Partida Rol por web

El joven samurai se alegro de ver a sus compañeros sanos y salvos, si bien una parte del él había esperado, a medias entre temeroso y esperanzado, que ya hubiesen comenzado a salir del pueblo.

 - Lamento mucho mi tardanza, Gemmei-sama. Mientras venía me encontre con quien debe ser el hechicero responsable de esta plaga, pero huyo antes de que pudiese acabar con él - sopechaba sin embargo que volvería a encontrarsele - Creo que nuestra prioridad deberíaser abandonar la aldea y poner sobre aviso a los magistrados del clan y a los pueblos colindantes. No seran despues necesarios muchos samurais para poner fin a todo esto - al poco curtido Otaku le dolia ignorar así a aquellos pobres campesinos, pero no pensaba arriesgar las vidas de sus protegidos en un combate tan incierto. O al menos no sin una orden expresa de los mismos.

 - No creo que tengan interes en vosotros - dijo a la mujer y los niños - por lo que tal vez esteis seguros si os quedais aquí dentro, pero deberíais intentar dejar la aldea cuento antes - proablemente la presencia de los samurai habia hecho que el hechicero acelerase sus planes para con el pueblo.

Mientras hablaba Xiaorang se preparó para partir de inmediato, de nuevo metiendo a Toki en la alforjadel caballo y suplicando la ayuda del noble bruto, la cual necesitaba ahora más que nunca. Justo antes de salir se dirigió de nuevo a los Ide, con una sonrisa triste en los labios - Trataré de abriros camino y cubrir despues la retaguardia, pero - soy un jinete pesimo - si vuelvo a retrasarme por favor, no me espereis -  

Acto seguido abrieron la puerta de un empelló y se adentraron de nuevo en las calles del pueblo, alejandose de la casa en llamas y la gran concentración de zombies.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Togashi.

Salís cabalgando del pueblo en la dirección por la que entrastéis al mismo, tendréis que buscar una ruta alternativa. Ves a los campesinos aún en la puerta del establo, sin saber que hacer, mientras vuestros caballos se alejan. Tu mente trabaja a toda prisa. ¿Por dónde ir? Sin embargo tus pensamientos enseguida se ven interrumpidos con Gemmei, que frena a su corcel de forma brusca, levantando una humareda de polvo.

- ¡Alto, caballeros! ¡No podemos irnos! ¡Debemos ayudar a estas pobres gente por el honor de nuestro Clan!

Te sientes confuso, pero es tu superior. ¿Qué pasará si fracasamos y muere alguno?

Una sincera sonrisa se dibujo en el rostro de Xiaorang al oir aquellas palabras. Por complicadas que acabaran de ponerse las cosas era reconfortante comprobar que la Ide era mucho menos estirada de lo que quería aparentar, pues estrictamente hablando los campesinos no formaban parte del orden celestial y por tanto no tenían ningún deber real de ayudarles. Si, por supuesto que el perder una aldea entera a manos de los zombis estaba mal, pero sospechaba que cualquier samurai de los clanes más puristas, como el león o la grulla, habría insistido en que lo más importante era informar del suceso y habría abandonado a los campesinos a su suerte.

 - ¡Si, Gemmei-sama! - tratando de mantener su rostro serio y formal el joven samurai asintió y dió media vuelta, regresando y desmontando junto a los campesinos, a los que, ni corto ni perezoso, comenzó a subir a su caballo con más prisa que delicadeza - Lo iré llevando de las riendas pero tened cuidado y agarraos bien - Dirigió una última sonrisa de ánimo a los dos niños y una última mirada preocupada hacia las cercanias, antes de dirigirse de nuevo hacía el camino que mostraba menos zombies.

 - Si nos quedamos quietos mucho rato esas cosas volveran a emboscarnos, así que, si os parece bien, nos iremos moviendo por el pueblo acabando con los zombies que encontremos y reuniendo a cuantos aldeanos podamos para conducirles depues a las afueras -

Con el hechicero deambulando y un incendio que tal vez se estuviese extendiendo por allí fuera el asunto podía ser todavía más complicado, pero el Otaku estab despuesto a responder al desafío.

