Partida Rol por web

Separóse de ti la Belarda antes de iniciar la marcha et entabló conversación con don Nuño. Non pudiste escuchar que dixo aquesta, más si podías jurar que púsole "ojillos" al homne del barón. ¿Habríase prendado la Belarda del poderío et bravura de aquel? ¿o más bien sería una argucia bien empleada por parte de la alcahueta?...

Híceme a un lado; más bien peguéme bien erguido a la pared hacia donde se abría la puerta, por lo que el que entrara no lograría verme al tapar la entrada su visión, y tan sólo pudiera observarme si entraba y cerraba la puerta del todo. Mas, obviamente, non iba yo a dejarle tanto tiempo y tanta márgen, que en cuantro entrárame le clavaría la cuchilla de la bota, que me dispuse ha quitar de la mi bota.

Tanto si la vieja me delataba como si a punto de descubrirme el nuevo invitado estuviera, me alzaría yo hasta él mucho antes con el pequeño filo hasta su cuello, no con la pretensión de darle "matarín", sino más bien apretándole con la sinietra la boca y apuntarle con la diestra con premura, sin vacilación.

Tras ver -sorprendido, ciertamente- el acercamiento de la Belarda al omne del barón, el Urraca se limitó a esperar a ver qué sucedía a continuación, dispuesto a seguir a aquesos jinetes et ver qué tenía el Altísimo deparado para ellos, que bien poco le gustaba el lío en el que habíase metido por estar con la alcahueta un rato más. Si es que non aprendía... Las faldas nunca traían nada bueno.

Ocultóse rápida et silenciosamente el enmascarado tras la puerta, et cuando la corpulenta figura del hijo de la vieja internóse en la casucha, avalanzóse el Negro de Burgos cual sombra de muerte sobre el desgraciado que, con boca abierta et expresión de horror, veía sorprendido a su maniatada et anciana madre sentada en aquella silla tan desvencijada como ella...

Largo et placentero, si no se movía, fue el descanso del escriba, que gracias a las comandas del buen curandero, fue cerrando la herida de su pecho. Mucho tiempo diole a pensar, sobre los fechos acontecidos aquellos días en el valle del mena, mas poco concluía su cabeza. Allí había gato encerrado con los miembros del concejo et el Josu, solo había que aclarar quien era el gato, y quien el carcelero, que non era poca cosa. El bueno de Becerrillo mas sus fieles hombres cuidaron del escriba todo el tiempo que de reposo aguardó, cosa que habíales de agradecer, con palabras e con fechos. Pero eso tocaría otro día. Ahora tocaba levantase, et recabar la información que sus días de reposo quitáronle.

Cabalgaron la alcahueta et el mendigo largo rato a la cola de la comitiva. Cabalgaron durante largo trecho, ascendiendo unas veces, descendientro otras, hasta llegar a un llano donde habían algunos árboles de retorcidos troncos componiendo una especie de bosquecillo.

- ¡Al fin! - Exclamó el más veterano. - Estamos cerca.

Se adentró el por delante en la espesura, luchando con las ramas, protegiéndose la cara para no arañarse; mientras, don Nuño le seguía, lleno de rabia et rencor, ansioso de vengar et desvelar qué misterio guardaba aquel lugar de tan difícil acceso.

Al llegar a un claro que extendíase al pie de unos altos peñascos, el rastreador exclamó: - ¡Si! es aquí. Mirad aquestas pisadas don Nuño.

Crecían allí mirtos e laureles en desorden, entremezclando sus ramas junto a las rocas. El rastreador internóse en la vegetación diciendo: - ¡Venid don Nuño ¡venid a ver aquesto!. - Le siguió aquel et vio que, detrás de los arbustos, abríase una oquedad en la piedra, como una cueva...

Non temáis muxer. - Díxole don Nuño a la Belarda antes de internarse en los arbustos. - Vos protegeré con la mia vida si es menester.

Et es que al parecer habían surtido efecto esos ojillos que la Belarda bien sabía poner...

Díxole algo susurrante el de Barriuso a la Belarda antes de adentrarse entre los arbustos, et aunque intentó que non escuchárela nadie, pudiste entender completamente lo que decía:

- Non temáis muxer. Vos protegeré con la mia vida si es menester. -

Al parecer habíale fecho "tilín" el rostro et las generosas curvas de la Belarda al homne del Barón...

Ya fablaremos tú y yo, bastardo. Tú sigue intentando camelar a la Belarda, que cuando consiga saber qué escondes, el Cortalenguas dará buena cuenta de ti...

