Partida Rol por web

¡Qué era aquella cosa que oía! ¿Ruidos arriba? ¡Voces! Dejé de comer el porco, chupando la grasa de los dedos, para escoitar mejor. ¡Carallo! Dudé un segundo, pero al ver la panza oronda de Gracián tan cerca supuse que él sabría que hacer. Agarrelo por la pechera y le susurre cerca, para no armar alboroto y procurando apagar mi tartamudez:

— Se...se...señor Gracián... oígo ru..ruidos arriba. Parécenme homes et rapaziñas... puede que sean carnales o puede que non... yo non se de esos asuntos pero suenan a berridos de terror...

Y agaché la mirada de nuevo, metido en mi cerdo. No sabía yo si sería buena idea ir si a alguien estaban haciendo daño...

Gracián habíase quedado inmóvil, como quien escucha algo, pues sabíase de tener buen oído. Momentos después el joven galego susurrole algo al oído, a lo que el orondo veterano asintió con un leve movimiento de cabeza ante la pericia auditiva de Pedriño.-Así es. Non son carnales, Pedriño, non son carnales...- Suspirando fuertemente y mirando con añoranza la pitanza que tenía delante se aprestó a asegurarla lo primero. Agarrando a una camarera díjole en tono de orden.-Los platos que aquí ves tienen que estar cuando volvamos, sino no habrá pago alguno.-

Entonces, girándose hacia los otros, con cara de habérsele aguado el manjar, separose de la barra y, sin prisa alguna, quitose el trapo que llevaba puesto en el cuello a modo de servilleta para limpiarse meticulósamente las manos.- Bien hermanos. Aquí mi buen Pedriño también ha escuchado algarabía piso arriba. Et como bien dice non es festejo carnal, sino de miedo, así que convendría echáramos el ojo, non sea que se contagie con esta planta baja et acabemos sin manjar por tener pelea.-

Agarrando su maza con la mano, hace seña para que todos hagan lo mismo y señala la escalera, encaminándose hacia el piso superior con paso decidido.-Ante todo non perder los nervios et mostraos serenos et firmes. Et si hay que pegar, hacedlo rápido.-

Poco escuchas aparte de las voces de los borrachos que infieren piropos poco dignos a las camareras, algún que otro balbuceo incoherente, los omnes que maldicen cuando pierden a los dados y alguna que otra nota que el juglar desafina. Nada fuera de lo común en aquel ambiente.

Rodrigo, con los ojos puestos en comida, mujeres y dados, no había oído nada que no fuera lo normal por esos lares. Risas, alguna que otra discusión, el canto de un trovador, pero nada que hiciérale ponerse sobre aviso, así que extrañose al escuchar como su nuevo amigo Gracián hablaba de algarabía en el piso de arriba. Menudo oído tenían él y el otro barrigón, pues parecía que habían sido los dos que escucharon movimientos arriba, algo que parecíale imposible con la jarana que había en el local.

Pegó un rápido trago al vaso de vino recién puesto y con las tripas rugiéndole por el hambre que llevaba, más si cabe desde que hubiéranles puesto las carnes delante, aprestose a seguir a Gracián, al cual ya consideraba un jefe a seguir, pues bien se veía que de aquellos menesteres sabía mucho el hombre y bien podría aprender de él a sobrellevar su nuevo rango de alguacil.

Me levanté rápidamente cuando escuche a Gracián. Algo ocurría en el piso superior y debiamos hacer algo, pero...

POF! - Un sonoro coscorrón seguido por un agudo dolor en mi cabeza me sentó aún más rápido de lo que me había levantado.

Pe.. pero Maestro, arriba paresce haber pendencia. Habemos de fazer alg...

Calla et come zagal. - Replicó mi mentor alzando la mano. Me limité a agachar la cabeza y seguir comiendo antes de recibir otro golpe...

Empieza a usar la testa de una vez zagal. Semos un médico judío et su jóven aprendiz. Non semos alguaciles nin homnes de pendencia. Aquestos solventaran lo que fuere que sucediere arriba. - Dije sin alzar la vista del plato.

Tenía mucha hambre o realmente estan deliciosos estos huevos...

