Tras el llenado del depósito de combustible, el siempre infalible Cecil comprobó que el sellado de la válvula era el correcto, para despedirse del operario de pista con una sonrisa y un gesto de barbilla alzada, para entrar en el avión subiendo los escalones de dos en dos.
Una vez en el asiento, realizó, una vez más, la comprobación de los mandos y de que todo estaba en su lugar, para luego empezar a pulsar los conmutadores que encenderían el aparato y lo pondrían de nuevo en el hermoso cielo francés. Con un suave pero firme empujón a las palancas de velocidad, la belleza que pilotaba cogió impulso y pronto, gracias a la practica que tenía, el avión estaba surcando los cielos sin que los ocupantes sintieran nada más de lo estrictamente necesario.
Al poco de estar arriba, Hebb sonrió y se quitó los cascos. - Y fuera...ya estamos en territorio internacional otra vez, señores. Vaya, por un momento pensé que no íbamos a llegar a nuestro destino paradisíaco. - comentó, girando el asiento ligeramente mientras mantenía una mano agarrando firme los mandos del avión.
Motivo: Pilotar
Tirada: 1d100
Dificultad: 70-
Resultado: 14 (Exito) [14]
Pero el Dragon Rapide nunca llegó a su destino.
El plan, minuciosamente orquestado entre Londres, Burdeos y Casablanca, se desvió apenas por unos grados... lo suficiente para que la tragedia se alzara en forma de roca.
En la bruma espesa de una mañana del 16 de julio, mientras las nubes abrazaban la cima de los Picos de Europa, el piloto Cecil Hebb, tratando de sortear el mal tiempo, corrigió el rumbo hacia el este para evitar una tormenta costera. Fue entonces cuando, sin aviso, emergió ante ellos la imponente silueta del Naranjo de Bulnes. En un parpadeo de eternidad, la mole de piedra se tragó el avión.
No hubo supervivientes.
Luis Antonio Bolín, Hugh Pollard, sus acompañantes y todos los implicados en la conspiración del vuelo secreto perecieron en el impacto. El ruido se confundió con el trueno. Y luego, el silencio.
Días después, cuando los restos fueron localizados por un grupo de montañeros asturianos, los periódicos hablaban de un "trágico accidente aéreo con víctimas británicas". Nadie sospechó que aquel avión había llevado los hilos de una guerra que nunca llegaría a producirse.
En Tetúan, Francisco Franco, aún comandante general, fue detenido por orden directa del Gobierno. La información providencial, obtenida gracias a la acción decidida del diplomático Víctor Alcázar, permitió al ejecutivo republicano abortar el levantamiento militar antes de que comenzara.
Alcázar fue condecorado por su servicio, ascendido a general, y recordado como el hombre que desarticuló el mayor complot contra la democracia republicana de su tiempo.
La Segunda República Española, gracias a la calma tras la tormenta, logró mantenerse, reformarse y evolucionar. Las reformas agrarias, el sufragio universal y las políticas laicas se afianzaron. España no conoció los horrores de una guerra civil. No hubo exilio masivo, ni cunetas sin nombre.
La historia cambió… por el crujido de un ala en la niebla.