Partida Rol por web

San Vith es un caos ordenándose. No pasan más de cinco minutos sin que un grupo de hombres o algún soldado solitario llegue desorientado al pueblo, pero tampoco tarda en aparecer un oficial que le envía de vuelta a su unidad o le asigna otra. Los heridos desbordan los hospitales, pero a pesar de la falta de médicos y medicamentos se trabaja sin cesar preparando nuevas camas y nuevos lugares para intentar atenderlos. No solo hay falta de municiones y equipamiento de combate tampoco hay ni tabaco, ni chocolatinas, ni botas de invierno a pesar de las bajas temperaturas. Los americanos empiezan a notar en sus pieles por primera las carencias materiales propias de la guerra.

Pero a pesar de todo parecen dispuestos a frenar el descalabro. Sin apoyo aéreo, casi sin artillería, con pocos tanques operacionales la consigna es resistir en San Vith.

En ese ambiente mezcla de miedo, frio glaciar, escasez pero compañerismo y esperanza un pequeño y heterogéneo grupo es destinado a una casa destrozada por los bombardeos aliados hace apenas un mes. Allí les dejan libres con una cita al día siguiente, 20 de Diciembre de 1944, a las 6:00 de la mañana con un tal Mayor Stevens, el comandante al que al parecer han sido asignados.

Miller estaba apoyado en una viga de madera, mirando el caos a su alrededor. Aquellos malditos alemanes les habian jodido pero bien. Huir de la pinza que los alemanes habian hecho en Schnee Eifel habia sido duro. Muchos compañeros dejados atras, a su suerte. La orden de retirada habia llegado ayer por la mañana y les habia costado más de 24 horas en cubrir las escasas 12 millas desde su posicion hasta San Vith. El sargento maldijo la suerte americana mientras masticaba una pajita, a falta de cigarrillos. Se habian quedado encerrados al menos 7000 americanos en aquel lugar. Escuchando a un soldado que habia huido desde las posiciones en Baugnez, no se podia esperar mucho: sus compañeros se habian rendido y las SS les habian matado como a pollos.

La mente de Miller le llevo en una rapida sucesión de ideas entrelazadas. Las SS. Aquel extraño comandante aleman en Normandia con el que aun tenia pesadillas. Los Walker. Joder, esperaba que los Walker estuviesen bien. Eran buenos chicos. Henry habia ascendido a sargento poco despues de la batalla de la bolsa de Falaise y se habia llevado la mitad del regimiento. Esperaba que no hubiesen caido en Baugnez. Merecian una muerte con honor, no ser disparados por la espalda por esos perros de las SS. Suspiró.

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí (*)- recitó mentalmente. Henry era competente. Seguro que les habia sacado de alli. Y, de todas formas, Miller tenía que concentrarse en sus propios problemas. Se giró hacia sus hombres y los miró uno a uno. A algunos les conocia como si fuesen familia: Johnsson, Sullivan, el español. Showalter se habia unido a ellos despues de Falaise. A McMannis y el de apellido aleman se los habian asignado al llegar a St Vith esta mañana para la nueva mision pero por lo que habia dicho el capitan, habian visto guerra. Miller meneo ligeramente la cabeza al pensar en la mision del dia siguiente. No le gustaba ni un pelo. La ultima vez que les habian encargado una mision especial habian pasado cosas muy raras.

Necesitamos estar descansados para mañana. Teneis dos horas para pedir o encontrar el equipo que necesiteis. Despues os quiero aqui para dormir pronto. Han sido unos dias duros - les dijo - Y algo me dice que va a ir a peor.

Tannenbaum tiene aun seis cigarrillos en un bolsillo. Decide racionarlos escrupulosamente. Puede pasar sin botas ni abrigo, pero no sin fumar.

Acaba de llegar a la escuadra prácticamente. Ni siquiera es de el mismo batallón. El suyo fue arrasado por Tigers y granaderos que atacaban gritando "yanquis hijosputa". Disparó tantad balas que el cañón de su bar se puso al rojo, pese al frío. De nada sirvió.

Durante la tarde Hank estuvo ayudando a las escuadras encargadas de organizar el repliegue, guiando a los desorientados y trasladando heridos. Había unas pocas mantas y raciones que se repartían a los soldados que llegaban del frente en peores condiciones, aunque a Hank no le permitieron ni acercarse a ellas. Era normal. La suspicacia era consecuencia de la escasez.