Saboreábamos alegremente los platos que nos acababan de preparar, alternando los ricos bocados con pequeños sorbos de vino, de repente, los dos grandullones comentan algo fuera de lo común en la planta superior.

-¿Que es lo que ocurre?- dije al mismo tiempo que me ponía en pie y derramaba por toda la mesa mi copa de vino.

-¿Que preparemos las armas?- no entendía que ocurría, aún así, agarré mi coltell para después salir a  toda prisa tras ellos.

Personalmente, bien que escuché las zancadas propias del lugar: borrachos en su haber, camareras sirviendo y algún que otro juglar granjeándose malamente unas monedas. Sin embargo, muy seguros vi a Gracián y Pedrinho de que arriba había pendencias que no son sino sólo lícitas de solventar los alguaciles. Efectivamenes, nos mismos.

Et que me sorprendió un poco a Yunus quedándose al comer, como si de nada fuera la cosa con ellos. Mas veía en el joven Zacarías hombre con hambre, servidor sin dueño al que hacerlo, pues su mentor coartábale demasiado. Y sin querer compadecerme demasiado por poca discreción, recordé que en la puerta de Almodóvar había cogido unas cuantas piedras pequeñas, por los que puse una en mi honda. Claro que, subir tras mis compañeros sería baladí, como forzar una cosa ya dispuesta, por lo que salime del mesón a la calle: ¿Y si alguien huía por los tejados?

¡Ay! ¡Que nadie fuere! ¡Que la pedrada que llevárase le abriría la cabeza y las intenciones!

Non tardáis mucho en dar con la fuente de la algarabía cuando llegáis a la planta de arriba. Un extraño olor os da en las narices mientras ascendéis por las escaleras, y cuando llegáis al pasillo apenas podéis ver. Todo está lleno de un humo negro y espeso. ¡Un incendio!

Chocáis con varios omnes a medio vestir y varias "camareras" de la misma guisa (que más mancebas que camareras eran, al parecer) que gritan y corren por su vida hacia la planta de abajo, casi a ciegas, y respirando a duras penas. A través de alguna puerta abierta podéis ver cómo en algunas habitaciones algunos intentan adecentarse un poco antes de intentar salvar la vida, pues pareciere que salvar las apariencias fuere más importante.

La única puerta cerrada es la última, al final del pasillo, de la que también provienen gritos.

Non muy contento, el joven Zacarías quédase con el suyo maestro sentado en la planta inferior. Mas poco dura esto, pues pronto levántase alarmado: omnes e camareras (mancebas, diríase más bien) bajan a medio vestir de las habitaciones de la planta superior poco después de que los vuestros compañeros suban. Pálidos, non paran de toser et correr atropelladamente, estampándose con las gentes del abarrotado salón principal. "¡Fuego! ¡Fuego!" gritan desesperados. Muchos empiezan a correr hacia la salida por la que hace poco saliera Ishaq.

Un olor extraño pégate en las narices nada más salir, et te basta con alzar la vista para descubrir el foco del problema. ¡Una nube de humo negro sale por las ventanas de la planta superior! Sin duda trátase de un incendio, et no de los pequeños. Puedes escuchar cómo el griterío aumenta en el salón principal apenas un instante antes de que la gente empiece a salir atropelladamente por la puerta principal, corriendo por sus vidas, al grito de ¡Fuego! ¡Fuego!.

Donde hay humo hay fuego, y las ratas huyen del fuego. Gracián quedose pensando un segundo, tiempo suficiente como para valorar el huir del sitio o alguacilear. Finalmente se decantó por el deber.-¡Ala! ¡Jodiose la cena!- Fue cuánto dijo respecto a su lucha interna.

Entonces, girándose a sus acompañantes, dispuso organización.- Aquí sobramos gente. Pedriño, Rodrigo. Bajaros raudos et sacad a todo comensal de la fonda, quiera o non. Si non atienden a razones decidles que pueden quedarse aquí et que los recogeremos asados más tarde. Una vez fuera, disponed cadena de baldes, pues mala cosa será si calcinamos la ciudad. ¡Corred!-.

