Partida Rol por web

Turno 47.

Tras descartar la compra de una varita mágica de curación por su excesivo coste, decidís en conjunto dirigiros a alguna posada cercana. Banjeela ofrece diez piezas de oro al cepillo, ya que el anciano de barba blanca y aspecto beato que acompañó a sus compañeros le parece un putero de la peor especie, y tras la donación salís a las calles, ahora medio desiertas debido a lo avanzado de la tarde.

El adoquinado gris contrasta con el blanco de piedra pulida de los edificios, y el conjunto se ve resaltado por un cielo rojizo que comienza a cubrirse de plomizas nubes desde el sur. Silbido y Bronas no dudan en pronosticar una buena tormenta para esta noche, aunque la temperatura sigue siendo buena. No lejos de este lugar, siguiendo hacia el norte durante diez minutos, Bronas recuerda la taberna del Guiño. Pero entre que no tiene habitaciones, y que a algunos de sus acompañantes no les gustaría su festivo ambiente, finalmente os decidís por una posada pintoresca que se encuentra calle abajo, "la Dama Oculta", decorada con vidrieras de color dorado decoradas con formas romboides en su primer piso, y llena de ventanas en el segundo y en el tercero.

En el interior, un hombre de cabello rubio y bastante corpulento, por no decir gordo, parece ser el propietario. Está contándoles a los parroquianos, parece que por enésima vez, una vieja historia.

(Sigue...)

"Y aquí le dio hospedaje mi abuelo Phocius, descanse en paz junto a Timora, hace ya un montón de años. Aquella preciosidad peliroja, fuerte de carácter y de músculos, ¡una guerrera nada menos! ", explica muy emocionado, "¡Y con un tatuaje mágico, todo azul y deslumbrante como un maldito faro, ya lo creo que sí!", afirma, "Desde aquí hasta aquí, desde aquí hasta aquí", cuenta señalando su antebrazo.

En ese momento se da cuenta de que tiene nueva clientela, y entre abucheos por interrumpir su historia se dirige hacia vosotros. "¿Buscan hospedaje los señores?", pregunta con una sonrisa amigable. "¡Tenemos libres cuatro habitaciones dobles por cuatro monedas de cobre, y la suite en la que se alojó la famosa Alias Brazotatuado, por solo una pieza de oro cada noche!".

(Sigue...)

Por una pieza de cobre por cabeza podéis zamparos una sustanciosa cena a base de caldo de almejas en su jugo, así que vosotros decidís el dinero que gastais en vuestro alojamiento. Al día siguiente, tras descansar con tranquilidad, bajais todos bastante temprano al salón común, antes repleto de gente y ahora vacío, a no ser por el dicharachero posadero, que os señala una mesa cercana a la barra.

¿Explicaréis vuestras aventuras ahora?. ¿A dónde os dirigiréis?. Un nuevo día amanece, lleno de posibilidades.

El norteño asintió con un "me vale" y entró en el salón buscando una amplia mesa en la que pudieran caber todo el grupo para cenar y contarse las cosas. Cuando vinieron preguntando que querían para comer y le contaron lo de las almejas, el ilushkano le miró con disgusto. Sacando una pieza de plata le dijo.

- Para mí, comida de verdad, nada de sopa aguada con almejas, carne y pan. Y cerveza.

***

Cuando estuvieron todos reunidos en la mesa, con solo los restos en los platos y las manos aferrando las jarras de vino, cerveza o hidromiel, el norteño expuso al resto lo que habían descubierto, prescindiendo de los detalles que tanto le gustaban describir cuando contaba sus historias. En esa ocasión fue directo al grano.

- Siguiendo el camino dimos con el rastro de la patrulla orca que asaltó la carreta. Tras un día de adentrarnos en las montañas siguiendo estos rastros dimos con una vieja fortaleza en ruinas. Ocupada por una tribu orca, con sus gigantes y wargos mercenarios. Tras descansar, a la mañana siguiente decidimos tomar algún orco para que nos informara, eso el elfo y yo, mientras Silbido iba a liberar a una muchacha que parecía estar allí apresada de alguna incursión reciente.

A Garius y a mí se nos complicaron un poco las cosas, pues los orcos nos vieron antes de tiempo y pudieron hacer sonar el cuerno de alarma. Así que no pudimos ir con sutilezas y apenas matado el ogro y la media docena de orcos, con la partida de guerra alertada y los wargos a por nosotros, nos dividimos. Garius por un lado, yo por otro con los lobos tras de mí y de Silbido no supimos nada.

