Partida Rol por web

Tomo fielmente nota de todo lo que menta don Francisco, tan rápido que mejor letra pueda dejar en este documento que será para la soberanía Española…. No te muevas tanto Heriberto le digo en voz baja, a la vez que le doy un leve puntapié en la pierna, que no me dejas escribir.

Miro como Queitano se aprovecha del pobre Heriberto.-Menudo cabreo que se va a coger el moro como siga Queitano cogiendolo de atril.-Pienso, mientras sigo a Pizarro.-Mi señor.- Llamo la atención de Pizarro.-Hacia donde vamos a ir. Lo digo porque quizá sea mejor que nos adelantasemos algunos de nosotros y explorar un poco el camino, antes de que su merced siga adelante.-

Una vez acabado el juramento y con los ojos llorosos

- Agradezco tu preocupación... ¿ Claudio verdad ? - quedas sorprendido de que sepa tu nombre - pero esto es una expedición de conquista y el conquistador debe ir al frente. Echaremos un rápido vistazo en derredor para comprobar que no nos acecha ningún mal antes de bajar a tierra a los hombres. ¡ Queitano, conmigo ! a mi espalda, vosotros cuatro dos a cada lado, la playa parece despejada - señala más allá de la arena donde un bosque se abre camino - miraremos en ese bosquecillo , avanzaremos en abanico. ¡ Adelante !

Como ordena Pizarro, avanzo hasta su espalda, y a la par que el anda, yo detrás me muevo, mirando temeroso los oscuros rincones y sombras que yacen en el interior de la arboleda a la que nos dirigimos.

-Bien vamos alla, espero que tu lanza sirva para algo más que apuntarme al gaznate.- Le digo a Heriberto, mientras nos dirigimos hacia el flanco derecho del bosquecillo, y voy observando y escuchando todo lo que hay a mi alrededor.

Estaba nervioso, Claudio, y, si te soy franco -susurré honradamente (esclavo pero honrado, bueno... casi)- creía que ibas a robarle esos papelajos a Queitano, que me necesitabas para recuperarlos todos y luego quermalos o tirarlos por la borda... en fin...

Mi lanza estaba en posición horizontal, tomada por ambas manos y el pico hacia fuera de la formación.

Luego hablé en voz alta, mirando al frente y ni siquiera tomando contacto con aquel al que me dirigí:

Mi merced, Don Pizarro -dije con cierta cautela- sin duda Dios y Vos mismo conoce esta tierra y la conocerá mucho mejor cuando sea suya y le veneren a las sus palabras, y de su ciudad en las Extremas del Duero, y Castilla misma, amén del su Majestad, pero... dígame ¿aquí hay también hombres con lanzas que luchan a caballo? ¿o solo encontraremos fulanas como las historias que cuentan con mala boca los marinos más aguerridos?

Quería tener una impresión fidedigna de qué podíamos esperar. Qué mejor que de boca de aquella personalidad, algo altiva por cierto.

Mientras os internáis en la agreste "selvilla" como muchos marineros denominan a los bosquecillos de las Indias, Pizarro al frente, con todos vosotros a uno y otro lado, la exaltación se torna en decepción pues no encontráis señales de presencia humana.

- En ocasiones los hombres fantasean demasiado, Heriberto.  Aquestas tierras se las llaman los Indios Birú en su lengua pagana. Se dice que aquí en estas tierras hay tanto oro y plata junta como jamás cristiano ha visto y que los indios que aquí viven son sencillos y hospitalarios. Y que visten enteros de oro y plata de tanto que abunda. - dice mientras mira hacia el suelo donde va poniendo los pies y con la espada remueve cada poco tiempo la tierra en busca de alguna señal .

Tras varios minutos  se detiene

- ¡ Alto! no parece haber nadie por aquí. ¡ Heriberto y Claudio ! id a echar un vistazo de aquí en línea recta , no os vayáis más de doscientas varas y volved en seguida. Mirad si el bosque continúa o salís a terreno abierto. El resto os esperamos aquí.

Id con Dios compañeros, les digo mientra se internan en esta espesura de arboles, y arbustos....

