Partida Rol por web

Fascinante. Eso era lo que me parecía al entrar en aquella biblioteca cuyos libros, en su mayor parte, eran auténticos clásicos lo que me indicaba en el dueño de la casa era un erudito. ¡Y además en latín! Lástima que yo ese idioma lo tuviera tan olvidado y lo único que recordara fueran palabras técnicas propias de mi profesión. Aún así me dediqué a coger libros, abrirlos e intentar descubrir alguna pista en ellos que nos pudiera encauzar en el buen camino. Cualquier cosa que nos permitiera saber qué tipo de reunión podía estar efectuándose en aquellos precisos instantes.

Para mí el tiempo era como si se hubiera paralizado, absorto como estaba en la lectura de páginas abiertas al azar, dejando que los otros dos investigaran en la sala adyacente y que, según había visto desde mi posición cuando la puerta se abrió, tenía toda la pinta de ser un despacho.

En la biblioteca no encontrásteis nada de valor más que aquellos libros de clásicos que un tipo entrado en años, como el pimpollo del batín dueño de la casa, poseía en aquel descuidado hogar. El caso es que Samuel comenzó a frustrarse un poco por no encontrar respuestas de quienes eran las personas que había en aquella casa (y que aún no habíais visto). El tiempo apremiaba, pues era lógico indagar, vislumbrar y salir de allí cuanto antes sin ser visto. Finalmente salísteis de aquel lugar, o eso tenían en mente el doctor y el investigador. Cuando miraron a Edna comprobaron que ésta tenía en sus manos una gran máscara oscura, tomada del gran armario sobre el que estaba confrontada. Parecía saber que allí había tal objeto y ella lo había tomado.

Tras acercarse a sus compañeros, todos vieron que se trataba de la misma máscara que Oswald poseía, según el detective John Scafford. Y al recordar a este tipo recordásteis sobre vuestros cargos de allanamiento del día anterior, y la necesidad de salir de ese embrollo: vuestras reputaciones estaban en juego.

Tras unos segundos de incerteza en los que Edna sostenía la máscara, decidísteis explorar la casa. El piso superior albergaban habitaciones (de hecho, tal vez la anciana, familiar de Oswald, estuviera allí), por lo que os encaminásteis al fondo de la vivienda, en la planta baja. Tras atravesar el comedor (salón de buen porte para fiestas, sin duda), llegásteis a la cocina, vísteis una cocina con armarios bastante usados, y muy sobria. Hornos, fregadero, un refrigerador y una puerta en un lateral. Eso sí, era bastante espaciosa. Vísteis que en su lateral había tres puertas, y justo al fondo de la misma había una entrada enrrejada, que dejaba entrever que tras ella unas escaleras descendían a un sótano.

Entonces oísteis unos murmullos procedentes, precisamente, de ese sótano. Tal vez estando en silencio y atendiendo un poco pudiérais percibir algo más*.

Nada. Allí no había nada que nos pudiera indicar dónde estaban los invitados que habíamos visto entrar en la casa. Nadie desaparecía así como así y yo, frustrado como me encontraba, lo que más deseaba en aquellos momentos no era otra cosa que descubrir el lugar donde se ocultaban y, si para conseguirlo, tenía que remover toda la casa de arriba abajo lo haría.

Pero todos esos pensamientos se desinflaron al ver a Edna con aquella oscura máscara. Un ligero temblor me recorrió, no sólo al ver el objeto que la joven portaba sino también al recordar todo lo sucedido en nuestra visita anterior a la casa. Lo último que deseaba era que me volvieran a pillar porque eso supondría el fin, no sólo de mi carrera, sino también de mi reputación.

—Tienen que estar metidos en algún sitio, busquemos hasta el último rincón de la casa pero por favor... con máximo cuidado para que no suceda lo de ayer.

Salí de la biblioteca y, antes de mirar en el piso de arriba donde la vieja seguramente estuviera encamada, y a la cual no tenía ningún interés de volver a ver, fui directo hacia la cocina, muy espaciosa por cierto y, mirando a mi alrededor, mis ojos se toparon con una puerta enrejada que daba paso a unas escaleras descendentes. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no lanzar un grito triunfal.

—Por fin. Estas deben ser las escaleras del sótano.

