Partida Rol por web

La respuesta de aquel hombre no le había dado buena espina a Vipus y algo le decía en lo más primitivo de su conciencia que aquel extraño era un mero observador (de hecho de había identificado como tal) y que no le gustaría conocer a aquellos para los que había venido a observar. Imágenes de francotiradores emboscados se cruzaron por su viva imaginación. Parecía que aquel tipo tan sólo había venido a confirmar que se encontraban allí, como por lo visto ya había ocurrido cuando Nero, Isolda y Gianna detuvieron al hombre del general.

Sintió un inmediato impulso de refugiarse en el transporte y marcharse de allí. Ya había dado un par de pasos en aquella dirección mientras consultaba con el servocráneo los datos por éste recolectados de los alrededores cuando la imperiosa orden de Isolda le hizo detenerse.

Con un temblor (miedo ¿por qué no llamarlo así?) en la entrepierna y el bajo vientre se detuvo y asintió a las órdenes de Isolda. Apresurándose por sacar del servidor toda la información posible y poder refugiarse. Estar parado al descubierto en medio de la desolación era poco seguro.

No obstante la hermana no parecía dispuesta a soltar su presa y no iba a dejar que aquel hermético extraño se escapara. Vipus toqueteó la pistola con impaciencia, no por desenfundarla, si no por salir de allí

El rostro del desconocido se enturbió un poco cuando la llave de contacto de su vehículo abandonó sus manos para ser recogida por Arcturus, pero su reacción simplemente fue girar la cabeza hacia los acólitos, como si aquél intento de entorpecerlo fuera solo una molestia menor.

-No habrá venido aquí a contar nada; pero no se va a ir de aquí sin decir absolutamente nada.

— ¿Ah, no? Creo que en eso discrepamos. — Mientras hablaba, había elevado la mano hasta la sien y entonces ocurrieron varias cosas en rápida sucesión. El tipo simplemente había desplegado una pantalla negra sobre sus ojos, pero una súbita oleada de sonoros chasquidos y chispas surgieron del bólter de Arcturus, la pistola de Claudius, y alguna zona indeterminada entre las ropas de Isolda; un chillido de sorpresa de Brismira indicó que algo parecido había ocurrido con su rifle.

Sin tiempo para pensar en lo que acababa de ocurrir, una súbita ráfaga de viento cubrió los alrededores y un destello cegador apareció de la nada en mitad del aire entre los presentes. Claudius no podía tener ni idea, pero cuando Isolda y Arcturus pudieron pensar con claridad se dieron cuenta de que ya habían visto algo parecido en una ocasión, en un foso, cuando el psíquico Artemius intentaba ahuyentar a una jauría de perros descarnados.

Un resplandor cegador... El escaso vello del cuerpo del tecnosacerdote se eriza. Encoge la cabeza entre los hombros y aprieta los dientes. Cierra los ojos, aunque el miedo se ha encargado de colocar ante ellos un negro velo. Maldita sea la estirpe de los psíquicos. Sin pensarlo, casi involuntariamente, extiende el brazo hacia el desconocido, la palma abierta hacia él, chisporroteando... Y no ocurre nada más.

Claudius aún contemplaba al desconocido sorprendido ante la rápida reacción de Arcturus. Aquel hombre, aquel grupo de acólitos no dejaban de sorprenderle. Sin duda se trataba de veteranos en su oficio. Él no habría respondido tan deprisa (ni de aquella manera).

Entonces todo estalló.

Claudius notó como todo se volvía blanco e inmediatamente todo negro. Se cubrió los ojos inutilmente con las manos y no pudo hacer más

Isolda lanzó rápidas miradas cuando vio chisporrotear el bolter de Arcturus y el grito de la arbitres llegó a la vez que alguna de sus armas, o puede que todas, parecían sufrir el mismo tipo de ataque que las de los demás. Su instinto, entrenada en enfrentamiento contra brujos, cultistas y todo tipo de seres horrendos, la hizo alzar la mano un instante mientras apretaba los dientes. Consiguió cubrirse los ojos un momento y detener gran parte de ese destello; pero el escalofrío que sintió la hizo volver a las jaulas, a ese maldito planeta que se había quedado con su bolter y al Viudo.