Avanzo por la espesura de la selvilla, junto a Heriberto, con la ballesta preparada en la mano, escuchando y mirando alrededor estando alerta por si surge algo inesperado.

Ahora hallábame yo más agachado con la lanza mejor cogida, con más fuerza. La tensión era evidente, pero la órden de Pizarro fue suficiente para que avanzáramos raudos.

Hacéis tal y como mandó Pizarro, avanzáis en línea recta abriendoos paso entre la vegetación, con cuidado de donde ponéis el pie(o la pata de palo), de no meterlo en un hoyo. Avanzáis entre los árboles, el bosquecillo parece más una selva que un bosque porque parece no tener fin, no hay señales de paganos por los alrededores y lo único que se escucha son el sonidos de unos pájaros sumamente molestos que no hacen sino desconcentraros constantemente.

Cuando estáis a punto de dar media vuelta, véis luz de frente, la salida del bosque a lo lejos, a medida que avanzáis se va aclarando vuestro campo de visión hasta que salís del todo del bosque. Frente a vosotros se alza una vasta extensión de verdes campos totalmente desiertos, detrás de los campos véis un conjunto de montañas tan altas como el cielo, las más grandes que vísteis nunca.

-Mira Heriberto, el paraiso se ha abierto ante nosotros.- Le digo a mi compañero mientras miro el paisaje que se extiende ante mi. El campo abierto es agradable a la vista, pero deberemos acampar antes de que se haga de noche, y una expansión de terreno tan abierta, y sin conocer el territorio puede ser peligroso.- ¿Que hacemos investigamos un poco más o regresamos con Pizarro para decir que el camino está libre?.-Le pregunto a Heriberto.

Me quedé prendado por momentos. Ni las palabras de Claudio consiguieron hacerme salir de ese "éxtasis visual" continuo: era una escena maravillosa. Acostumbrado a las estepa y llanuras toledanas, para luego divisar mar únicamente alrededor en Panamá, aquellas prolongaciones de la tierra hacia las nubes era algo impensable. Pero allí estaban. Por fin reaccioné ante Claudio.

Lo veo, Claudio -respondí. ¿Te imaginas que sean así de altas porque su interior esté abarrotado de oro acumulándose hasta que alguien llegue y lo descubra? Mmm... lo más lógico es volver, pero es casi tentador avanzar y observar lo que hay ahi. Pff... no conocemos estas tierra ni sus habitantes, que seguro que son hostiles. Volvamos y expliquemos que la selva desaparece para dar cabida al inicio de la expedición.

Antes de darme la vuelta eché un vistazo a las montañas. Intenté descifrar su belleza y aquello que pudiera mostrarme.

-Muy bien, volvamos con Pizarro.-Le digo a Heriberto, mientras me dirijo de nuevo a la selvilla, y voy rastreando el camino por si veo algo con la ballesta cargada en la mano.

Otear: En una de las faldas de una de las grandes montañas, en uno de los puntos más escarpados , en un saliente de la montaña, te parece vislumbrar una serie de formas rectangulares que podrían ser edificaciones humanas.

Descubrir: Sigues sin encontrar señales de presencia humana, pero lo que sí descubres es, en una determinada zona entre árboles, una yerba bastante alta espachurrada. Un animal de grandes dimensiones ha pasado por allí recientemente.

-Mira eso.- Le digo a Heriberto señalando una zona herbosa en la selvilla. La hierba está aplastada, como si algún animal grande se hubiera paseado por allí.-Tenemos que tener cuidado y procurar no hacer mucho ruido, a lo mejor no estamos tan solos como parecía.- Le digo poniendome alerta y manteniendo preparada mi ballesta.- Quizás sea buena idea seguir ese rastro, no podemos dejar que entren en la selvilla y meterlos en la boca del lobo.-

¿Seguir el rastro? -pregunté con vana incredulidad. Don Francisco nos espera, somos la avanzadilla.

Luego hice caras de extañeza. Haz lo que te plazca, amigo Yo me largo, deberíamos ir juntos, Claudio. Volvamos.

Sin dilación alguna y con lo que vi guardado en mi mente, comencé a retrasarme. Me di la vuelta. Comencé a andar.