Partida Rol por web

Anar se acercó al pequeño mediano y le pasó el brazo sobre los hombros. El gran brazo del enano casi cubría al pequeño Till y de detrás de él resonó la grave voy de Anar.

—Cuentan que los medianos tenéis buena hierba para fumar y que vuestro asado es de lo más sabroso. Ese será tu aporte pequeño Till. Si hay que trabar batalla deja que me hacha mate por mi y por ti... pero ocúpate de calmar mi hambre después —una risotada resonó en la estancia por encima de la tranquila voz de los presentes.

Una vez argumentada la presencia del mediano caminó un par de pasos hacia el mago pardo sosteniendo el hacha en una mano, frente a él.

—Maese Radagast, tener por seguro que mi hacha no es neófita en doblegar a la oscuridad y que volverá a hacerlo si se atreven a cruzarse en nuestro camino. Nada tiene que tener la compañía —acabada la perorata agachó la cabeza en señal de respeto y colgó el hacha de su cintura.

En silencio, Menelcar había estado escuchando las palabras de Radagast el pardo. Apretó las mandíbulas al escuchar el nombre de la colina de la hechiceria, limitandose a asentir. Y una vez que los que iban a ser sus compañeros de viaje, dieron sus pareceres, le toco el turno a el de avanzar un paso.
Tras inclinar la cabeza ante el mago, añadio.
Naturalmente, acepto formar parte del grupo. Tened por seguro que haré todo lo que este en mi mano para lograr el propósito que nos habéis marcado.
Tras estas palabras, miro a los que iban a ser sus compañeros de viaje antes de añadir con rostro serio.
Permitidme recomendaros que os equipeis adecuadamente antes de internaros en la floresta. Extraños son los relatos que circulan sobre viajeros que, en alguna ocasión, se han perdido y vagado bajo los arboles del bosque negro. Y pocos son esos relatos, pues pocos han sido los viajeros que han logrado sobrevivir.

Bien, responde el conjurador. Venid a verme mañana por la mañana a casa y acabaremos de discutir los detalles. Ahora es momento de descansar.

Uno a uno todos fueron aceptando la propuesta de Radagast, parecía ser que nos acabábamos de embarcar en algo importante, nunca me imaginé viajar con gentes tan dispares.

Agradecí el gesto de confianza del elfo asintiendo con la cabeza, por mi parte trataría también de que no hubiesen problemas, respondí al mediado que estaba visiblemente preocupado  – Tranquilo Till, cada uno tratará de aportar algo en la medida de sus posibilidades.

Las palabras del enano eran animosas, sería bueno contar con uno, su fama de guerreros y seres recios les precede, y el otro humano se mostró hospitalario – Gracias Menelcar, trataré de seguir tu consejo

Radagast dio por terminada la charla, tocaba descansar hasta mañana, sin saber muy bien que hacer me dispondría a buscar un lugar en el que pasar la noche en esta casa que acogía a viajeros.

Borgil saluda a sus futuros compañeros de viaje con una cortés inclinación de cabeza, y añade una desacostumbrada sonrisa hacia el mediano

Nunca hay que menospreciar a ninguna criatura, por pequeña que sea, nos enseña la naturaleza. Y perdóneme maese periannath por lo burdo de mi comparación. Seguro que su presencia hará mucho bien a la compañía que se acaba de formar

Y tras estas palabras, todo un discurso para los estándares del elfo, Borgil regresa al sitio que tenía escogido, en la penumbra junto a la puerta sur, para pasar la noche

Con una sombra de sonrisa en su rostro, Menelcar agradeció la cortesía de Emeldur y al girarse, le devolvió la inclinación de cabeza al elfo con un gesto similar.
Acertadas tus palabras sin duda alguna Borgil. Digamos que el valor, no se mide por el tamaño. E intuyo que ocasiones para demostrar nuestro valor en esta empresa, no han de faltarnos.
Menelcar avanzo entonces por la sala en dirección al fuego. Los tacones de sus botas resonaron en el entarimado de madera.
Ya cerca del fuego, busco un lugar en el que acomodarse. Pero antes de iniciar su descanso, se giro una ultima vez para añadir.
Buen descanso a todos. Aprovechadlo pues a partir de mañana, estaremos un tiempo sin un lugar tan grato para poder descansar.

