Partida Rol por web

eh, si lo ahogas no tendremos habitacion, creo que ya ha captado el sentido y el tono de nuestra voluntad.Comento con algo de ironia a Sixta.

Al encontrarse con el enano y observar el comportamiento de sixta con el enano - Asegurate de no matarlo hasta que por lo menos entrege las habitaciones - Dice bastante desinteresado por el tema - Solo quiero un lugar donde dormir... -

La guerrera escucha las sabias palabras del elfo y lanza al enano con brusquedad frente a ella
dame las llaves de la habitación ahora mismo si no quieres morir dice con una voz que amenzante y llena de cólera sin apartar la vista del enano

yo de ti se las daria y el horario de los desayunos, no se lo digas a nadie pero cuando tiene sueño se pone un poco de mal humor...

El enano volvió a caer al suelo, se levantó y miró a Sixta con cara de miedo. Después de frotarse un poco el cuello por el dolor os llevó por el pasillo del fondo hasta una habitación.

La habitación era amplia y luminosa, con dos ventanas en la pared opuesta a la puerta y seis camas, cada una con un pequeño arcón a los pies de la misma.

- Esta es, colgada de la puerta tenéis la llave de la habitación, sólo tengo una, así que buscaos la vida vosotros. Sobre cada cama hay una pequeña llave para abrir los arcones. Feliz estancia.

El enano, refunfuñando, sale por la puerta y se aleja.

me voy hasta la cama que esta junto a la ventana y mirando de frente a la puerta, cojo la llave y abro el arcon a mis pies.

¡maldición! tendré que dormir con estos zopencos, y todo por culpa de este estúpido enano Sixta dice esto a modo de reclamo, está muy molesta porque tendrá que compartit su habitación y la enerva la posibilidad de tener que dormir cerca de Aditus
no se puede confiar en los enanos gruñe y se dedica a revisar su arcón como buscando alguna falla en la seguridad
¿estas son las únicas llaves enano? pregunta con cara de asesina al tiempo que piensa me las pagarás imbécil

- Si.

La respuesta del enano fué rápida y seca. Después de ver cómo los nuevos inquilinos se habían acomodado, el enano cerró la puerta y bajó al recibidor.

- ¡Buenas noches a todos!

Sixta aprieta la llave en su mano con fuerza mientras comienza a guardar todo lo que puede en el arcón mientras observa a los demás con profunda desconfianza y traza un plan malévolo para que no se le acerquen de noche.

abro el cofre y miro con suma curiosidad en su interior.

Uff.. Ya era hora.-dice el enano mientras se saca las botas rápidamente y se tira en la cama.

¡Buenas noches!

Sixta saca una manta del arcón y la pone sobre la cama al tiempo que intenta cerrarlo, cosa que parece casi imposible ya que ha metido de todo allí dentro y empuja con rabia la tapa hacia abajo doblándola ligeramente.
Al final logra cerrarla muy forzadamente y una sorisa de satisfacción aparece en su rostro sudado por el esfuerzo.
bufff, hace calor aquí dice más para sí misma que para los demás, así que se dirige al baño a lavarse un poco y mientras lo hace lanza una mirada asesina a todos apretando fuertemente la llave del arcón en su mano.

Los aventureros estaban ya cómodos e instalados en la habitación. El campamento era tranquilo por la noche, sólo algún sonido de animales salvajes o pisdas por el exterior del edificio de la residencia.

La primera noche en el campamento transcurrió normalmente, a pesar de las amenazas de Sixta, cada uno durmió en su cama. Incluso Aditus, que había babeado por Sixta durante todo el recorrido por el campamento.

Pasadas varias horas, la luz entraba por la ventana semicerrada de la habitación, proyectandose en las caras de los aventureros. Había amanecido otro día, probablemente, aquel anciano con el que hablásteis ya os estaba esperando en la puerta.

- Buuaaaaah - bostezo, levantándome de golpe - Ya veo, ya sé porque no he dormido muy bien esta noche, ¡me olvidé de quiarme el arco de la espalda! Urgh... - comento para mi mismo, palpandome la espalda, un poco dolorido. - ¡Y las botas! Vaya...

Bueno, no importa. Así ahora no tendré que hacerlo, jojo! Aditus, eres listo. Proxima parada: Sixta!

- Venga holgazanes, es hora de levantarse!

Al despertar ve la luz bañar poco a poco la habitacion, a pesar de estar despierto habia permanecido durante un rato con los ojos abiertos remoloneando y disfrutnado del paso del sol al amanecer. Al oir la voz de Aditus decide levantarse, vestirse y equiparse, luego baja a la estancia principal en busca del anciano.

Los ronquidos de Ithin eran lo suficientemente molestos como para no permitir pegar un ojo en varias horas a más de uno. A la mañana siguiente, su cama era un caos. Una sábana le tapaba toda la cabeza, la almohada estaba tirada en el piso y el enano con un brazo y una pierna colgando. Despertarlo fue toda una misión, pero al final lo lograron.
¿obnde estoy.. estamos?-una rápida vista a toda la habitación fue suficiente para recordar todo.
¡Cierto! si.

Se levantó, buscó su arco y se calzó sus botas, para luego salir y dirigirse a la planta baja.
Buenos días.-le dice al enano-Supongo que tu tienes comida para darnos... no?

En la entrada no había rastro del anciano, pero por allí estaba el enano del recibidor organizando papeles y libros enormes.

- Hmpf... ¿Comida? A la taberna. Decidle al tabernero que vais de mi parte. Sois los últimos en levantaros, holgazanes. ¡Jaja!

El enano reía amistosamente, parece ser que por la mañana estaba menos cascarrabias que la noche anterior.

- La comida también va de tu parte, ¿verdad? Me alegro, sí. Intentaré no comer mucho, pero no te aseguro nada de este buen enano. Vaya, veo que también te has fijado en su tripita, jeje. - comento, a modo de broma, al recepcionista.

Dicho esto, salgo de la estancia y me pongo la capucha verde.

Sixta, que no había pegado el ojo durante toda la noche a causa de lo nerviosa que la ponía dormir con todos, se levantó de mal humor al notar que justo cuando se quedaba dormida salía el sol y le molestaba con sus brillantes rayos alumbrando su cara. Todo esto sumado a la destetable voz de Aditus que invitaba a ser golpeado la puso de peor humor y, mientras le lanzaba una pesada bota a la cara (que no alcanzó a darle), se levantó de la cama, se alistó y bajó rápidamente a la recepción gruñendo.
Entonces escuchó la voz del enano que les enviaba a la taberna a comer. Enseguida salió por la puerta rumbo a la taberna sin hacer caso a las tonterías de Aditus, llevaba prisa puesto que durante la noche había comenzado a rugir su estómago y deseaba llenarlo pronto.