Partida Rol por web

Al final, pareció que las brujas aceptaban su propuesta. Aquellas monstruosidades asintieron, y, casi a la vez, vio cómo los aterrados recuperaban el control sobre sí mismos. No había tiempo para explicarles nada, así que simplemente les ayudó a levantarse. Ahora había que centrarse en aquel rey... 

Aquel rey cuyo nombre salió de los labios de Ismene como una condena. Adela se volvió y vio que la mujer no iba con las otras dos brujas, sino que les miraba con unos ojos que delataban lo que había detrás, unos ojos que eran como asomarse a un pozo negro y sin fondo, un agujero vacío. 

Édredro estaba muerto. Ella misma lo había matado. Pero no hubo tiempo de reflexionar sobre esa noticia, porque en ese momento apareció alguien a quien ya no esperaba ver: Arne, portando algo. Algo que debía de ser importante, porque las brujas rugieron como si les hubieran arrebatado lo más preciado y se lanzaron hacia ellos. Ismene también atacó, ordenando a las babosas que debían quedar que les persiguieran. Adela tuvo claro lo que ordenar, no había otra opción. 

-¡Corred! ¡Por los dioses, corred! ¡A la salida! ¡Vamos, vamos! ¡Proteged a Arne!

Adela echó a correr la última, asegurándose de que todos huían. Dio una palmada a los sabuesos, ordenándoles correr también, todo lo que pudiesen. No quería que los mataran porque volvieran a por alguien por su instinto de perros guardianes. 

Adela corrió con los demás, poniéndose a su altura. Había corrido con las manadas de dracosaurios de desfiladero desde que tenía doce años y sabía correr deprisa. Recordó las tardes con su padre esquivando a los animales mientras corría por los desfiladeros y las lomas como el viento. 

Por desgracia, nunca había habido trampas para osos en aquellos desfiladeros. Adela iba tan pendiente de sus hombres y de los perseguidores que vio el cepo un segundo tarde, sin poder hacer nada más que encomendarse a Hrutgar. El cepo se cerró con un chasquido terrible y los dientes mordieron sin piedad su pierna, con las fauces metálicas de la trampa cerrándose inmisericordes en torno a su pantorrilla. 

Normalmente, podría haber aguantado algo así: había sufrido antes heridas como aquella. Pero edtaba ya herida, herida de gravedad por las malas artes de aquella maldita bruja,y su cuerpo no soportó más. Un calambre de dolor le subió por todo el cuerpo y solo pudo gritar:

-¡Seguid corriendo!

Antes de caer irremediablemente, inconsciente debido al trauma y la pérdida de sangre. Sin embargo, aunque aquello podría haber matado a otros, Adela seguía respirando, terca como una madre yak. 

Escuché el cepo e inmediatamente clavé el pié, me deslicé y giré corriendo en dirección a Adela. -¡Vosotros seguid corriendo!- Comprobé que estaba inconsciente. Desenvainé el hacha y pasé el hasta por entre los dientes de la trampa para hacer palanca. Si conseguía ampliar la abertura lo suficiente...

Justo después llegaba Vinla y pasaba su lanza también. Asentí. La trampa empezó a ceder y la sangre de Adela brotaba de la herida. Por el rabillo del ojo podía ver algo acercándose a gran velocidad, trepando y saltando las rocas como si fuera un campo de juegos. No quise mirar. Centrarme en libera a Adela. Pase lo que pase...

Mi corazón se encogió cuando Adela nos ordenó que siguiéramos. Todos echamos la vista atrás. Bajé el ritmo y, antes de girarme, repetí su orden.

Bajé la vista para ver si había más trampas pero no tuve suerte. El suelo era negrura.

Vi lo que Horeg y Vinla intentaban hacer, vi a la criatura acercándose. Corrí describiendo un círculo para posicionarme por encima de ellos. Desenvainé mis armas para darles tiempo.

Bajaba la temperatura a un ritmo alarmante para cualquier mortal. Escuché una de las trampas. Llegué hasta ellos. Intentaban liberar a su jefa. -Argh- ninguno portaba lo que me habían robado por lo que mi interés no estaba con ellos. Los rodeé por abajo y seguí corriendo hacia los que huían.

