Partida Rol por web

-Pufff.... menuda preguntita que me hace, Hermana. No es como si aquí hubiera una asociación de excavadores con un registro oficial de gente que se va a cavar agujeros a las montañas, sinceramente- respondo, apurado con la pregunta. Me pongo a pensar intensamente en ello. "A ver, ¿a quién conozco en la ciudad que pueda decirme semejante cosa?". Hago una mueca tratando de encontrar algún retazo de información útil al respecto.

-Las salidas de convoyes no van registradas exactamente, al menos las ilegales- me encojo de hombros -Pero los mafiosos no son buenos precisamente a campo abierto ni tampoco creo que sepan encontrar un yacimiento arqueológico así como así, por lo que si yo quisiera hacer algo así, me aseguraría primero de llevar amarrado a un arqueólogo o un guía que conozca muy bien la zona de las Montañas Amarillas...- bufo, exasperado conmigo mismo.

No tienes ninguna noticia de nada semejante, aunque para salir de dudas, quizá una llamada al Museo Nacional o la Universidad de Shanghái os de alguna ayuda.

Definitivamente no consigo recordar a ningún candidato comprable o secuestrable por un grupo de mafiosos.

-Podría ponerme en contacto con el Museo Nacional o la Universidad de Shanghay, a ver si suena la flauta, pero no esperen gran cosa- finalmente me animo a añadir, a regañadientes -Dudo que saquemos gran cosa de ello. ¿Alguno tiene monedas para el teléfono?- pregunto sin más. Yo no tengo ni un chavo. En serio. Esta situación de ruina total no puede continuar, mi reputación se va acabar yendo al traste como siga así.

-Aquí tienes, a mí aún me quedan algunas. No te apures, amigo. Si necesitas dinero podemos repartir lo que haya. El mío lo logré vendiendo los objetos del viaje pasado, así que técnicamente también es vuestro. Usémoslo para el bien común.

Le doy las monedas a mi amigo y le ofrezco unos cuantos yenes más, por si los necesita. Ir sin blanca en una ciudad donde a cada paso te piden propinas es un poco arriesgado. Quizás quienes las pidan no se conformen sólo con un "no tengo".

-¡Ojalá tengas suerte en tus pesquisas!

Si yo también tengo el poco dinero que recogí, tampoco me importa si prefieren llevarlo ustedes, yo no me siento cómoda pagando y mucho menos regateando con estas gentes. Siguiendo con lo que estábamos hablando, ¿cómo podríamos sacarle información a la mafia?

Está claro que hay fuerzas interesadas en el espejo, tanto es así que van por delante de nosotros, y nadie sabe para que puede ser usado, ni cómo, pero si que el mal que esconde es terrible. Hay algo que me preocupa, algo que me confesó el padre Dudivier, eso que el espejo le hizo hacer al padre Emil… me lo confeso en el jardín de la misión la última vez que fuimos, eso que el espejo le hizo hacer no es otra cosa que matar a un hombre… al propio padre Emil. Ya sé que parece una locura, pero eso fue allá en las montañas, y me temo que es allá dónde el espejo adquiera su maligno poder.

Al repetir las palabras que me dijera el padre Dudivier un escalofrío de inseguridad recorre mi espalda por si no estaba ya bastante nerviosa pensando en asesinatos y en la mafia. Instintivamente miro a mi alrededor con la sensación de que algo nos pueda estar observando o siguiendo nuestros pasos.

- ¿Que el espejo le hizo matar a un hombre?- A pesar de mi experiencia con el mundo de lo sobrenatural, aquello me sorprende bastante. - Es muy curioso. Aunque después de lo vivido en aquella isla ya me creo cualquier cosa... Un libro que corrompe y deforma vida, un espejo que obliga a matar... Es descabellado, pero quizás tiene algo que ver. ¿Y si el espejo salió de la isla? Igual que pasó por allí el barco que nos recogió a nosotros, pudo haber otros antes que corrieran mejor suerte que aquel japonés. La Bishamon...

No sientes ninguna amenaza en torno a ti, más allá de la agobiante sensación de que algo que no comprendes está detrás de todos los fenómenos con los que os estáis topando en Shanghái.

