La puerta chirría cuando Bill la empuja dejando ver el interior del pequeño cobertizo. La luz se cuela por las múltiples rendijas que tiene la construcción dejando ver todo tipo de herramientas de labranza, así como varios sacos con semillas. Comprobáis los sacos y parece que tenéis todo lo necesario para sembrar el campo.
Los pajarracos parece que se ponen nerviosos cuando abrís la puerta del cobertizo. Escucháis el aleteo de sus alas al agitarse de puro nervisosismo.
Bill entró en el cobertizo y echó un vistazo a su alrededor...
Vio las herramientas y aperos de labranza y luego miró de reojo el hazadón que había transportado hasta allí. Su rostro enrojeció un tanto.
-Pero el mio es mejor...- susurró mientras daba unos golpecitos con la palma de la mano a su herramienta. También miró el resto del contenido de su atillo, esas semillas que había encontrado en el armario de la torre y que había llevado para tener algo que plantar en el supuesto de no haber encontrado nada mejor. Las guardaría por el momento.
-Bueno, pues no hay más que hablar. Patitas, coge una pala o algo para cavar los surcos, yo cogeré otra herramienta digna de una reina- dijo cogiendo la pala más reluciente que encontró. -Saquemos las semillas y empecemos cuanto antes- añadió cargando los sacos en sus fuertes espaldas.
Cuando llegó a la puerta vio como los pajarracos empezaban a aletear nerviosos... -Esto nos va a traer problemas...- pensó saliendo al exterior.
Con la boca toda morada por esa nueva verdura de exquisito sabor, asiento a las palabras de Batracius agradecida por su preocupación. - Ehmmm ñam, están buenísimas... ñam ñam ñam. - termino por decir al devorar la última, para luego tirarme al suelo a descansar ya que comer agota demasiado físicamente.
Lamentablemente y muy a mi pesar, mis compañeros lutines ya estaban poniéndose manos a la obra, por mi parte ahora más "liviana" tras haber retozado lo suficiente como para incorporarme y ver lo que estaban haciendo, decido ayudar con la tarea. Eso si, ya no era mi piel verde sino rosada por la verdura, incluso lucía unos preciosos labios de color carmesí que enaltecían mi belleza con creces. Hubiera matado por un espejo, así me veneraba eternamente. - pienso al acomodar mi cabello mientras voy acercándome a los lutines.
Tenía una premisa: "Toda reina debe colaborar en las actividades donde su pueblo participe, no era una buena imagen gobernar siendo una ambiciosa y altanera lutina. La humildad es la base de mi legado y mis súbditos deben ser los testigos fehacientes de que mi palabra es ley". - por ello, tomando la pala reluciente y dedicándole una sonrisa rojiza encantadora a Batracius, inicio la actividad. Bueno, sostener la pala nada más.
- Aquí estoy, completamente renovada para la actividad. Bill nada de trabajos forzados para mi, no te olvides de que soy una dama. - sugiero en un tono tranquilo y animado.
-Vosotros podéis ir haciendo los surcos en la tierra, yo iré sacando los sacos con semillas y buscando algo de abono- dijo Bill a sus compañeros.
-Nada de trabajos forzados. Es un trabajo digno de una dama, casi ni te mancharás- contestó a Bonnie.
Se dió la vuelta, cogió el primer saco y salió al huerto.
Hmpf... -bufó Batracius cogiendo una azada, reacio a la realidad de que le iba a tocar hacer esfuerzo físico.
Salió del cobertizo mientras Bill cargaba uno de los sacos.
Se acercó al campo sin labrar y, sin dar la espalda en ningún momento a los sospechosos cuervos, comenzó a arar un surco. Eso sí, muy lentamente, pues le costaba horrores levantar la azada.
Anda Bonnie, coge esa pala que te ha sacado Bill y ayúdame, mi cuerpo no está hecho para estas tareas tan poco intelectuales -dijo sudando la gota gorda.
- Ya voy ... - responde a Batracius mientras arrastraba la pala como podía. En verdad este tipo de tarea no era lo que estaba acostumbrada a hacer y por esa razón, le costaba el triple. No sólo por la falta de práctica sino por las ganas de trabajar en ello.
- Deja de mentirme Bill. - bufo enojada, ya había acomodado la herramienta de trabajo y estaba haciendo la zanja. - Batracius, siempre he creado pociones así que te entiendo cuando dices que tu cuerpo no está preparado para tareas poco intelectuales. Como verás, hasta en eso coincidimos. - comento al pasar sin dejar de hacer fuerza, la tierra ensuciaba mis delicados pies y no quería que se dañe mi precioso vestido.
¿Eres alquimista o algo así? -preguntó Batracius muy asombrado- La verdad es que nunca se me habría ocurrido pensar eso. A mi me parece un campo fascinante, si bien es cierto que los únicos conocimientos que tengo del mismo son de leer tratados y volúmenes divulgativos de esa ciencia -comentaba mientras el surco, lenta pero inexorablemente, se iba haciendo más grande. Como siempre, cuando se ponía a hablar sobre libros y conocimiento, cualquier preocupación le abandonaba.
- Si, lo soy. Una de las razones por las que vomito arco iris es por una poción en donde he fallado con un ingrediente. - respondo un tanto tímida mientras hacía el surco lentamente. - El anterior mago con el que trabajé me enseñó sobre alquimia y al descubrir que se me daba muy bien me especialice en ello. He leído mucho y puesto en práctica mucho más, es más para Rudesindus también debo dedicarme a crear pociones. Esa es mi tarea aquí. - voy contándole a medida que deslizó la pala sobre la tierra para crear un nuevo surco.