Poco podía facer el Urraca más que esperar a ver qué facía la Belarda et el resto del grupo. ¿De veras pensaban adentrarse en aquesa caverna, que podría llevar directamente al infierno?

En cuestión de un segundo, tomé mi hacha y dejé que el que llegaba cerrara la puerta, señal de mi lanzamiento. Mi intención no era sino aturdirle con el mango* del arma, con un golpe preciso en la sesera. Al menos eso le dejaría a mi merced...
 

Asentí con una sonrisa a don Nuño, y rocele un tanto la muñeca con la mano.

- Gracias, mi señor. - agradecí - Me honráis...

Y nada más añadí, que claru estaba que no iba a desistir en su empeño. Me aparté volviendo junto al Urraca, esperando que tomaran la vía del matadero, mientras en mi interior sentía como una calandraca subiendome por las tripas, que no sabía si era miedo, curiosidad, o las dos al tiempo.

Siete homnes adentráronse en la oquedad, más viendo la incómoda et complicaba que presentábase, don Nuño mandó a tres fuera, pues non harían otra cosa más que estorbar.

Cuando vos adentrasteis unos pasos os comenzó a absorber la oscuridad. El rastreador encendió entonces una anotrcha con rapidez; para vuestra sorpesa, la luz de la antorcha vos transportó a un mundo mágico: trozos de piedras alargadas colgaban del techo de la cueva como si fueran gotas de agua petrificadas, las paredes laterales eran muy irregulares e creaban multitud de formas diferentes, las rocas surgen por doquier formando montículos, plataformas, superficies recortadas por un sinfín de capas asemejando las olas del mar, enormes castillos de infranqueables torres, arcos infinitos... Jamás habíais visto nada igual...

Poco crédito daba el Urraca a lo que sus ojos mostrábanle. Si lo contara en Toledo, no tardaría en dar con sus huesos en un manicomio. ¿Pero dónde estaban?

-Belarda, debiéremos salir de aquí. Ni tú ni yo somos diestros en la lucha, ni aqueste es nuestro asunto. Dejemos que los omnes de armas fagan el suyo trabajo, que para eso páganles, et esperemos afuera. Non me gusta nada esto...

En cuanto entró y se cerró un poco la puerta, que salí de entre las sombras. Acostumbrado a hacerlo estaba (que por el momento en cuestión no dudé), mas siempre lo hacía de arriba a abajo; siempre caía en descenso desde tejado a tierra (o al menos las más veces...). Y tal vez fuera por la poca práctica y el tanto tiempo en no hacer de fechorías que, a pesar de darle, no sabría yo si conseguiría aplomar a esa mole que decíase hijo, hijo de la puta de la bruja (que a mi juicio éralo...)

¡Aarrgh! -solté un pequeño gemido fruto de la fuerza con la que le impacté-.

¡¡PPAAFFF!! -golpe impactó, y bien de hueco que parecía la su sesera, pues sonó bastante (eso o que habíale hecho daño, tal y como quería...).

Propinóle Bernat violento golpe en la testa al hijo de la vieja, más aunque con rabia et potencia desgargólo, non fue suficiente para derribar al hombre cuya corpulencia era equiparable a la dureza de su sesera. Para sorpresa del enmascarado aqueste non gritó, non pidió ayuda et tampoco pareció inhundarle el terror común infundido por la máscara et la presencia del Negro de Burgos.

¿Sería quizá porque aqueste non habíale todavía enseñado el hacha que llevábase la vida et la lengua de los incautos? ¿o quizá sería por que era aqueste un atolondraó e inconsciente que non dábase cuenta que echábasele la muerte encima?...

...Et como único reaccionó fue lanzando un golpe a mano cerrada que dirigíase directo a la máscara de Bernat...

E que como si fuera atolondrado más que incauto (o quizá fuera porque no había salido de la Villasana nunca y no supiera de qué iba vestido el peligro), que vi un puño viniéndome en el siguiente instante... Mas aunque no quise darle de primeras por el intentar aturdirle, que si que me fui contra uno de sus brazos primero y luego contra el otro, y todo esto con el filo de mi hacha, que bien asida teníala yo...

Quizá ese tipo pudiera darme explicación de las barbaridades de esa viej bruja o de su senil estado, y que para hablar que no se necesitan alguno de los brazos...

Negué con la cabeza a las palabras del Urraca.

- Quedarvos fuera vos si queréis, que yo voy dentro. - díjele - Alguien ha de ver los portentos que allí sucedan, si queremos resolver aqueste asunto. Vos esperad fuera, si preferís, por si hubiere que dar aviso a alguien en la villa.

Dicho lo cual dispúseme a seguir a don Nuño et el resto de hombres.