Cerré la boca de golpe al escuchar sonidos procedentes de abajo, parecían murmullos de gente hablando aunque, por mucho que pegara el oído a la reja, era incapaz de entender qué decían. Estaba claro que la edad me estaba pasando factura ya que, por mucho esfuerzo que pusiera en ese intento, no podía distinguir nada.

No sabía qué esperar dentro del armario. Tal vez si estuviera vacío todo hubiera sido un mal sueño, una máscara creada por su imaginación como representación de sus miedos a los… ¿moluscos? O que era un apunte importante al caso que les atañía, repitiéndose una y otra vez en cada nueva pista. Sin embargo allí estaba en el mismo lugar y posición que la recordaba, pareciendo que estuviera anclada en la madera más que apoyada sutilmente en ella.

La cogió con cuidado, comprobando el peso y acariciando el tentaculoso rostro con la yema de los dedos para después mostrársela a sus compañeros como si una azafata se tratara, alzándola levemente para que la vieran en todo su esplendor.

- ¿Veis? No mentía.- Aclarado aquel punto dejó la máscara en el mismo lugar y posición que la había encontrado, recordando todo lo que había pasado cada vez que se topaba con ella. Primero la búsqueda de la botella, mintiendo para colarme en casa de Flannelly y encontrando esta máscara. Después allanamiento y arresto en esta misma casa con el mismo resultado. Tu sola presencia me trae mala suerte.

Tras la breve despedida cerró la puerta del armario y se dedicó a inspeccionar junto al resto lo que quedaba de casa saliendo la última de la habitación, buscando las dichosas escaleras. Así llegó al comedor, paseando la mirada sin detenerse demasiado en la decoración, sino en las puertas o posibles entradas escondidas.

Fue Hubbard quien las localizó primero, centrándose en el punto que señalaba con una sonrisa victoriosa a la par que cansada. Se acercó cuando escuchó los cuchicheos, agudizando el oído pegándose a la puerta para intentar percibir mejor la conversación.

Tras cavilar por el estudio mirando los libros y las figuras, e incluso tratando de buscar algún resquicio indicio de que algo se pudiera mover de alguna manera, me rendí y salí de allí para reunirme con el resto de compañeros. Aún todo estaba inconcluso, - ¿Que tiene que ver Flanelly, los balleneros y este hombre con todo esto? - Solo debería esperar para descrubrirlo.

En la biblioteca, encontré a la señorita Moore con otra mascara, y al doctor cerca de ella observandola. Decidí también acercarme para observarla, y sin duda no podía ser más que otra horrible máscara que enlazaba con el caso. Lo queramos o no, los pulpos son el protagonista especial en esta historia, la pregunta era... ¿Por qué? Una secta, una mafia... Daba igual que tratara de pensar. Lo importante ahora era estar unidos... aunque fuera dificil para mi.

- Bien hecho detective Moore - dije un poco a modo de broma para relajar el ambiente - ¿Estás segura que no te has replanteado ninguna vez ser detective? Ayudarías bastante - realmente lo pensaba, aunque habiendo trabajado solo tanto tiempo, era extraño mencionar esto. Sin más nos pusimos rumbo a la nueva habitación. La cocina

Lo que más me fijé de esta habitación, y sin duda no fuí el único, fue en la puerta enrejada. Como los demás, me acerqué allí. Lo mejor que podíamos hacer era atender con atención. Tan solo esperaba que si teníamos que entrar no estuviera cerrada esta puerta también.

Os detuvísteis delante de la puerta enrrejada, acceso sin duda al sótano de la vivienda. Los murmullos continuaban sucediéndose, pero ninguno de vosotros logró discernir palabra alguna, sólo un conjunto de siseos. Estaba claro que allí abajo había algún tipo de reunión.

Miró a sus compañeros por si alguno había podido averiguar algo de la conversación al no escuchar apenas más que su respiración y murmullos inteligibles, pero su silencio le hizo suponer que el trío de detectives estaban igual de mal de oído.

Inspiró lentamente y expulsó el aire por la boca mientras abría con cuidado la puerta, levantando la reja para que no hiciera ruido o parando en seco al más mínimo crujido. Lo último que quería era llamar la atención de los que estaban abajo.

Si consigue abrirla, bajó un par de peldaños para agudizar de nuevo el oído, colocándose el índice en los labios para comunicarle de forma muda al resto que guardaran silencio.

No sólo oyes un crepitar (como de una lumbre), sino que oyes voces algo más nítidas. Parece haber una mujer entre aquellos susurros. Del contenido apenas es perceptible, aunque no faltan cánticos entre palabras y palabras.