Conforme avanzaba la tarde, la cadencia de llegada de soldados en retirada se redujo y mandaron a Hank a descansar. Se sentía extrañamente bien y, de camino a la casa, se apoyó contra un muro a disfrutar de la sensación a fumar uno de sus últimos cigarrillos. Mientras lo fumaba vio pasar a una solitaria joven, probablemente una refugiada, que por las pintas venía también huyendo. Hank le sonrió y ella le devolvió una sonrisa relajada de quien sabe que ya ha escapado del peligro. Pero cuando la chica se aproximó y vio que Hank tenía media cara echada a perder como la de un muñeco de cera acercado al fuego, su expresión cambió y decidió pasar de largo.

Hank comprendió que durante el día, los soldados llegados del frente estaban tan exhaustos que no habían reparado en su cara consumida por el fuego, pero cuando las cosas se habían calmado, la gente volvía a mirarle con repugnancia.

Tiró el cigarrillo a medias y escupió al suelo antes de retomar el camino a la casa que les habían asignado. Al llegar, uno de sus nuevos compañeros le saludó, pero Hank respondió malhumorado y se fue a un rincón a limpiar su fusil.

-San Vith es un punto importante. Seguro que envían varias compañías de panzers. Espero que no nos subestimen y nos envíen lo mejor de sus blindados.

El joven muchacho de ascendencia italiana no dudó un segundo en dirigir sus pasos a la oficina de alistamiento de Brooklyn según fueroon llegando las noticias de la guerra.

Aunque su padre le había insistido que también podía servir a su país protegiendo a quienes vivían allí, pasando a continuar la estirpe de bomberos que le precedían, él tenía claro que su puesto estaba en el ejercito.

Ahora, una vez desembarcado, se daba cuenta de que no todo era como lo pintaban en los seriales radiofónicos y que quizá debería haber hecho caso al papa pero, por supuesto, nunca se lo reconocería.

Le habían juntado con lo que parecían los restos de otro escuadrón y les habían soltado en una casa a medio caerse.

No parece que vaya a caerse. Al menos esta noche. - dijo mientras inspeccionaba la edificación, un acto reflejo después de haber tenido que entrar en varios de ellos en llamas.

Alberto miro a su alrededor, ya nada podia superar las noches en vela en Paris.

Los alemanes los hicieron retroceder muchas veces pero nunca fueron "la ultima" ni lo sera ahora.

-Perseverancia- dijo en voz alta. En castellano, algo que el resto no podria entender. Da igual, ellos ya lo saben, solo seria repetir en voz alta lo que lleva haciendo la resistencia desde que empezo la ocupacion.

Encontro al sargento tirado contra una viga mascando nerviosamente lo que parecia ser una paja de algun cereal o hierba seca del campo.

-Sarge- saludo, se acerco a el y le ofrecio uno de los cigarrillos que venian con las raciones, Alberto no fumaba, asi que se habia dedicado a acumularlos para ofrecerselos a los heridos que necesitasen un respiro ademas de tratamiento medico.

-Alguna order new-va?-  Era un alivio haber aprendido algo de ingles como para comunicarse con sus camaradas mas o menos de forma normal.

A las cinco y media de la mañana el grupo abandona la casa para internarse en la niebla helada rumbo a la casa que hace de oficina del mayor Stevens. A pesar de lo temprano de la hora hay actividad en todos los hospitales de campaña y sigue llegando alguna gente totalmente desorientada.

La "oficina" es una de las casas en mejor estado del pueblo, se nota que en el pasado acogió a una familia acomodada. En la puerta les recibe un asistente y les hace subir hasta una habitación amplia que ocupa toda la planta de la casa. En una esquina un oficial sentado en una mesa re-convertida a despacho ojea unos papeles. El asistente señala unos sillones. En cuanto el grupo se acomoda el oficial hace una señal hacia un mueble que se encuentra cerca de una ventana, en el se puede ver una botella abierta de whisky medio vacía aunque no parece haber vasos.

Tras varios minutos el oficial coloca los papeles que estaba leyendo a un lado y decide atender a sus visitantes.

- Buenos días. Gracias por venir tan rápidamente. - el oficial sonríe de manera falsa, como si las cortesías le molestaran y rápidamente entra al grano - Parece que estamos ante una ofensiva importante. Y esta vez los nazis nos han cogido dormidos. Están muy cerca de la ciudad y en breve capturaran la estación de tren del este de St. Vith. El mando logístico, en su infinita sabiduría, ha decidido ayer mismo enviar un tren cargado de suministros. Si no actuamos rápido caerá en manos enemigas.

