Partida Rol por web

Los acólitos finalmente decidieron que el asunto más apremiante que debían tratar era su cita con el Quorum, de modo que dieron sus indicaciones a la piloto Essira y se pusieron el camino. El trayecto fue tan tranquilo como cabía esperar hasta que llegaron a los límites del distrito principal, o la cúspide como se le solía llamar en todas las colmenas. Tras un breve control en el que bastó la simple identidad de la piloto como arbitradora y una declaración de intenciones, les abrieron paso.

Al contrario que en otros mundos la cúspide no era el hogar de la nobleza, salvo de individuos particularmente importantes como el juez magistrado, el arzobispo local y las autoridades de otros Adeptus. En su lugar había grandes extensiones de terreno y algunos edificios antiguos como sedes del administratum y otros adeptus menores, y, coronando la cima más alta, los 4 edificios más destacados e impresionantes, a saber: la gran basílica, la catedral de la fundación, la fortaleza de las fuerzas de defensa planetaria, y por encima de todas ellas el palacio del juez magistrado donde se encontraba la corte mecánica.

El palacio del juez magistrado resultaba tan cuidadosamente decorado como cabría esperar, una inmensa construcción que parecía contener su propia ciudad en miniatura en su interior, los techos estaban pintados imitando un cielo luminoso y despejado y pequeños querubines mecánicos flotaban en una u otra dirección, atentos para prestar sus servicios a los visitantes si se les necesitaba. Tras tanto días seguidos de lluvia interminable costaba creer que en aquellos momentos los acólitos estuvieran bajo techo, e incluso aquél falso cielo pintado resultaba convincente en comparación con la auténtica bóveda celeste del plantea.

Tras un puñado de indicaciones, un solícito querubín los guio flotando no demasiado grácilmente hasta el patio central del palacio, donde bajo una bóveda de cristal con bordes de latón se encontraba la construcción más extravagante que habíais visto hasta el momento. La corte mecánica apenas parecía un edificio como tal. Más bien parecía un conjunto masivo de mecanismos y engranajes que se entrelazaban hasta formar una maquinaria descomunal, y que parecía incluso fuera de lugar en comparación con el resto de construcciones del planeta.

El interior de la corte resultaba decorado de la misma manera, dando como resultado la sensación de que uno se encontraba en el interior de una fábrica o un gran reloj, pero ni bien los acólitos habían puesto un pie en la entrada, una pareja de guardias con adornadas armaduras ligeras y porras eléctricas castigadoras cerraron el paso al grupo. Parecían ciertamente extrañados, tal vez porque allí solo se reunía la nobleza del más alto nivel, y desde luego los acólitos en ese momento no parecían tal cosa. — ¡Alto ahí! Solo pueden moverse por el interior de la corte mecánica acompañados por su funcionario asignado. Ya deberían saberlo. Si tienen algún asunto pendiente deberán esperar aquí. —

- ¡Alto ahí! Solo pueden moverse por el interior de la corte mecánica acompañados por su funcionario asignado. Ya deberían saberlo. Si tienen algún asunto pendiente deberán esperar aquí - señaló uno de los guardias.

- Servus - respondió Claudius en tono autoritario empleando el término en alto gótico - soy Jeremiah Vipus de la muy noble y muy leal casa Vipus de Nova Castilla, en representación de los sagrados ordos de la inquisición, al igual que estos, mis acompañantes. Con tal autoridad le designo de inmediato nuestro funcionario acompañante.

- Ergo le ordeno que nos acompañe, ostende viam, para acomodo a las normas y tranquilidad suya y de sus superiores (y por su propio bien, que no conoce usted a Isolda ni a Nero)

Sin dejar a aquel hombre más opciones que obedecer lo cogió del codo y le hizo caminar con él, sala adelante haciendo que empezara a moverse antes de que pudiera pensar una forma de responder o de librarse de la imposición que acaba de venirle encima. Iniciada la marcha empezó a bombardear al hombre con preguntas ¿qué era aquella sala? ¿para que servía aquella maquinaria? ¿cuándo había sido construida? ¿en el planeta o traida de otro mundo?

Nero contempló con desagrado las vistas desde la nave, asomándose de vez en cuando a la cabina de la piloto para mirar a través de sus cristales. Empezaba a estar hasta el gorro de aquel planeta, de su interminable lluvia y de su decrepitud. Las edificaciones estaban sucias vistas desde arriba, a pesar del aguacero que caía sin parar, y daban la impresión de ir a desmoronarse en cualquier momento. 

