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Tierras Sombrías. Hora de Akodo

Los potentes golpes de Minazuki hacen clavar la rodilla al samurái corrupto que no ha sido tan rápido en reaccionar, pero está lejos de hundirle. Con decisión, se levanta, preparado para devolver el golpe.

Mientras tanto, Kigaru bambolea su tetsubo contra el samurái más veloz. El impacto es brutal, pero no lo suficiente para que el samurái caiga, que sigue dando guerra.

Es Shukei quien dice: Hermana, por fin estás aquí. Te estaba esperando. Su voz suena fantasmal, oscura, terrible. Un halo comienza a envolver a Shukei, poco a poco, véis como el halo se va solidificando, creando una armadura de color negro brillante a su alrededor que parece protegerle. Tras ello, comienza a recitar unas palabras que no acertáis a reconocer.D

Daichi comienza a echar espuma por la boca, mientras se lanza contra el último samurái que quedaba de pie. Su tetsubo impacta, aunque el golpe tampoco es efectivo y no le hace caer. Éste intenta devolver el golpe, pero falla.

El última samurái, herido, intenta atacar a Sayuri, pero falla debido a sus heridas.

El corte es limpio y deja al debilitado guerrero corrupto abatido en el suelo, fácil de terminar. Pero ya no me preocupan ellos, sino mi hermano y la horrible armadura que le rodea, una verdadera creación del Maho.

Con un rápido golpe de mano limpio a Minazuki de la horrible sangre corrupta y me acerco a mi hermano ajena a lo demás. Sabías que vendría, que no podría resistir saber que fue de ti, volver contigo sano, o con tu honor restaurado. Nuestros ojos se encontraron y los de él eran fríos y acerados, lejos de la calidad que antes vivía en ellos. Con pesar en mi voz le hablé de nuevo. Parece que tendré que volver con tu honor. 

Aun no estaba segura de su corrupción, pero en cuanto viese su sangre sabría si existía o no mancha en él. Supongo que esto es nuestro enfrentamiento, Shukei-nisan. Quien viste una armadura es que se prepara a luchar.

Con suerte mi golpe podría destruir la concentración del hechizo. 

Tierras Sombrías. Hora de Akodo

Tu golpe destruye el caparazón negruzco que protege a tu hermano y éste queda hecho pedazos que salen disparados en todas direcciones. Algunos de los fragmentos astillados te hacen pequeños cortes en las partes de tu cuerpo desnudas.

Sin embargo, el golpe es mucho más poderoso de lo que esperabas y se clava profundamente en tu hermano que cae al suelo desangrándose. Cuando crees que todo está perdido, ves una sombra negra salir de Shukei. La sombra tiene una forma humanoide y en seguida se desvanece. Piensas que era un Kansen. Después de todo tu hermano parecía dominado por una fuerza oscura.

Piensas en tu hermano caído, pero el combate no ha terminado. Tendrá que resistir por sus propios medios ya que de otra forma, muriendo por el resto de samuráis corruptos le harías un flaco favor.

El samurái más veloz intenta golpear a Sayuri, pero falla estrepitosamente. Son los impactos de Kigaru y de Daichi los siguientes. Kigaru destroza al samurái al que se enfrentaba y busca como loco a más víctimas para su tetsubo. Daichi no se queda atrás y parte por la mitad al tercero de los samuráis. Sólo queda uno vivo y sale corriendo en cuanto puede.

El combate ha terminado y tu hermano yace en el suelo en un charco de sangre.

Al ver el espíritu abandonar el cuerpo de mi hermano, la furia abandona mi cuerpo. Encargaos de él. Le digo a los dos samurai cangrejo que me acompañaban de manera agitada. Ya me encontraba buscando en mi bolsa, Minazuki clavada en el suelo, buscando el ungüento de jade para tratar las heridas de mi hermano. Si lo hacía con tiempo, podría tratar sus heridas y salvar su alma. Espera Shukei... dije en apenas un susurro mientras mis manos intentaban reducir los efectos de la herida que había ocasionado en el cuerpo de mi hermano. 

Rezaba un mantra susurrado hacia el exterior mientras trataba las heridas, no estaba segura de si las Fortunas estaban presentes en aquél lugar inhóspito, pero hacerlo al menos me mantenía en calma y me permitía concentrarme en la acción que llevaba a cabo. Extendí el ungüento por la herida abierta y observé los resultados, luego cerré la herida lo mejor que pude y la rodeé con gasas y vendas para mantenerla cerrada el máximo tiempo posible. 

Tierras Sombrías. Hora de Akodo.