No volvería a pasar.

Con más fé que otra cosa, la sororita desenfundó su revolver de forma rápida y lo dirigió para disparar en la pierna a su enemigo. No sabía si ese arma funcionaría; pero era la más sencilla que llevaba y con más posibilidades de que siguiera funcionando.

El desconocido no perdió el tiempo. Al darse cuenta de que no todos los acólitos estaban aturdidos se apresuró a subir en la parte trasera de la motocicleta, al tiempo que frente a los mandos se definía otra figura humana, manipulando el vehículo como si siempre hubiera estado ahí.

El transporte arrancó y salió a toda velocidad, buscando la seguridad de los edificios en un distrito más atestado. No tenía caso perseguirlos, aquél vehículo era mucho más rápido que el pesado transporte de los Arbites.

Cuando Clausius sacase tiempo para examinar su servocráneo, se daría cuenta de inmediato por qué había vuelto tan rápido a informar. Aunque el otro hombre hubiera estado oculto a sus ojos, no era totalmente invisible para los sensores auspex mejorados de la máquina, que lo habían registrado como un hombre de aspecto fiero con una gran espada a la espalda, una máscara plateada cubría su rostro desde la frente hasta la nariz y gruesos e intrincados tatuajes recorrían sus labios. Aquél debía ser el psíquico.

Para cuando Claudius pudo recuperar la vista los desconocidos ya se habían ido. Parecía increible que uno de ellos pudiera haberse ocultado a simple vista durante tanto tiempo. No costó unir lo shilos y saber que probablemente aquellos dos (si es que eran sólo dos) eran los que habían entrado en los aposentos de Zamura Rolart. Si poseían la capacidad de desaparecer de la vista y hacerlo durante tanto tiempo era algo plenamente factible.

Tras estudiarlo un momento configuró al servocráneo (más bien se lo pidió amablemente) para que emitiera un mensaje de alerta la próxima vez que encontrara a alguien con semejante tipo de camuflaje y señalara su posición aproximada, así sería más dificil que volvieran a jugársela con el mismo truco. No imposible, pero si más dificil.

¿Existe alguna forma para seguirlos, saber donde han ido, de donde venían o datos sobre su vehículo?

Soltó las preguntas al aire a la espera de que alguno de sus expertos acompañantes o bien la arbites pudieran ayudarle.

El siguiente paso, era contactar con el otro equipo, Gianna y Nero, o volver a la base del arbites.

Arcturus tardó en bajar la mano mientras veía alejarse la moto impotente. Luego se quedó mirando las llaves que aferraba en la otra mano. Dos juegos. Mala suerte.* Las miró detenidamente; un llavero era uno de los objetos más personales de un hombre, y a quizá podría dar alguna pista tan inesperada como improbable... Se las tendió a los otros, desalentado.

-Buenas preguntas -respondió a Claudius. Intentó orientarse para hacerse una idea de a qué distrito podrían haberse dirigido, al menos en primera instancia, pero conocía demasiado poco aquél terreno como para tener alguna noción precisa. Todo había sido demasiado rápido, pero tomó nota mentalmente para hacerse con algún tipo de localizador adhesivo y discreto. También intentó fijarse la imagen de los tipos y de la moto en la cabeza para algún momento futuro.

Cuando el viejo erudito hizo amago de retirarse, Arcturus negó con la cabeza.

-Lo decía en serio cuando hablaba de visitar a los vecinos. Yo iré, espérenme aquí si lo prefieren.

Tras un costo trayecto estaba llamando al timbre y carraspeando para aclararse la voz y saluda con su mejor y más monocorde tono.

La piloto había quedado cegada por el destello psíquico, y aún estaba recuperándose cuando los acólitos se acercaron. — Intenté disparar, pero no funcionó. — gruñó, entre avergonzada y furiosa. Parecía que aquellos chasquidos anteriores habían ocurrido cuando varias de las armas de los acólitos habían obstruido sus mecanismos de disparo, pero no había afectado a todas, la prueba era que el revolver de Isolda había sido capaz de disparar.

