Partida Rol por web

El muchacho tendió la mano al nuevo actor. Su mirada seguía perdida; habían sido muchas sorpresas en poco tiempo y no quería que le sorprendieran una vez más.

- Hernán Gonzalbo, para servir a vuestra merced - dijo casi tirando de antiguos protocolos de niño, casi sin fijarse con quien estaba hablando.

Después de una nueva mirada oteando los alrededores, Hernán se centró en los nuevos invitados.

- Don Antonio, parece que la rua esta algo más tranquila pero no doy un voto a nada por asegurar que de detrás de una de esas puertas no va ha haber un par de espadas con un nombre en sus puntas, ya me entiende.

Miró de nuevo a ambos personajes, un hombre y una mujer, por si llevaban algún objeto con el que poder liarse a mojadas con el primer matasiete que se prestara a ello. El hombre parecía buen mojete, pero su compañera... en fin, no había hembras que estuvieran más a bien con una de Toledo que con una de Albacete para otras labores.

Dirigió la mirada a Armand.

- Más quisiera que el destino hubiera elegido para mí algún otro escenario que no esta porca ciudad de Toledo donde solo tienen a bien fabricar aquellas con las que he tenido que jugarme la vida. Por lo que veo no soy el único que ha tenido algún problema en estos últimos días pero, si no es a mal con vos, ¿podrían decirme que es lo que se cuece por estos santos lugares? Se me a acusado de muchas cosas por tomar un poco de vino en la taberna equivocada, ya me entienden.

Mientras continuais conversacion os moveis en busca de una entrada que resulta de ser aquella que menos esperabais pues la puerta del patio se entreabre al apoyaros ligeramente en su lateral. El interior del patio aun muestra charcos de sangre y rastros de lances e incluso alguna que otra tela y destrozo en la propia casa... ni rastro de Montero.

Una vez en el patio es facil acceder a la hacienda por la entrada a la cocina pues su puerta se haya en el suelo destrozada aunque Antonio parece reticente a entrar por ella, quiza por el recuerdo de una mala experiencia. Lo que os hace recordar las heridas aun por sanar como la que humedece la ropa en el pecho del galeno o los tajos de Armand y Gabrielle; incluso aquel nuevo invitado llamado Hernan parece haber sobrevivido hace escasos dias a un lance mortal poque se entrevee el bulto de unos vendajes a la altura de su abdomen que parecen ser mortales de necesidad.

Sea como fuere el descanso ha sido minimo y los nervios aun se encuentran en el aire con la tension de que en cualquier momento se grite un "voto a tal" que os haga prestos de hierros.

¿Que podemos hacer señores? Veo que no os encontrais mucho mejor que yo... digo mostrando mis heridas.
Sobrevivimos gracias a Dios pero este no fue totalmente benevolo y nos dejo estos recuerdos de su mano.

 Gabrielle recorrió con los ojos las estancias que ella misma había colaborado en poner patas arriba. Los lances de la noche anterior demasiado frescos en la memoria y la sangre de las heridas demasiado fresca en el pecho.

- Asi pues Don Antonio. Cual es el motivo para el súbito cambio de parecer del Padre Ángel? Parece que sin duda vos podeis saber algo del asunto.  - Aun recordaba como había tenido que salir por piernas de la catedral con toda la guardia eclesiastica a sus talones. - Espero que tenga una explicación más solida que un mero error y un tutor cornudo. 

Le preocupaba aun a Gabrielle la idea de que la amenaza inquisitorial pendulara aun sobre sus cabezas cual espada de Damócles, pues las palabras de Don Antonio apuntaban a una posible fuga de la ciudad.

Se quedó quieto en el patio, ya había avanzado suficiente y recordó:

"Ya una vez te metiste donde no te llamaron y fijate ahora. Heridas en cualquier lugar de tu cuerpo, allí donde alcanzan tus ojos tienes una marca de blanca y donde no alcanzan puedes sentirla. Eres libre Hernán, puedes marcharte de esta sucia ciudad de Toledo y volver a tu tierra. Eres libre Hernán, vuela ahora o nunca volarás"

Miró al grupo. Siempre había estado solo; había viajado solo desde donde alcanzaban sus recuerdos y así debía de ser.

- Mi buen galeno, he cumplido con lo prometido. Hete aquí su casa y hete aquí sus guardias. Me temo que mi tiempo en esta Toledo se acaba.

Hizo una reverencia a cada uno de los presentes sacandose el sobrero y agitandolo mientras les dedicaba unas palabras.

- Muy encantado de conocerles a vuestras mercedes. Vos más que nadie, Don Antonio, escuchó las palabras del padre Ángel. Admitanme un consejo, no busquen allá donde ellos no quieren que busquen o las llamas purificadoras que vimos desde la barrera hoy puedan ser su barrera mañana.

Se volvió a calzar el sombrero y se volvió.