Llegados a su destino, la piloto permaneció de guardia en la nave, algo que a Nero le pareció lo más práctico, mientras ellos continuaban hacia la cita que tenían en la dichosa corte. Una vez dentro del palacio del juez magistrado, Nero se sintió un poco mejor, con el sonido de la lluvia disimulado por pequeños vocoemisores en los querubines que deambulaban de acá para allá, emitiendo salmos al Sagrado Emperador en voz baja, pero lo suficiente como para que te pudieras olvidar del exterior. La decoración era la esperada, y aunque no gustaba de tal fastuosidad, por una vez lo aceptó con cierto gusto, aunque la visión de la maquinaria que venía a ser la corte, le hizo casi poner los ojos en blanco. - Por favor... - se dijo a sí mismo, deseando no llevar el casco para poderse pasar las manos por la cara. 

La ilusión se rompió de repente, pudiendo Nero fijarse en que incluso los querubines, unos siervos fácilmente reparables y con un escaso mantenimiento, emanaban esa sensación de decadencia que todo aquel planeta transmitía sin parar. Allí hacía falta una limpieza profunda y una vuelta a empezar, empezando por los más altos estamentos, toda la nobleza y la propia ciudad. Nero sacaría de allí a los Arbitradores, a las FDP y desde órbita limpiaría el terreno para volver a empezar, a menos que algo o alguien le convenciera de lo contrario en lo que tardaba en llegar a una supuesta nave con armamento suficiente y sobretodo, siguiendo sus órdenes. 

Dejó la ensoñación y miró a los dos guardias cuando les dieron el alto. Vipus tomó el mando, y Nero simplemente compuso una sonrisa cínica mientras aquel hacía uso de su noble sangre y sus credenciales. - Diría que le gusta. - se dijo, mirando al viejo noble. - Normal, el poder gusta. Pero debe de recordar que los castigos son fulminantes a éstos niveles. - 

Miró a Claudius Vipus y asintió, reconociéndole la pronta rapidez de pensamiento y la práctica solución encontrada. 

Acercarse a la cúspide les permitió ver otra cara de aquel planeta. La más brillante, aunque no lo era mucho, y la más majestuosa, aunque estaba claro que había conocido tiempos mejores. Pero, como ocurría en todas partes, para los nativos representaba la emanación del más alto poder, con los edificios y los símbolos habituales del mismo.

Dentro, sin embargo, el panorama era más sorprendente. Por un lado estaba aquel amplio techo pintado cual cielo resplancediente, que se diría una mofa del cielo real de Sinophia y de sus habitantes, un burdo sarcasmo del artista que lo pintó. Y por otro lado estaba el mecanismo...

Más bien parecía un conjunto masivo de mecanismos y engranajes que se entrelazaban hasta formar una maquinaria descomunal, y que parecía incluso fuera de lugar en comparación con el resto de construcciones del planeta.

Un sudor frío recorrió la espalda del tecnosacerdote. -Oh, otra vez no -murmuró-. Otro reloj gigante no...

Recordaba demasiado al panorama que habían encontrado en su última misión para pasarlo por alto. Aunque algo en su interior le impelía a no mirar todo aquello, se detuvo buscando similitudes entre el mecanismo de Quaddis y este; en la disposición general de las piezas, en los pequeños detalles de los engranajes dentados...

En esas estaba cuando los abordaron unos guardias. Arcturus miró por el rabillo del ojo a Claudius cuando este tiró de sangre azul. No dijo nada. El viejo se bastaba para manejar aquello.

Isolda estaba cansada, muy cansada, tal vez demasiado, y eso la hacía estar algo más tensa de lo habitual. Aunque el viaje fuera tranquilo y llegaran a ese lugar que, con los querubines flotando por todos lados la trajeron recuerdos de la Schola Progenium de las Sororitas, el hecho de que los dos guardias se pusieran agresivos con solo unas porras hizo que frunciera el ceño. Una duda pasó por su cabeza y esa duda fue si era capaz de matarlos a los dos antes de que pudieran hacer algo o no; ese era el nivel de tensión que tenía.