Arcturus intentaba identificar hacia donde escapaban. Por la dirección que habían tomado parecían ir hacia el distrito VIII, pero después de eso podrían dirigirse hacia cualquier parte. Lo único que les quedaba era la llave, un dispositivo electrónico bastante intrincado.

¿Existe alguna forma para seguirlos, saber donde han ido, de donde venían o datos sobre su vehículo?

Fue Brismira quien respondió a su pregunta. — Seguirlos ahora es imposible, pero podemos poner una orden de búsqueda al resto de arbitradores. Si alguien los ve de ahora en adelante, nos enteraremos. —

Pero el tecnosacerdote no había dado su investigación por terminada, aún tenía echado el ojo a la sombría mansión donde había creído ver a alguien tras la ventana. Arcturus avanzó hasta el linde de los terrenos de la mansión. No había más entrada que una verja cerrada, pero había un interruptor al lado de un intercomunicador, y la evidencia indicaba que tendría que llamar para que le dieran paso.

Una voz metálica surgió del otro lado del altavoz, tan impasible y desganada como el propio texnosacerdote. — Visitante, se encuentra ante la mansión de la matriarca Amorita Haygrass. Preséntese y declare el objeto de su visita. —

Si Isolda fuera de las que hacen muestras de frustración, habría tirado su revolver al suelo y pega un grito para desahogarse, pero simplemente gruñó y enfundó el arma de nuevo mientras que apretaba los dientes pensando en lo que acababa de pasar.

-Sí, deberíamos de ver si pueden decir algo los demás así como el "pretendiente" de nuestra víctima noble -inspiró profundamente para calmarse antes de girarse y caminar detrás de Arcturus.

-No pasa nada -dijo a Brismira- han hecho algo en las armas que las ha atascado. Ha sido una situación completamente inesperada, pero de la que aprenderemos para la próxima ocasión -asintió a la idea de la orden de búsqueda- hazlo, pero que sea discreta. No quiero que nadie de los Mandato se haga con esos dos sospechosos antes que nosotros.

Siguió al tecnosacerdote y al escuchar la voz, se quedó callada. Había sido Arcturus el que había llamado y debería de ser él quien continuara llevando las riendas de la investigación en esa zona.

¿Sería mejor tratar de resultar intimidante u optar por una vía más diplomática? Arcturus se encogió de hombros y decidió tirar los el camino más directo. Tras carraspear un poco más, respondió a la voz que sonaba a través del mecanismo.

-Buenos días... -quizá lo fueran para alguien habituado al endemoniado clima de aquel planeta-. Mi nombre es Arcturus, soy adepto de Marte. Nos encontramos investigando los hechos ocurridos en la mansión Sur'Seculo por orden de las Sagradas Órdenes de la Inquisición del Emperador y nos gustaría hacerle unas preguntas al respecto.

Y se quedó callado, esperando una respuesta; ojalá que fuera positiva...

Si Claudius leía correctamente las emociones de sus compañeros se sentía menos frustrado que sus ellos. Su encuentro con el psíquico (sin duda al menos uno de los enmascarados lo era) había resultado bastante mejor de lo que podría haber ido. Les habían cegado (a Isolda no completamente) y desarmado con lo que parecía un chasquido de los dedos y eso por un individuo capaz de permanecer invisible y se habían limitado a huir, cuando podían haber acabado con ellos, quizás incluso sin demasiada dificultad. Claudius capaz de ver el lado bueno de practicamente todo, se sentía afortunado.

Comprobó sus armas y el resto de su equipo y se alegro de que las piezas volvieran a funcionar, aunque sin duda le pediría a uno de los técnicos del arbites o al propio Arcturus que las bendijeran cuando volvieran al acuartelamiento.

Cuando estaba a punto de subirse al vehículo Arcturus se dirigió a una de las casas nobles... pobre. Sin duda todos sus conocimientos mecánicos le hacían opaco al savoir faire de la nobleza imperial. Recomponiendo su sonrisa (un tanto a la fuerza) y recolocándose el gorro y las ropas siguió a su compañero.