Cada paso le acercaba más a su libertad, al fin de los días en esta ciudad, al fin del sufrimiento por aquel infortunio con el tal Gerald y el traidor del portugués, por aquella mala suerte que le llevo a la casi extenuación de su vida.

- Aguardad Hernán. Partiremos, y pronto, pero aquí llenaremos buche y morral antes de ello. Podría decirles de dormir también, pero personalmente no volveré a encontrar reposo en esta morada.- Echo un vistazo por la puerta de la cocina, único acceso fácilmente franqueable, y me pregunto si no estará así debido al regreso de Montero. Siempre leal a don Léjaro, le serviría incluso en la muerte, por lo que habrá que estar pendientes.- Pasen, por favor.- Indico con un gesto de la mano mientras con la otra empujo la puerta para que se termine de abrir.

- Tal como dicen, muerto mi antiguo mentor artífice de vayan a saber ustedes qué intrigas en las cuáles no fuimos más que peones casuales y no tan casuales, la Iglesia ha perdido su interés en pasarnos por las brasas... siempre que no nos crucemos en su camino. Esto implica, me temo, el abandonar esta ciudad, lo que al parecer no nos desagrada a ninguno de los cuatro.- Miro a los ojos a cada uno de mis interlocutores antes de continuar, pues de poco les conozco, pero sobrevivir junto ellos ha sido mucho más de lo que esperaría de mis camaradas de correrías- Personalmente desearía sonsacar a Montero si continúa vivo, y antes de abandonar para siempre esta casa registraré los documentos de don Léjaro. Además de llevarme lo que precise, quisiera las últimas respuestas. Se me persigue por ello, así pues al menos deseo saberlo una vez en la hoguera si tal desgracia me acaeciese. Una vez hecho esto probaré fortuna fuera de aquí, probablemente en la Villa de su majestad. Cada uno podrá seguir su camino, pero hacer viaje juntos podría convenirnos hasta que decidamos separarnos. ¿Qué les parece?

Mientras debatis en el marco de la entrada a la cocina escuchais un sonido en el interior de la morada y quedais sorprendidos de ver a Montero cargando con varios sacos hechos de sabana saliendo por la puerta principal de la misma. De entre los enseres que trasporta el fiel criado se entreveen candelabros dorados y demas ornamentaria de gran valor asi como bultos que podrian corresponder a otros caros avalorios que se ha dispuesto a trasportar rapidamente lejos de alli antes de que vuelva la Santa Madre Iglesia y se apropie de los restos.

Al veros el hombre brinca sobresaltado soltando los sacos y desparramando su interior de plata y oro por el patio a lo que su gesto solo puede intentar permanecer petreo (cosa que no consigue) ante la idea de que los cuatro "rufianes" puedan intentar acabar con su vida.

Presto me lanzo con el arma en la mano tratando de agarrarle y ponersela para que no pueda moverse... ¡¡¡COMO TE MUEVAS TE DESTRIPO VIL RATA!!! ¡¡¡Y sabes que lo hareeee!!! digo arma en mano

  Gabrielle esbozo una sonrisa. Le sorprendía la reacción de Armand. Los últimos sucesos le habían vuelto rápido de echar mano al hierro.

- Bueno, parece que vuestro mentor ha decidido hacernos un ultimo servicio y ha decidido patronazgar nuestra marcha a la Villa de Madrid. Dejad eso en el suelo Montero, podeis tomar el candelabro si quereis que es amargo de transportar y salir de aqui satisfecho, o quedaros y discutirlo en cuyo caso puede que perdais el candelabro y la camisa, Que decís?

Se volvió hacia Don Antonio.

- Aunque si le digo la verdad. Se me hace más interesante por lo pronto asaltar la despensa de Don Lejaro que no sus enseres. Comamos algo mientras discutimos los porvenires del futuro.

- Buen Montero, sabía que estimábais altamente a nuestro fallecido amo, y veo que así es que ponéis a buen recaudo muchos gratos recuerdos que dejó atrás.- El sarcasmo es plausible en estas palabras, pero no parece que realmente me este haciendo mucha gracia. Montero un saqueador, cuanto me habré perdido realmente de este hombre sin saberlo al igual que lo pasé por alto con don Léjaro. He de ser más cauto y atento pardiez, que han sido muchos años.- Armand, sed cortés os lo ruego, alguien que vela por el reposo del difunto no debe ser tratado en tal manera. Decidme Montero, ¿habéis dejado sin cuidar los aposentos del señor o le habéis prestado especial cuidado? Pues tenemos interés en averiguar lo ocurrido. Por inverosímil que os parezca, ciertas altas instancias exigen que atemos cabos sueltos. Y no creo que queráis ser uno de dichos cabos, pues tienden más a quedar tiznados que atados en manos de mis actuales mandatarios...

Silencio incómodo. Miradas atentas y aún más incómodas dirigidas a la persona del criado.

