Con la llegada del resto de los invitados Olivette consiguió calmarse un poco al ver que pronto surgían las ideas sobre que hacer. Se acercó a la anfitriona para interponerse en su camino hacia el pozo con la esperanza de que su sernidad y calma habituales le hicieran desistir de ver tan desagradable espectáculo.
-Querida, no de un paso más, se lo ruego.- le dijo con voz compasiva.
Miró a su alrededor y al ver que nadie se movía de su sitio añadió.
-Venga, que alguien vaya a buscar esa cuerda o lo que sea o a cualquiera que nos pueda ayudar!- El recuerdo de la imagen del cadaver en el fondo del pozo obstruía su manera más pragmática de pensar y dar órdenes más claras.
Hilda no se lo podía creer... lord Arthur estaba en el fondo del pozo... no se atrevía a acercase a ese sitio... no quería verlo en esas condiciones, prefería quedarse con el recuerdo que tenía de él cuando estaba vivo.
No se movió ni dijo nada. Su cuerpo no reaccionaba...
ismael solto un improperio y apreto los dientes.
-no voy a dejar a ese buen hombre tirado alli-dijo mientras giraba y comenzaba a renguear, prescindiendo de su baston, en direccion de la casa mientras gritaba por ayuda.
En una vuelta hacia la realidad.....
-Yo iré a por una cuerda!
Sentía la necesidad de moverse, de hacer algo útil. Por un momento pensó que cabía la posibilidad de salvarle. Quizas sólo estuviera inconsciente.
Voy a las cocheras a por la cuerda y vuelvo. En las cocheras hay cuerda, no? o me toca recorrerme toda la casa? jajaja.
Alexander se giró hacia Eleanor, y la cogió cariñosamente de los hombros.
-Dulce Eleanor... yo...
Las palabras se quedaron en la garganta, no consiguieron salir. Intentó controlar las lágrimas, debía hacerlo por la señora de la casa. Ella no merecía sufrir más.
Cuando Alexander se ocupó de consolar a Lady Adler, Feisman comenzó a correr para ayudar a traer cuerdas.
-Voy con usted, señora Butterfield.
En ese momento lo más importante era buscar un sitio para que lady Eleanor pudiera sentarse. Buscó un banco con la mirada, pero todo estaba cubierto por la nieve. Se acercó a uno de los montículos empezó a quitar la nieve. Después de un rato surgió un pequeño banco de hierro forjado.
- Eleanor, siéntese un poco y descanse- le comentó dulcemente.
Hilda se acercó a lady Eleanor, con la intención de consolarla. Le parecía mentira que otra excentrica velada de lord Arthur acabara así, ... Y ella que pensaba que les estaba jugando una broma pesada. Ahora se sentía mal por haber pensado eso.
Yo supuse que habría bancos... si no los hay cambiadlo, vale?:)
- Habrá que avisar al servicio, ¿no?- dijo de repente Edward.- Voy a la casa a avisar al mayordomo... o a quien sea!
Se encaminó hacia la casa, con intención de avisar al resto de personas.
Voy a la casa.
Tras la ida y vuelta a las cocheras, traeis una cuerda lo suficientemente larga como para que alguno pueda descolgarse.
No ha habido ningun incidente en el transcurso, ni habeis encontrado a nadie por el camino. Pero cuando volveis, el señor Winter no está.
Reginald Feisman y la señorita Butterfield regresan cargados con una cuerda.
ismael casi arranca la cuerda de las manos del señor feisman.
-disculpe mi brusquedad-dijo mientras comenzaba a improvisar un nudo resistente en uno de los extremos de la cuerda.
-¿quien de nosotros bajara?-pregunto finalmente, tensando el nudo para comprobar su resistencia.
a pesar de sus palabras decididas los ojos de ismael se veian desorbitados, como si estuviera presa del shock
-Bueno, no sé si sería conveniente que un viejo como yo trepara por este sitio que puede ser traicionero. Pero si el joven Pevsner no se ofrece, lo haré yo-dijo mientras miraba a Alexander, para ver si se ofrecía voluntario. Luego se dio cuenta de que faltaba alguien y preguntó- ¿Donde está el señor Winter? Estaba aquí, antes de que fuésemos a por la cuerda.
-señor pevsner, no lo culpo si rehusa; en todo caso puedo hacerlo yo- ismael tiro la cuerda hacia abajo, midiendo la altura necesaria y miro en todas direcciones, buscando donde asegurarla-, no tengo miedo a estos descensos y aun tengo fuerza en los brazos...
Alexander estaba tan absorto en que la señora de la casa no sufriera más de lo necesario que no se dio cuenta que le estaban hablando a él.
- Sin ningún problema- dijo girándose hacia el señor Montesco- Creo que soy el más indicado para la tarea.
Se acercó al pozo y cogió la cuerda y comenzó a atarsela alrededor de la cintura.
- ¡Vamos caballeros, traten de sacarle rapidamente de ahí! - grito Hilda Anne. A pesar de sus esfuerzos le costaba trabajo mantener la calma.
Se asomó de nuevo hacia el pozo tratando de calcular si sería posible realizar el plan.
- ¿Como se habrá caido ahí dentro? ¡Dios mio! Lady Eleanor ¿porqué su esposo estaría por esta zona a la hora del desayuno?
Alexander Pevsner terminó de atarse la cuerda alrededor del tronco y asintió a Ismael Montesco y a Reginald Feisman. El pianista se descolgó con agilidad por el pozo y llegó hasta el cuerpo inerte de Lord Arthur. Gritó algo ininteligible pero pudisteis suponer que pedia que le subierais.
Consideramos que puesto que el pianista es de complexion fina; dos hombres, aunque viejos, podrían sujetarle como para bajarle. Pero no tanto como para subirle a el y a un muerto a pulso. ¿Ideas?
Me descolgué por el pozo teniendo miedo de que me dejaran caer. Al llegar a lo que parecia el fondo encontré el cadaver de Lord Arthur. Estaba medio sumergido en el agua y yo empece a empaparme. Agarré el cuerpo, sin pensar en la situacion, fuertemente por la cintura y rece porque esos dos vejetes fueran capaces de subirnos a ambos.
- ¡Subidme! - grité tratando de que me escucharan.
Pense en añadir que efectivamente estaba muerto y no inconsciente, pero pense en la encantadora Lady Adler y no creí que le gustara escuchar eso.
- ¡Subidme! - volví a insistir.
-Perdone, señor Pevsner. No lo meditamos nada bien- dijo Feisman mientras tiraba con todas sus fuerzas, sin que apenas se moviera la carga un ápice.- No tenemos fuerza para levantaros a todos. Si el señor Winter no se hubiera ido nos echaría una mano. Vamos a tener que pedir ayuda o ayudarnos con algo. Qué lástima que nadie tenga las llaves del coche aparcado en la cochera.