Al otro lado del altavoz se hizo el silencio, que duró varios segundos. Cuando el tecnoadepto comenzó a tener dudas de si recibiría una respuesta, escuchó con la misma impasibilidad — lady Amorita los recibirá, sean bienvenidos. — e inmediatamente las verjas se abrieron de par en par con un chirrido que perforaba los tímpanos; al mismo tiempo, los cibermastines se apartaron para ocultarse de nuevo en las sombras...

El jardín estaba tremendamente abandonado. La hierba crecía sin control, las enredaderas trepaban por las paredes y los setos y la maleza lo cubrían todo; solo el camino de losas de piedra entre la verja y la puerta principal se mantenía en condiciones. Un par de golpes secos bastaron para que la puerta se abriese desde el interior. Al otro lado, un servidor de aspecto antiguo, extremidades rígidas y elegantemente vestido hizo un gesto para invitar a los acólitos al interior. — Si son tan amables de seguirme. — dijo, carente de emociones.

El interior de la casa parecía tan desatendido como el exterior. Si bien había varios servidores mayordomo que quitaban el polvo y suciedad, poco podían hacer por los pequeños agujeros que se acumulaban en la madera, o los tapices totalmente desteñidos tras años, tal vez siglos, sin ser restaurados. No hizo falta andar mucho, el servidor los hizo subir al primer piso y al final de un pasillo pasaron a lo que parecía un gran salón de trofeos, solo que estaba oscuro y vacío.

Apenas unas pocas velas iluminaban la habitación donde una mujer de avanzadísima edad encorvada y apoyada en un bastón dorado admiraba los pocos tesoros que cubrían un fragmento solitario de pared, de espaldas a la multitud de placas y vitrinas vacías que se habían acumulado al fondo de la sala, sucias y polvorientas en contraste con el otro extremo de la habitación, como si no se hubiesen ni molestado en limpiar aquellos restos de unas reliquias que ya no poseían.

Aunque ya no poseyera tantos tesoros como antaño, para alguien ajeno a los hábitos de la nobleza lo que continuaba expuesto seguía siendo impresionante; solo Claudius podía comprendía realmente hasta qué punto la fortuna de aquella mujer debía de haber mermado para haber perdido aquella colección. Quedaban un par de estatuas con elegantes formas humanas de una cerámica tremendamente delicada y un color blanco resplandeciente, una diadema de gemas sobre un busto sin rostro, un maniquí vestido con uniforme militar cubierto de galones y medallas, un gran tomo de páginas doradas, tan grande que sería difícil de llevar por una sola persona, abierto por una página intermedia y expuesto sobre un atril, y una variedad de otros artículos de bisutería, joyas y jarrones.

La mujer se encontraba perdida en sus pensamientos cuando entraron, examinando muy de cerca un pedazo de cristal violaceo enmarcado de bordes irregulares, hasta que finalmente se dio cuenta de su presencia, dejó el objeto en su lugar y se dirigió lentamente hacia ellos, acusando los dolores de la edad. — ¿Qué es lo que quieren? — la mujer se había acercado mucho a los acólitos, los miraba con los ojos casi cerrados por el esfuerzo y hablaba inusualmente alto; su vista y su oído debían de estar muy afectados.

Siguieron al servidor (Arcturus lo examinó con ojo experto) a través de la decrépita mansión. El cuarto de los trofeos de lady Amorita olía a ancianidad, como toda la casa, a pesar de la limpieza. Arcturus acompañó el cristal violáceo con la mirada mientras la vieja dama la posaba, y se mantuvo erguido como un palo mientras se acercaba; le llegaba aproximadamente por la cintura. Iba a dejar aquello a Claudius, pero supuso que era su responsabilidad; al fin y al cabo, los había llevado allí...

-Buenos días -comenzó, en el más correcto de los tonos-. Mi nombre es Arcturus, me imagino que su servidor le ha explicado por qué estamos aquí: investigamos lo ocurrido en la mansión de los Sur'Seculo, supongo que estará al tanto. Nos gustaría preguntarle si tiene alguna idea acerca de lo que ocurrió exactamente, y por qué cree que pudo pasar algo así. Si se encontraba usted aquí cuando ocurrieron los hechos, quizás pudo ver algo. Tal vez a través de esa ventana...