Asustado parece dispuesto a huir pero sin duda la presencia de los tres le amedrenta en sobremanera y ve claro que no podra realizarlo con bien asi que cede y deja que estos hagan su labor, colaborando como perro arrinconado, con la cabeza gacha y la voz suave.

- Yo... yo no se nada mas de lo ocurrido Señor; pronto vendra la Iglesia a saciar su cepillo con las alajas de Freisan por eso decidi sacarlo de aqui pues es mucho el tiempo que servi a su mentor y soy pobre de necesidad por lo que esperaba sacar suficiente para vivir lejos de aquesta ciudad. No por ello, os ruego, creais de mi un vulgar ratero pues he servido bien y digno a su familia y he de creer que merezco justo pago por ello aunque no discutire con vos sobre ello pues cojais lo que creais y dejenme vueces lo que consideren que puedan para tambien el pobre Montero sobreviva en aquesta noche oscura.

Se aparta y espera humildemente sin duda atemorizado por ver tanto hierro en manos de matarifes y asesinos como Armand o Gabrielle que parecen dispuestos a todo por el dinero que puedan sacar de estas mercaderias.

Antes de que podais iros necesitamos que nos cuente que sabe de todo este lio que se ha montado... luego ya veremos que hacemos con este botin. le digo mirando en derredor las pertenencias de Don Lejaro buscando algo de comida en buen estado para comer.

- Bien habéis hablado Montero, y he daros la razón. Estos señores os harán compañía mientras comen algo y yo investigo en los aposentos del difunto Freisán.- al ver como el hombre que , a veces severo por mis traviesas aventuras a deshora pero siempre bonachón al fin y al cabo, se está encogiendo en un rincón cediendo los beneficios de su persona para conservar la vida, se me afloja un tanto el corazón. Demasiado miedo y muerte, que respire tranquilo aunque no más de lo que le corresponde. - Haced favor de compartir mesa con ellos calmadamente. Si sois inocente, saldréis con pago por vuestro buen sevicio y hacer. Caso de haberos callado algo, Montero, sabed que sentirme traicionado por mi maestro ha mermado mi piedad grandemente. Espero por tanto, me ayudéis si está en vuestra mano. - Las adecuadas entonaciones no deberían dejar duda a Montero tanto sobre mi buena consideración hacia su persona, así como las consecuencias de mi disgusto.

Invito con la mano a mis compañeros a la cocina- Armand, Gabrielle. Ya conocéis la cocina, acompañad a Hernán y a Montero allí y acomodaos. Yo subiré arriba. Espero no tardar demasiado. Después prepararemos nuestra partida. Juntos o por separado. Tal como Montero ha dicho, la Iglesia no tiene porqué beneficiarse de aquello que no encuentre y venga mejor a nuestras mercedes para "mejor sobrevivir en aquesta noche oscura".

Dicho lo cual, abandono a mis compañeros en dirección a las habitaciones donde mi antiguo maestro poseía su estudio, y sus aposentos privados. Con suerte llegaré a entender algo más, y si no al menos quedará mi curiosidad tranquila.

Con la cabeza aun gacha acompaña a sus "captores" a la cocina donde les muestra la alacena y donde la comida y buena bebida reposa calmadamente.

- En el sotanillo vueces encontraran tambien vino para mejores paladares que este aunque yo mismo podria acompañarles.

Tras el ofrecimiento recoge una silla del suelo y se sienta sobre ella abatido.

- Siempre le dije a mi Señor que esa mujer letrairia problemas... - susurra para si.

Entras en la casa nuevamente dejando al fiel Montero con tus acompañantes pese a las reticencias de Hernan por quedarse. Tras dar unos cuantos pasos y retomar los camios que recorriste hace tiempo ya, llegas al estudio de Don Lejaro. Su puerta esta desvencijada y el interior se encuentra destrozado con multitud de objetos por el suelo e incluso su mesa volcada y la ventana trasera rota e incluso ves claras marcas de sangre por el suelo... sin duda aqui hubo una lucha.

Tras revisar los alrededores de la habitacion, cajones,armarios y demas, no encuentras nada extraño entre ellos mas que anotaciones de un buen medico que trataba con diligencia a sus pacientes. Quiza lo que busques, sea lo que sea, se encuentre en su dormitorio o en el de la difunta Fernanda...

Parece que las gentes de don Andrés tenían instrucciones bastante claras. No todo el mundo halla el valor de enfrentarse a la guardia inquisitorial. Dejo caer los folios que ojeaba... tratamientos y notas que yo mismo he llegado a presenciar, pero nada que justifique esta situación. Ciertamente este no es el lugar más apropiado para esconder nada... propiciaría el perder documentos importantes entre tanto montón de pliegos crecientes. Tal vez doña Fernanda escondiera algo en su cuarto que Léjaro no recuperara. O tal vez sí.- Esquivando los muebles caidos, abandono esta sala por la que supongo será la última vez, dirigiéndome a los aposentos privados de doña Fernanda.