Partida Rol por web

Molly no podía creerlo, ¿es que Milady se había vuelto loca? Se levantó de un salto para protestar:

- Disculpe Milady, pero en esta ocasión no la obedeceré. Iré con usted donde quiera que vaya, con o sin el señor Farewell- y tras esto clavó sus preciosos ojos en él, apelando a su honor, caballerosidad...y quién sabe si algo más. - He permanecido aquí en la tienda, a pesar de que prefería salir y ayudar a buscar al asesino, pero pedirme que la abandone y me marche con el resto...no, eso no lo haré. Lo siento.

- Contratarme? Jim no sabía si reir o llorar. Señora, yo hago un trabajo. Pero ni usted ni su marido son mis dueños. 

Pareció considerarlo un momento. Contratarme... no. Puedo rechazar un trabajo si así lo quiero. Si lo hago, lo haré por no dejarla sola. Pero no sé si me habrá oido... vienen las lluvias. El monzón... y no es una tormenta de Inglaterra. A la intemperie no duraría... duraríamos, se corrigió, un día. Su marido tiene con él un grupo de gente capaz, incluyendo a Bill. Ellos sabrán buscarnos en el lugar más apropiado.

- Le ruego lo piense de nuevo, y busquemos refugio. Su decisión solo la pone en un peligro innecesario, a usted y a todos. Especialmente con un asesino suelto y rondando.

Es una reverenda estupidez. Todos los nobles tienen el cerebro lleno de trapo?

- Cuál es el razonamiento que, de un grupo razonablemente seguro como este, saca dos grupos tal que puede que no sobrevivan una noche? Arriesgaría la vida de Molly, la mía, la suya... con qué motivo? Salir a buscar a un esposo que seguramente está a salvo rodeado de soldados?

- ¿Acaso no daríamos con ellos en un día? ¿Cuánta ventaja nos llevan? ¿Tan lejos se han marchado? Lady Cottonwell soltaba preguntas aleatorias en voz alta, más a ella misma que a sus interlocutores, más al Destino que a su propia cabeza... ¿Qué diablos estaría pensando ese hombre cuando nos dejó aquí solos? ¡Diantres! ¿Por qué nadie aquí acata mis órdenes como las suyas?

- Ahhhhhhhhhhhhh suspiró mientras se sentaba dando la espalda a todos. Vine a África buscando la libertad de los yugos de Inglaterra, planeando incluso dejar a mi esposo si era necesario, y ahora... me siento culpable si le dejo a su suerte para ponerme a salvo huyendo con el rabo entre las piernas... No era esto lo que yo venía buscando, no así.

Ante el exabrupto de Lady Cottonwell, Jim simplemente calló. No había contestado ninguna de sus preguntas, y la mujer simplemente estaba frustrada. La tormenta puede desatarse en minutos; dos días pueden ser demasiado; y al separarnos así solo estaríamos arriesgando la vida de todos, buscando a un grupo que es más que capaz de cuidarse solo.

Boring miraba a los dos interlocutores alternativamente. Su opinión era clara, Lady Cottonwell había perdido el juicio. Los argumentos del guía eran totalmente lógicos y ella no hacía más que patalear para que se la obedeciera para hacer una locura. Cada vez tenía más claro que su actitud perseverante podría llevarlos a la muerte. - Lady Cottonwell la entiendo perfectamente, créame. Yo querría hacer lo mismo que usted, pero Jim conoce este sitio mejor que nadie y le está diciendo que ir tras su marido puede ser nuestra sentencia de muerte. Más aún cuando el grupo de Lord Cottonwell no nos necesita para nada pues sus hombres están mejor preparados que nosotros. Por favir, hágale caso.

Por mucho que insistera su corazón, su mente razonaba en su contra. Suspiró profundamente.

- Espero que comprendan mi posición y mis sentimientos, trató de olvidar que sus palabras sinceras antes habían surgido desde su corazón directamente, sin pensar en lo que decía y a quiénes. Tienen razón, y mi cabeza no para de darle vueltas, pero mi corazón teme por mi esposo y luchaba por tener razón también...

Se acercó a Molly, perdona querida, por un momento se ha nublado mi razón, levantemos el campamento y pongámonos a salvo terminó dirigiéndose al guía, disculpeme, hagámoslo a su manera.

Jim asintió rápidamente. Daré las instrucciones pertinentes, señora.