Tras liberarme de los lobos, acudí a Puerta Nocturna, viendo que era el primero en llegar, me dirigí al castillo para alertar a los Dragones Púrpuras de la presencia de la partida de guerra orca. En estos momentos los Dragons Púrpuras deben estar persiguiendo a los orcos de regreso a sus moradas en Picos del Trueno.

En ese punto centró la atención en sus viejos amigos.

Puede hablar con Alusair, la regente, al parecer estaba contenta y se mostró favorable para escuchar, y le hablé del Conde Drago y de Soldeinvierno, me dijo que estaría al corriente del conde y enviaría a alguien para seguir los pasos de Soldeinvierno.

Tras esa pausa reanudó la exposición de los datos.

Luego regresé a Puerta Nocturna donde encontré que Garius había pasado la noche ahí y que Silbido llegaba con más noticias.

Liberó a la chica, una tal Gina, al parecer uno piratas la habían secuestrado a ella y a un par de mozas más del pueblo y se las llevaron en barco, llamado el Secreto de Suzail.- Dijo haciendo énfasis en el nombre del navío por ser ese el mismo nombre que nombrara el difunto noble.- Al parecer vendieron estas a los orcos. A los que pagaron para perseguir al tipo del carruaje al que mataron la noche en que nos conocimos todos. Al parecer quieren pillar a más chicas para venderlas por la Costa del Dragón.

Luego venimos de nuevo a la ciudad para dar con vosotros. Y vosotros, ¿qué más descubristeis?

Ark atendió al barbaro mientras hacia una relato asombrosamente escueto de sus peripecias mientras nosotros nos dedicábamos a descansar presas del veneno de los guardias.

-Nosotros apenas hemos descubierto nada. El mismo día que nos separamos fue cunado caímos bajo el veneno de los piratas. Conseguimos averiguar que la niña en realidad no había ido de camino a casa desde la escuela , sino que con ganas de aventura , ella y una compañera se habían aventurado por los muelles , donde por lo visto un tipo con mala catadura las había estado siguiendo. LA compañera se asusto y huyo de ahí , y la hija de Peldearmiño no volvió a ser vista. Fuimos a los muelles a investigar y entramos en una taberna , como los Sres. enanos no parecían bien recibidos , se salieron de la posada mientras la Sta.Banjeela se camelaba al posadero. Consigio averiguar lo que ya os conto del tal Cap. Rorn y nos dirigimos afuera. Al salir no encontramos a los enanos asi que despues de discutirlo decidimos encaminarnos de nuevo hacia la posada , cuando la Sta Banjela escucho unos sonidos de lucha. El ir a ver que pasaba nos encontramos con uno de los enanos caído mientras el otro se las ingeniaba para defenderse de cuatro piratas. Fuimos en su ayuda y apenas escapamos con vida del asunto , pero o malo es que esos malnacidos tenían las armas empozoñadas , así que hemos pasado en el hospital desde el mismo dia que nos separamos mientras la ponzoña abandonaba nuestros cuerpos.

El relato es frió e impersonal. Por su actitud se nota muchísimo que hay algo que molesta profundamente al sacerdote de lo ocurrido aquel día , sus referencias a los otros compañeros siempre son ,o impersonales , o descaradamente remarcadas con educación empleando señorita o señor fulano o zutano. Terminado su relato, el clérigo se refugio en su jarra poco dispuesto a seguir comunicándose.

Ay, cielos... ¡Brazotatuado! ¡Iiiiiiiih! ¡Qué emoción! Hay una leyenda sobre su tatuaje... que no sé si será cierta... Dicen que Brazotatuado era guardaespaldas de los magos rojos, y que decidió desertar. Se hizo un tatuaje enorme por encima del viejo tatuaje emblema de los magos rojos que la marcaban como su propiedad. Y desde entonces ha sido buscada y perseguida por toda la organización. Brazotatuado es un ejemplo a seguir para todas las mujeres de Faerún, una guerrera que se hizo a sí misma en un mundo eminentemente masculino y machista como es el de la carrera de aventurero.

No se hable más... Silbido, compartiremos habitación en la suit de Brazotatuado. Pago yo la cama. Será genial, nos empaparemos en el espíritu pionero de la guerrera más grande de todos los tiempos. Hablaremos de cosas de chicas mientras te peino... Hace como una semana que no te veo. Tenemos que ponernos al día, querida.

