Partida Rol por web

La joven se quedó mirando un segundo mirando como Robert salía de la trastienda para marcharse ya. Solía ser algo esquivo con ella pero aquella noche no le disgustaba demasiado quedarse sola, en la oscuridad. Aún así, salió unos pasos tras él por si Izzy necesitaba ayuda. Hacía unos minutos que no la escuchaba y se preguntaba qué debía estar haciendo. Al fin y al cabo, ella era la investigadora profesional.

- Robert, si vas a estar fuera, ¿puedes vigilar por si viene el policía? - preguntó tras escuchar a Elisabeth. - Danos un toque al teléfono si lo ves, por favor.

A continuación, se colocó a tan sólo unos pasos de la detective y suspiró profundamente para concentrarse. Las sombras a su alrededor comenzaron a arremolinarse sobre ellas volviéndose mas densas y compactas. Comenzó a sentir el tacto frío de aquella bruma. Era como caminar en un día de niebla densa. Aunque a ellas dos no les limitaba lo mínimo en la visión, ahora eran invisibles para el resto.

- Dicho y hecho. - respondió a Izzy – Si tienes problemas con la navaja puedes probar con estos si quieres.

Desde las sombras del suelo surgió una mano de oscuridad pura. En su palma tendida hacia arriba había un par de destornilladores negros como la noche, uno de estrella y otro plano.

—Claro —dijo, en tono distraído. No entendía por qué se quedaban dentro de la tienda si además tenían tiempo limitado, pero ellas tenían más herramientas a su alcance. Así que me toca quedarme de vigía. La idea de quedarse cerca de la puerta, pasando frío, no le apetecía nada. Prefería quedarse dentro del coche, con la calefacción puesta. Pero eran un equipo y cada uno debía de hacer lo mejor para el resto, y si con esa pequeña tarea podían descubrir quién era esa mujer y qué pasaba con esos tiburones, mejor que mejor—. En momentos así echo de menos fumar.

Se arrebujó en la chaqueta y se apoyó en el cristal de la entrada con el móvil en la mano, vigilando los alrededores a ver si veía venir al policía. De paso aprovechó a ver si tenía alguna llamada perdida o mensaje de su pequeña.

Protegida por las sombras convocadas por Sam, Izzy se dio prisa en desmontar la torre y retirar el disco duro del ordenador. Rápidamente volvió a colocar la tapa para dejarlo todo como estaba. Aunque viendo que la policía ni tan siquiera se había llevado el ordenador, dudaba mucho que nadie en la comisaría del distrito se estuviera tomando aquella investigación en serio.

Las dos chicas salieron a la lluvia de la tarde y se reunieron con Robert. El trío empezó a aligerar el paso cuando un minuto después vieron al policía de antes doblar la esquina.

Dino iba siguiendo la conversación con aparente desinterés, más bien, totalmente enfocado en su comida... pero lo cierto es que no se perdía palabra, mirada, tono. La muchacha estaba llevando adelante un interrogatorio en toda regla, de los que hacen las mujeres cuando se lo proponen.

En el momento en que había por fin un dato realmente importante, decidió entrar en escena. No podían irse sin saber quién era ese "amigo de verdad".

-En mis tiempos... cuando tenía tu edad... tener amigos de verdad era algo más simple que ahora- comenzó diciendo el viejo -Así como los caballeros- y miró al muchacho -¿Qué edad dices que tienes?- le preguntó mirándolo a los ojos -Porque bien podrías ser uno de aquellos, no pierdas la oportunidad de demostrarlo- y le guiñó un ojo, para luego apoyarle la mano sobre el brazo de Amanda con amabilidad -No se consiguen de éstos, muchacha...- agregó con un supuesto susurro.

Y acto seguido, continuó comiendo como si no hubiera dicho nada.

En otros momentos, tal vez podría haber intentado conocer los secretos del muchacho, pero esta vez le pareció más práctico y seguro que la niña continuara con su juego. Además... los cuervos parecían revolotear más lentamente que otras veces.

Izzy respiró con fuerza al volver a salir al exterior. A estas alturas todos sabían ya que no le gustaba estar en lugares cerrados y con poca ventilación, como esa trastienda. Se separó de sus compañeros con un rápido — dadme un momento — y se acercó al policía que volvía a entrar en la plaza. «Un trato es un trato», había dicho siempre y, si salía bien, prefería tener a un detective que le debiera un favor antes que a un agente de uniforme.

— Me había dicho que alguien se había suicidado ahí dentro, ¿no? No es que yo sepa nada de marinería pero, ¿han comprobado esos nudos? A duras penas parecen capaces de aguantar el peso de un hombre — le dijo al policía, guiñándole un ojo*.

