblemente fatigado, te tiende una carta de un viejo amigo asentado en la aldea de Bueu. La carta dice así:

"El Altísimo pone a prueba nuestra fé con una prueba durísima.

Mi pequeña Teresa tiene el diablo metido en el cuerpo y ya no sé quien me pueda socorrer. Su cuerpecito está caliente como un ascua. En sus delirios  pronuncia blasfemias que no ha podido oír de nadie y habla una lengua desconocida. La fiebre debería dejarla postrada pero los primeros días la cama amanecía vacía y encontrábamos a la niña arrastrándose hacia el bosque. Ya no me atrevo a dejarla sola.

Ni el medico ni el sacerdote tienen la menor pista del mal que aqueja a Teresita. Temo que no sea natural y no se me ocurre más remedio que la rectitud de tu fé y porque de no ser bastante, también en tu infancia aprendiste algo de brujerías y maldiciones que quizá sea ahora lo único que sirva para averiguar qué está pasando y  arrancar a mi Teresita de los brazos de la muerte o de algo peor.

... eres mi única esperanza."

... como digo en el hilo de creación de personaje, elige tú mismo el motivo que te mueve a ir a Bueu.

Llevaba varios días Locadio en la muy bulliciosa ciudad de Pontevedra gastándose los muy pocos dineros que tenia en ver donde dormía cada noche. La caridad de las gentes al verle sacerdote y al oirle hablar le abrian muchas puertas y eso le permitia dormir bajo techo la mitad de las noches.

Ya se había alejado bastante de su tierra natal y solo estaba en su memoria el estigma de su pasado. Si le faltaba una mano bien lo podia explicar por haber sufrido un accidente. No entiende como una persona temerosa del altisimo, como el habia sido desde siempre, habia sufrido un castigo tan severo de Dios. Tampoco entendia el porqué del ajusticiamiento de su amigo Zacarias en nombre de Dios. Tanto mal había hecho aquel hombre?. En cualquier caso Pontevedra se le hacia grande acostumbrado como estaba al campo. Ayer un campesino en la taberna le hablo de una pequeña aldea en la ria al sur de Pontevedra donde el párroco del lugar había sufrido un accidente hace meses. Bueu se llamaba el lugar. Locadio pensó que ese podría ser un buen lugar para vivir. Quiza alli intentando iluminar el camino de la fé a otras personas encontrara el suyo propio, o al menos tendría donde dormir a resugardo cada noche. No se hable mas, pensó, mañana mismo salgo para alla....

En la taberna y con un vaso de vino en la mano, conforme el aldeano hablaba la idea de mudarte a Bueu se fue formando en tu cabeza y te pareció de perlas. Pero más tarde, en tu catre, esperando el alba para partir, te pareció que el campesino hablaba con cierto desagrado y no sabrías decir porqué. 

Podrías ir a buscarlo y preguntarle, pero eso te retrasaría, además, no estás seguro de poderlo encontrar. Por otro lado, quizá el posadero, un hombre temeroso de dios que te ha dejado pasar la noche en una habitación de balde por tu condición de sacerdote, te pueda informar sob.

Aunque ¡Que demonios!, quizá lo mejor sea partir cuanto antes que ya Dios sabrá guiar tus pasos.

Barruntando las palabras del campesino en la cabeza Locadio no podia conciliar el sueño. Dio vueltas en el lecho hasta que por fin, rendido, cayo dormido. Al despertarse, decidió ir a hablar con el posadero.

-Buen hombre, buenos dias ante todo!. Perdone que le moleste. Anoche anduve hablando con un paisano de la zona sobre el pueblo de Bueu al que tengo intencion de partir, pues al parecer las gentes de allí han quedado huerfanas de guia espiritual. Sabria vos indicarme cual es la ruta mas segura para marchar para alla? Tengo entendido que es un pequeño pueblo de buenas gentes, no es asi?

No obtienes mucho del posadero ya que no ha salido de Pontevedra en toda su vida. Pero poco a poco la sala comedor se va llenando de viajeros alojados en la posada y otros mozos que llegan a bien a desayunar o bien a entregar unas verduras, un barril de cerveza u otros productos de los que se abastece la posada.