Son muchas las leyendas que rodean Rhosgobel. Algunos dicen que se hizo en un instante, en un tiempo antes de los recuerdos. Otros dicen que es obra élfica. Unos cuantos afirman que se trata de una casa que surgió y creció de la tierra como un árbol. Pero hay una historia que es la preferida de los Hombres del Norte:

“Durante sus vagabundeos, encantó para que le sirvieran a las aves y animales que sabían cómo construir un hogar. Primero tuvo que convencer a las aves de que no deseaba volar hasta las ramas de su árbol favorito para posarse en ellas, sino que quería crear cuatro paredes a su alrededor. Pero una vez hubieron entendido sus deseos, se pusieron a trabajar para cumplirlos. Las oropéndolas de brillantes alas comenzaron a tejer paredes con ramitas y plumas, raíces y hierbas. Las ardillas trajeron hojas y ramas como material de construcción, y los avispones cimentaron las paredes con barro que mezclaron con el agua del Gran Río. La estructura desnuda de un edificio, una serie de paredes irregulares y curvas que rodeaban el tronco del roble central, quedó completada en siete
días mágicos. Pero desde entonces, Radagast y su troupe de amigos animales no han dejado de retocar y reconstruir (añadiendo una ventana aquí, una estantería allá) durante los últimos seiscientos años, de manera que ahora el lugar, a los ojos del asombrado visitante, parece un sorprendente museo.”

Agradeciendo las palabras de los demás con solo unos murmullos, aún un poco confundido y asombrado, Till busca su manta y se prepara un lugar cómodo para pasar la noche. Sus ojos observaron durante un largo rato las llamas, buscando en ella figuras, un presagio, o tal vez el confort de pensar que aún aquí, en este momento, las llamas del hogar eran iguales a las que podían calentar sus pies en la Comarca.

Había intentado ser cordial con el resto de la compañía. Era bien sabido que los enanos y los elfos tenían una enemistad que se hacía evidente cada vez que sendos miembros de ambas razas coincidían dialécticamente. Anar no le daba importancia a la presencia de un elfo. No hacía por llevarse bien con ellos pero tampoco por llevarse mal.

Acabada la exposición de Radagast se sentó junto al hogar y prendió la hierba de la pipa. Permaneció fumando mucho tiempo y después se marchó a descansar. El día siguiente volvería a la aventura; eso le hacía feliz.

Poco a poco los que iban a ser mis compañeros se fueron retirando, por fin di con un camastro en el que reposar, eché allí mis cosas y me tumbé.

Presentía que en los próximos días mi vida podía cambiar, nuevas experiencias, algo importante que hacer, eso no era algo que me fuera a dejar indiferente, cerré los ojos tratando de relajarme.

Temprano, por la mañana, un zagal de los hombres del bosque viene a buscaros. Dice que le han encargado llevaros a la casa del mago (que se ve desde donde estáis).

Apenas cruza por la puerta, Borgil ya está en pie y en un instante tiene todas sus cosas listas, que poco descanso necesitan los Hijos de Eru.

Sin embargo, y pese a estar listo, aguarda cortésmente a que sus compañeros también lo estén

Alasse’ aurë les saluda, aunque un instante despúes lo hace en un idioma comprensible para todos ellos

Buenos días!

Me desperté y lo primero que me vino a la mente fue que había que visitar la casa de Radagast, para mejor ayuda nuestra vino un muchacho para acompañarnos.

Ya ataviado con todo saludé al elfo – Buenos días – le dije mientras apretaba las correas de mi mochila

Con un ultimo gruñido, me despierto pues noto cierto ajetreo a mi alrededor. Al alzarme, todavía algo soñoliento, descubro que nuestro compañero elfo ya esta en pie al igual que Emeldur.
Me estiro haciendo crujir las vertebras y lo primer que agarro, es mi arma la cual no tarda en ocupar su lugar adecuado colgando de mi espalda. Le sigue el zurrón en el que porto mis pertenencias y finalmente, ya mas espabilado digo.
Buenos días a ambos. Y esperemos que sean buenos, pues estoy impaciente por ver que sorpresas nos depara.
Dicho esto, miro entonces en dirección a nuestros compañeros todavía dormidos. Y aunque nada digo, me permito una leve sonrisa.

El mediano rueda por el suelo frotándose los ojos con una mano, mientras con la otra aprieta contra sí la manta. Oh, temprano, madrugada hostil que aleja mis sueños!! Se despereza estirando los brazos y elevándolos al cielo.

- Buenos los días que nos iluminan! dice con alegría mientras parpadea. Rápidamente dobla la manta y busca la bolsa, preparando el petate de viaje. Encuentra un mendrugo en el bolsillo y comienza a atacarlo con voracidad. Qué rudeza, y el desayuno? Espero que el Mago pueda hacer aparecer pan y fruta del aire. Y tocino! Umm, delicioso tocino crujiente en lonjas de pan!