-Por el Dios-Emperador -murmuró. ¿Es que no se daban cuenta de que estaban hablando a un grupo fuertemente armado?¿Es que no les habían informado de que un grupo de acólitos inquisitoriales llegarían a esa zona?. Empezaba a comprender por qué estaban tan aislados del Imperio y era porque si no lo hacían así se los habrían comido hace siglos.

No pudo evitar mirar de reojo a Arcturus y asentir ligeramente porque pensaba lo mismo. ¿A lo mejor ese lugar era el que estaba tan vinculado con los Haarlock?. Podría ser o tal vez no.

Por suerte para todos, Vipus fue muy rápido e intentó tranquilizar la cosa; presentándose y haciendo de anciano desvalido.

Los acólitos se habían presentado como era debido sin hacer de menos su autoridad, y sin embargo, los guardias parecían aún más confusos que antes y compartieron una mirada cómplice de duda y desconcierto.

— Por supuesto, ya sabemos quienes son. El Quorum y el Juez magistrado se ha reunido expresamente para verlos. — respondió el guardia como si fuera evidente, deteniéndose a pesar del agarre de Claudius, aunque sin intentar soltarse de él. — Pero no comprendemos. Creíamos que... ¿Dónde está el archivista Jeryakan? ¿Está el mariscal del Arbites al tanto de esta irregularidad? —

Mientras el primero de ellos hablaba, el segundo guardia recurrió enseguida al comunicador. No sabíais con quien hablaba, pero de forma escueta informó de que los acólitos estaban solos en la puerta de entrada y solicitaba que alguien acudiera a por ellos. Hicieron falta un par de confirmaciones del guardia para convencer a la voz al otro lado del micrófono. También escuchásteis sin la frase — pues que despierten a Skarmen y nos lo explique... —

Arcturus ya estaba lamentando no haber consultado la noche anterior aquella placa de datos que llevaba consigo desde Quaddis cuando pareció que algo iba mal. No mal de verdad, se diría que mal respecto a algún tipo de protocolo local. Aquellas cosas siempe eran entretenidas, de lo más divertido de su trabajo. Algo a medio camino entre la etnografía y el turismo. Consultó a Nero con la mirada (que por ser nativo algo podría saber de todo esto) y se armó de paciencia.

Nero alzó una ceja, pensando en las palabras del guarda. No le sonaba ese tal Archivista Jeryakan, o al menos no lo recordaba ahora mismo, y nadie les había dicho que tenían que ir acompañados de tal personaje, ni ningún otro protocolo a seguir. También estaban dando por hecho una cosa que a Nero le puso de nuevo en guardia y de mal humor. 

Miró al guardia que estaba hablando por el intercomunicador, llamando su atención con un gesto para que mantuviera la comunicación abierta, pues quería que quien estuviera al otro lado del comunicador pudiera escucharles bien. - Si saben quienes somos, también saben que, en caso de no querer, no hace falta que sigamos dichos protocolos. Hemos prescindido de todo acto que nos robe tiempo a la hora de agilizar nuestra tarea aquí. En caso de negarse a colaborar con nosotros a agilizar nuestras tareas y a no perder nuestro muy valioso tiempo, tomaremos debida nota de quien se ha negado a colaborar y les aseguro que habrán las debidas consecuencias. - 

- ¿Entramos o nos vamos? - preguntó finalmente, con una amenaza real en la pregunta. Si no les daban inmediatamente permiso para entrar, Nero se daría media vuelta y seguiría con sus verdaderas tareas allí, que no eran lamerle el culo a unos nobles ni entrar en su juego, para que sus egos estuvieran alimentados y tuvieran la sensación de que controlaban la situación. 

Esos nobles tenían que aprender que a un Inquisidor no se le tocaban los cojones, y aunque ellos no eran Inquisidores per se, eran la "cara" de uno, pues lo representaban como sus enviados, y tocarles los cojones a ellos era lo mismo (o casi) que tocárselos al Inquisidor. 

Claudius suspiró con fingida impaciencia. Era mucho más difícil de irritar que Nero y si algo le había dado la edad (y la traición de su mil veces maldito hermano) era paciencia.

- Verá servus -insistió en un tono conciliador, como el de un padre paciente o el de un maestro ante un alumno particularmente lento - si saben quienes somos, no ha lugar la espera ¿no le parece? En el divino orden de cosas, la Inquisición sólo está por debajo del Emperador ¿no es así? muy por encima de gobernadores sectoriales y no digamos ya gobernadores planetarios, consejos de administración o su Quorum.