Después, enrollándose la capa por el cuello y la cara, díjole a Martí.- Boca tapada, catalán, pues si tragamos mucho humo de poco ayudaremos.- Dicho esto, agarró maza con ambas manos y asestó mazazo limpio a la altura de la cerradura para rebentar la puerta sin miramiento alguno.

Claramente, pareciera que todos los alguaciles cristianos que habíamonos metido en el mesón hubieran de subir las escaleras (et al menos así creílo yo tras ver subir a Gracián y Pedrinho); mas entonces acordéme de Yunus y su pupilo, que seguramente seguirían comiendo ese queso y demás viandas allí sentados. Los de arriba verían el fuego enseguida, más... el viejo médico judío y el jóven...

Me retiré de la puerta principal, rodeé el mesón por si hubiera un ventanuco que diera a salón principal donde acabábamos de estar y grité.

¡¡Señor Yunus...!! ¡¡SALGA!! ¡¡El mesón puede derrumbarseeee!!

No era mi estilo el vociferio, pues yo era más callado y tímido, y sobre todo cauto y prudente por mi verdadero oficio, mas... en esta ocasión lo merecia el alertar.

El olor a quemado inundaba mis fosas nasales mientras el humo negro se hacía más espeso contra más avanzábamos, las gentes que salían de las habitaciones continuas a medio vestir dificultaban nuestro paso mientras los gritos de pánico eran cada vez más frecuentes.

Al llegar a lo que parecía el origen del incendio, Gracián trato de organizar el asunto y aligerar hueco para maniobrar mejor en caso de que fuere necesario, Pedriño y Rodrigo volvían escaleras abajo cuando el grandullón, maza en mano, se disponía a tirar la puerta abajo mientras yo, haciendo caso a las palabras de Gracián, sacaba un pañuelo para tapar nariz y boca y no respirar ese maldito humo negro.

-¡Listo!- le grité a Gracián una vez preparado -¡¡Cuando tu quieras!!-

Así que el revuelo venía por eso, habíase provocado un incendio y ahora todos salían de los cuartos como ratas escapando de un bote que se hundía. Golpeole el denso humo consiguiendo que los ojos le lagrimearan y notó la garganta seca a pesar de que acababa de echarse un buen trago al coleto.

Asintió a la propuesta de Gracián a pesar de que con toda probabilidad no haría falta dar el aviso, pues todos los que escapan de allí como almas que lleva el diablo ya habrían dado la voz de alarma. De todas formas dio media vuelta y echó a correr, sin esperar al Prediño y esquivando a mancebas y hombres que intentaban vestirse, escaleras abajo.

Apareció en lo alto de la escalera bajando los escalones de dos en dos a la par que iba agitando una mano y gritando para hacerse oír en medio de la bulla del mesón.

- -¡Fuera todos de aquí! ¡FUEGO! Salgan todos.

Y a medida que avanzaba hacia sus compañeros, empujaba a los parroquianos para que salieran al exterior.

Regresé agradecido escaleras abajo. Volver a la zona de comidas era buena cosa. Todo lo ágil que pude desenvainé la gran espada y desde los primeros escalones saqué fuerzas de flaqueza y usando el estómago interior, como me habían enseñado en el seminario para cantar grité un cantarín:

- ¡FUUUUUEEEEGOOOOOO! ¡Todos fueeeeera!

Esperé que me hicieran caso todos los de Ca Fadrique mientras señalé al tabernero y luego miré a Rodrigo:

-¿A... Agua?

Agarré al joven Zacarías por el brazo, no podía permitir que hiciera alguna estupidez como era habitual en él aquel día; - Vamos zagal, salgamos fuera. - Y tiré de él en dirección a la calle.

- Venga, venga... todos fuera ya. Et podéis ir trayendo cubos con agua si no queréis ver cómo el mesón conviértese en cenizas.

Tampoco es que estuviera muy seguro del alcance del fuego, pero el denso humo que respirábase allí arriba indicaba que parecía de los gordos.

Rodrigo siguió empujando a los presentes hacia la puerta, gritando a unos y dándole órdenes a otros, muy metido en el su reciente papel de alguacil.