Me quedé tenso al ver como nuestra intrépida reportera iba un paso más allá para poder escuchar y entender aquel molesto siseo. Por unos instantes estuve a punto de retenerla, advertirla del peligro que corríamos todos si nos descubríamos, porque a esas alturas ya me imaginaba que acabaríamos de nuevo entre rejas si nos veían a los tres allí plantados espiando, pero me retuve pues la joven ya había demostrado con creces su valía en más de una ocasión.

—¿Entiende algo de lo que dicen? —Callé de golpe al ver el gesto que nos dedicaba para que guardáramos silencio pero, en mi nerviosismo e intranquilidad, era incapaz de cerrar la boca, buscando la mejor manera de pasar lo más desapercibidos que pudiéramos en el caso de que nos descubrieran—. ¿Y si usamos la máscara que acabamos de encontrar?

Nada más hacer esa pregunta sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo. Sólo de pensar en tener que llevar puesta esa horripilante máscara me ponía los pelos de punta. Y, en esta ocasión, si hice caso y guardé un sepulcral silencio.

Nada, ni un solo sonido, ni un solo ruido, solo un molesto murmullo y el viento correr. Era desesperante estar allí y no poder llegar a más que eso. Sin embargo, la señorita Moore demostró de nuevo su valor, yendo mucho más lejos de lo que un detective haría sin tener primero un plan. Sin duda, valía, y lo estaba demostrando, para mucho más que solo una reportera. Por un momento incluso pensé que estaba mal pagada, pues tanto riesgo merecía una suma mayor, seguro.

Lo que había dicho el doctor tenía bastante razón, si cogiamos la otra mascara tendríamos oportunidades nuevas, tan solo uno tendría que quedarse atrás cubriendo que no ocurriera nada malo y estuviera dispuesto a actuar - Tiene razón Doctor, cuide a la señorita Moore, iré a por la otra mascara, así podremos usar las dos. - Y entonces fui de nuevo al armario donde estaba aquella mascara para traerla con el equipo, no sin antes inspeccionarla bien entre mis manos.

Edgar volvió enseguida con algo entre sus manos. Era como de goma, o tal vez de cuero, y aquella máscara era similar a la que les había dado el inspector Scafford previamente. Ambas eran parecidas, no exactamente iguales (ya que parecían hechas a mano), pero sí con los mismos motivos, forma y color. Las dos igual de repugnantes. Parecían en realidad hechas a medida para una fiesta grotesca y rocambolesca. Edna seguía un par de peldaños más abajo, en la escalera hacia el sótano, y Hubbard y el detective mirando las máscaras.

Volvieron a oirse conversaciones bastante imperceptibles allí abajo.

Ver de nuevo las máscaras consiguió que un estremecimiento me recorriera de arriba abajo. Eran horripilantes, desagradables, repulsivas, desde luego no estaban hechas para ser usadas por gentes cristianas de bien.

—Dos de nosotros podríamos usar las máscaras e intentar colarnos en esa… fiesta, mientras el otro se queda vigilando aquí arriba. Sólo hay que decidir quién baja.

Podía tener miedo, podía resultarme todo aquello de lo más desagradable, pero lo que no iba a permitir era poner en riesgo a la joven metiéndose directamente en la boca del lobo.

—Usted Edgar puede ser uno y yo el… —Cerré la boca de golpe sin terminar la frase, al escuchar de nuevo los sonidos que venían de abajo y, con un esfuerzo que sabía completamente vano, intenté entender lo que se estaba hablando.

Iba a negarse a encontrarse con la máscara ya que ella misma la había dejado guardada a buen recaudo, pero por otro lado entendía que la careta podía servirles para ocultar otro rostro y ayudar a la infiltración… Suspiró resignada sin querer mirarla cuando Edgar la trajo, subiendo los peldaños que anteriormente había bajado con el mismo cuidado.

- No pude escuchar demasiado, están susurrando o cantando.- Ladeó el rostro, sin estar del todo convencida de lo que estaba contando al ser extraño.- Había una mujer entre ellos, pude distinguirla. Y creo que algo ardiendo, no sabría cómo explicarlo.

Sonrió a modo disculpa por los vagos detalles que estaba dando, sabiendo que apenas les ayudaba al no ver nada. Fue entonces cuando escuchó la propuesta de Hubbard sobre bajar ellos, quedándose en la retaguardia vigilando.