-No van a escapar. Conozco esta tierra como la palma de mi mano y conozco a los hombres y mujeres del norte-

Corro hacia la salida aún sin saber qué es lo que tengo entre las manos. -Adela- se me escapa cuando entiendo lo ocurrido. Sin embargo, su orden es clara. Sigo corriendo junto a Pandora, Aya y Úlfur que lleva al aturdido Locligan.

Procuro no mirar hacia atrás, pero cuando lo hago, veo que la criatura no se ha detenido para rematar a Adela sino que sigue corriendo hacia mí, hacia lo que llevo. Acercándose muy deprisa.

Llevo la antorcha y mantengo el ritmo. Veo por el rabillo del ojo cómo Adela cae. Me giro, pero aún tengo que alumbrar a los que corren y su orden es clara. -Por los dioses- 

También pierdo de vista a Horeg, Vinla y Brendr y siento como si un puño de acero se cerrara sobre mi pecho. Quiero detenerme, luchar con ellos y, si es necesario, morir con ellos. Cruzo la mirada con Arne que sigue corriendo. No se detiene. Aprieto los dientes y sigo iluminando el camino de los que van delante.

Los animales corren en paralelo pero son difíciles de ver en aquella oscuridad. Nadie fue consciente de que, cuando Adela y uno de los sabuesos lanudos cayó los otros dos se giraron gruñendo, listos para saltar sobre la bruja.

Otro cepo se cierra y el gemido de uno de los perros emite un aullido de dolor con la pata destrozada y en un ángulo imposible.

Después de que la criatura pasara al grupo que auxiliaba a Adela. Dos remolinos de furia y dientes cayeron sobre la bruja al momento que apuntaba con su bastón al grupo, a Arne.

El sabueso de Adela desvió el bastón de Crica mientras que el de Darla hundió sus colmillos en el hombro de la criatura dando unos segundos muy valiosos a los presentes.

A lo lejos, veis antorchas que recorren vuestro mismo camino, más lentos. Aún no han llegado a la zona en que el cepo atrapó la pierna de Adela. El momento de la encrucijada. Podéis decidir si quedaros y plantar cara o seguir corriendo.

La zona de las barcas, iluminada como está, es un faro en la oscuridad en la que nos encontramos. -¡Ahí!- señalo hacia delante y llegamos a la pequeña explanada a la orilla del lago oscuro. De aquí, el camino hasta los caballos es fácil y sin trampas.

Arne sigue corriendo, sin detenerse, consciente de que la Saga continuará en cuanto se libre de los sabuesos lanudos.

Ves, pese a la oscuridad, que Horeg, Vinla y Brendr consiguen abrir la trampa y sacar la pierna de Adela. También ves cómo los sabesos atacan a la saga y cómo esta resiste el derribo a duras penas lo que te da una idea de su fuerza que es mucho menor que la de Úlfur a tu lado cargando a Locligan o la de Horeg. Sin embargo, sí sabe defenderse y su piel, tendones y músculos son duros y resistentes pudiendo eludir más de un ataque.

Todo es oscuridad. Tu mente se traslada a un lugar blanco. Sientes el frío pero no puedes distinguir la línea del horizonte. Como si una niebla cubriera el lugar. Lejos, te parece ver una sombra que se acerca a paso lento...

Escuchas la voz de Horeg. No la distingues pero lo sientes cerca. Una oleada de dolor asciende desde tu pierna y sacude tu cuerpo maltrecho por las malas artes de la susurradora. También está contigo Vinla, sus manos están frías pero atiende tu pierna. Escuchas el sonido distinguible de Brendr envainando sus armas y crujiendo su cuello. -Ha pasado de largo- a Brendr la escuchas. Ya no estás en la blancura. Ahora todo es negro, entreabres los ojos, no enfocas bien pero sabes que siguen en la caverna. -Atiende su pierna. Yo la cargaré- dice Horeg y sientes la preocupación en su voz. -Continúa siguiéndolos. No se ha parado a rematarnos- es la voz de Vinla confirmando la afirmación de Brendr.

La saga te ha visto, herida, caída. A su merced. Pero tú no le has robado nada. Tampoco Horeg, Vinla que han usado sus armas para abrir el cepo, o Brendr que se ha posicionado por encima de la escena lista para caer sobre la saga si decide acercarse lo suficiente.

