Partida Rol por web

Cuanto mas escuchaba peor se sentía, ambos habian corrido aventuras y vivido situaciones tensas... A él casi le habia dado un ataque de panico por hablar con un pueblerino. Mientras masticaba su cerebro iba trabajando, casi podia escuchar los engranajes chirriando.

En-entonces ya sa-sabemos lo que pa-paso co-con la mu-muchacha. Va-vamos a de-decirselo a piel-pieldearmiño

El concepto de venganza era ajeno a Silbido. Nunca lo había contemplado con los hombres que mataron a su familia y le quitaron su vida. Con menor motivo deseaba vengarse de Ugdush, el semiorco, que solo la había dejado tirada cuando los cadáveres andantes se abalanzaban sobre ella, casi devorándola. Si se encontraba con él, sin embargo, no dudaría ni un segundo en meterle una flecha entre los ojos, o en la nuca si se terciaba, y estaba segura de que sería un gusto hacerlo.

—No creo —respondió, riendo suavemente—. Si Ugdush hubiera estao, no habría podido oler el ron ese.

Garius se animó a intervenir, tras mantenerse en silencio desde su exabrupto, atorándose con las palabras como de costumbre. Propuso volver a Suzail a hablar directamente con Lucius Pieldearmiño. Silbido hubiera estado de acuerdo si no hubiera tenido una larga noche de caminata, acompañada solo por sus propias reflexiones respecto a lo que había ocurrido.

—Podemos ir —afirmó—, pero creo que mejor no. Quicir, que paice que se l’han llevao como a las otras chicas, pa vendela, sí. No’stamo seguros, pero lo paice. Pero si mandaron matar al del carro, es que algo sabían del tema esos piratas. Y el ataque al Pieldearmiño cuando fuimos a su casa, lo mesmo fueron ellos, ¿no? Alguien se lo tie caber dicho a ellos. Que igual están vigilando a Lucius, o a lo peor, que la chica no esté capturada, que sea d’ellos. ¿Me se sigue?

La chiquilla desconocía si lo que decía tenía sentido para los otros dos. Todavía era ignorante respecto de la civilización, y quizás estaba siendo paranoica. Después de huir de una ciudad y pasar varias semanas encerrados en prisión en otra, su desconfianza era natural.

—Si preguntamos en los muelles, con cuidao —comentó a Bronas—. Si s’enteran, se pueden dar el piro. Gina dijo que el que hablaba tenía acento de Puertaoeste, como esa Dalia que has dicho; podemos hablar con ella también. Y amás, si han agarrao más muchachas, los padres lo habrán notao y habrán avisao a la guardia, ¿no? Pa eso están, ¿no? Podemos preguntar.

Silbido sospechaba que el torrente de palabras se secaría en cuanto estuviera delante de alguien con quien no tuviera confianza, a menos que fuera tan apocado como el elfo. Bronas no mostraba el menor reparo para hablar con nadie, pero Ark y Banjeela estaban mejor preparados para manejarse en esos asuntos.

—Y habrá que ir a por Ark y Banjeela, sí—confirmó. Giró la cabeza hacia Garius y prosiguió—: y tus compañeros. Algo más habrán descubierto.

Turno 41

Mientras Banjeela ruega por su vida después de la terrible herida sufrida y empuja sin mucho éxito al pirata que está intentando acabar con ella, los tres adversarios se echan de nuevo sobre vosotros. Ark, medio atontado después del golpetazo del impío agresor, recibe un profundo tajo en su espalda que le sirve para localizar desde dónde se lanza; levantándose, lanza un golpe de maza ascendente que termina con un sonido crugiente y un montón de dientes piratas volando por el aire, y una mandíbula quebrada.

La joven bardo descubre sorprendida que los atacantes deben tener órdenes de matarlos, y no atienden a sus súplicas, ojitos y tetas tretas. Un tremendo golpe en la mejilla con la guarda del sable hace que la joven se estrelle contra la sucia pared del callejón.

Por último, Barundar no puede evitar una finta canalla del sable con el que combate, que le hace un terrible corte en la axila, bajo la armadura. Apartando de un empujón al enemigo, el barbudo guerrero le señala y le increpa; "No os dais cuenta de que jugamos con vosotros...", dice dando un traspiés. "Ya solo quedais dos...", afirma dando un par de vueltas sobre sí mismo y sintiendo cómo un agujero negro se adueña de su cabeza. "Y aqui hay muchas ratas para echar de comer...", termina cayendo al suelo haciendo molinillos con los brazos, y quedando inmóvil, pálido por la pérdida de sangre.