Avanzando por la mansión Claudius no perdía detalle. Número y categoría de los servidores, sus ropajes, estado de la edificación y como no, los tesoros que allí se mostraban.

Cuando Arcturus se presentó Claudius no pudo evitar adelantarse a éste y realizar una florida y educada reverencia que sin duda aquella mujer no merecería (su estatus era previsiblemente inferior al de Claudius (o al menos el que a éste correspondía a pesar de las maquinaciones de su pérfido hermano)), pero que sin duda aquella vieja decrépita agradecería.

- Mi noble señora, nuestros respetos. Soy el noble Jeremiah Vipus, de la muy noble y muy leal casa Vipus, alta casa dirigente y señora de cúspide de Nova Castilla y casa potenciada de Magnagorsk y de Volg e influente en Acreage y el dominio de Zilman - se levantó con una sonrisa que pretendía ser encantadora.

- A vuestros pies - dirigió una notable y apreciativa mirada al libro dorado y al uniforme, otro gesto que sin duda aquella mujer, orgullosa sin duda de sus tesoros y su pasado agradecería

- Como mi acompañante ha dicho, me temo que nuestros asuntos aqui son menos placenteros de lo que deberían ser, por lo que nos hemos visto obligados a molestarla. Nuestra es la labor de esclarecer los hechos acontecidos alrededor de la desaparición de la noble casa Sur'Seculo.

- Le estaríamos profunda y sinceramente agradecidos si pudiera, en tanto como le sea posible, ayudarnos. Todo lo que pueda decirnos, sería bienvenido, al igual que le agradecería (añadió aquello como si fuera un favor personal) la información que sus servidores o sus sistemas de vigilancia sean capaces de aportar respecto a este episodio (sus días previos también y si fuera posible lo que acaba de pasar con esos dos enmascarados).

Isolda caminó por esa mansión que era una representación perfecta del planeta en el que vivían. Un lugar que vivía de las glorias del pasado y que los demás luchaban por mantener sin conseguir nada, porque no se daban cuenta de que cuando el núcleo está podrido no puede ocultarse al exterior. 

Caminó hasta llegar a esa sala de trofeos, por llamarla de alguna forma, y dejó que Arcturus y Vipus llevaran la voz cantante. El primero porque fue quien llamó y el segundo porque podría sacar más en claro con esa gente que ella. Lo que sí hizo fue acercarse a observar el uniforme militar y las medallas que tenía, intentando ver si reconocía alguno de los méritos otorgados a quien fuera el difunto dueño de ese traje.

También intentaría para aprovechar y echar un ojo a ese libro, solo para saber cual era el contenido que tenía y que le daba tanto valor.

Ante los educados saludos de Claudius y Arcturus, la anciana extendió su arrugada y temblorosa mano, pretendiendo que se la besaran. Aquella muestra de protocolo parecía haberle causado buena impresión, por la leve sonrisa que asomó por su viejo y acartonado rostro, pero no duró mucho. Todo su cuerpo temblaba casi incapaz de sostenerla. Ordenó a su servidor acercarle una silla, y una vez se hubo acomodado pidió 3 más para sus invitados. Pronunciaba las palabras con lentitud, y su voz sonaba tan cansada como parecía estarlo ella misma.

investigamos lo ocurrido en la mansión de los Sur'Seculo, supongo que estará al tanto.