Eso no ocurrió.

Recuerdas que Darla era la única que llevaba una antorcha. Sabes que iluminar el camino del resto cumpliendo tus órdenes es la única razón por la que no está ahí con vosotros. Una leidang es tan fuerte como su eslabón más débil y Darla no estaba dispuesta a ser ese eslabón. Sabes lo difícil que ha sido esa decisión para ella pero, gracias a eso, quizá tengan una oportunidad de escapar.

-Hay que moverla. Los hombres de Ismene se acercan- dice Vinla. Horeg te carga y la oleada de dolor es demasiado fuerte como para seguir consciente pero, al menos, estás fuera de peligro y con la pierna liberada del cepo.

-Déjame en el suelo. Puedo correr- digo a Úlfur. Me muevo sobre su hombro y caigo en la zona iluminada por las antorchas. Veo la orilla, las barcas podridas, me ubico. -Arne debe seguir y hay que sacar a Aya de aquí- digo mientras empiezo a correr como años que no lo hacía. Aquella frase implicaba que Pandora seguiría con ella y yo con Arne. -¿Qué harían Darla o Úlfur?-

-Usaremos el paso del suroeste hacia la Llanura de Dracosaurios. Me conozco muy bien esa zona. Luego al sur hasta Helvang.- Comento nombrando el asentamiento natal de Adela. Hacer aquella afrimación libera a Úlfur para poder elegir: Quedarse con nosotros o detenerse y reencontrarse con Adela, Brendr, Vinla, Horeg y los sabuesos lanudos.

Ver claramente a la saga me da una pista aproximada de la saga - bastante resistencia, pero no me parece más fuerte que Horeg o tú Ulfur, ¿Incapacito las trampas yo que veo sin luz y ganáis tiempo? Si congela la salida de nuevo si estaremos en auténticos problemas.

Seguiría corriendo sin dudarlo, pero cuando se va N grupo es apropiado adoptar una mente colmena, y de ser necesario intentaría dormir a la saga.

   Dejé a Locligan en el suelo tal y como me pedía y atendí a las palabras de Darla recapacitando sobre ellas lo más rápido que pudo mi mente en aquel momento. -De momento lo único que me preocupa es que seamos capaces de llegar a los caballos, una vez los alcancemos hablemos de ello, pero si las brujas no mintieron...- Miré de soslayo a Arne antes de seguir. -Lo más seguro es que tengamos que dividirnos de nuevo.- 

    En ese momento capté por mi visión periférica algo que me alarmó haciendo que soltase un gruñido cargado de frustración antes de girarme por completo en dirección a Pandora.

    Resoplé dando un par de zancadas hasta coger a Pandora por la muñeca y forzarla a recuperar el ritmo, no quería volver a resultar demasiado hosco con ella, seguía sin estar orgulloso de haberla echado en cara ciertas cosas durante nuestro primer encuentro pero con lo que se nos venía encima no me pensaba andar con rodeos.

    -¡No tenemos tiempo para esto ahora! ¡Corre con el resto y no te detengas hasta que alcancemos la entrada, vamos!- De paso aproveché para revisar el estado de cada uno de los restantes y tratar de escrutar la ubicación de aquella monstruosidad, pero no me detuve en exceso, aún no se había abalanzado contra ninguno de nosotros y mientras aquello siguiera así ni se me ocurriría correr el riesgo de comprobar si lo dicho por Pandora era verdad o no. Teníamos que ponernos a salvo, por más que se me revolviesen las tripas por haber dejado atrás al resto de norteños y a la hija de Lokbar "Qué Kheal me perdone y les confiera su fuego.".

    De haber sido por mi hubiese cargado con Adela y seguido adelante pero al parecer Horeg y el resto pensaban distinto. Sin embargo, ahora mi mayor preocupación era que los caballos siguieran vivos y que la magia que había levantado aquel muro de hielo se hubiese debilitado lo suficiente.

Despiertas. Ves a Horeg, pared pegada contra una roca, arma en mano y oteando por encima con la cabeza completamente girada hacia arriba. Se agacha. Te mira y hace un gesto de silencio. Luego mira a Vinla, a tu lado, asiente.