Observas como la respiración de tu hermano vuelve a ser estable, pero también observas, presa del terror, que su cuerpo está consumido parcialmente por la Mancha. Por mucho que lo niegas para tus adentros, sabes que tu hermano tiene la Mancha y que está corrupto, jamás podrá volver al Imperio. Tu hermano recupera parcialmente la consciencia, justo para ver tu cara de horror.

Lo siento hermana, pero debo confirmar tus más terribles sospechas... Estoy corrompido por la Mancha. El kansen que me poséia me corrompió hasta más allá de cualquier cura. Me dominaba la mente... Shukei pierde la consciencia durante unos segundos que se te hacen eternos. Mi mente... Shukei divagaba. No podía concentrarse por su debilidad y lo consumido que estaba por el espíritu maligno. Hermana... debes... debes ayudarme. Sé que no puedo volver al Imperio con la mancha, pero necesito descansar junto a nuestros ancestros. Debes hacerme un último favor... por favor... Sus ojos, casi sin vida, te imploran.

Mis brazos sostenía su cabeza, entre mi falda con su cuerpo sobre mi. Las lágrimas caían por mis mejillas, mezclándose con la pintura Kuni de mi cara dejando una extraña mezcla blanca y negra, borrosa, en mi cara. Cuando trataba las heridas vi que no podría hacer nada por él, que la mancha ya ocupaba parte de su cuerpo. Aquél maldito kansen lo había consumido, pero aun podría su alma salvarse, rezaba por ello.

Mi mano alcanzó su wakizashi, el que marcaba a mi hermano como samurai. Sería un recordatorio de él que llevaría siempre conmigo en memoria de los peligros que vivían al otro lado de la muralla. 

Ten piedad de su alma, o gran señor de la muerte Emma-O. Comencé con suave voz, como un susurro, y lentamente subiendo el tono. Dejé el cuerpo de mi hermano contra una cercana roca, para mantenerlo recto, y saqué a la wakizashi de su saya. Cuida de aquél que protegió la vida hasta que fue engañado por el dios oscuro. Guía su alma por la rueda kármica. Mis manos apenas podían mantener el agarre de la wakizashi, por lo que la sostenía con ambas manos, tratando de mantenerla firme. 

Nuestros ojos se encontraron y esperé sus palabras. Tal vez..... 

Tierras Sombrías. Hora de Akodo.

Shukei ve tu gesto y sonríe de forma triste. ¿Debes seguir el protocolo verdad, hermana? Sin embargo... el favor que te pido no es ese... Sé que voy a morir. No tengo salvación, pero no quiero que me dejes aquí... sin cabeza... El favor que te pido es otro. Shukei tose y algo de sangre sale de su boca. El hilillo corre por su cara hasta el cuello, manchándote la ropa. Sé de una capilla cercana. Es una construcción antigua... de los hiruma creo, aunque ahora está corrompida. Sin embargo, hay algo en ella... algo que deseo que cogas para mi... Tu mente piensa con gran velocidad. ¿Qué puede ser? ¿Será una trampa? Allí hay una lágrima de Doji. ¿Sabes lo que es? Ante tu negativa, Shukei continúa. Las lágrimas de Doji son poderosas gemas que al tragarlas quitan toda la corrupción de un cuerpo, a cambio de su propia vida. Eso es lo que te pido... Quiero que me traigas la lágrima, me la des y, una vez limpio, mis cenizas sean puestas cerca de las de nuestros ancestros... ¿Lo... harás? Cada palabra de tu hermano le ha costado un gran esfuerzo y lo sabes. Su cabeza descansa en tu regazo y te parece curiosamente ligera...

Una lágrima de Doji?? Una forma de salvar el alma? Meditaba la oportunidad de salvar a mi hermano, pero dejarlo allí tal vez fuese también peligroso. Estaba herido, y ya había sido poseído por un kansen, así que podría ser dominado de nuevo. No podríamos dejarlo allí en ese caso, tendríamos que dejarlo en otro lugar. De momento me quedaba con la wakizashi de él, y así mantenía la memoria familiar sana de la corrupción. 

Te llevaremos a ese templo. Le indiqué tomando la iniciativa respecto a mis compañeros. Quemaremos esta aldea hasta los cimientos, y no dejaremos nada a lo que puedan volver. 

Iremos a ese templo y antes de llegar encontraremos un refugio para ti, donde descansarás mientras recogemos esa lágrima.

Antes de esperar la respuesta, le indiqué a Kigaru que recogiese el cuerpo de Shukei. Indícanos.