Llevas un tiempo con la sensación de tener algo en la punta de la lengua, pero de golpe, lo ves un poco más claro. Tus conocimientos sobre los Mitos te permiten recordar la descripción de unos cadáveres encontrados en las mismas condiciones que visteis en ell Padre DeBriac. Dicha descripción estaba dada en un conjunto de anotaciones anónimas garabateadas en los márgenes del artículo "Leyendas populares del 'Vermis Mysteriis'", de Henry Armitage, publicado en la conocida Revista de estudios epigráficos, volumen 4, 1929 ("increíble que aún recuerdes eso", te dices).

Las anotaciones decían que se trataban de víctimas de Vampiros Estelares, también llamados Vagabundos de las Tinieblas.

El cuerpo se te estremece. Si aquellas anotaciones estaban en lo cierto, probablemente os estéis enfrentando a un peligro extremadamente incontrolable. Y... ¿qué función puede tener el espejo en todo esto? ¿No será acaso que...?

Acepto las monedas del profesor. Me planteo si sería mejor llamar previamente y ahorrarme el viaje hasta los dos sitios, o bien ir directamente y dejarme de historias. Mientras tomo una decisión al respecto oigo las opiniones de la hermana y la falsa pitonisa.

"El padre Dudivier le ha confesado que Emil mató a alguien en las Montañas Amarillas, ¿pelearon por el espejo, tal vez...?", pienso para mí mismo.

-Si hubiera salido de la Isla, Irina, haría mucho de eso, la cronología estratigráfica no miente. Y Emil, aunque excavaba por afición, no era tonto, tenía conocimientos sólidos a nivel casi profesional. No tanto como los míos, pero casi. Además, eso de que "obliga" a matar, me suena más bien a que es la avaricia y no fruto de una estúpida maldición. Ya sabemos cómo es la gente cuando ve mucho dinero de por medio...- me encojo de hombros, con el semblante serio y algo preocupado. Con la mirada busco algún hotel donde haya un teléfono para llamar al Museo de Shanghay...

Efectivamente, a un par de calles de la comisaría, en el servicio de recepción del Hotel Metropole, un edificio de formas rectas y sobrio parecido a un simple bloque de cemento, hay un servicio de telefonía. No está muy lejos de la comisaría. Apenas un par de calles. Os llama la atención el interior, donde el ambiente y la decoración emanan un aire decadente propio de la Europa oriental, frente a las formas que se retuercen sobre sí mismas y parece que nunca van a terminar del estilo asiático, en general.

En el Museo de Shanghái atiende una educada señorita con la voz suave y sedosa. A Leroy Currie le cuesta un poco entenderla porque el tono de la dama hace que las sílabas se entremezclen unas con otras. Con un poco de esfuerzo, comprendéis lo que la señorita os informa: la institución (refiriéndose al Museo de Shanghái) no prestó ningún recurso al Padre Emil DeBriac, el cual optó por trabajar en solitario en dicha ocasión, quizá dado a que las Montañas Amarillas se encuentran a tan sólo un par de horas en automóvil. Su colaboración con el museo siempre era total en cuanto a compartir información cartográfica y geológica, pero tras esta última salida no apareció por allí. Dicho de manera vulgar, cortó relaciones y se marchó al ostracismo. Por supuesto, están muy apenados por lo ocurrido, dado que era una persona muy apreciada y llevaba a cabo un gran servicio de manera desinteresada.

-Amigos, parece que el destino quiere que vayamos a las Montañas Amarillas.. No acaba de convencerme la idea, puesto que está claro que allí encontraríamos criaturas horrendas, posiblemente.. Pero todo parece indicar que debemos ir allí. ¿Qué creéis vosotros?

Volver a enfrentarnos a aquellos seres no me gustaba en absoluto, pero los cementerios están llenos de valientes. Tener miedo era una garantía de vida, y saber disimularlo, una garantía de reputación.

Por las palabras del señor Curie habría pensado que esa excavación en las montañas estaría a varios días de viaje y aun así pensaba que sería nuestro próximo destino. Ahora que sabemos que está a un par de horas y que aquí en Shanghái está claro que alguien nos ha tomado la delantera, ahora más que nunca, sin dudarlo emprendería nuestro viaje. —Decía estás palabras con un gran esfuerzo de contención y un ataque interior de soberbia por sus repetidas tentativas de seguir esa dirección y la terca negativa del señor Curie.

