Partida Rol por web

Mientras los demás tomáis posiciones para la batalla, el impulsivo gigante de piedra decide no esperar y arroja sus encantados venablos contra el diablo que tenéis ante vosotros. Una tras otra, las jabalinas impactan contra la deforme criatura sin infligirle aparentemente ningún daño y la supuesta víctima estalla en carcajadas.

―No podéis matarme y a mí no se me permite mataros a vosotros ―afirma, aunque su voz parece cargada de amargura a pesar de su inquietante sonrisa―. Únicamente se me ha concedido tomar aquellas almas que me sean voluntariamente entregadas. Pero adelante, usad contra mí todo vuestro poder, mostradme qué os hace tan especiales, quiero entender por qué vosotros habéis sido los primeros mortales en conseguir llegar hasta mí en el último milenio.

Así que no hemos sido los únicos mortales en llegar aquí -señaló Robyn-. Seguro que te está permitido que nos hables de ellos, qué hicieron cuando se encontraron contigo y qué buscaban en el Mausoleo de los Dioses.

―Por supuesto que no sois los primeros, ni seréis los últimos posiblemente ―confiesa el diablo tras carcajearse de vosotros―. Buscaban lo que buscan todos, la Gema del Olvido, ascender a la divinidad. ¿Qué hicieron al toparse conmigo? Atacarme, por supuesto, por sabios o poderosos que os creáis, los mortales nunca llegáis mucho más allá. Usaron sus chucherías mágicas contra mí, desataron la furia de sus conjuros y la fuerza de sus músculos hasta terminar exhaustos. Algunos intentaron negociar conmigo, otros, embaucarme.

»Hubo incluso quien trató de matarme de puro aburrimiento refiriéndome las importantísimas razones que le habían traído hasta aquí, las vidas que se salvarían y lo agradecido que estaría si le ayudaba a cruzar la Puerta de las Nueve Llaves entregándole la mía. Al final unos y otros, hasta los más obtusos, acabaron comprendiendo que la única manera de conseguir adelante es que alguien me entregue voluntariamente su alma.

¿Y qué ocurre con las almas que te son entregadas? ¿Y con el cuerpo que dejan detrás? -inquirió Robyn. 

―Lo primero que todo buen comerciante aprende es que no se deben hacer tratos con los tuyos ―dice Martín, agarrándose el cinturón con las dos manos y balanceándose alternativamente ora sobre las puntas de los pies, ora sobre sus talones―. Hay mil y una leyendas que hablan sobre tratos con criaturas diabólicas de toda índole que acabaron mal para los negociantes. No te aburriré con ejemplos porque seguramente tú has protagonizado más de estas historias de las que mi frágil memoria pueda recordar.

»Lo cierto es que sí necesitamos esa llave pero imagino que apelar a tu buen corazón resultará inútil, ¿verdad? Y tampoco pareces de los que se conmueven con un relato lacrimógeno aunque verídico de que el universo se destruirá si no conseguimos detener a Azazel antes de que logre robar la Gema del Olvido.

»Si lo único que ansías es un alma, el bueno de Martín te dará una para que tengas un amiguito con el que jugar en este sitio tan triste. ¿Eso te parece bien? Espera un momento, ya verás, te va a encantar ―a una orden mental del clérigo, un pequeño elemental de tierra se materializa de la nada y observa con ojos vacíos a su amo a la espera de una orden―. Es todo tuyo, puedes divertirte con su alma todo lo que quieras pero estoy seguro de que disfrutarás todavía más de su cuerpo; tiene unos miembros muy duros, tú ya me entiendes.

―Lo que ocurra con sus almas no es de tu incombencia, mortal, son mías para que haga con ellas lo que me plazca. Por lo que respecta a los cuerpos... Aquellos que se entregan a mí no dejan ningún cadáver tras de sí.

A continuación, se vuelve hacia Martín para escuchar su soliloquio con una sonrisa divertida en sus labios ulcerosos.

―¿Tratos con los míos? ¿Quién dice que haya otros como yo? ―pregunta con una nota de burla en su voz―. Estás en lo cierto cuando afirmas que me importan muy poco vuestras razones. No tengo ningún interés en ayudaros ni en deteneros. Únicamente en hacer un trato claro y justo para todas las partes, sin engaños. Tú crees que puedes ofrecerme el alma de esta criaturita pero no puedes entregarme lo que no te pertenece. Ya puestos, podrías ofrecerme la vida de cualquiera de tus compañeros y aún así yo seguiría sin poder tomarla.