Y para temas de comida, Banjeela era todo lo opuesto a Bronas (en realidad era todo lo opuesto a Bronas en cualquier aspecto). Llevaba meses viajando por el interior, se moría por saborear los productos del mar. No se pasa por Cormyr sin probar su marisco y su pescado. La semielfa comió almeja, vaya que si la comió. A lengüetazos. Y también un pescadito al horno riquísimo. Estuvo tentada de acompañar el pescado con vino blanco, pero la última vez que bebió alcohol quedó escarmentada. Se limitó a un vaso de agua. Si quería volver a la posada en la que durmió Brazotatuado en otra ocasión, no podía volver a perder los papeles como con Gobo.

La vida sonreía a Banjeela. Buena habitación, buena comida... Hasta el normalmente antipático Ark empezaba a mostrar muestras de cortesía. ¡La llamaba señorita! Ahí se nota la mano de una mujer. Antes de conocer a la semielfa, Ark tenía el tacto de un cactus del desierto de Cálim. A Bronas y a los dos enanos ya no podía enderezarlos, eran un caso perdido. ¿Pero con Ark? Lo tenía comiendo de la palma de su mano.

No fastidies...-se golpeó la palma en la frente-¿Todo este tiempo el "Secreto de Suzail" era un barco? Bueno, no pasa nada. Vamos a empezar a hacer las cosas bien.

El siguiente paso es pasar por la capitanía marítima y ver los registros de los barcos atracados en puerto. Por muy piratas que sean, para atracar aquí tienen que hacerlo por lo legal y pagando impuestos. A ver si por un casual siguen en Suzail. Y si no, vemos las frecuencias de sus llegadas. Tendremos que vigilar el barco, y acorralar a algún marinero para interrogarle. Porque haceos a la idea de que a estas alturas Tania ya ha podido ser vendida a algún otro grupo orco como el de Gina.

Que no entiendo para que quieren unos orcos a una chic... ¡Oooooh! ¡Aaaaaaagh! ¡Puaaaaaj! Menudo asco, que panda de degenerados. Si solo son chiquillas de la edad de Silb...

O podríamos poner a Silbido de cebo, caminando por el puerto. Con el vestido apropiado, y después de pasar por mis manos, será toda una fina muchachita. Repite conmigo, Silbido: la lluvia en Lapalaiya es una maravilla.

Cosas de chicas… Silbido tenía bastante claro que era una chica. Una no dejaba de ser una niña y se transformaba en un chico, no era natural. Y Quelnaas se lo había explicado todo. Los chicos y las chicas tenían papeles diferentes y complementarios en la reproducción. Ocurría lo mismo con los animales, aunque no con todos, pero sí la mayoría de los que le interesaban. Y, se había fijado bien, machos y hembras se comportaban de manera distinta, especialmente durante el celo de la hembra. Pero las humanas, las elfas, las enanas y en general, las mujeres de las demás razas inteligentes, no tenían celo. Siempre estaban preparadas para reproducirse. Para ello, bajo la influencia de los ciclos lunares, limpiaban su vientre y lo adecentaban para cargar al pequeño. Un jodido engorro, en su opinión. Se imaginaba que esas eran las cosas de chicas sobre las que quería hablar Banjeela.

Lo que no le explicó nunca Quelnaas, quizás porque ella era una chica, era qué podían ser las cosas de chicos. Pero a juzgar por lo que hacían los hermanos cuando espiaba sus movimientos antes de que hicieran las paces, se hacía una idea de que, fuera lo que fuese, debía implicar tirarse cuescos y regoldar en abundancia.

Bronas relató tanto su parte de la historia como la que ella había compartido con él y Garius. El Secreto de Suzail era el nombre del barco de los tipos que estaban secuestrando chicas. El sacerdote parecía malhumorado por algo, lo cual no era infrecuente en él, ni sorprendente en este caso, después de perder el tiempo tirado en una cama escupiendo veneno.

Banjeela seguía hablando sobre registros, capitanías, impuestos y otros asuntos de los que Silbido ni tenía conocimiento, ni podía hacérselo sin un contexto adecuado. Después habló de algo que sí comprendía: cebos. Y hasta tenía sentido, aunque poco. No se ponía de cebo a sí misma, como sugería la mujer, pues no pretendía pescar peces comedores de personas, pero era bien cierto que la gente tras la que iban estaban llevándose chicas de su edad. Chicas como Gina. Pero Gina no era como ella. Incluso desnuda y golpeada como la había encontrado, era bonita y elegante y suave, y su cabello no parecía un manojo de cuerdas de cáñamo deshilachadas.