Volvió junto a sus compañeros, encogiéndose de hombros.

— Ya está, tenía que devolver un favor — comentó sin más. — Tenemos varias opciones ahora mismo, que se me ocurran: Ir a la pizzería, pero supongo que ya están Ary y Dino allí y tal vez lo único que consigamos sea interrumpir. — Si todo salía mal dentro, siempre podía acercarse ella sola para intentar localizar al niño que les había mandado el mensaje, pero si la relacionaban con el resto, sería un cartucho quemado. — También podemos ver más sitios por la zona. Por lo que parece, el problema que puede haber aquí no es exclusivo de la pizzería y de la tienda de ultramarinos. — Izzy había estado hablando con el policía cuando Robert entró en la otra tienda, así que no sabía qué había descubierto allí. — También puedo intentar llamar a mis ex-copañeros en la policía, a ver si me pueden decir algo de la autopsia del tipo de ahí dentro. Si no la han hecho, estaría bien saber si tenía agua en los pulmones... — y eso si realmente todo esto no es más complicado aún de lo que parece, pues las palabras de la Muerte podían tomar significados realmente perturbadores. — ¿Otras ideas? — Preguntó a sus amigos.

Desde lejos, Robert creyó ver que Amanda estaba hablando con alguien, pero no distinguía quién. Creo que voy necesitando gafas, ¿hace cuánto que no me gradúo la vista? ¿Entrará en el seguro? ¿Hace cuánto que no reviso las condiciones del contrato? Enfrascado en su aburrido hilo de pensamientos, notó que su compañera le había hecho una pregunta por la forma en que le miraba—. ¿Eh? Perdona... sí, los demás establecimientos están en las mismas condiciones o peor— le explicó lo que había sucedido en la floristería y lo que había visto—. La gente se marcha de aquí de la noche a la mañana, y entiendo los motivos: debe de ser una banda organizada bastante violenta. Lo que sí podrías averiguar con tus contactos es si hay denuncias previas, nos puede dar una pista sobre los autores.

Una corriente de aire le hizo estremecer, recordándole su trato con La Muerte. Aunque no quisiera pensarlo, no tenía dudas sobre que había sido un punto de inflexión en su historia con aquel libro.

Echó un vistazo a su alrededor y vio las otras dos tiendas, quizás podrían sacar más información mientras Amanda y Dino estaban en la pizzería.

—Preguntemos ahí, su clientela suele ser de las que hablan—cabeceó en dirección a la licorería y echó a andar refugiándose bajo el voladizo.

- Tener amigos es muy importante. Sobre todo si es un amigo de verdad. Eres muy afortunado de tener un amigo de verdad. ¿Él te puede proteger de los tiburones? Me encantaría conocer a alguien capaz de arriesgarse tanto por otro y de ayudarle con algo tan complicado...- dijo Amanda.

- Sí, es verdad, está bien tener amigos- decía Michael, mientras se ruborizaba al ver a Dino juntar sus manos.- Este tipo es un héroe de verdad, ¿sabes? Es como un enviado de los dioses, ayudando a la gente del barrio cuando los bancos y el ayuntamiento nos han fallado.

De repente, Michael hizo un gesto como si acabara de despertar de un sueño profundo.

- Ehmmm... perdonadme, tengo que trabajar. Quizá podríamos charlar otro día, ¿me das tu número?

Michael se apuntó el teléfono de Amanda en su libreta para las comandas, y acto seguido salió corriendo hacia la zona de las cocinas. Dino y Amanda lo siguieron con la vista. Desde su mesa, vieron como Michael se dirigía al teléfono de pared, miraba una tarjeta que se había sacado del bolsillo y marcaba un número. Estaba claramente nervioso.

Una vez fuera de la tienda, bajo la lluvia de nuevo, no estaba demasiado segura de lo que debía hacer. Mientras caminaba junto a sus compañeros, Sam cogió de nuevo su móvil para mandar un mensaje por WhatsApp a Ary:

“¿Cómo va la cosa por allí? ¿El hermano mayor ha soltado algo? ¿Has hablado de Willie?”

Aún seguía algo enfadada consigo misma por haber fallado con el pequeño en la pizzería. No tenía demasiado claro que Ary volviera a tener oportunidad de hablar con Willie de nuevo. Sentía que tenía que intentar algo.

Sin tener demasiado claros los detalles del plan que comenzaba a fraguarse en su mente, tomó la determinación de que debía intentarlo. Alzó la vista tras el comentario de Robert que la acababa de sacar de sus pensamientos.