- No digo yo que sea el alto señor de la inquisión de Terra, pero como representante suyo que sí soy (de una forma muy indirecta y a través de una pléyade de inquisidores, interrogadores y agentes superiores) imagino que procede saltarnos, como es debido, toda esa burocracia. Lo contrario sería estúpido ¿no le parece? (cualquier respuesta a esa pregunta que no fuera un "si" dejaría, por su propia formulación, a su interlocutor como un estúpido).

- No creo que alguien como usted piense que el poder del Quorum es más relevante para su vida, dado que está "más cerca". No. Cualquiera con algo de consciencia sabe que el brazo de la Inquisición es muy largo y acaba alcanzando a todos los rincones por lejanos (u oscuros) que estos sean y la memoría de la orden es, asi mismo, infinita. Nada se olvida con el tiempo.

- Ergo, enmiende este desaguisado y no perdamos aún más tiempo . Andando - culminó Claudius que echó a andar sala adelante.

Si Claudius esperaba que su actitud tranquilizase a los guardias (o, al menos, les forzase a ponerse en movimiento) una vez más quedó decepcionado. De nuevo los guardias compartieron una vez más una mirada cómplice de absoluto desconcierto y preocupación. Los guardias continuaban sin permitirles pasar, pero parecían incapaces de decirles "NO". Como resultado, solo balbuceaban incoherencias como — "pero... pero..." "es que ya..." "...nosotros solo..." "...nos dijeron que..." —

Entre unas cosas y otras no pasaron más de un par de minutos, pero finalmente llegaron del interior el mariscal Skarmen y un adepto de rostro adusto y aspecto ofendido envuelto en pesadas túnicas a quien los acólitos no conocían. Ambos discutían en voz alta en actitud nada amistosa y se les podía escuchar mucho antes de llegar. En comparación, la discusión de los acólitos con los guardias parecía un simple y educado intercambio de opiniones.

— Skarmen: ¡Pedí que me avisaran en cuanto llegasen! ¡Esto es un ultraje! —

— Adepto: ¡Sandeces! ¡El Quorum quería verlos de inmediato y además, sin duda esto se trata de un error! —

— Skarmen: ¡Ya lo creo que es un error, y dado que mi rango no les parece lo suficientemente importante como para participar en la reunión, antes que esperar a sus puertas como un perro faldero me iré adonde pueda ser útil! —

La discusión continuó un poco más hasta que la pareja de figuras estuvo lo suficientemente cerca para ver a los acólitos y entonces se hizo el silencio. Skarmen y el adepto se acercaron un poco más. El primero parecía contrariado y una de sus cejas se elevaba hasta su frente reflejando sospecha, mientras que el segundo era, de repente, la viva imagen de los guardias, con la boca abierta y el rostro contraído en una mueca de muda confusión. — ¿Agentes del trono? — preguntó Skarmen, dudoso.

Por supuesto los acólitos respondieron a Skarmen, todos estaban ansiosos por obtener algunas explicaciones y continuar con su reunión prevista con el Quorum, pero tras unas pocas palabras de ellos y sin previo aviso, el envejecido mariscal agarró al adepto por la perchera de la túnica y lo empujó contra la pared violentamente, mientras gritaba enloquecido con la voz desencajada — ¡¡¡ IDIOTAS !!! ¡¡¡ ESTÚPIDOS Y ENGREIDOS IMBÉCILES !!! ¡¡¡ ESTOS SON LOS HONRADOS SIERVOS DE LA INQUISICIÓN CON LOS QUE DEBÍA REUNIRME, ESTOS !!! —

El adepto no respondió inmediatamente. Estaba pálido como un fantasma y parecía incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo. Tras unos delirantes segundos, con voz temblorosa logró pronunciar — S..santa fundadora. ¿A quién hemos dejado entrar en la corte? —

Y en ese momento se hizo la oscuridad...

El suelo retumbó al ritmo de varias explosiones provenientes de los pisos superiores de la corte mecánica. Las luces parpadearon rápidamente antes de apagarse, varios chisporrotazos salieron de las paredes cubiertas de engranajes y tuberías y conductos internos se abrieron en canal vomitando grandes cantidades de humo en el interior de los pasillos de la corte mecánica.