Los dos piratas restantes pegan un rugido feroz, y vuelven al ataque.

 Bronas se rió alegre del comentario de Silbido sobre Ugdush, la verdad es que esa mañana estaba especialmente de buen humor.

 Atendió a Garius y a Silbido con sus elucubraciones y sugerencias, era del mismo parecer de Garius, pero la sugerencia de la chiquilla le hizo encarar el tema desde otra perspectiva.

 Malditos sureños. Siempre todo tan rebuscado.

 - En cualquier caso todos estamos de acuerdo en que lo primero es dar con el resto. Tal vez ellos hayan encontrado otra información referente a este feo asunto. Luego ya veremos si ir al muelle a preguntar, ir a ver a Pieldearmiño o tratar con los guardias por si han recibido otros informes respecto a desapariciones de chicas. De paso no estaría mal conocer cosas de la Costa del Dragón.

El maullido del gato espantó a un ratón. El roedor salió disparado de detrás de las cajas del callejón y trepó por un desagüe hasta las ventanas del segundo piso, a salvo de su eterno depredador. A Banjeela también le hubiese gustado subir cañerías.

¡No! ¡Aléjate de mí!

Banjeela, ya a la desesperada, pasó a coger parte del látigo junto al mango. Así quedó una práctica semicircunferencia sobresaliendo del puño, una cachiporra (y Banjeela entiende mucho de porras) replegada sobre sí misma para defenderse en las distancias cortas.

Todo es inútil. Voy a morir. Todo por culpa de esos enanos. Todo por culpa de Ark. ¿Por qué tuve que dejarme convencer sobre lo de venir a por el dúo cómico? Y ahora voy a morir... tan joven... tan bella...

Y ya iban dos. Los enanos no estaban haciendo honor a su raza con la actuación que estaban llevando a cabo, aunque a decir verdad los otros dos integrantes del grupo no lo llevaban mejor tampoco.

Si el mago pudiera pensar probablemente se lamentaría por no poder alcanzar la botellita que había guardado en un bolsillo lateral de su mochila, de las pocas cosas que pudo coger antes de salir de su aldea.

Habría sido un buen momento para utilizarla...

Turno 42.

Por fin reunidos, disfrutais de una amena conversación alrededor de una de las mesas de la posada, mientras el posadero y propietario del local sirve las mesas con presteza y el gordo enano herrero entra para tomar su desayuno, saludándoos con la mano y anadeando hasta una mesa cercana a la vuestra.

Tras charlar un buen rato y disfrutar el reencuentro, ponéis varias opciones sobre el tapete; avisar al noble que os contrató del paradero de su hija, preguntar por el puerto acerca del barco llamado "el Secreto de Suzail", y buscar a vuestros compañeros. Finalmente, decidís llevar a cabo la tercera opción.

Salís de la posada y os internais en la ciudad en cuanto el inmenso portón alza sus rejas, y esa mañana os dedicais a preguntar aquí y allá por el variopinto grupo; una medio elfa, acompañada de un humano y dos enanos, uno de ellos con aspecto de místico. No es una descripción habitual, pero la capital es una ciudad muy grande y vosotros no sois precisamente unos ases de las relaciones sociales.

El más acostumbrado a tratar con otras personas, (aunque parezca increíble), es el inmenso bárbaro, así que es Bronas el que encabeza la marcha y pregunta en mercadillos, tiendas, tabernas y postas por si alguien ha visto a vuestros compañeros.

En una ocasión, paseando por las zonas cercanas al puerto, una anciana escucha al jotunbround hacerle la pregunta a un mercader, que niega haber visto a nadie. Cojeando, la enjuta vieja se acerca y se dirige a vosotros con voz cascada; "¡Yo les he visto!", dice afirmando vehementemente con la cabeza. "¡Les vi desde la ventana!, ¡menudo ruido hicieron esa noche, ya lo creo que sí!".