Tierras Sombrías. Hora de Akodo.

Tu hermano demasiado débil señala hacia el este con su dedo, pero pronto se desmaya. ¡Maldición! piensas, pero antes de que tengas tiempo de seguir quejándote, Daichi toma la palabra.

Creo saber dónde dice. A unos ri de aquí hay una vieja capilla Hiruma. Por alguna razón que no recuerdo la conozco. Podríamos ir hasta allí. La capilla es muy pequeña, dudo mucho que nos tiendan una emboscada.

Que Daichi conociese del lugar donde se encontraba ese templo no me resultaba muy extraño. Todos conocíamos la posición de algún punto protegido en las tierras sombrías, donde poder acudir, o a veces saber donde se encuentran las ruinas caídas y perdidas de los Hiruma. Indiqué al Hida que nos podría guiar entre los pasos oscuros de aquellas tierras muertas. Si realmente aquella lágrima estaba allí, era extraño que nadie la hubiese recuperado antes. Si era una trampa lo averiguaríamos, pero lo mejor era llegar hasta allí y evaluar la zona una vez estuviésemos en las cercanías del templo.

Tierras Sombrías. Hora de Shiba.

Hicísteis arder el poblado del combate y os encaminásteis, siguiendo las indicaciones de Daichi, hacia la capilla. En numerosas ocasiones, el propio Daichi contestó, sin tener que preguntárselo, a tu duda sobre la Lágrima de Doji. Era un objeto realmente poderoso y en cierto modo ambos sabíais que lo más correcto sería devolverla al Imperio, si realmente existía, pero no estabas dispuesta a renunciar a tu hermano. Es más, se lo habías jurado y no ibas a romper tal juramente.

Unas horas más tarde estábais frente a la capilla. No parecía verse nada en los alrededores...

Una vez llegados a las proximidades del templo les indiqué a los demás que debíamos buscar un sitio donde dejar a mi hermano descansar, no le quedaba mucho tiempo y aun su alma era vulnerable a los kansen del lugar. Traté de mostrarme lo fuerte posible, ya que por dentro estaba llena de odio hacia la tierra que pisábamos y de pena por la pérdida de mi hermano, pero tenía que acostumbrarme a las pérdidas de los cercanos. Había perdido a mis padres, a muchos amigos, ahora mi hermano. Solo me quedas tú, Kigaru, pensé mirando al grandullón. 

Alguien debería quedarse con mi hermano mientras buscamos esa lágrima. Indiqué esperando que alguien se mostrase voluntario a tal... puede que Kigaru quisiese darle sus últimas palabras. Habían estado incluso más unidos que yo con mi hermano, ya que habían compartido batallas e incursiones, muchas más horas que yo que había estudiado entre otros cazadores desde edad muy temprana. Decidid entre ustedes mientras yo exploro la zona. Soy más ligera y llamaré menos la atención. Además necesito algo de tiempo para mi antes de entrar, un momento de debilidad a solas. Le he prometido que buscaría la lágrima, así que yo entro. Debía dejar claro que yo no era una opción a quedarme atrás, y luego salí del pequeño refugio encontrado y me acerqué con sigilo a la zona mientras las lágrimas caían por mis mejillas por mi hermano perdido, por ser la última de mi familia, por no tener el poder de limpiar el alma de mi hermano de aquella purga que lo había controlado. El maquillaje Kuni ya apenas era un manchón sobre mi cara.

Tierras Sombrías. Hora de Shiba.

Mientras los dos discutían quién se acercaría contigo al templo, aprovechas las ondulaciones del terreno para hacer un estudio preliminar de la capilla.

El edificio, en lamentable estado, se mantenía de pie a pesar del viento erosionador que soplaba en aquella zona de las Tierras Sombrías. A menudo os costaba respirar por los lodos tóxicos que se iban levantando, pero gracias a algunas telas conseguisteis pasarlo sin problemas.

Te acercaste hasta donde considerabas que era apropiado y observaste durante un buen rato. No viste nada. Desde luego, por el tamaño de la capilla, no creías que hubiese nada o nadie en su interior. ¿Cómo un lugar como aquel podría ocultar una maravilla como una Lágrima de Doji? No te lo podías explicar, pero confíabas en la palabra de tu hermano como en la tuya propia.

Volviste con tus compañeros y Daichi te dijo que sería él quien te acompañase. Kigaru te pidió quedarse con tu hermano para compartir unos últimos momentos juntos. Aceptaste. Era lo mejor.