Espero eso sí que esas maldades a las que se refiere Profesor sean una forma de hablar, una metáfora ya me entiende. Espero que no crea de verdad que Dios nuestro señor permite a las criaturas de nuestro mundo vagar a sus anchas sobre la faz de la tierra.

Bufo exasperado con la tozudez de esta mujer. Está entestada en ir al maldito Templo, en las puñeteras Montañas amarillas. Lo peor es que en mi fuero interior, estoy encantado con la idea de ir y verlo por mí mismo. Pero antes muerto que reconocer nada ante la Hermana Flora.

-Hermana, realmente quiere hacer ese viajecito al infierno, ¿no?- digo, sonriendo cínicamente.

-Bueno, Emil no dijo nada de que viera criaturas de ningún tipo en el yacimiento, sólo figuras y dibujitos espantosos, pero claro, es un párroco, probablemente ver una escena del Kama Sutra le espantaría del mismo modo- bromeo, mientras me encojo de hombros.

-Porque infiltrarnos en la pensión y revisar la habitación de Singh antes de nada, no os gustaría ¿no? Eso sí, que Miss Jenny no me vea o me estrellará en la cabeza todas las botellas que encuentre...

-Flora, ojalá todo fuese metafórico en mis ejemplos. Pero me temo que hablo de experiencia, y en eso nosotros te llevamos ventaja. Creo que te contamos lo ocurrido en el accidentado viaje que nos trajo aquí *, y de lo poco que duermo aún tengo pesadillas con ello.. Ojalá mis precauciones caigan en saco roto por inútiles, pero prefiero de momento estar prevenido.

Había divergencia en cuanto a destino. O las cuevas o la pensión. Eso no se me había ocurrido, ver la habitación de nuestro perseguido.. lidiando de nuevo con la dueña.

-Leroy, es una buena idea, sí. Pero claro, "nuestra amiga" la gerente creo que nos va a tirar botellas a todos, si nos ve aparecer por ahí. En otro momento diría que nos dividiésemos, pero opino que mejor vamos todos juntos. Parece ser que este asunto toca esferas muy altas, sea como sea, y si algo nos ataca, mejor que no nos encuentre solos.. Estamos ya en la ciudad, ir de nuevo a la pensión sería fácil, y después a las Montañas. Venga, amigo -le digo a Leroy, divertido-.. ensaya de nuevo tu sex-appeal conquistador, que parece que nos va a hacer falta.

Flora asintió algo contrariada, la idea le parecía buena. Pero volver a acercarse a la pensión no era plato de buen gusto. 

Vuestros dos jóvenes "taxistas", confusos, os llevan de nuevo a la Pensión Montigny. El sol está oculto por las nubes, de color gris, que refractan la luz en todas direcciones. Vuestros estómagos rugen de hambre, aunque también estáis ansiosos de respuestas.

La pensión está abierta, ya sin el caos que encontrasteis la última vez (hace tan sólo un rato), y ahora, la calle está prácticamente vacía. El calor es pegajoso en incómodo, y salvo algún anciano fumando en algún rincón con sombra, no hay nadie merodeando.

-Bueno, amigo Leroy.. Ya estamos aquí de nuevo. A pesar de la hora y el hambre, dudo que a la dueña le haya dado tiempo a echarte de menos, jaja. Si queremos registrar la habitación de ese desdichado, no perdamos más tiempo. Espero que no hayan tocado nada, aunque por lo que ya vimos, dudo que incluso hayan limpiado.

Qué gran momento para charlar de nuevo con Miss Jenny e intentar colarnos en el cuarto. Preparé mi cartera, por si las dotes de persuasión de Leroy no fuesen suficientes.

¿Cuál es el plan? ¿Leroy la entretiene y nosotros entramos? O la hacemos salir de algún modo y ustedes dos entran. Quizás Irina pueda mantenela un tiempo ocupada. 

-OhOhOh- hago un gesto con la mano de "para el carro" para acompañar mi exclamación -Ni en broma, que se sacrifique otro por el grupo. Llamadme loco, pero todavía tengo en sobreestima a mi cabeza. Que la entretenga uno de Ustedes y yo me cuelo en la habitación a mirar con quien quiera acompañarme- me niego en redondo a enfrentarme con Miss Jenny de nuevo. No después de la redada y de mi conversación con ella. No estoy tan loco.