Partida Rol por web

Asiento ante las palabras de Batracius y sonrío contenta porque él había terminado su tarea. - Si,  me encantaría que demos un paseo por aquí. Seguramente la Torre de este mago debe estar llena de misterios y cosas interesantes por conocer. - respondo a la propuesta del Lutin un tanto entusiasmada mientras que en mi mente imaginaba un montón de situaciones, dulces y románticas con Batracius. Hasta que caigo en la cuenta de  que  Bill estaba con nosotros y en teoría se uniría. 

- ¿Vamos? -pregunto a Batracius mientras sujeto su mano,  un universo de aventuras nos esperaba en nuestro camino. 

Estaba claro que aquella parejita quería estar a solas, y no le apetecía ir dando tumbos por aquellos jardines él solo, por lo que se tuvo que resignar a volver a la torre con el resto de pardillos.

-¡Maldita sea! Me aguáis la fiesta- añadió refunfuñando mientras se ponía en pie trabajosamente.

-Volvamos dentro si es lo que queréis... pero si encontramos algo de beber ¡me lo pido!-.

Desandáis vuestro camino de vuelta al castillo. Estáis cansados y llenos de tierra hasta las cejas. La falta de costumbre para este tipo de trabajo os ha pasado factura. Pronto llegáis de nuevo al foso. Parece que todo está tranquilo. No se ve rastro del monstruo, ni del resto de vuestros compañeros.

Por vuestro camino, tan solo hallasteis una fuente decorativa, en la intersección de la que parte el camino a los campos de labranza.

El paseito de vuelta es relajante y agradable, pero la tensión pronto retorna cuando llegan al puente levadizo.

Al aproximarse al foso, Batracius comprueba cautelosamente cualquier posible movimiento del agua.

Ese bicho de antes no parece estar, pero sugiero que pasemos corriendo antes de que aparezca -dijo agarrando a Bonnie de la mano.

Una vez que dimos por finalizada la tarea, nos toca el momento de regresar y eso conlleva cruzar el puente otra vez. Ahora nerviosa hasta la punta de mi cabello, siento la mano de Batracius sujetando la mía y cierro mis ojos para atravesar el mismo sin ver siquiera lo que se encontraba allí. Tanto era el miedo que prefería andar a ciegas. 

- Tú llévame, tengo miedo. - afirmo en un tono que denotaba temor, sin embargo, gracias al apoyo de mi compañero podía superarlo sin mayor dificultad. Eso sí, al cruzar otro beso recibe en su mejilla por haberme ayudado cuando el miedo era partícipe de mis actos. 

- Muchas gracias. - le agradezco con una sonrisa y ahora feliz, camino por los pasillos hacia el lugar donde mis compañeros quisieran explorar. 

-Pues ¡hale!, pasemos. Y si aparece el bicho... ¡le volvemos a zurrar!- dijo Bill golpeando su puño contra la palma de su mano, el frenesí de la lucha se había apoderado de él.

Pasais el puente sin ninguna dificultad. Si el monstruo ese está ahí abajo, ni se le ve. Y sin más dificultad pasáis la puerta de acceso a la torre.

Enfrentarse a una caída de 10 metros hace que el lutín se piense si ha sido una buena idea. No tiene mucho tiempo de hacerlo antes de caer en el foso de la torre. El golpe es tremendo y aunque por fortuna, el agua ha amortiguado en buena medida la caída, el lutín está aturdido.

No lo suficiente como para no alcanzar a ver los tres tentáculos que, atraídos por el "¡chop!" provocado por la zambullida del lutín, han salido a la superficie y que antes de que se pueda recuperar de la caída, se abalanzan sobre él.

Por si enfrentarse al monstruo del foso no fuera suficiente, un muro de cuatro metros de alto separaban al lutín del exterior.

Algorímedes cayó notando la brisa fría en su cara, el viento cortante en su piel. Y de repente CHOF! Cayó al agua. Bueno, parece que todo terminó, pensaba, justo cuando tres terribles tentáculos trataron de hacerse con él.

Dos de los tentáculos consiguen aferrar sin piedad al lutín y aferrándolo con un una fuerza descomunal que ya de por sí le rompe varios de sus pequeños huesecillos, lo conducen hacia la más horrible de las muertes. La boca del monstruo que hasta ahora se encontraba sumergida bajo el agua y que sale al exterior y que sale para recibir a su ansiado bocado.