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Hacía un buen rato que no habías oído a Junichi decir nada, pero por fin parece que decide tomar la palabra. Parco en palabras, como siempre, te mira interesado:

-Es una buena idea, Xiaorang-san. ¿Qué haremos después de salvar a estos aldeanos? Habrá que investigar y detener a ese enmascarado, ¿No crees? En cualquier caso, abre el camino y nosotros te seguiremos.

 - Lo primero mantenerlos a salvo hasta el amanecer - según la mujer era cuando los zombies se retiraban, y aunque no lo hicieran las condiciones para luchar serían mucho mejores - despues, junto los que quieran acompañarnos, daremos una batida por la aldea y la registraremos casa por casa. En el mejor de los casos tal vez seamos capaces de organizarles en una especia de leva - No sería facil, pues obviamente aquella gente estaba aterrada, pero tambíen tenían que estar furiosos y deseosos de recuperar su pueblo y vengar a sus familiares. Todo dependía del valor que lograsen infundirles.

Mientras avanzaban por el pueblo el Otaku se mantenía en cabeza, abriendo el paso a sus montados compañeros mientras sujetaba las riendas de su cargado caballo y se mantenía atento a cualquier indició de enemigos o civiles.

 - Pero sinceramente, Ide Junichi-sama - el joven samuraí bajó la voz, a fin de no preocupar aún más a los campesinos - temo que sea él quien venga a nuestro encuentro o, aún peor, que escape cuando la situación le sea desfavorable como la hiena sin honor que es. Debemos estar preparados para sus trucos, antes le atravese con mi espada y no le cause daño alguno, como si fuese un fantasma -

Lo cual no significaba, ni mucho menos, que Xiaorang hubiese renunciado a luchar contra él. Lo haría una y otra vez, hasta conseguir derrotar al villano que habia traido tanta maldada y sufrimiento a las tierras de sus ancestros.

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Con calma, pero remarcando cada palabra, Junichi te dice:

-Tus palabras son reconfortantes, pero sólo hasta cierto punto. Xiaorang-san, el amanecer queda lejos, aún debe ser la hora de Togashi y hasta que la diosa sol salga en el cielo pasarán largas horas.

Respecto al "fantasma" ese veremos qué hacer, probablemente tenga el poder de hablar con los kamis, aunque por su poder sobre la muerte seguramente lo haga con los Kansen.

El joven asintió pesadamente con la cabeza ante las palabras del Ide, plenamente consciente de su veracidad.

 - Soy consciente de ello, sama, pero nuestras opciones son limitadas. Dadas las circustancias y nuestro desconocimiento acerca del número de enemigos considero demasiado arriesgado tratar de dar caza al hechicero ahora mismo - No tenían ni idea de cuantos zombies podía haber en total o de donde estaría el hechicero, y bastaría con que el incendio se hubiese propagado para que se encontrasen en una ratonera de la que les sería muy dificil salir, por no hablar de que tambían debía proteger ahora a la mujer y los niños. Xiaorang no pensaba ya en abandonar a los campesinos, pero, mientras la decisión dependiese de él, tampoco arriesgaría neciamente la vida de sus protegidos.

 - Por ahora concentrémonos en encontrar más campesinos y conducirles fuera del pueblo. Despues podremos trazar un plan de acción con más calma - En la mente del Otaku se fue formando la decisión de dejar allí a los Ide, custodiando a los aldeanos, y de volver él solo al pueblo en busca del resto y del corrupto shugenja. Además el joven samurai sabía perfectamente cual era la hora que seguía a la de Togashi y, aunque ignoraba por completo si tendría algun significado especual mpara aquellas criaturas, preferíria que sus protegidos no se encontrasen en el pueblo cuando esta llegase.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Fu Leng.