Pero no dijo nada sobre eso, porque pensarlo ya le daba punzadas en las tripas.

—La lluvia s’una putada —respondió a la semielfa—. Te hace cisco la coraza, y aluego la ties que frotar con grasa ciervo hasta dejaite los dedos. Amás, se lleva las huellas de las presas, y no te deja ver ni oír bien. Eso aquí y en Lapalaiya, ande coño esté eso.

Al final el enano no pudo fingir suficientemente bien estar dormido y tuvo que acompañar al resto del grupo a la posada, aunque a regañadientes.

No abrió la boca durante todo el camino ni tampoco durante la cena. Ni siquiera para indicar al posadero que quería la habitación doble y la sopa de almejas. Simplemente sacó el dinero de su bolsa y ya está.

En su cabeza no dejaba de darle vueltas, como ya llevaba varios días, a lo ocurrido en los callejones del puerto. Tenía claro que si habían sufrido tanto era por su culpa. Incluso eso le hizo replantearse varias veces su selección de conjuros, lo cual provocó que tardara más de lo previsto y, cuando bajó al salón ya estaban todos sus compañeros reunidos.

Sin duda era un grupo variopinto, y empezaban a haber algunas tensiones, o eso le parecía. Pese a lo escueto de la explicación, era todo cierto. Tendría que aprender a resumir así. Le extrañó que barundar permaneciera en silencio. Tal vez se sentía culpable por lo que había pasado. No tenía nada que decir a los demas, pero como había visto hacer otras veces se acercó al enano y le dió un soberbio manotazo en la espalda.

A-animante, n-no se-seas una ne-nenaza.

Turno 48.

Dormís plácidamente en las mullidas camas de la posada, (aunque el propietario mira un poco raro a Banjeela cuando da su propia versión de la historia de Alias Brazotatuado, bastante alejada de la que él se inventó, a su vez basada pero también alejada de la de la Alias real, cuyas aventuras podéis encontrar en "El tatuaje azul", de Kate Novak y Jeff Grubb, Ed. Timun Mas, y que comienza precisamente con una pelea de perros justo en frente de este establecimiento).

Pero en fin, pasando a otro tema, al día siguiente todos os encontrais descansados y compartís un desayuno de pan tostado, aceite y pececillos salados en salmuera, (aunque a Bronas le sirven lo que sobró de la pata de cordero de ayer). La única que dio un plan a seguir fue Banjeela, que propuso que os dirigierais a la Capitanía Marítima, (y disfrazar a Silbido de putilla para atraer esclavistas, cosa que ella no parece muy dispuesta a hacer).

Así pues, salís a una mañana fresca, pero amable, en la que el cielo sobre la ciudad amanece azul y sin una sola nube. A medida que os dirigís hacia el puerto, en busca de la capitanía, el sol matutino va calentando el ambiente y alegrando el semblante de los ciudadanos, marinos y viajeros con los que os cruzais.

El edificio es una estrecha y alta estructura frente al puerto, aplastada por dos almacenes a los lados. Podéis ver a las gaviotas como nubes sobre los barcos pesqueros que se vislumbran en la relumbrante superficie del mar del Dragón, (los pescadores siempre han madrugado mucho), y a algunos estibadores haciendo rodar toscos barriles desde la rampa de un gran carguero hasta una de las puertas de los almacenes.

Dos dragones púrpura vigilan la entrada a la Capitanía, pero en cuanto les enseñais vuestra cédulas de aventurero os dejan pasar sin más dilación. "Pueden encontrar al encargado en el tercer piso", os informan. Así pues, subís unas escaleras de crugiente madera dejando atrás dos pisos, en los que por lo que podéis ver hay varios capitanes haciendo cola para registrarse frente a unos señores mayores con patillas y adornada casaca, que toman apuntes en amplios volúmenes.

Tras muchos escalones, (y un par de croques con el techo para Bronas), llegais a una sala de espera en la que hay dos muchachos de unos doce años, vestidos con librea, sentados en un banco y dándose puñetazos en el hombro entre bromas. Cuando os ven dejan de hacer el tonto, y os señalan la única puerta abierta, que da paso a un despacho en el que una versión más mayor de los señores de patillas de abajo se bebe un cuenco de licor detrás de un escritorio.

(Sigue...)