Espera un poco, dejando que su audiencia digiera la información.

- A vosotros os toca recuperar los vagones antes de que sean capturados, o destruirlos si la captura es inevitable. No tenemos contacto con la estación desde medianoche de ayer, pero creemos que nuestros chicos aún están resistiendo a la sexta división Panzer. - suspira impaciente y dice - ¿Preguntas?

- Señor, ¿Cómo vamos a mover el tren? Basta con que los nazis hayan quitado un tornillo a la vía para que todo sea inútil. No sería más sencillo destruir los vagones?

-¿Actuaremos solos o estaremos coordinados con otras escuadras?

-¿De cuántos vagones estamos hablando?

-¿Dónde está la locomotora? Si hay locomotora, ¿por qué no se ha llevado ya los vagones? y si no la hay, ¿cómo esperan que nos llevemos los vagones?... o es que aún no ha llegado y nuestra misión interceptar el tren antes de que lo hagan los alemanes y ordenarles que den media vuelta.

- La idea es mover los suministros a un camión y acercarlos a la ciudad. El tren no se puede acercar más. Las últimas noticias que tenemos son que el tren aún no ha llegado, pero han pasado 8 horas desde ellas. - contesta el oficial calmado.

- Hay una escuadra en la estación con la que no tenemos contacto desde anoche. No habrá nadie más implicado en la operación. - afirma con seguridad.

- La idea es traer los suministros a la ciudad como se pueda. ¡Dios sabe que nos hacen mucha falta!, especialmente la munición. - el mayor gesticula con fuerza claramente perdiendo la calma anterior al hablar de la situación de la ciudad - Pero si eso no es posible no deben, bajo ningún concepto, caer en manos del enemigo.

Si una cosa había aprendido Showalter en su corto tiempo en la unidad de bomberos, era a respetar el rango y mantenerse callado cuando hablaban sus superiores.

Miró a Miller, esperando que fuese él quien coordinara la unidad con el Mayor y les indicara qué hacer y cuándo partir.

Solo esperaba que les indicaran si tendrían ese camión de transporte o deberían hacerse con uno por el camino y si esos explosivos con los que pretendían deshacerse de los vagones en caso de emergencia iban a venir del ejercito o deberían esperar la providencia del Señor, como parecía gustarle recitar al Sargento.

- ¿Exactamente cuales son suministros a cargar, señor? Lo digo porque hab´r varios camiones y no cabrá todo en el camión.

- Que hay exactamente en el tren solo lo saben los de suministros, hay un pedido por supuesto, pero desde Normandia no han enviado una sola vez lo que pedimos. Carguen todo lo que puedan, como puedan, con prioridad para las municiones y la ropa de invierno. Dejen lo que no puedan cargar al final, especialmente los explosivos - contesta el Mayor mientras hace una señal a su adjunto para que le acerque la botella de whisky - Las decisiones tácticas se tomaran sobre el terreno, sea por el oficial al mando de la estación o si ya no estuviera por la persona de mayor rango.

A Hank no se le ocurría nada más que añadir. Necesitarían un mapa y los camiones, pero seguro que el Mayor ya lo tenía todo pensado. El tiempo apremiaba, cuanto antes se pusieran en camino mejor. De hecho, tenía más ganas de salir y desbaratar algún panzer que de catar un whisqui que se estaba sirviendo el jefazo.
Aunque claro, Hank era un soldaducho más y bastante había hablado en la reunión, así que se limitó a esperar a que alguien diese la orden.

Por supuesto, señor. Ese cargamento no caera en manos del enemigo. - dijo Miller. - El camion y los explosivos estaran en la estacion de tren?

Una vez resuelta la logistica, se dirige a sus hombres.

Soldados, en marcha! Necesitamos recoger ese cargamento para ayer!

El mayor asiente satisfecho a las palabras del sargento.

- El camión estará en la estación, salvo si ya ha caído en manos de los alemanes. - contesta - Los explosivos en el propio tren, de todas formas mi adjunto se encargara de equiparlos lo mejor que pueda, dadas las circunstancias. - se levanta y se prepara para despedir al grupo dando la manos uno a uno a todos los hombre, dejando al sargento para el final.

Mientras vuelve a su mesa se gira y en un tono más bajo de lo habitual como avergonzado añade.

- Hay algo más. Tenemos informes de uhnnn... como diría yo. - hace una pausa - Cosas raras. - el mayor esta claramente incomodo - Estén atentos y si viesen algo así, informen en cuanto regresen..