Gemmei, que hasta ahora estaba callada, da a conocer su opinión.

-Tal vez debamos separarnos. Aunque sea peligroso, cubriríamos más terreno. ¿Qué dices Xiaorang?

El calor del incendio empieza a ser palpable. La sequedad del aire comienza a hacer que vuestras lenguas parezcan trapo. Cientos de gritos, proveyentes de todas las direcciones, hacen que el ambiente sea realmente tenso. Los campesinos están abrazados entre ellos, y ambos niños lloran, mientras la madre, aunque deseosa de unirse a ellos, trata de ser fuerte e intenta calmarlos, diciendo a los niños que vosotros no permitiréis que nada malo les pase. Por desgracia no sé si podremos hacerlo. Piensas con desesperanza.

 - Os diria que es demasiado peligroso y que mi deber de protegeros me impide siquiera considerar tal alternativa -

Pero Xiaorang sospechaba que, si era totalmente sincero y seguía insitiendo en sacar a los Ide del pueblo estos se negarían de nuevo e insistirian en ayudar, lo cual podía facilmente exponerles a mayor peligró aún.

 - No me agrada la idea, Gemmei-sama, pero es cierto que el tiempo se nos acaba - Hechó un rápido vistazo alrededor, buscando y señalando la que pareciese la ruta más segura para abandonar el pueblo - ¿Seriais tan amables vos y vuestro hermano de acompañar a mi caballo y a estos campesinos a lugar seguro? Me reunire con vosotros tan pronto compruebe si queda gente con vida en el pueblo, samas -

No era ni mucho menos una solución perfecta, pero, sin importar los horrores a los que tuviese que enfrentarse, se sentiría mucho más tranquilo sabiendo que los Ide estaban a salvo.

 - Por favor, ancestro misericordioso, no dejes que les pase nada -

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Fuerzas tu mirada para intentar ver a través del humo que llena el aire de alrededor. Te has acostumbrado, en cierta medida a él, pero tus ojos están un poco llorosos y de vez en cuando, cuando una pequeña brisa trae más humo, no puedes evitar toser con violencia.

El pueblo, hecho en su mayoría de madera y otros materiales de mala calidad e inflamables, no hace más que consumirse. Los gritos siguen oyéndose por doquier, pero no ves nada desde tu posición. La idea no te agrada, pero deberás introducirte en el pueblo nuevamente. Apenas una casa te separa de la salida del pueblo, pero ese camino es el que deben seguir los Ide y los campesinos, no tú.

Armándote de valor, te diriges hacia el interior del pueblo de la forma más sigilosa posible.

Muchos de los muertos están atareados, aterrorizando a algún campesino al cual sabes que no podrás salvar o directamente cebándose con algún cadáver reciente. La simple visión de sus caras deformadas, consumiendo carne de los heimin te produce arcadas. Pero eres un samurái y tienes un deber con tu Clan.

Avanzas un poco más, con cuidado, pero con la confianza de saber que están ocupados como para centrarse en ti. Llegas a uno de los bordes del pueblo. A lo lejos, puedes ver un pequeño grupo de muertos vivientes persiguiendo a un hombre. Debe ser anciano, porque no corre. Fuerza tu vista de nuevo. Esos colores... El fantasma que viste anteriormente se dirige al monte en la dirección por la que nunca pasa el sol. Sabes que no puedes hacer nada tú sólo. Ya saldaremos cuentas. Piensas con ira. Un grito suena a tus espaldas. Una joven, sucia y asustada corre, herida de una pierna, mientras un grupo de muertos, unos 5 calculas, la persigue en un lento, pero imparable, andar.

Con una última mirada a sus compañeros que se alejaban el joven Otaku se afirmó en su decisión y se internó de nuevo en el pueblo, deteniendose tan solo el tiempo cesario para mojar con un poco de agua un trozo de tela y atarselo para cubrir su nariz y boca.