El hombre le pone un tapón a su botella, y la guarda bajo el escritorio sin molestarse demasiado en ocultar que estaba bebiendo de servicio. Os dedica una media sonrisa cuando pasais, haciendo un ademán para que os sentéis en la media docena de sillas que hay pegadas en la pared de su despacho. "Las viejas costumbres no se pierden. Un trago cuando se embarca, para calentar el estómago y alejar a Umberlee, la zorra de los mares", os dice.

Cuando le pedís que os informe acerca del "Secreto de Suzail", el hombre da un par de palmadas y uno de los zagales que hay en la habitación contigua entra a todo correr. "Traeme el tomo veintidós, piano". Se levanta y da un paseo por la sala, repleta de cartografía expuesta en sus paredes. Al cabo de un momento, el mensajero llega con el tomo, y el viejo caballero lo abre sobre la mesa, (es considerablemente pesado), y asiente con un "A-ham..." cuando encuentra la entrada adecuada. "Sí, pasó por aquí. Este barco me tuvo mosqueado unos días. Algunos de los hombres que transportaba causaron problemas en el puerto, y llegué a pensar en mandar a los Dragones a investigar el asunto. Sin embargo, antes de que mandara la orden el barco se marchó a última hora del día y de forma bastante sospechosa".

Sus ojos azules se fijan en los vuestros, algo suspicaces. "¿Sois amigos suyos?", pregunta. "Sabéis que la información acerca del barco y su destino es privada, ¿verdad?. No podemos informar a cualquiera de las rutas marítimas que toman los navíos, imaginad el problema que podría presentarse si hubieran piratas implicados".

Sentado en la mesa, el hombre, (que no parece asustado a pesar de que sois muchos más y vais armados hasta los dientes), os pregunta directamente; "¿Por qué debería daros esta información?".

(Sigue...)

Podéis intentar convencerle de que os dé la información de alguna manera, intentar intimidarlo, darle una paliza y quitársela o intentar fisgar desde vuestras sillas acercándoos y torciendo la cabeza, (tirada de Avistar dificultad 15). Vosotros decidís ;)

El primer impulso de Banjeela fue chantajear a aquel bufón borracho con informar sobre sus hábitos alcohólicos y cómo su incompetencia por no haber mandado a tiempo a esos Dragones sería notificada a Lucius Pieldearmiño por poner en peligro la vida de su única hija.

Pero Rordam no tenía la culpa. Ese apellido denotaba algún parentesco con el mago Rordar, lo que llevaba aparejado algún retraso mental hereditario de este "humano" con seguramente algo de sangre de semienano muy diluída en sus venas. Y Banjeela era muy piadosa con los sentimientos de los subnormarles, como ya se vió con Gobo o los dos enanos.

Cof, cof, cof-empezó su actuación, sacando poco disimuladamente su cédula de la mochila y desenrollándola descaradamente sobre la mesa del escritorio-El Secreto de Suzail es en realidad un barco esclavista, así que su instinto es inmejorable, Señor.

No estará de más poner a este tipo en sobreaviso. Si al final abandonamos Cormyr para seguirles la pista, y el Secreto de Suzail aparece por puerto en nuestra ausencia, que por lo menos esta vez sí mande a los Dragones a detener el barco.

Y esta vez han secuestrado a una noble de una importante casa de Cormyr. Por supuesto, su colaboración en la investigación será mencionada a las autoridades a efectos de ascensos y condecoraciones.

No añadió más. Hay veces en la que este tipo de funcionarios son honorables, y tratar de poner el colofón con un soborno de unas cuantas monedas resulta insultante y contraproducente.

No pasaba ni un día entre los muros de la ciudad y Bronas ya añoraba su paseo por el monte, con los wargos siguiéndole con sus fauces prestas para morderle y él riéndose en sus peludas caras. 

Por más meses que llevara en tierras sureñas, no había sido suficiente tiempo para que el norteño pudiera comprender como funcionaba la innecesariamente compleja sociedad de esos sureños. O no había querido. 

Sintiéndose fuera de lugar, Bronas seguía atento al resto del grupo, para ver como se desenvolvían ellos por la zona, pero se aburría, encerrado entre paredes de piedra, haciendo cola, agachándose para pasar por esos malditos portales hechos para medianos. Se notaba como poco a poco, el humor del norteño iba cambiando, ya poco le duraban las alegría que le había dado Dalia de Puertaoeste. 

El recuerdo de la chica le ayudaron a pasar el tedioso tiempo en la cola, y se hizo la promesa de visitarla de nuevo antes de dejar esas tierras.