Bill depositó el primer saco, rotulado como Mandágora y, tras abrirlo, empezó a colocar las semillas diligentemente en el surco. Era la primera vez que lo hacía, pero, en su opinón lo estaba clavando. -Si es que lo que me proponga lo bordo- pensó con una media sonrísa.
Mientras depositaba y cubría con tierra cada semilla procurando llenar los surcos que preparaban sus compañeros, escuchaba como los dos tortolitos se contaban sus vidas.
-Siento interrumpiros, pero tenemos que darnos prisa, aún quedan tres variedades más que plantar, y esos pajarracos me están poniendo nervioso...- dijo mirando de reojo a los cuervos.
-Ya he acabado con la mandrágora, voy a por otro saco- se sacudió la tierra de las manos y volvió hacia el cobertizo.
Si tanta prisa tenemos, mejor desbroza tu la tierra con la azada y ya voy plantando yo las semillas... Esto lo agota a uno. -propuso Batracius mientras se secaba el sudor de la frente con la manga de su chaquetón.
Vuelvo a fruncir el ceño ante las palabras de Bill, tiro la pala al suelo y cruzando los brazos expreso. - Si tan apurado estás, hazlo tú. He venido para ayudar pero no para ser tu obrera. - ya ofendida por la actitud del lutín mantengo la postura y no hago nada. Batracius también comenzaba a quejarse.
Comenzáis a cavar los surcos sin más problema que descubrir que es una ardua tarea para alguien que no esté acostumbrado. A los pocos minutos os duele la espalda por la postura que tenéis que adoptar para poder cavar. Los cuervos se han echado al aire y revolotean en círculos sobre vuestras cabezas.
El problema llega cuando Bill Barril llega con los sacos de semillas. Entonces los cuervos parecen volverse locos y comienzan a lanzarse en picado sobre vosotros.
-Vale vale- decía Bill levantando las manos a modo de defensa -lo estáis haciendo muy bien, os lo aseguro-.
-Patitas puede ir a por el siguiente saco mientras yo cavo el nuevo surco, y despues Bonnie, nos iremos turnando, somos un equipo, ¿no?-.
En esa conversación se andaban cuando los cuervos que revoloteaban sobre sus cabezas se lanzaron en picado a por las semillas del saco que se encontaba junto a ellos.
-¡Malditos bicharracos!- exclamaba mientras agitaba los brazos y el hazadón mientras corría hacia los pájaros.
No podía permitir que aquellos demonios emplumados se comieran sus semillas.
¡Ah! ¿Pero qué...? -gritó Batracius sobresaltado cuando un cuervo casi le saca un ojo al pasar volando rasante a su cara.
¡Cuidado! ¡Pongámonos a cubierto! -chilló entre los graznidos de las enfurecidas aves.
Se dirigió hacia Bonnie, la enganchó del brazo e intentó seguir, heroico, hacia el cobertizo de las semillas. Se olvidaba, no obstante, de que tenía una fuerza bastante mediocre y de que Bonnie tranquilamente pesaría el doble que él. Así pues, quedó detenido en seco. Miró a Bonnie con preocupación, incitándola a moverse.
Justo cuando estaba por agarrar la pala y continuar con las tareas, escucho el graznido de los cuervos. No tuve mucho tiempo a pensar que fui arrastrada por Batracius hacia el lugar en donde se guardaban las semillas.
Todo iba muy bien, hasta que detiene sus pasos y la desesperación inundó mi cuerpo.
- ¡No te detengas! ¡Vamos! - grito esta vez sujetando su mano mientras ejercía un leve tirón para avanzar. Tanto Batracius como yo teníamos el cuerpo igual, era pequeña y el también.
Una vez que llegamos lo abrazo atemorizada. - Me dan miedo esas cosas... Avísame cuando se hayan ido. - expreso preocupada.
Es pequeña Bonnie, así que serán más o menos iguales Batracius. :)
Sí, somos los dos de la misma escala de tamaño.
Pero por el avatar me hacía a Bonnie rechoncheta, aunque esto era más para recalcar que aunque sea de tamaño grande, Batracius es enclenque (pesa poco y tiene poca fuerza).
Bonnie y Batracius se ponen a cubierto mientras que Bill se queda plantando cara a los cuervos. Las aves vuelan raudas haciendo vuelos en picado para aproximarse a su presa. Sin embargo y para vuestra sorpresa, su presa no sois vosotros sino que que se dirigen a los sacos de semillas.
Bill, puedes tirar ataque, pero es dificil atinarles ya que son muy veloces.
Los pájaros pasan volando cerca de vosotros y se echan sobre los sacos de grano y comienzan a picotearlos con avidez, con lo que el grano comienza a desparramarse por los orificios que van creando.
¿No hacéis nada?
Viendo como sus compañeros huyen despavoridos y que el objetivo de esos malditos plumeros comegranos es acabar con las reservas de semillas, Bill hizo lo único que estaba escrito en su ADN, cogió otro apero, una hazada y, armado cual hortelano, echó a correr hacia los sacos agitando sus armas y vociferando como un poseso.
-Esas semillas son miaaaaaaaas!-
Intentaré espantarlos para que dejen los sacos, pero sin atacarlos, solo asustarlos.
¡No! ¡Fuera! *fiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuuuu* -Batracius intentó espantar a los pájaros con un silbido, mientras buscaba algo útil en el cobertizo, como una red para atrapar a las aves, o algo que pudiera hacer mucho ruido y espantarlos.
Quise esperar a ver que hacía Bill y se me fue de las manos, perdón.
¿Entonces los pájaros entran al cobertizo a por el resto de sacos? ¿O sólo atacan el tenía Bill?