- No sería mala idea. Robert, ¿podrías encargarte tú de preguntar en la licorería? Quiero comprobar una cosa y necesito que Izzy venga conmigo. Puede que necesite voces en el viento. - le dedicó una mirada de disculpa que bajo la lluvia casi parecía la de un gatito abandonado. - Además, un hombre sólo bajo la lluvia en la noche parece el típico cliente de una licorería: un hombre con un mal día. Puedes decirle que te has peleado con tu mujer o algo así e intentar conectar con el tendero... Después podemos intentarlo los tres en la lavandería. ¿Vienes Izzy?

Sam sabía que aquella escusa no era demasiado descabellada, por desgracia. No era extraño que Robert tuviera el ceño fruncido tras un par de intercambios telefónicos con su ex. Si Izzy aceptaba, la acompañaría a la parte trasera de la pizzería.

Dino entrecerró los ojos al notar esa sensación extraña cuando nombre al "enviado de los dioses". Si de Dioses se trataba, Dino sabía del tema. Le dio una palmada suave a Amanda cuando le dio el teléfono, y levantándose del asiento para ir hacia la barra desde donde hablarle a Michael, las ropas comenzaron a titilar, y como si un viento suave soplara, la apariencia ilusoria con la que estaba ocultando su elegante traje desapareció en jirones que desaparecieron rápidamente.

-Michael, me gustaría que me pases el número de tu amigo, creo que personas así son muy valiosas y me vendría bien conocerlo- le dijo mirándolo a los ojos, con los suyos claros y profundos, en los que un breve destello apareció fugazmente mientras un leve aleteo parecía posarse en el hombro del muchacho -Además, si necesitas dinero, por ejemplo, inclusive podría ayudarlos, ¿sabes? Me encantaría poder hacerlo...- y le dedicó una de sus sonrisas de negociante nato.

Su ropa hablaba por sí misma: la tela, el corte, la postura inclusive. Sabía que no sería fácil traspasar el hechizo, lo había sentido mientras conversaban, pero conseguir ese número de teléfono seguramente les podría dar información que de otra manera sería más difícil.

Izzy asintió mirando a Sam y esperó a que Robert se mostrase de acuerdo.

— Nos vemos en un momento — le dijo al bibliotecario mientras seguía a la chica por el callejón.

—Eh... sí, claro —respondió, encogiéndose de hombros. Entendía que no quisiera hacerle caso y prefiriera quedarse con Elisabeth. Al fin y al cabo, ambas eran mujeres fuertes e independientes que manejaban poderes casi divinos. Mientras caminaba en dirección a la licorería, sintió una leve punzada de dolor por las palabras de Samantha. ¿Esa es la imagen que tienen de mí? ¿Un hombre triste que se pelea con su exmujer y que puede terminar tirando su vida a la basura? Tampoco les puedo culpar.

Sumido en esos tenebrosos pensamientos, y apretando contra su cadera el libro que le permitía, durante unos segundos, disfrutar de un poder inimaginable, Robert entró en la licorería con un suspiro.

Robert comprobó su móvil por tercera vez desde que saliera de la tienda de Sam Saddle, pero no tenía ningún mensaje de su hija. Con suerte, la Muerte no se habría presentado a visitarla.

Cogiendo su libro con fuerza, corrió bajo la lluvia hasta la tienda de licores. Si algo podía ahogar las penas de ese vecindario, seguramente sería la mercancía que aquí se vendía. Un cliente que salía se cruzó con Robert en la puerta, mientras la campanilla sonaba al abrirse esta.

Encajado entre neveras de cerveza y estantes con botellas de vino y licor, había un estrecho mostrador. Sentado detrás, un coreano con gafas y la mitad inferior del pelo rapado leía un libro. En el brazo derecho lucía el tatuaje de un tigre de brillantes colores. Al entrar Robert, levantó la vista del libro y le dedicó una mirada larga y dura, sin decir palabra.

Amanda agradeció con una sonrisa las palabras de Dino; sabía de sobra que la intervención del viejo había sido la puntilla que les faltó para que aquello no se fuese al traste.

- Toma – dijo entregándole con una sonrisa la servilleta donde le había escrito su número de teléfono – Me encantará que me des una vuelta por el barrio y me cuentes más de él cuando tengas una tarde libre. – añadió antes de que desapareciese con nerviosismo, evitando que pudieran preguntarle más.