Estando demasiado ocupado en sus fantasías, el semigigante no prestó demasiada atención al burócrata y a Banjeela.

Una vez mas , esa insufrible mujer tomo la palabra. Lo que hizo que tuviera que morderme la lengua ,ya que aunque ciertamente no era el tono que yo hubiera empleado delante de una autoridad en un sitio donde se daba tanta importancia al rango como este , sus palabras eran completamente ciertas.

Por ello decidi desentenderme del asunto y me entretuve mierando las gaviotas por la ventana del despacho , el color del mar , las olas... Tal vez se iba acercando el momento de cambiar de aires , y que mejor que un puerto comercial para emprender una nueva aventura....

El viejo seguro estaba acostumbrado a tratar con gente mejor armada, más numerosa, con peor pinta y de lejos mucho más intimidante que la mujer. Sin embargo, aunque intentaba evitar quitarse la capucha, era realmente la unica manera que tenía de ayudar en una conversación de ese tipo, pues si empezaba a tartamudear como mucho les daría un ataque de risa. Cuando lo hacía, sabía que normalmente se repetía el mismo comportamiento, primero mirada de sorpresa, despues lanzar miradas disimuladas, y cuando se cruzan las miradas, evitar completamente el contacto visual con su cara. El ya estaba acostumbrado, pero supuso que era algo desagradable. Esta vez usó este comportamiento en su favor, o eso esperaba.

Se quitó la capucha y se movió para llamar la atención de Rordam, que como esperaba le miró a la cara, y poco despues apartó la vista. Se aseguró de mirarle fijamente cada vez que podían cruzar miradas, y cuando le pilló(es dificil evitar el morbo al parecer) alzó una ceja, o más bien la zona donde debería haber una, haciendo que este apartara la mirada.

Entonces intentó ver lo que tenía escrito en el libro, y si esa supuesta "vista de elfo" estaba también en su familia, aunque no sabía a que venía, el no creía que viera mejor que los demás.

Solo había seis sillas, y ellos eran siete, contando a Garius y a los enanos. Silbido decidió quedarse de pie. No necesitaba pasar más tiempo sentada del que fuera necesario. Además, estando de pie podía deambular por el despacho y disfrutar de la vista de los muelles que se contemplaba desde la ventana.

Había viajado en barco, en el ferry del río Ashaba, pero no era mucho más que un bote ensanchado; no tenía nada que ver con las enormes naves ancladas en el puerto de Suzail, ni el espeso bosque deshojado que conformaban sus mástiles.

No tenía nada de qué preocuparse. Banjeela se encargaría de todo. En la espesura, la semielfa no era precisamente el miembro del grupo que más contribuía a la supervivencia, pero en la ciudad, entre gente corriente, era útil tenerla. Ella, desde luego, no hubiera sabido qué hacer en esa situación. Incluso Ark y Bronas tenían tanta confianza en sus capacidades que ni siquiera habían abierto las bocas.

Todo iba bien. Pronto sabrían qué había sido del barco, podrían encontrar a los secuestradores, rescatar a la hija de Pieldearmiño y las demás chicas, y cobrar la recompensa.

Mire de reojo aquellos escalones, no se como los humanos se empeñaban en hacer las construcciones de tan mala calidad o directamente con materiales que tendrian que cambiar a los pocos años, vaya desastre.

La última sale parecia realmente importante, y asi de distante me senti al ver a aquel bebedor informarnos a medias sobre aquel maldito barco fastasma, que aun no habiamos visto y ya se nos estaba escapando entre los dedos. Asi que viendo el percal decidi quedarme depie mirando al rededor, sin demasiado que decir de momento. Los asuntos de la mar no eran cosa mia, aunque no estaria de mas aprender como funcionaban, en el futuro quizas me harian falta.

El enano siguió al grupo casi como un autómata, pues seguía atormentándose por lo ocurrido y eso le ocupaba la mente de una forma insana.

Casi se cae en medio de la subida por la rechinante escalera de madera y, en un momento de lucidez tras ver la respuesta del oficial portuario piensa en lanzarle un hechizar persona, pero lo descarta pensando que no es precisamente la acción más discreta del mundo.

Además, la semielfa ya ha empezado a hablar, como hace siempre, sólo espera que con mejores resultados de los habituales.

Mientras tanto, mira al mar y le da vueltas a cómo sería su vida como navegante. ¿Un enano en un barco? Hasta a él mismo se le hace ridículo...