Partida Rol por web

Intento abrir la puerta de forma manual, si no lo consigo, le doy golpes con los puños para hacer ruido y que alguien abra desde fuera, si nadie responde, no me queda otra que intentar derribarla.

Entré sin llamar, estaba algo harto de aquellas formalidades que sabía que no llevaban a ningún lado.

Me sentía derrotado. A pesar de que la guerra psicológica era algo habitual en mi día a día  aquello podía conmigo. Me dejé caer en el sillón mirando con desdén al cristal de enfrente. 

- ¿Quieres quemarme zorra? Porque ayer te salió un poco mal...

- ¿A quién llamas zorra? En todo caso soy un hijo de puta, sí, y no te puedes hacer a la idea de cuánto me gusta serlo... Y créeme, que si hubiera querido quemarte lo habría hecho. ¿O crees que no puedo pegarle fuego a toda la casa con vosotros dentro? Pero eso no es tan divertido como encerraros en una sola habitación y achicharraros poco a poco- comentó, entre risas maliciosas. Después de varios segundos silenció sus carcajadas y volvió a hablar-. En realidad te he llamado porque has sido elegido el primer gran finalista. A partir de ahora no importa lo que pase, llegarás hasta el final del programa... Una vez allí veremos si ganas o no el concurso. De modo que enhorabuena-.

No puedo evitar poner una mueca de felicidad maquiavélica. "Así que aún hay esperanza..." 

- ¿Y qué significa eso de que llegaré hasta el final del programa? ¿Sencillamente tengo algún tipo de inmunidad y ya esta? ¿Sin nada a cambio?

Algo no olía demasiado bien allí y no eran solo los vendajes. Me mordí la lengua para ocultar una sonrisa morbosa mientras esperaba una respuesta de aquel ser que de pronto me brindaba la posibilidad de colocarme en lo más alto del estatus quo.

Zeke entra al confesionario.

La puerta se cerró detrás de Ezequiel.
- Bienvenido al confesionario. Estás aquí porque, al igual que tu compañero Rusty, los dos sóis grandes finalistas. Pase lo que pase a partir de ahora vosotros llegaréis a la última fase del programa- dijo la voz del súper, arrastrando las palabras-. Seréis inmunes hasta que ese momento llegue-.

 El fuego había sido muy democrático con Ezequiel, provocándole quemaduras sin distinguir pecho de cara o brazos de muslos. Sin embargo existen dos islotes, un par de territorios independientes de la Pangea chamuscada, que - a pesar del asedio a sus fronteras - conservan todavía un aceptable estado virginal, libre de los rigores del escozor y el padecimiento: sus glúteos.

 Por eso Zeke, con su pequeño culo intacto, está más cómodo sentado que en pié.

- Miren, no sé por qué hacen esto. Bueno, me lo puedo imaginar pero..., no quiero saberlo. Sólo sé que vengo de una familia con dinero, ¿de acuerdo?. Mis padres...., ellos deben estar buscándome y pagarían. Harían lo que fuera si yo se lo pidiese. Pongan ustedes el precio.

 Ni rastro de su chulería antisistema, esa que se muestra tan apasionada detrás de un burladero. Ahora, en mitad de la plaza, ya bien corneado y a merced del toro, Ezequiel pide clemencia entre sollozos.

- Y no se preocupen por lo que yo pueda contar fuera. ¿Qué podría decir?. No les ví las caras y jamás reconocería sus voces. Miren, no soy estúpido: sé que son ustedes gente con recursos, y si me voy de la lengua soy hombre muerto. Piénsenlo, por favor. Les daré lo que sea. Tenemos,....tenemos dos propiedades en Rio de Janerio, en la parte buena, y otra muy céntrica en París. Son suyas. Quédenselas. ¿Qué más?. Sí,...la cuenta en Suiza de mi padre. Para ustedes. Todo para ustedes. Pero déjenme salir de aquí, por lo que más quieran..., por favor...

 Y como un niño pequeño, Zeke llora sin consuelo.

- Por favor...