Quedaba bastante claro que la influencia de ese enviado de los dioses iba a evitar que les contase más hasta que se libraran de dicha influencia, pero eso iba a ser difícil mientras no supieran quien era su amigo… quizás Willie pudiera ser todavía un hilo del que tirar más tarde, pero también iba a ser difícil acercarse a él sin llamar la atención de Michael.

Dino entretuvo a Michael con una historia que no entendía muy bien a donde quería llevarle mientras este hablaba por teléfono. Me había fijado en el bolsillo del que había sacado la tarjeta. Si era lo suficientemente rápida quizás podría incluso robársela… Sería el plan B. El plan C sería hackear la compañía de teléfonos. El plan A…

Dejó el boli que había usado para escribirle el número a Michael sobre la mesa. Se acercó con el plato de la comida a la barra donde estaba Willie con la excusa de ser una clienta amable y llevarlo hasta allí.

- Te espero en la parte de atrás. Ven en cuanto puedas. A sacar la basura o algo así. – le susurró aprovechando que Michael estaba lejos en las cocinas y la chachara del viejo no le permitiría oírla.

Se despidió con una última mirada significativa a Willie y salió del local.

En la calle se dirigió a la parte de atrás mientras revisaba sus mensajes. Le contestó primero a Sam.

“Va. Poca cosa. Tiene un amigo especial que les ayuda. No es posible sacarle más. Voy a intentarlo con el pequeño…

¿Qué tal vosotros?”

Luego escribió a Izzy.

“¿Qué tal vais? Ahora estoy libre, pero puede que en un par de minutos esté en otra conversación.”

Puso el móvil en silencio, por si las moscas. Con la vibración del smartwatch iría bien.

El característico olor de la licorería le abofeteó con ganas nada más entrar, provocándole una oleada de recuerdos olfativos de otra gente, otros hogares y otros años. Todos ellos demasiado dolorosos como para detenerse a pensar cuando se encontraba en mitad de una misión y de sus habilidades sociales dependían sus compañeros. Pues estamos jodidos, Robert.

Apretando el libro contra su pecho para simular ser un hombre que teme que le roben, el bibliotecario resopló nada más entrar, se sacudió la gabardina y miró al exterior como si quisiera confirmar que seguía lloviendo. Un ritual que parecía sacado de una película de serie B y que estaba destinado a reorganizar sus pensamientos mientras encontraba las palabras adecuadas— Bfff, madre mía la que está cayendo, ¿no? Como siga así se va a inundar la plaza, ¿alguna vez ha pasado?

¿Hablaría ese tipo su idioma? Peor aún, ¿lo hablaría, pero querría acaso charlar con él de un tema tan aburrido como el tiempo? Había empezado con buen pie... por las narices.

—En días así casi apetece una buena taza de café y un libro, ¿eh?

Mientras Dino entretenía al hermano mayor, Amanda aprovechó para acercarse a Willie y decirle que saliera un momento. Dejó una buena propina y, saliendo de nuevo a la lluvia, fue hacia la parte de atrás del local. Unos minutos después, por la puerta de las cocinas, apareció el chaval con un paraguas del capitán América (el cómic, no la película).

Dentro, Michael parecía haber recobrado algo de soltura. Le había ido bien dejar la conversación por unos momentos. O quizá era porque Amanda no estaba presente. O puede que la persona con la que acababa de hablar por teléfono le hubiera dado más confianza.

- Gracias, señor, es usted muy amable, pero no necesitamos dinero. Todas nuestras necesidades están perfectamente cubiertas.- dijo con seguridad, mientras empezaba a limpiar mesas con una bayeta. Se había hecho un poco tarde, y Dino era el último cliente en el local.

El tipo parecía ignorar los intentos de Robert por entablar una coversación amigable. Seguía mirándolo con demasiada fijación, además de dedicarle una larga mirada al libro que Robert llevaba entre las manos.

- ¿Puedo ayudarle, amigo?- dijo, sin ninguna traza de acento. Seguramente sería hijo de inmigrantes, pero nacido en la ciudad.

Bueno, al menos hablaba su idioma. Sólo que es algo antisocial, bienvenido al club— Estoy buscando un tinto, ¿tenéis alguna buena reserva? —conocía las mejores añadas desde que un amigo de la facultad que tenía un blog foodie le habló de los viñedos de Tampa, aunque tenía la sospecha de que en Europa habría mejores vinos. Empezó a curiosear entre las estanterías pasando la mirada como si en realidad quisiera comprar algo—. Hay que ver cómo ha quedado la plaza, ¿no? La recordaba más concurrida, ¿qué ha pasado con las demás tiendas? Sólo está esa pizzería abierta...