Sin embargo, cuando Bronas le pide que refiera dónde los vio, se encoge de hombros y le lanza una sonrisa desdentada y amarilla; "No me acuerdo". La sonrisa interesada que aparece después deja bien claro que hay cosas que podrían aflojarle la memoria, como algo de dinero. O una ostia. Por ejemplo.

(Sigue...)

Aquel golpe me habia dejado seco, la verdad que poco quedaba ya por hacer y lo veia todo algo nublado, aun asi intente levantar mi hacha por encima de mi cabeza para asestar un golpe, pero nu tuve claro el efecto de aquel golpe. Aquellos piratas eran bastante escurridizos, tendria mas cuidado en un futuro si es que volvia a ver salir el sol, ahora solo queria descansar y no veia el momento.
 

Silbido tomó nota mental de que, la próxima vez que se separaran, debían acordar un lugar de reunión, y dejar aviso en dicho lugar de dónde se dirigían cuando se dispusieran a salir. Tantas notas mentales había hecho desde que dejó Cormanthor, que sería un milagro que recordara todas ellas.

Suzail era una ciudad demasiado grande. Decenas de personas, o cientos, o incluso miles, iban de un lado a otro ocupándose de sus asuntos. No se paraban a saludar o hablar con sus convecinos, menos aún que las gentes de Paso de Ashaba, y ni siquiera parecían fijarse en lo que ocurría a su alrededor, como si fuera lo más normal del mundo.

Silbido tenía que esforzarse para no mirar de un lado a otro todo el tiempo. El camino hasta el palacio, y después a la casa de Pieldearmiño y de vuelta a la posada había sido por calles enormes. La búsqueda, sin embargo, les había llevado a las más concurridas, donde era más probable que Ark, Banjeela y los enanos hubieran estado. El mercado le había impactado especialmente; parecía una colonia de gusanos, de lo apelotonada que estaba la gente entre los tenderetes.

No fue hasta que llegaron al puerto cuando alguien se acercó a ellos, cuando les escuchó preguntar por el cuarteto: una vieja esmirriada y de andar torcido. Las respuestas que les dio al grupo, además de insuficientes, carecían de sentido para la chiquilla.

—Cómo no vas a acordarte si los viste des la ventana —repuso Silbido, que no entendía lo que pretendía la anciana—. ¿Que no sabes ande está tu ventana?

La ciudad era grande, y agradecía a cada momento que no se hubieran vuelto a separar, ya le había costado hablar con pueblerinos que creían que era un duende noble, pero tener que regatear con gente o hablar tanto como estaba haciendo bronas le hubiera dejado exhausto.

A lo que encontraron una pista se puso furioso, todo el mundo quería sacarles dinero y probablemente la información que tenía la anciana sería estupida o incompleta, si no directamente inventada.

En vez de hablar Garius se quitó la capucha, dejando al descubierto sus cicatrices y mirando severamente a la anciana sin decír nada, esperando a la respuesta del gigante al que acompañaba.

 Bronas marchaba delante del grupo, abriéndose paso de manera natural con su presencia, la gente solía apartarse de su avance. 

 Durante las pesquisas más de una y dos veces se quejó de que el grupo no le escuchara con lo referente a determinar un punto de enlace. Pero de poco servía lamentarse en esos momentos. 

 Estaba preguntando a un tendero cuando una anciana comentó que tenía información al respecto. El norteño miró a la vieja que le quería hacer saltar la plata. Ante el comentario de Silbido no pudo reprimir unas sonoras carcajadas.

- Lo que ocurre, amiga, es que nuestra querida anciana sufre de una fea enfermedad, la avaricia. Quiere lucrarse al vendernos la información que ella tiene y nosotros queremos.

 Miró a la vieja, no le gustaba, pero seguía de buen humor por la noche pasada y el reencuentro con el resto. Sacó unas piezas de plata y las mostró en sus manos.

- Aquí tienes el remedio para tu dolencia, canta y será tuya. ¿Qué viste de la mestiza, los enanos y el sacerdote de Selune?

Turno 43.

Banjeela se deja de sutilezas. El combate se ha recrudecido en la oscuridad de la noche, y dos piratas combaten contra ella y contra el sacerdote, poniéndolos contra las cuerdas. Así pues, termina agarrando el mango de su látigo como lo haría con una buena p... alanca, y lanza varios temibles golpes contra la cocorota del pirata, que rebotan sobre ella con la misma contundencia que un pollo de goma. Desgraciadamente, parece que la joven medio elfa no consigue su propósito.