Pasaron unos instantes antes de que algunas luces volvieran a encenderse. Los guardias y el adepto continuaban inmóviles como si no pudieran creer lo que estaba ocurriendo; solo Skarmen se levantó como activado por un resorte y con un brillo de enérgica violencia reflejado en sus hundido ojos, y desenfundando una porra de árbites con su mano derecha y una gastada pistola bólter con la izquierda, gritó — ¡Terroristas! ¡Asesinos en la corte! ¡Protejan al Juez Magistrado! — y repitiendo aquella frase una y otra vez, el mariscal se adentró en los pasillos a la carrera, perdiéndose entre el humo.

Claudius boqueó ante las explosiones, pero la reacción del Primus Magister pareció contagiarle de brío. Guiado por aquel anciano que contraatacaba contra lo desconocido de tal forma Claudius empuñó su rifle y avanzó tras él antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo.

¿Quién les había suplantado? ¿Quién les había adelantado? ¿Cómo habían conocido sus planes o que les esperaban? Seguramente los desmembradores no, eran demasiado violentos y no les importaba ser discretos. Más probablemente los agentes de la motocicleta, equipados con lo último y con al menos un psíquico... Aún así, debía haber filtraciones para que hubieran sabido donde iban ¿quizás llevaban un rastreador? ¿un micrófono oculto?

Daba vueltas a su cabeza sin dejar de caminar a buen paso mientras se aprestaba para el combate.

Arcturus interrumpió un momento su atenta observación del entorno para inclinarse discretamente hacia Nero y pedirle un poco de calma; si estaba de ese talante en aquel momento, había que temer cómo se pondría en un par de horas, cuando el encuentro con el Quorum avanzase...

Pero no hubo lugar. La escena entre Skarmen y el adepto que llegó con él fue desconcertante al principio y terriblemente reveladora al final. El fragor de las explosiones terminó de precipitar las cosas.

-Omnissiah -musitó el tecnosacerdote.

Miró de reojo a Isolda, Gianna y Nero, como buscando amparo en los miembros más marciales del equipo, y empuñó su rifle. Se le antojó una flaca defensa contra lo que se avecinaba. Echaba a andar tras Claudius en pos de Skarmen cuando metió la mano entre los pliegues de su túnica y posó en el suelo su servidor arácnido, que echó a correr por delante de él.

-Protejan al juez magistrado- dijo a los guardias, repitiendo las palabras de Skarmen; a saber quién sería ese juez. Al menos los guardias harían bulto, y tal vez de escudo humano.

Nero miraba a los guardias con sonrisa sardónica, pura fachada no reflejada en sus ojos, era casi más intimidante que si hubiera puesto mal gesto. Claudius intentó poner paz en aquel asunto, pero estaba yendo demasiado lejos la espera cuando unas voces llamaron su atención. 

Contempló como el Mariscal Skarmen venía hacia ellos acompañado de un acólito, y se puso serio de nuevo, ahora con el ceño fruncido mientras escuchaba lo que decían, y algo alarmado con los últimos gritos del mariscal justo antes de que todo pareciera irse a hacer puñetas a su alrededor.

 Sacando la escopeta que le habían dado, el arbitrador la cargó con el característico sonido de bombeo mientras asentía a sus compañeros. - ¡CLA-CLACK! - 

- Le seguimos, mariscal. - dijo Nero, dando largos y firmes pasos detrás de Skarmen. - Manteneos a mi espalda, cubrir los flancos. - les dijo al resto. 

Él era uno de los mejor blindados del grupo, y su arma necesitaba estar cerca y tener campo de tiro libre por delante para ser efectiva. 

Claudius vio de reojo como Arcturus sacaba algo de sus informes ropajes. Mezcla de curiosidad y repelús Claudius aflojó el paso para contemplar como el marciano bisbiseaba incomprensiblemente. La caja/pirámide desplegó patas y echó a andar a toda prisa con un claqueo.

Recordando de pronto a su propio servidor y las instrucciones dadas a éste de identificar y señalar objetivos (en particular aquellos bajo camuflaje o invisibles al ojo humano) lo envío por delante del grupo. Quizás esta vez no se les escaparía el psíquico quien, si sus sospechas eran correctas, estaba detrás del ataque.