— Desde luego que me enteré, si, una noticia terrible, una gran desgracia. Sí, yo estaba aquí, pero no me enteré hasta mucho más tarde, estos ojos ya no ven como deberían y me cuesta tanto esfuerzo salir fuera... paso la mayor parte del tiempo en esta habitación, cuidando de mis baratijas; de vez en cuando le pido a mi fiel Hugo que salga y me describa el paisaje. ¿Cómo está hoy el cielo, Hugo? —

El servidor avanzó un paso. — La constelación Dimhares brilla clara y resplandeciente esta noche, mi señora, y la luz de las estrellas baña la colina del pescador arrancándole hermosos destellos, pero no tan hermosos como usted; mi señora. — Lo que había narrado el servidor en tono monocorde no tenía nada que ver con la realidad. Para empezar era pleno día, aunque las permanentes nubes de tormenta que cubrían el cielo hubiesen impedido ver el cielo a cualquier hora del día, pero la mujer estaba simplemente complacida con su relato.
— Adulador. — dijo simplemente antes de mandarlo mandarle retroceder de nuevo a su lugar.

Ante la insistencia de los acólitos, la dama permitió que interrogasen a su servidor. una vez dada la orden de proporcionaros la información, habló sin guardarse nada, y respondió sin problemas a cualquier pregunta. Su relato, aunque incompleto en comparación, coincidía con los informes de los arbitradores sobre el incidente: A altas horas de la noche, el edificio principal y las casetas secundarias se habían prendido en llamas, acabando con la vida de toda la familia Seculo y sus sirvientes. Varios cibermastines habían registrado lo que podían ser figuras encapuchadas cerca del edificio en llamas, pero como todas se mantuvieron lejos de las otras fincas, no habían podido registrar imágenes claras de quienes podían ser aquellos atacantes.

— Chusma de las cloacas, seguro. ¿Quién más sería tan salvaje, o se atrevería a algo así? —

El uniforme no le dice mucho a Isolda, solo que parece muy antiguo y preservado tras muchas generaciones. El tomo por otro lado es mucho más interesante para la sororitas, ya que es un libro de rezos al Emperador escrito en elegante gótico clásico:

"Ama al Emperador, pues él es la salvación de la Humanidad. Obedece sus palabras porque él te conducirá a la luz del futuro. Haz caso de su sabiduría, pues él te protegerá del mal. Susurra sus plegarias con devoción, pues ellas salvarán tu alma. Honra a sus siervos, pues ellos hablan con su voz. Tiembla ante su majestad, pues todos caminamos bajo su sombra inmortal..."

-Si no les importa, les agradeceríamos poder ver las imágenes que grabaros los cibermastines. Si me acompaña su servidor podremos hacerlo de inmediato y dejarla tranquila cuanto antes.

Era un punto de partida... Pero Arcturus creía, quería creer que podían sacar más de aquel encuentro. Dejaría las preguntas a la aristócrata en manos de Claudius acerca de la intrahistoria de aquellas familias, que tal vez podrían iluminar las causas del crimen, y el examen de la habitación y los alrededores (quizá, aparte del propio cuarto, la perspectiva de la finca Sur'Seculo desde allí podría revelar algo interesante) a Isolda; él procuraría sacar algo más al servidor cuando estuvieran a solas.

- Sin duda, chusma ¿quién si no? - respondió Claudius con una sonrisa. Envió a su servocráneo con Arcturus para que copiara la información y pudiera evaluarla él mismo más tarde, sin entorpecer al tecnoadepto.

Mientras tanto, convendría obtener de la anciana lo que fuese posible.

- Si pudiera apelar a la sabiduría de su excelencia.. verá, me considero un apasionado de la historia, algo que, he de decir, se considera un honorable entretenimiento entre los círculos más selectos de Nova Castilla; donde siempre deslumbra a la competencia los demás nobles aportar novedades... ¿sería excesivo por mi parte pedirle parte de su conocimiento?

- La historia reciente de su planeta parece envuelta en conflicto y sin duda su noble casa - señaló a la galardonada vestimenta expuesta - tiene una honorable historia en la defensa del Imperio y del trono.

- ¿Sabría decirme si ha habido actividad herética en el planeta, cultos que la nobleza se haya visto obligada a eliminar en aras del provecho del planeta? ¿rebeliones quizás? - en la experiencia de Claudius los cultos tenían la costumbre de reaparecer una y otra vez y quizás los asesinatos actuales se podían relacionar con otros cultos antiguos o con prácticas de los hombres vacíos que desconocían.

- Me haría el hombre más feliz (y popular) de Nova Castilla, excelencia.