Primero miré hacia el samurai con el que había soñado tantas veces, cuyas manos ansiaba. Puede que fuese la última vez que hablasen y lo mejor era dejarles ese tiempo para ellos. De acuerdo Kigaru, os merecéis este último momento

Vamos Daichi, esa lágrima no vendrá hasta nosotros ella sola. Comencé a avanzar hacia el templo. No había visto nada que indicase que fuese un lugar peligroso, pero aun así prefería algún tipo de entrada secundaria creada por la erosión del tiempo, antes que la puerta principal. Será mejor que te tapes la nariz porque hay algunos vapores peligrosos, y que tengas preparada tu arma para cualquier sorpresa.

Tierras Sombrías. Hora de Shiba.

Daichi preparó su arma tal y como le indicaste y ambos os dirijistéis hacia la capilla semiderruida que se alzaba a poca distancia de vosotros. Avanzastéis con cuidado aunque sin esconderos demasiado. Vuestros ojos oteaban el horizonte y cualquier movimiento que se pudiese producir en las inmediaciones del edificio, pero nada se movió.

Con calma y sin precipitaros,  rodeásteis el edificio tal y como habías decidido, pero no encontrastéis ninguna abertura lo suficientemente grande para ambos, aunque las mismas o ayudaron a vislumbrar el oscuro interior de la capilla. No parecía haber nada dentro, a excepción de un altar.

Por fin volvistéis hasta la entrada y con cautela avanzásteis hacia el interior.

Un altar, con una figura totalmente deformada de forma intencionada guardaba la entrada. Su cara, anteriormente de calma, mostraba un semblante agresivo, incluso enfadado, frente al estado de calma total y serenidad que debería tener. Sin duda, una versión grotesca del original. El suelo, empedrado, estaba levantado en algunos sitios, aunque el interior estaba mejor conservado que el exterior del edificio. La maldad se podía respirar en el interior del lugar.

El camino parecía despejado. Nos adentramos, aunque en alerta, en el interior del templo. El vello se me erizaba por la sensación oscura que crepitaba entre las rocas y ascendía por mi piel. Tenía la extraña sensación de que el mal nos rodeaba por doquier. Luego estaba esa estatua, violenta y de aspecto duro. No era raro ver representación de los kami en estado alterado y violento, pero aquél era diferente.

Lo observé detenidamente, buscando ver si podía determinar que fortuna representaba, si es que era alguna procedente del imperio. Me resultaba extraño pensar que las criaturas sin mente que habitaban en las tierras sombrías edificasen altares, o incluso tuviesen sacerdotes dedicados a rituales. Además era lo único que no era parte del edificio, y no veía ninguna salida alguna en aquél lugar.

Tierras Sombrías. Hora de Shiba.

Os adentráis en el edificio un poco más y Daichi no puede evitar decir: Este lugar me pone los pelos de punta. Encontremos lo que hemos venido a buscar y vayámonos.

A parte de la estatua no ves nada más que algunos ladrillos arrancados o casi caídos y algunas baldosas levantadas. La flora corrupta de las Tierras Sombrías hace tiempo que comenzó a colonizar el lugar. Helechos y musgos, muchos secos y marchitos adornan algunos lugares. Arañas observantes desde sus telarañas esquineras amenazan con su mirada a los visitantes. Su tamaño no parece una amenaza, pero decidís manteneros lejos de ellas. Por si acaso.

Sigamos pues, le indiqué al Hida, pero ¿por donde? Solo veía el altar, y entre tanto derrumbre, el camino parecía estar bastante bloqueado, además estaban las plantas y las alimañas, que podrían convertirse en un verdadero peligro en aquél lugar. Me maldije a mi misma por no pensar en traer una antorcha, así que busqué por el lugar. Si aquello había sido un templo, debería haber algunas por algún lugar. 

Para relajarme comencé a susurrar oraciones hacia Bishamon y hacia Hida, deseando que su fuerza y fuerte voluntad protegiesen nuestros pasos.

Tierras Sombrías. Hora de Shiba.

Creo que lo mejor sería buscar por aquí dentro. La capilla no es muy amplia, dice el guerrero haciendo un gesto con los brazos a su alrededor, busquemos algo, no debe de ser demasiado difícil. Lo cierto es que Daichi tenía razón, la capilla apenas tenía unos pasos hacia cada lado. No era mucho espacio por cubrir. Lo malo podría ser el tiempo que se podría tardar y si alguien más venía.

Tenía razón, no quedaba otra que ponerse a buscar por el lugar, encontrar marcas raras de movimientos extraños de piezas, tal vez arañazos... a saber. Al menos no era un espacio tan grande.