Isolda se había mantenido un poco ausente porque empezaba a estar harta de los largos procesos burocráticos que tenían que superar incluso cuando eran a ellos a los que les llamaban, mostrando que todo era un sinsentido y solo lo hacían para sentirse poderosos o influyentes.

Cuando Skarmen apareció, la sororita frunció el ceño. Era cierto que a duras penas habían tenido contacto con ese hombre, pero no veía que fuera agresivo y que todo eso fuera algo importante. ¿Se ponía así porque estuvieran esperando?. Pero todo quedó claro cuando dijo "estos son con los que nos teníamos que reunir". En el momento en que la oscuridad se hizo y empezó a salir el humo, Isolda desenfundó sus dos pistolas y tomó una posición de vigilancia; pero ahora todos querían que protegieran al Juez Magistrado. La sororita chasqueó la lengua.

-Gianna, cubre a Vipus -instó la sororita porque aunque el noble había demostrado que podía combatir, aún no sabía como se las desempeñaría en lo que tenían delante.

Los acólitos avanzaron siguiendo a Skarmen, que corría sin esperarlos como si le fuera la vida en ello, sin embargo cometieron un fatal error de cálculo.

Skarmen giraba por los pasillos a toda velocidad, incluso entre el denso humo estaba claro que sabía adonde se dirigía, mientras que los acólitos eran extraños en aquél lugar. Tropezaban si se movían sin cuidado, y las esquinas por las que giraba el mariscal, o las escaleras que tomaba, en ocasiones resultaban casi invisibles por el humo hasta que las tenían enfrente. Tras varios pasillos y un par de escaleras, los acólitos perdieron definitivamente a Skarmen.

Los acólitos estaban desorientados en unas instalaciones desconocidas sin ninguna guía posible (Nero nunca había ascendido tanto en el escalafón como para visitar personalmente la corte mecánica en el pasado), envueltos en la semioscuridad, niebla, y con llamativos chispazos surgiendo a intervalos irregulares de las paredes.

Los sentidos mejorados de los servidores de Arcturus y Claudius se mostraron útiles, ya que ni la falta de luz ni el humo les afectaba. Gracias a ellos, aunque aún se veían obligados a avanzar con algo de lentitud, los acólitos encontraron una sala donde 5 guardias parecían paralizados por el desconcierto, compartiendo entre sí preguntas nerviosas sobre qué debían hacer y apuntando con sus linternas en todas direcciones fruto de la inquietud, y aún no habían visto a los acólitos.

Resultaba frustrante (y esconcertante) haber perdido a Skarmen de vista. En ese punto, difícilmente podían ser de ayuda aquellos cinco desgraciados, pero quizás...

-Llévennos hasta el juez magistrado -les dijo sin más trámite-. O esperen...

Se volvió hacia el resto de los acólitos, casi en un susurro. -Quizá debamos buscar a ese magistrado, o quizás ya no tenga mucho sentido. Otra opción sería emboscarlos a la salida, por donde diablos quiera que salgan. O incluso seguirlos una vez fuera tal vez podría ser más útil. ¿Ideas?

Sabía que el tiempo apremiaba, pero podría ser una decisión clave para el futuro de su investigación, y no quiso pasar la oportunidad de cuestionar a sus compañeros.

Seguir al mariscal parecía lo más lógico, pero Nero no contaba conque el mariscal estaba tan enfrascado en su loca carrera que no se percató de las dificultades del resto para seguirle. - Valiente líder, que no se fija si el resto le siguen o no. - pensó Nero en mitad de aquel lugar, perdida la orientación por completo. 

Viendo las dudas de Arcturus ante los guardias, Nero no dudó en utilizar una voz de mando a la que estaba habituado, y más en unas circunstancias como estas. - En verdad espero que ustedes sean mucho más competentes que los guardias que nos han recibido en la entrada, o tendremos problemas. Ha habido un ataque contra esta institución, y estamos buscando a los culpables. En nombre de la Sagrada Inquisición, quedan bajo nuestro mandato desde éste momento. - dijo mostrando su acreditación inquisitorial, con el cañón de la escopeta apuntando al suelo. Esperaba que la situación, unida a sus credenciales, les hiciera entrar en razón. 

- Esperarles fuera y seguirles parece una buena opción, pero antes tenemos que salir de aquí. Señores, llévennos a la salida, allí atraparemos a los terroristas. - dijo de nuevo a los guardias.