- Nada de eso nos interesa. ¿Crees que somos idiotas? ¿Crees que funcionaría ese truco? ¡Nos quieres dar esas propiedades para descubrirnos después!- exclamó la voz del súper, bastante encolerizado. Al parecer no le gustaba en absoluto que le tomaran por tonto-. ¡No juegues conmigo, Ezequiel! Sabes perfectamente que te puedo devolver al infierno cuando quiera. Alégrate por haber llegado a la gran final y deja de llorar como una nenaza-.

Me había levantado cuando entró Ezequiel y ahora me encontraba al lado de la puerta. Había algo en aquella frase del Super que no comprendía. "Seréis inmunes hasta que ese momento llegue" Eso estaba muy bien pero... ¿Y después? ¿Que nos iba a pasar después? De pronto comprendí que de allí no saldríamos los dos, quizás ninguno, pero si me encargaba de Ezequiel tendría alguna oportunidad.

Me situé detrás de él mientras suplicaba por su vida al Super, con sobornos y todo. "Ignorante, no quieren dinero, quieren sangre. Y yo le doy a la gente lo que quiere".

Zeke no era ni mucho menos tan fuerte como Antxón, pero estando yo magullado como estaba una pelea bruta hubiera sido como lanzar una moneda al aire. Debía dejar los cabos atados, y bien...

- atados... Dije en un susurro.

Agarré la venda que me colgaba del brazo de cuando me desesperé por Sharia y con un rápido movimiento se la pasé por encima de la cabeza y la tensé hacia atrás cortandole la circulación del cuello. El otro brazo se lo crucé a la altura de la garganta y presionando hacia arriba con el codo para asfixiarle anudé la venda con la mano que me quedaba libre.

A ver cómo se libraba de ésta. Si forcejeaba contra el brazo por respirar se alteraría y las venas del cuello le provocarían un derrame, si por el contrario intentaba arrancarse la venda no podría respirar. ¿Qué podía salir mal?

- Lo siento tio. Lo siento mucho. Le susurré al oído mientras miraba al espejo esperando que aquello satisfaciera al Super.

"¡A los ojos!", repetía una y otra vez ese padre a su hijo. El chaval jugaba de central en un equipo de barrio y el delantero rival se le iba cada vez que lo encaraba. No había manera de pararlo, ni siquiera lanzándole tarascadas a la espinilla.

 El padre - trajeado, gomina en pelo y colorado como un tomate- se desgañitaba desde la banda, impotente. El chiquillo no valía para el fútbol. "¡¡A los ojos!!".

 Ezequiel lo recuerda ahora como si lo estuviese viendo. Tenía nueve años.

A los ojos...

Me echo para atrás cubriéndome la cara con el brazo.

- ¡Hijo de puta!

Sin ni siquiera abrir los ojos me lanzo encima de Zeke, puede que no lo asfixie, pero la venda hará lo suyo. Forcejeo con él esperando a que en cuestión se segundos se desvanezca.

Ezequiel consiguió zafarse de Rusty. No le resultó demasiado complicado pues la fuerza física del primero era mucho más alta que la del segundo, de modo que consiguió librarse de la asfixia. Con un movimiento rápido y dándole otro fuerte golpe en la cara se quitó a Rusty de encima. Éste cayó hacia atrás y se golpeó fuertemente la nuca contra el sofá del confesionario, perdiendo el conocimiento al instante. Lo que no sabía Ezequiel era si estaba muerto o vivo.

 Zeke se lleva las manos al cuello, dolorido, y en medio de un ataque de tos. La mirada, clavada en el cuerpo de Rusty.

- Yo..., yo no he sido.- dice entre dientes, dando un paso atrás. En realidad no sabe si aquel excremento de cabra vestido con trajes de mil quinientos euros respira o no: Ezequiel está demasiado asustado como para tener la frialdad de comprobarlo.- Éramos inmunes,...tú lo dijiste. Él se saltó las reglas. Intentó matarme. Lo habéis visto, ¿verdad?. ¡¡¿VERDAD?!!.