Después de hablar con los parroquianos un buen rato (e invitar a algunos a unos tragos de vino) consigues enterarte que la gente llama a esa región "La península de las brujas". En particular rehuyen el pueblo de Cangas del Morrazo, ya que está dominado por ellas... por suerte, Cangas está bastante alejado de tu ruta. Te avisan, sobre todo, de que no salgas bajo ningún concepto del Camino Real.

Cuando sales de Pontevedra, aún es temprano por la mañana. El cielo está un poco encapotado, y hace bastante frío. Sin embargo, no parece que vaya a nevar. Vas a buen paso. A media jornada de marcha, y tras haberdejado atrás los pueblos de Marín y Mogor, te encuentras con un mendigo, sentado en una roca al lado del camino. Parece alto y fuerte, y tiene el rostro cubierto con una capucha. Empuña un grueso palo, y parece dormitar.

Locadio observa al mendigo en el borde del camino y se acerca a el a preguntarle sobre cuando le queda en su ruta pues no conoce bien estas tierras y quiere confirmar que va en buen camino.

-Perdone que le moleste buen hombre, vengo de Pontevedra camino de Bueu, ¿sabria vos decirme si aun queda mucho trecho por andar?

Al dirigirte al mendigo, este sale de su duermevela. No da muestras de haberse enterado de tu pregunta. Tal vez estaba medio dormido o tal vez ha entendido tu pregunta y la ignora. En su lugar, alza la cara y te dice, con una voz que intenta ser lastimera.

¡Oh viajero!¡Dame una limosna, aunque sólo sea un trozo de pan o un sorbo de agua!¡Hazlo por amor a San Simón, que venció al lobo! 

-Tome hijo- le dice Locadio de forma paternal mientras hecha mano a su zurron y toma parte del pan de su racion de viaje para darsela al pobre mendigo.- Es de ser buen cristiano socorrer al necesitado y compartir lo poco que se tiene con el que tiene aun menos que uno. Espero que este mendrugo de pan sea capaz de aliviar parte de sus necesidades

El mendigo no parece muy satisfecho con lo que le das. Con un gruñido deja el trozo de pan a un lado y vuelve a tender la mano haciendo cuenco mientras pone aún más énfasis en sus gemidos lastimeros.

-Una limosnaaaa...

Locadio mira al mendigo con cara de incomprension -Pues no me pediste un trozo de pan? No desprecies la dadiva del ajeno pues pecaras en avaricia, hermano. Si tienes hambre, que mejor que el pan que te he ofrecido?, pues me lo he quitado de mi boca para ponerlo en la de vos. En verdad que no ando sobrado de dineros, si eso lo que buscais. Acaso creeis que un pobre sacerdote como yo tiene la bolsa a revosar de maravedies?. Pero buena fe me sobra para dar y repartir. Que necesitais? Contadme. Es hambre lo que teneis?, pues venid comnigo y pediremos juntos de comer algo caliente en alguna taberna cercana. Si es sed, agua buscaré para vos y si es vuestro espiritu el que no encuentra sosiego os escuchare placidamente e intentare guiarle en el camino del señor

El comportamiento del mendigo intriga a Locadio que intenta observar si es que acaso padece algun tipo de enfermedad de cuerpo o de espiritu, mas no le parece que padezca otra cosa que una enorme pobreza

No parecen gustarle tus buenas palabras al mendigo, más interesado en tus monedas que en su propia salud. Conforme le das tus razones y por mucho que te muestras amable y generoso, el mendigo refunfuña acusándote de tacaño y es más, comienza a ponerse agresivo.

Hombre de buen corazón y buen cristiano como eres, te acercas para ver si padece alguna enfermedad. Al principio te gira la cara esquivo. Pero cuando estás más cerca, se yergue ante tí todo lo alto que es. Que si siendo Locadio bajito, de normal los demás hombres le sacan una cabeza,  este mendigo le saca lo menos dos. Y así erguido ante ti y a pesar de la capucha que le cubre ves que es ¡¡¡UN LEPROSO!!!