Aunque en otra ocasión hubiera cogido la máscara y bajado la primera, la única voz femenina le había dado una pista que tal vez fuera cierta. ¿Y si en aquella reunión sólo había una mujer? Nada más bajar se delataría al ver el vestido.- Puede ser paranoia mía, pero prefiero no arriesgarme.

- Bajad vosotros. Tened cuidado.- Se apartó de la puerta para dejarles pasar mientras se acercaba a la mesa, apoyándose ligeramente y despidiéndose del resto.

Finalmente os decidísteis a bajar. Lo harían el investigador y el doctor. La periodista quedaría arriba, no muy convencida de ni siquiera tocar esa infame máscara de nuevo. Ambos tomaron las mismas y se encauzaron escaleras abajo, perdiendo de vista a Edna.

Cuando bajásteis las escaleras, vísteis que el sótano  tenía un suelo recubierto de cemento. En la sala en la que estábais había unos sillones de mimbre con diversa ropa de etiqueta por encima, como si alguien la hubiera dejado allí tras cambiarse; Una mesa circular de unos dos metros de diámetro se presentaba tambien en el medio, entre los sillones. Todo estaba iluminado por una simple bombilla, y encima de la mesa, para vuestra sorpresa, había una botella de vino de aspecto normal, de Burdeos, con cuatro copas vacías y una túnica larga, de terciopelo, cuidadosamente doblada.

Os fijásteis que, además, otra túnica de similares características había colgada de un perchero de recibidor.

Pero lo que más os soprendió de aquel despliegue fue la cortinilla que tapaba el arco. Al final de esa sala, un acceso con cortinillas que se movían constantemente dejaban entreoir voces, y notásteis un calor como el que Edna recibió. Llegaba el sonido de voces de varios hombres y alguno de mujer. En realidad no estaban hablando, sino... cantando. Su conversación se tornaba en cánticos a ratos. Era todo realmente extraño.

Te quedastes arriba, observando cómo sus dos compañeros bajaban y se perdían en la oscuridad final del fondo de aquellas escaleras. Aquellos instantes sin la presencia de tus compañeros te incomodó un poco, sabiendo en la situación que estábais (frente a la espada y la pared con la policía, y como asaltadores a los ojos del dueño de la casa, por segunda vez...).

Comenzamos el doctor y yo a bajar después de que la valentía de la señorita Moore se agotase al oir lo que quiera que hubiera escuchado. Tras bajar los peldaños mi compañero y yo comenzamos a investigar el lugar. Era un simple sontano de arriba abajo, con sillones de mimbre donde se hallaba lo que era probable, los ropajes de los invitados - Todo esto parece una puta secta... ¿Edgar donde coño te estas metiendo? - Profundicé más donde estaban los sillones y me acerqué a la mesa con cuatro copas y el vino. Cogí el vino y una de las copas poniendola a contra luz  para confirmar si se había bebido el vino, luego hice lo mismo con este para buscar el horrible tentaculo que nos había metido de lleno en esto.

-Mire Doctor, cuatro copas... En teoría la infiltración acaba aquí. No esperaban a nadie más, por lo que si ven a dos personas más dudo que las traten con cordialidad. Y este vino - Dije mientras estaba inspeccionando ambos elementos - Hay quizás demasiada poca iluminación ¿pero usted que cree doctor? - Le pasé el vino a mi compañero mientras yo cambiaba de rumbo a aquellas cortinillas que me habían llamado tanto la atención.

Con sumo cuidado aparté una de estas para poder ver y oir al fondo del pasillo, esperando que no me vieran.

Sabía que iba a ser aburrido y, evidentemente, lo era.

Verlos bajar y desaparecer en la penumbra de las escaleras borraba su sonrisa lentamente, volviendo el rostro hacia el resto de la habitación buscando algún tipo de pista que pudiera servir y sentirse útil en este lapsus de tiempo. Aunque la tentación de bajar y unirse a ellos era grande tuvo que contener sus pies, al igual que prefirió no salir de la cocina a no ser que fuera necesario, no fuera a ser que subieran y no la encontraran allí.

Se acercó a las ventanas para observar el exterior, buscando alguna pista o rastro que pudiera seguir, apoyándose en el alfeizar sin asomarse demasiado para que no la vieran. Lo último que quería era que los vecinos llamaran a la policía, otra vez.