Al bajar la vista ves tu pierna vendada con trozos de tela y sujeta con una correa de cuero. Te aprieta pero es aguantable. No te duele tanto como cabría esperar pero te sientes molida, cansada y magullada debido a Ismene y sus malas artes.

Escuchas voces en la lejanía. Ismene da órdenes y sus hombres la ejecutan, buscando por los alrededores. Todo apunta a que Pandora, Úlfur, Locligan, Darla, Arne y Aya consiguieron escapar.

-La bruja del frío ha salido en pos de ellos- susurro a Adela al percibir que está despierta. Estoy junto a Vinla, mirando en otra dirección. -Estamos rodeados.- Comento con creciente preocupación -Pero aún no nos han visto. Son cuatro y son sólo humanos. Pero tienen los arcos preparados y están en posiciones elevadas. La oscuridad es nuestra cobertura de momento. Atacar y desaparecer sin que nos vean- comenzaba a ver las diferentes formas de atacar al que estaba en mi línea de visión, pero habían puesto antorchas y no tenía forma de llegar hasta él sin pasar por una zona iluminada.

-Debemos escabullirnos hacia la salida- comenta Vinla -No estamos en condiciones de enfrentarnos a ellos. Al menos ahora.- Guardo silencio mientras echo una mirada a Adela. Normalmente habría dado más razones para atacar pero hoy no era el momento. Así que me resigné a esperar qué dice el resto. 

-Puedo cargar a Adela o luchar. Las dos cosas no- susurro frunciendo el ceño y apretando los dientes. Estoy deseando aplastar el cráneo de esas criaturas. -La de los ojos rojos y boca negra mató a mi compañero- me refería al mastín. Afortunadamente, contábamos con el sabueso de Adela, a su diestra, y el de Darla que se mantiene junto a Vinla.

Salváis rápidamente la distancia del viejo embarcadero y el altar. Sentís la esperanza cuando escucháis relinchar uno de los corceles. Están donde los dejasteis. Sin embargo, el corazón os da un vuelco cuando veis sus ojos y la espuma en sus hocicos. -Veneno- 

No había tiempo de detenerse a evaluar su estado por lo que los desatáis y montáis dejando los pertenecientes a Adela, Vinla, Horeg y Brendr. El corazón os da un vuelco cuando veis la entrada cubierta de hielo. Pero al acercaros, descubrís que está casi derretido. Rompible a golpes de arma o escudos.

    Por fin habíamos alcanzado la cueva por la que habíamos entrado y, mejor aún, nuestro caballos aún seguían en pie, estaba claro que las bestias no se encontraban en el mejor de los estado pero de momento me conformaba con que siguiesen respirando y fueran capaces de correr.

    No obstante, mi mirada ahora no se centraba para nada en los equinos, aún quedaba otro asunto por solucionar antes de empezar a cantar victoria. Sin volver la mirada atrás inicié la carrera contra la salida sintiendo como mi músculos restallaban y mis huesos crujían.

    -¡Subiros a los caballos ahora mismo!- Rugí sin miramientos con una voz que por momentos empezaba a sonar mucho menos humana. -¡Darla, conmigo!- En apenas un instante una nube de vapor se arremolinó en torno a mi figura sintiendo como si miles de agujas se me clavasen a lo largo del espinazo por el contraste de temperatura. Cuando la bruma se disipó mi verdadera forma se reveló ante el resto, Aya y Pandora la habían visto ya antes y sabía que Arne y Locligan podían tener sus sospechas sobre lo que pudiera ser realmente, así que lo que me preocupó fue que Darla vacilase más de lo debido ante lo que ahora se mostraba ante ella.

   En cualquier caso no me contuve, aceleré al máximo haciendo que mis pesados pasos resonasen por la galería. Cuando vi que el muro de hielo se encontraba a mi alcancé me arrojé contra el cargando con todo mi peso liberando un fuerte barrito por el esfuerzo. La sobrenatural barrera pareció resquebrajarse pero en el último momento parecía que había errado en el cálculo disipando parte de la fuerza de mi impacto, maldije para mis adentros preparando mis armas para seguir luchando por abrir una salida para el resto.