Los incendios constituian un riesgo permanente en Rokugan, donde la madera era el principal material de construcción, y no le sorprendía el destino hacia el que se encaminaba la aldea. En condiciones normales los heimin habrían podido organizarse y apagra el fuego, pero con esas cosas merodeando...

Xiaorang apretó los dientes. Su deber sería siendo lo primero, pero esperaba que los kami le diesen la oportunidad de ajustar cuentas con ese miserable y vengar a todas las vidas inocentes que se habían perdido por su culpa. Pero eso tendría que esperar, ahora tenía que ayudar a los que todavía seguían con vida.

 - ¡¡Aquí, muchacha!! -

Tras llamar la atención de la joven campesina el samurai no pronunció más palabras, cargando directo hacía los zombies en completo silencio, sus ojos brillantes de cólera. En otras circustancias proablemente habría retrocedido con la chica hacía algún lugar más favorable, donde las criaturas no pudiesen atacarle en grupo, pero se vió incapaz de controlar la furía vengativa que latia en su interior.

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La chiquilla te mira asustada, pero ante su inminente muerte, decide confiar en ti. Ya todo parecía perdido.

En cuanto llega a ti, tu katana ya está en tus manos y cargas hacia el grupo de monstruos. Con un katanazo preciso cercenas la cabeza de uno de los muertos que vuela sin control. Grandes cantidades de sangre salen del cuerpo ya sin "no-vida". Tus ropas se tiñen aún más de rojo. Tendré que limpiarlo en cuanto pueda.

Los monstruos restantes tratan de rodearte, pero sus movimientos son torpes. Dos de ellos tratan de abalanzarse sobre ti, pero sin éxito. Tu situación te resulta familiar, comienzas a estar de nuevo rodeado, eso es algo problemático.

Puedes ver con el rabillo del ojo, como la chiquilla se ha quedado contra una pared, en cuclillas, aterrorizada. Pobre chica.

Esquivando y parando el samuraí logró evitar los torpes ataques de los zombies. Sabía que no podía confiarse, aquellos seres tan solo necesitarían un golpe de suerte para conectar un golpe o tirarle al suelo y luego ya sería cuestión de tiempo hasta que acabasen con él. Sin embargo, si deseaba salvar a la joven, no tenía más remedio que acabar antes con aquellas criaturas, pues era claro que ella no se encontraba en condiciones de seguir corriendo.

Dió un paso atras para evitar la embestida de una de las criaturas, al tiempo que su espada se precipitaba sobre el cuello del mismo con un fluido movimiento que terminó en un giró sobre su pierna derecha. Continuó retrocediendo muy poco a poco, intentando evitar que aquellas cosas le rodeasen por completo.

Se arriesgo a hechar un breve vistazo a su espalda, para comprobar la situación de la chica y el camino por allí seguía estando despejado.

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Uno menos y quedan cuatro. Piensas. Entre la carrera y la pelea, notas como el sudor comienza a ser abundante por todo tu cuerpo. Gotas caen por tu frente, pero no tienes tiempo de secártelas, confías en que no se te metan en los ojos.

El viento sopla ahora con algo más de fuerza. El incendio ha devorado ya varias casas y en algunos lugares incluso ha parado, a falta de más material para devorar. Sientes algo de frío.

Tus movimientos, perfectamente aprendidos, te sirven para evitar con agilidad el impacto de las molestas criaturas, pero ahora están muy cerca de ti, flanqueándote. Vuelven a atacar. Todos fallan. Todos menos uno, que aprovechándose de su posición consigue rasgarte en un lateral. Rápidamente, comienzas a sangrar con profusión.

La joven parecía a salvo (por ahora, al menos) pero el joven Otaku pago caro su momento de distracción cuando uno de los zombies le alcanzó con un poderoso golpe.

El contrataque del samurai, un certero golpe horizontal, dió buena cuenta de la repugnante criatura pero el daño ya estaba hecho. Aguantandose el dolor y las ganas de comprobar la herida Xiaorang continuó retrocediendo lentamente, tratando de abandonar el cerco de los muertos vivientes.