Se gira para marcharse, con un rápido vistazo a los presentes; pero se detiene y da un paso hacia Lady Cottonwell. Esto es lo correcto. Lo correcto nunca es lo más fácil. Asiente de nuevo, solo para ella, y sonríe levemente, con calidez. Inclina la cabeza, señora, y sale de la tienda.

Una vez fuera, Jim comienza a dar órdenes a viva voz a Tembaqui para que levante el campamento, y nos marchemos a la población más cercana.

Molly estaba orgullosa de la valiente decisión que había tomado su señora, a la vez que apenada por ella, porque sabía cuánto la dañaba hacer ese sacrificio. La tomó del brazo, intentando confortarla, cuando se acercó a ella.

- No hay nada que perdonar, Milady. Y no temás, Milord estará bien, seguro. Y él aprobaría la decisión que habéis tomado.

Y entonces el guía, que estaba marchándose, se giró y se acercó a Lady Cottonwell, y Molly pudo escuchar sus palabras y su fugaz sonrisa, y admiró aun más a ese hombre duro. Cuando él se marchó, Molly abarcó la tienda con la mirada y se puso manos a la obra.- Milady, será mejor que recojamos todo y nos preparemos para irnos. - Y mientras se ponía a ello su cabeza daba vueltas a la idea del asesino, las tormentas, y la sonrisa del guía.

El día finaliza con un hermoso atardecer que muy pocos de vosotros apreciáis. Las negras nubes de tormenta están casi encima vuestro y en el campamento los porteadores se apresuran en recogerlo todo rápidamente, dejando en pie tan solo las dos tiendas en que pasaréis la noche. Aun con la caida de la noche y la inminente tormenta el calor es asfixiante y el mismo aire parece pesado por la humedad y os metéis en las tiendas empapados de sudor.

En estas condiciones os cuesta bastante dormiros, algunos sois directamente incapaces de pegar ojo, sin embargo tanto los dormidos como los despiertos os levantáis de vuestras hamacas cuando un grito rasga la noche.

El grito parece despertar a todo el campamento y casi de inmediato hay un gran alboroto fuera, con los porteadores corriendo de un lado para otro y gritando en su lengua, de entre todo lo que gritan solo sois capaces de entender una palabra que se repite una y otra vez, "Chango"

La noche estaba siendo un tormento. Boring era incapaz de dormirse. El calor y el nerviosismo de antes del viaje no le dejaban pegar ojo. Apenas tenían porteadores para acompañarlos y ela vuelta podía ser peligrosa a saber con lo que tendrían que enfrentarse. Tras dar varias vueltas decidió levantarse y ponerse a escribir en su diario. Saldría fuera, a la luz de la hoguera, y aclararía las ideas. Cuando logró encontrarlo, escuchó el grito. Otro más. Está vez su reacción fue inmediata. Soltó su cuaderno y salió de inmediato. Fuera todo era alboroto y crispación. Chango, chango, chango. Los porteadores no paraban de repetir esa palabra. Entró de nuevo a coger el rifle y fue en dirección a la tienda de las señoras. Se sentía en la obligación de defenderlas.

Molly se despertó de inmediato con el grito, al igual que Lady Cottonwell.

¡Milady! ¡No puede ser, otra vez no!-dijo mientras se levantaba y se echaba algo encima de la ropa de dormir con la intención de salir a averiguar lo ocurrido. Pero entonces pensó que no podía dejar sola a su señora en esas circunstancias tan peligrosas y retrocedió: - Deprisa, la ayudaré a vestirse, hemos de ver qué ha pasado. 

Cuando por fin había conseguido pegar un ojo, entre el dolor del pecho y los nerviosismos de las últimas horas, comienzan los gritos. 

Con la cara una máscara de piedra, Jim toma su cuchillo, lo examina y guarda en la cintura, para luego salir solo con los pantalones y las botas calzadas a las apuradas en dirección a los gritos. Buscando a Tembaqui con la mirada, y al origen del alboroto, no puede evitar pensar: ahora quien?

Cuando finalmente salís veis a varios porteadores huyendo, Se ha iniciado un fuego en la parte del campamento usada por los porteadores, aunque algo así no debería causar tanta conmoción.

No se ve por ningún lado a Tembaqui, pero si a la mujer sabia, Rumbidzai, que con los brazos en alto entona una canción, o tal vez oración, agarrados con fuerza a sus faldas los dos niños que llegaron con ella lloran.

Desde donde está el fuego os llegan gritos de dolor