Le doy una pastilla a la gemela.
- Esto la mantendrá con vida y mitigará su dolor. Vamos.
La dejo allí para que Frank la coja.
- Vamos a por el coche.
Y salgo de la habitación, buscando la salida de la iglesia.
-Venga, vamos Gretel
Frank carga a la gemela hasta la parte de atrás de la Iglesia donde Ade la estaría esperando para ir al punto de entrega. Al menterla en el coche, lo hizo sin ningún cuidado, atada y amordazada.
-Solo espero que no se desangre por el camino la inmortal esta. Pero si sucede, es culpa de Glec, que conste
Luego se subió al coche en el puesto de al lado de la gemela.
-Venga, dale
El vehículo que usamos es una caravana. Pequeña, pero útil para viajes largos. Aunque este no era el caso, es el vehículo que más me gusta. Así que decido coger ese. Una vez todos dentro, arranco y salgo de allí en busca de nuestro punto de encuentro.
- Quitale la mordaza y dale un poco de agua. Le acabo de dar una pastilla y no quiero que palme. Además, la culpa sería nuestra, no de Glec.
-Ah, nonono. Mía no, hermana-contestó Frank-Yo no tengo nada que ver con esta mierda.
Pese a todo, hizo lo propio. Descubrió la venda que le tapaba la boca y cogió un vaso de agua y se la hizo beber.
-Tranquila, inmortal. Poco a poco.
Bebo agua muy lentamente. La cabeza se me estaba despejando y el dolor estaba apareciendo de nuevo.
- Medianoche con las estrellas y contigo, medianoche y una cita. - Comienzo a cantar a mantenerme despierta. - En tus ojos había un mensaje tierno, te entrego todo mi amor. La medianoche nos trajo un romance dulce. - Mi voz sonaba rota, pero dulce. - Sé que durante toda mi vida, te estaré recordando. Haga lo que haga. Medianoche con las estrellas y contigo.
- Con esa voz, es difícil creer que es un demonio asesino y desquiciado. Tiene la voz de un Ángel. - Sigo mirando al frente mientras conduzco. - Pero todo esto me huele muy mal.
-¡Calla la puta boca!-dijo frank pegándole una bofetada-Ya basta de esa mierda, friki.
La volvió a amordazar.
-Son sus actos los que definen a una persona, no su voz. Y claro que huele mal ¿Aún te das cuenta ahora? Esto huele mal desde el jodido momento en que llamaste a mi puerta.
Sonrío por la reacción de Frank con la gemela.
- Ajá. En fin, un encargo es un encargo y no difiere en absoluto de una operación normal de las que estoy acostumbrada a realizar.
Llegamos al puerto de destino. Allí, solitario como venía siendo costumbre los lugares de la entrega de mercancía. había un hombre peculiar. Tenía un sombrero blanco con una tira negra, pelo rubio claro y medio largo. Camisa impoluta y clara con adornos de flores, junto a un pantalón de tela fina y de calidad, que se movía con el viento.
Paro el coche y miro a Frank.
- Ese es.
Bajo del coche y le saludo.
- Dutch, cuánto tiempo sin vernos.
- Si, ha pasado mucho tiempo.
Sin mediar más palabras, voy al grano sin moverme de mi sitio.
- ¿Traes el bulto?
Frank espera impaciente a que Ade se acerque al punto de entrega. Por fin se para la furgoneta. Por la ventanilla puede ver a un tipo esperando. Ade lo saluda..."Dutch".
Ya que lo conoce, Frank deja que sea Ade la que se encarga de los detalles de la entrega. Él solo sacará a la cría cuando le sea requerido.
Hago una señal a Frank para que saque a la gemela.
- Si. Perdona por las prisas. ¿Tienes listo el pasaporte y demás?
- Está todo más o menos en orden. Es lo de siempre.
Frank levanta a la gemela, amordazada y atada y la saca agarrándola por un brazo, por la puerta lateral del autocaravana, de forma que el propio vehículo les ofrece cobertura de la mirada de posibles curiosos.
Saluda con un gesto de cabeza al tal Dutch y acerca a la mocosa.
Cuando Frank y la gemela aparecen, Dutch saca su pistola y pega un tiro, atinando en la cabeza de la gemela. El sonido del disparo hace levantar el vuelo a las pocas gaviotas que hay en el puerto. La gemela, poco a poco, sangrando por la cabeza, va cayendo de las manos de Frank hasta llegar al suelo con un golpe seco y muerto.
No puedo creer lo que ven mis ojos. A pesar de la sorpresa del disparo, me mantengo impasible.
- Dutch.
Le recrimino.
- Ha sido el Hotel Heimburg.
Digo mientras bajo el arma y mi cabeza, más serio que antes.
Al ver como el disparo atravesaba el cráneo de la gemela, Frank saltó hacia el interior de la caravana a la par que sacaba el arma. Parapetado tras el umbral de la puerta, se disponía a disparar, pero la pasividad e indiferencia con la que Ade había enfocado la situación lo desconcertó.
Ha sido el Hotel Heimburg
-¿He...Heimburg?¿Por qué?-dijo desde el interior de la furgoneta-.
- Se acabaron las fugas. Los años que llevo acumulados se han convertido en espuma, Frank. - Sabía que se llamaba Frank, Glec me lo había dicho. - Tenía un hijo. Hace dos meses recibí una carta de la novia de mi hijo. Con sólo 34 años, fue asesinado por estos dos gemelos. - No se me pueden ver las lágrimas gracias a las gafas de sol que me cubren los ojos. - De todos modos, me estoy haciendo viejo. Ya estoy cansado de andar por la cuerda floja. Éste ha sido mi último trabajo. La amabilidad recibida del Hotel Heimburg no está mal. Me han dejado cobrar venganza por la muerte de mi hijo. Además, ¿podemos estar orgullosos de esta profesión? Ha sido un trabajo sucio, perfecto para poner fin a esta vida. Ahí os dejo.
Con paso cansado y desganado, la cabeza baja y el alma rota, me giro y me dispongo a abandonar el lugar del asesinato.
-No tan rápido-dijo Frank amartillando la pistola en dirección al tipo una vez que se dio la vuelta-¿Quién nos va a pagar la recompensa, Dutch? Hemos pasado por demasiadas cosas para irnos con las manos vacías, así que te vas a esperar mientras hablo con Glec a ver cómo resolvemos esto.
Mientras Frank apuntaba al mercenario, con la otra mano sacó el teléfono y marcó el teléfono de Glec.