Ya había sufrido heridas antes, pero le sorprendió el daño que aquellos seres inmundos eran capaces de causar con sus garras y prefería no pensar en todas las enfermedades que podrían llegar a transmitir. En cuanto acabase con ellos tendría que lavarse y desinfectarse la herida concienzudamente.

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¡Tres! Pero los muertos no se detienen y siguen intentando alcanzarte. Aunque la diferencia cada vez es menor, tus heridas están debilitándote. Confías en que las sucias garras de las criaturas no te infecten nada.

Las llamas comienzan a consumir seriamente los edificios entre los que estás. El humo es cada vez más intenso. Miras un segundo a la chiquilla. No se ha movido en absoluto. Como en un terrible sueño del que intentase despertar, parece que gasta todas sus fuerzas en ello. Al menos estos monstruos no han ido a por ella.

Los tres muertos lanzan su ataque de nuevo, dentelladas, garrazos, lo que pueden. Los tres fallan. En su estilo de lucha, si es que puede llamarse así, les deja siempre muy desprotegidos, cosa que siempre intentas aprovechar. Por suerte para ti, uno de ellos, que ha estado muy cerca de golpearte, ha fallado en el último segundo.

Debo aguantar.

A pesar de sus bajas los odiosos seres atacaban sin cesar, pasando por encima de los cuerpos de sus caidos como autómatas sin cerebro, y el incendio, que por un momento había parecido cercano a su fin, se recrudecía en su ansia destructora.

Pero Xiaorang tampoco cejaba en su empeño, la fuerza de su determinación igual o mayor que el hambre impía de los zombis. Los planes hechos con los Ide, separarse de estos, su herida... todo eso habría sido inutil si no conseguía auxiliar a nadie, y aunque tal vez el pueblo ya estuviese perdido, defendería a quella chica mientras le quedase sangre en las venas.

De nuevo su katana golpeo con precisión, y de nuevo otra de las criaturas se desplomó definitivamente.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Fu Leng.

¡Dos! Los movimientos de los muertos siguen siendo torpes y la pobre chiquilla sigue temblando es su esquina. De alguna manera temes que si no son los muertos vivientes sea el fuego quien acabe con ella si no se mueve. En cualquier caso, te mueves con mayor fluidez gracias a los huecos que los muertos han dejado al "morir". No obstante, por otro lado, el combate esquivando cuerpos en el suelo no es lo más sencillo.

Con gritos agónicos, los muertos vuelven a intentar atacar. Uno de ellos consigue de nuevo golpearte desde uno de los lados. Sin embargo, su garrazo está carente de fuerza.

El cansancio u el humo comenzaban a dejarse notar y de nuevo el samurai fué alcanzado por uno de los zombies. La herida apenas era un rasguño, pero junto con la anterior fué haciendo mella en los reflejos del joven.

Sus golpes ya no eran tan rápidos y precisos como antes y sus pies trastabillaban de cuando en cuando con los cadaveres del suelo, pero el corazón de Xiaorang seguía tan inquebrantable como siempre, y una vez más su hoja mordió la carne muerta de las criaturas con furía vengativa.

El joven unicornio se encaró por fin con el último de los zombis, deseando acabar lo más rápido posible. El incendió estaba ya demasiado cerca para su gusto y no tenía intención alguna de quedarse atrapado entre las llamas y los zombies.

Aldea tras las Montañas del Espinazo del Mundo. Hora de Fu Leng.

¡Otra cabeza que sale volando! ¡Ya sólo queda uno! ¡Aguanta Xiaorang! Las palabras resuenan en tu cabeza, pero sabes que estás cerca de la muerte y eso hace que un escalofrío recorra tu espina. Esperas el ataque del muerto viviente y rezas para que puedas asestar un último golpe certero.

El que esperas que sea el último ataque del cadáver andante falla por poco. Tu oportunidad se presenta en bandeja de plata.