El muchacho espera a que os hayáis levantado todos, y os guía hasta la puerta de la casita del mago. 

El exterior es... poco menos que fascinante. Nidos de pájaro y casitas de pájaro hechas de todo tipo de materiales recubren las paredes, por no mencionar los nidos que albergan las ramas superiores del enorme roble que constituye el centro de la vivienda. El interior aún es más épatant.

El interior de Rhosgobel mide 9 por 6 metros. El techo se encuentra a una altura de 3,6 metros. Las ventanas miran al sur y al oeste, y están cubiertas con visillos tejidos por arañas bienintencionadas, ahora casi totalmente extinguidas entre los árboles del bosque Negro. Una escalera se abraza en espiral al tronco retorcido del roble que marca el centro de Rhosgobel. Subiendo por la escalera se llega a la atalaya, una estancia que se parece extrañamente a un nido de avispas (quizá porque fueron precisamente las avispas quienes la construyeron para Radagast) y que se apoya sobre las ramas más altas del enorme árbol, a 15 metros sobre el suelo. Desde este puesto vigía se pueden vislumbrar los destellos del río Anduin hacia el oeste, la gran extensión verde del bosque hacia el norte y el este. Y hacia el sur la omnipresente, siempre cruel cima de negro azabache de Dol Guldur. Allí, entre
la terrible penumbra, traza una horrible cicatriz en el cielo de las tierras Ásperas meridionales.

La preocupación que los animales han mostrado durante los años de renovación le ha ido muy bien a Radagast. Los grandes halcones le trajeron rocas del río con las que fabricar una encantadora chimenea. Las ardillas listadas le trajeron trozos de corteza y piedras lisas e instalaron estantes en los cuales Radagast pudo almacenar su enorme colección de hierbas y raíces. Los osos trajeron un gran tronco hueco, pensando que Radagast necesitaría una olla para sus infusiones. Pero Radagast tenía la cabeza ocupada en otras innovaciones que no eran para su propia comodidad.

 Un sustancioso almuerzo a base de frutas, zumos, y leche fresca os espera. El aroma del pan recién horneado inunda el ambiente.

Una vez que estamos todos en pie, seguimos a nuestro joven guia hasta las estancias del Mago. Conforme nos aproximamos, contemplo asombrado la construccion aunque por otra parte, callo los comentarios que se me ocurren pues, después de todo, por todos en la región es conocida la fama de Radagast el pardo.
Así que no dudo demasiado a pesar del panorama que tengo delante y subo por la escala que rodea el grueso tronco del árbol en donde habita el mago.
Como no podía ser de otro modo, el interior es tan alucinante como el exterior. Pero yo, ante todo, me fijo en el desayuno servido.
Naturalmente, espero tanto el consentimiento del mago como la llegada del resto de mis compañeros, antes de servirme algo.
Y entretanto, aprovecho estos instantes para echar una mirada al exterior desde tan privilegiada posición.
E inevitablemente, mis ojos se desvían hacia el sur.
Pues solo un punto en particular, rompe la belleza del paisaje. La Torre de la Hechiceria, oscura y tenebrosa.

Los ojos de Till se escaparían de sus cuencas si pudieran. Una increible casa! En su mente comienza a gestarse las tonadas con las que contará semejante portento y maravilla. 

Y poco a poco, mientras busca al morador con la vista, como mediano va dando un paso y otro, como atrapado por una cuerda invisible. 

Oh! Se sorprende junto a la mesa. Seguramente deberíamos esperar al Mago... pero una mesa servida es una invitación, decía mi madre. Y sería descortés rechazar una invitación! 

Su sorpresa aumenta cuando descubre en la mano una bella y perfecta manzana. Cómo llegaste aquí? Es esto magia? Sus dedos se limpian en la chaqueta las migas de pan; ha sido un pequeño trocito, seguro a nadie le importa... y nadie debe de haberme visto, piensa mientras hinca los dientes en la manzana. Deliciosa, pero qué hago yo comiendo ya?

El pensamiento se pierde mientras sonríe a sus compañeros. 

El elfo entra con gran respeto en la morada de Aiwendil, mirando detalles aquí y allá que le llevan incluso a sonreír, sonrisa que se agranda al ver cómo el mediano empieza a devorar -muy disimuladamente, eso sí- parte del desayuno preparado para ellos.

Pero él antes de sentarse espera la presencia de su anfitrión, recordando algo de sus modales ahora tan en desuso...