Y por si la lepra no fuera poco, se pone a gritar y sus ojos empiezan a brillar en el fondo de su capucha.

-Ahhhh!!! Grita Locadio asustado mientras da un respingo hacia atras al ver las pustulas y yagas del leproso. Locadio se aleja cuanto puede del mendigo que le intimida con su alto porte y mas aun con los ojos fulgurantes bajo la capucha. Locadio teme por su vida y tira de las riendas de su asno en un intento futil de alejarse rapidamente del lugar. 

Éxito en la tirada de conocimiento mágico: Has oído hablar de los Agotes, la raza maldita del valle de Baztán. Son seres humanos altos y fuertes, castigados por las fuerzas divinas por sus pecados. Todos nacen leprosos y endemoniados, y son muy peligrosos, en especial para viajeros solitarios como tú. 

No puedes jurar que sea un Agote ni que no lo sea, pero ese leproso enorme se avalanza sobre tí rabioso y endemoniado de modo que dejas el asno a su suerte y corres como jamás habías corrido con el corazón latiendo tan fuerte que parece que se va a salir del pecho.

Oyes a lo lejos como el mendigo te grita: 

¡Corre, Corre!¡Ya no podrás escapar!¡Que tus pies te lleven donde no quieras ir!

Locadio corre con el corazon en la boca hasta que parece que le va a reventar el pecho. Mira de vez en cuando hacia atras para ver si el inmundo ser con el que se ha topado va tras el

Notas como una oleada de fuego sacude tu interior. Esto te aterroriza, y te hace ir aún más deprisa. Por fin te detienes, jadeante, al lado de un árbol. Es entonces cuando te das cuenta que hace ya rato que dejaste atrás el camino real. Estás solo en medio del bosque, en una zona que no conoces. Anochece rápidamente, y empieza a nevar.

La temperatura desciende bruscamente, y pronto tiritas de frío. No sabes dónde estás, y tienes la impresión de estar dando vueltas.

Locadio se encuentra perdido en mitad del monte, entrando la noche y empezando a nevar. La situacion se torna muy complicada, mas aun sabiendo la clase se seres que rondan por esta zona. Si se encontrase otra vez con el mendigo leproso no sabria si tendría fuerzas para escapar. Hacer un fuego sería la unica posibilidad para sobrevivir a la noche, eso quiza tambien llamase la atencion de seres peligrosos pero mejor arriesgarse a ello que una muerte segura por congelacion.

Locadio busca algun refugio alrededor, alguna cueva, alguna cabaña abandonada, alguna roca que permita parar el viento y evitar la caida de los copos de nieve. A la vez busca maderas para hacer un fuego, pero.... acaso tiene con que encenderlo? Maldicion!!!, debe haberse quedado en las alforjas del asno, o quizas, ni si quiera lo puso alli.

Puede que su unica salvacion sea llegar cuanto antes a alguna poblacion cercana, asi que intenta subirse lo mas alto posible, a una roca o a un arbol para intentar otear alguna luz  que le indique algun refugio donde no morir de frio

Ante la imposibilidad de hacer fuego, vagas durante un tiempo indeterminado buscando un refugio mientras continúa nevando. Por fin ves a lo lejos la luz de una cabaña. 

Abres la puerta bruscamente, mareado. Hay dos mujeres en la cabaña. Una es una vieja repugnante, otra casi una niña.  Ambas están sentadas al lado del fuego, que arde alegremente. Están preparando un guiso en una marmita. Te miran sin pronunciar palabra.

Pe-pe-perdonen la intromision-dice Locadio cuando entra de sopeton en la estancia con la voz temblorosa por el castañear de los dientes -Me ha cogido la tormenta hay fuera en mitad de la noche y pense que moriría de frio. Serian tan amables de dejarme pasar la noche a resguardo. Soy un sacerdote en camino al pueblo de Bueu. Me apañare en cualquier rincon y tengo algunas monedas que podria darles por el incomodo, amen de las plegarias que rezaria por su alma al altisimo

Después de escucharte, la niña y la anciana cuchichean brevemente algo entre ellas, tras lo cual la niña coge un cuenco con sopa de la marmita y te lo ofrece, con una tímida sonrisa.