Posiblemente Gobblop se olvidase de poner entre las tareas pendientes "dar de comer al monstruo del foso" o es que a Rudesindus le gustaba tener el monstruo hambriento para asegurarse de que se encargaría de cualquiera que quisiese cruzarlo. Fuere como fuere, el caso es que el pequeño lutín, acabó dentro de aquel horrible orificio lleno de dientes que dieron buena cuenta de él.

Sería tal el horrible final que el destino, tan cruel a veces, había preparado para el pobre Algorímedes.

Aferrándose con fuerza a uno de los dientes de la descomunal criatura, Algorímedes intentó darse impulso para efectuar un salto en dirección a la boca, que poco a poco se iba cerrando. El pequeño lutín creía haber visto una escena parecida en una película cuyo nombre ahora no recordaba. Iba de una nave espacial con nombre de pájaro. O algo así.

Los esfuerzos de Algorímedes por librarse del férreo abrazo del monstruo del foso son futiles. Consigue a duras penas librarse de uno de los dos tentáculos, pero no del otro.

El lutín acaba en las fauces del monstruo conociendo una nueva forma de dolor, en una digestión de más de cien años.

La alfombra ondulaba perdiendo tensión, como si estuviese apunto de perder todo su poder y convertirse en una simple tela llevada por el viento. Sus ocupantes intentaron aferrarse como mejor pudieron pero Bill el Barril, no lo consiguió. El desdichado lutín cayó al vacío desde una distancia de unos cinco metros de altura, llendo a parar al jardín de la torre.

Mientras, Zala intentaba sin éxito dominar la alfombra que acabó cayendo varios metros más allá. Lo cierto es que Bill se llevaría la peor parte, pero el aterrizaje por llamarlo de alguna manera, tampoco había sido agradable a decir verdad.

Mientras la alfombra se precipitaba inevitablemente a tierra, Batracius vio como Bill caía al vacío, no habiendo podido agarrarse bien durante las turbulencias.

¡BIIILL!

Su amigo era bastante resistente, pero aún así la caída era enorme y estaba muy preocupado... ¿Podría el enorme Bill salir de aquella rodando? Pero en fin, otros peligros le amenazaban a él, principalmente ese suelo que se acercaba cada vez más.

¡Agarrate, mi amor! -dijo a Bonnie cuando sólo quedaban unos pocos segundos para el impacto.

Estaba fascinada volando en aquella alfombra, poco a poco disfrutaba del vértigo y la adrenalina hasta que las cosas salieron mal. No sólo Bill cayó de bruces, sino que el mismísimo piloto de dicho vehículo volador también se estrelló. La verdad es que no quería pasar por ello, arruinar mi peinado y las uñas sería algo difícil de asimilar. Simplemente no podía... 

Por esa razón cuando la voz de mi amada es un eco en medio del caos, abro mis ojos y lo busco con la mirada, asintiendo conforme mientras me aferro a una de las coletas flameando como una bandera. - ¡Estoy bien Batracius! ¡Puedo con ello! - grito al ser consciente de que mi caída sería con estilo y como una reina que soy. 

Orgullosa del logro, solo espero que mi amado sapo no se haga daño. 

El destino de ZalaVonKatuRichtofen se encontraba sellado junto a su aeronave. Había llegado el fin cuando el segundo motor comenzó a fallar y la nave entró en deriva sin control.

Tantas hazañas de vuelo y medallas para nada… ahora el suelo se aproximaba al valiente piloto son remedio, anunciando una muerte poco heroica pero memorable.

Como todos los ases del aire, Zala jamás llevaba paracaídas, siendo su derrota la primera y última de su carrera. No había lugar para los perdedores en su tierra natal, y volver con una derrota significaba la deshonra para su apellido.

Al menos sucumbiría con la tranquilidad que sus compañeros llegaban en una pieza al vil suelo…

Desde el momento en el que se subió en aquel maldito trapo volador sabía que no había sido una buena idea. El hecho de ver como el suelo se estrellaba contra su cara, ¿o era al revés? solo lo confirmaba.

A lo largo de su vida había recibido tundas muy importantes, aunque se había molestado en curarse por dentro con alcohol, que decían que curaba las heridas, pero en aquél momento solamente podía pensar que iba a quedar hecho pedazos. Agradeció la preocupación de Patitas, ¿quién le iba a decir que acabarían siendo amigos? y esperó que ningún otro corriese su misma suerte.

Cerró fuertemente los ojos, con la esperanza de que el golpe doliese un poco menos, y se preparó para dar con sus huesos en el suelo de los jardines.