Es el turno de su adversario, que algo harto de soportar tediosos y molestos golpes en el occipicio aparta a Banjeela con violencia, e intenta atravesarla con su sable. Ella se escurre con la elasticidad de una bailarina, y el sable solo consigue pasar a través de un saco de porquería que tenía detrás.

Mientras tanto, el que luchaba contra Barundar ha conseguido deshacerse del enano, pero se ve salpicado por los dientes de su compañero, que Ark acaba de esparcir a su alrededor. Sin perder un momento, el pirata se lanza contra el sacerdote hoja en mano, y lanza un ataque lateral que su contrincante desvía sobre el mango de su maza. Por alguna razón, Ark parece bastante despistado, y no termina de responder al terrible ataque.

¡El combate sigue!, ¿qué haréis ahora?.

Estaba claro que no íbamos a tener ni un segundo de respiro , y para mi consternación , el otro enano también cayo al suelo Selune sabia si vivo o muerto , con el agravante de que su oponente ahora estaba centrado en mi.

La situación era critica , con dos compañeros caídos , mi reserva magia agotada , y varios cortes por los que notaba correr la sangre a chorros llevándose poco a poco el vigor que me quedaba. Pero lo peor no era el cansancio físico , sino el cansancio emocional. Tal vez habían sido demasiadas experiencias traumáticas para un solo día , o simplemente es que necesitaba tomarme unas vacaciones. De una forma u otra , todo iba a ser voluntad de los dioses , asi que esboce una sonrisa y me concentre en el combate para intentar vivir lo suficiente como para tener una agradable discusión con los dos enanos si es que eramos todos capaces de salir con bien de esta.

Agarro con mis fuerzas menguantes y mis manos sudorosas el pomo de la maza que cada vez es mas y mas pesada , y trato de golpear con fuerza al pirata que me esta hostigando , pero el golpe es muy malo y es esquivado con suma facilidad mientras veo como el condenado se lame saboreando la sangre , como un gato jugueteando con un ratón.

Si las cosas iban mejor o peor era algo que sólo los dioses sabían a ciencia cierta.

Sí, Barundar también había caído, pero mirándolo por el lado bueno sólo quedaban dos piratas ya.

¿Serían capaces Banjeela y Ark de acabar con ellos?

La respuesta es no. Un no rotundo.

Vale, vale... Tranquilo... Me rindo, ¿de acuerdo?-dijo moviendo despacio el látigo a un lado-¡Y UNA PORRA!-de un golpe de muñeca, el látigo oscila directo a la cara del pirata-¡Sé lo que haríais a una chica bonita si la capturáis!

Y tanto. Banjeela había leído novelas. La secuestrarían, la llevarían al barco pirata y la atarían al mástil de mesana mientras apuestan entre ellos quién será el primero en violarla. Y entonces saldrá a cubierta el aguerrido capitán, a pecho descubierto. La desatará y prohibirá a los demás marineros que le pongan un dedo encima. Y se la llevará a su camarote, donde se abalanzará sobre ella con el ímpetu de un tigre salvaje, desgarrándole la ropa y...

Banjeela no estaba centrada. El pirata agachó la cabeza, y el látigo pasó de largo.

Turno 44.

La añagaza de la semielfa no tiene éxito, en parte debido a la falta de concentración que le producía el recrear novelas rosas en el interior de su cabeza, y el látigo silbó sobre el pirata sin conseguir tomarle por sorpresa. Éste finta por debajo, causándole un feo corte bajo el ombligo que escuece bastante. "Hahaha", ríe el malvado.

Mientras, Ark telegrafía un golpe perfectamente previsible, que el pirata esquiva con un salto sin problema alguno, chocando contra un montón de cajas y viejas trampas para langostas que permanecen apiladas precariamente contra la pared. Enseñando sus dientes amarillos, se prepara para terminar con el sacerdote. "¡Yo soy cola, tú pegamento!", le escupe antes de atacar.

Sin embargo, las cajas contra las que chocó terminan de temblar y comienzan a derrumbarse sobre su cabeza, y mientras Ark se aparta con la agilidad de una tortuga reumática el pirata termina debajo de un montón de útiles de pesca arruinados con olor a pescado podrido. "Mierdaaa".

(Sigue...)