»Las condiciones son muy claras. Sois cinco, decidid quién de vosotros está dispuesto a sacrificarse por los demás y los otros cuatro podréis traspasar la Puerta de las Nueves Llaves. Lo que hagáis allí, no me compete.

Robyn frunció el ceño y miró a Helshara de soslayo. No iba a permitir que la sacerdotisa se entregara a esa criatura. No después de lo que había hecho por ellos. Abrió la boca para decir algo, y de pronto una pequeña rata salió de entre sus vestiduras.

¡Yiss! ¡Ven aquí!

El familiar de Robyn correteó por la habitación hasta llegar frente al Negociador. No podía articular palabra, pero sí que estaba dispuesta a entregar su alma por la de su ama. A diferencia del elemental de tierra de Martín, Yiss lo hacía por voluntad propia. 

―¿Pero qué tenemos aquí? ―pregunta el monstruoso ser, agarrando a Yiss por la cola y alzándola a la altura de sus ojos porcinos―. ¿Tú quieres ser mi sacrificio, pequeña criaturita despreciable? Vaya, así que de todos los presentes tú eres quien atesora más valor. Eso dice mucho y muy poco bueno de las compañías de que te rodeas, ¿no te parece, amiguito?

A continuación, arroja despectivamente al ratoncillo al suelo y éste corretea por la habitación vacía algo aturdido por el golpe y completamente enloquecido de terror en busca del cobijo de Robyn, contagiando buena parte de ese pánico a su dueña.

―Podéis perder tanto tiempo como queráis con negociaciones insensatas pero en el fondo sabéis que de aquí únicamente saldréis con vida cuatro de vosotros, ¿no es así? Yo tengo toda la eternidad por delante, ¿y vosotros?

Me cuesta creer que esta criatura de pesadilla haya salido indemne de mis disparos sin hacer siquiera ademán de defenderse. Este ser se muestra tan confiado en que no suponemos ninguna amenaza para él que comienza a inquietarme incluso a mí.

El viejo Martín trata de embaucarle como ya hizo con el guardián del Mausoleo pero parece que la fortuna no le sonríe o que nuestro interlocutor es mucho más astuto que el anterior. No se contentará si no obtiene un alma y parece estar encaprichado con una de las nuestras.

El monólogo de este ser repugnante con el discreto roedor de Robyn solo consigue enfurecerme, pues el diablo ofende gravemente mi valor afirmando que el bichito nos aventaja en valentía a todos nosotros. ¡Yo, un gigante de piedra, acusado de ser más cobarde que una rata!

Puedo ver el rostro de mi amiga maga crispado por el miedo y la preocupación por su pequeña mascota. Veo al atribulado Martín debatiendo en su fuero interno si ya ha vivido lo suficiente y si debe sacrificarse por los demás. No tengo dudas de que el valeroso Tognus estará dispuesto a seguir arriesgando su vida por todos nosotros y de que Helshara incluso ansía sacrificarse por nuestra salvación. Helshara... ¿Quién si no ella puede matar a un dios esqueleto? Ella es hija predilecta de Pelor, el que odia a los no-muertos. 

Miro a Robyn una última vez y sonrío al recordar esa frase que nunca deja de repetirme: "No vuelvas a tomar de forma unilateral decisiones que nos afectan a todos". Yo conseguiré esta llave para mis amigos y ellos honrarán mi muerte salvando al mundo de su destrucción. ¿Puede haber una gesta más heroica que esta?

-¡Aquí está Polidoro! -rujo, avanzando amenazadoramente hacia el ser infernal al tiempo que golpeo la pechera de mi armadura de cuero en señal de desafío-. Ven y trata de apoderarte de esta alma indomable.

Cuando Polidoro da un paso al frente, la criatura sonríe de forma inquietante y apunta con una de sus manos atrofiadas al joven gigante de piedra.

Un frío rayo de luz negra rezuma de la extremidad anquilosada para tragarse a vuestro amigo. La carne le es arrancada de los huesos en un instante y, con un alarido de indescriptible agonía, Polidoro se desintegra como si jamás hubiera existido dejando tras de sí únicamente el repiqueteo metálico de Vengadora al caer al suelo.

El monstruoso asesino lanza una carcajada diabólica que os hiela la sangre.

―El pacto se ha consumado ―añade, arrojando al suelo con desprecio la llave de plata―. Mantengo lo acordado.

Una oscuridad sobrenatural se cierne sobre todos vosotros y, al disiparse, descubrís que os encontráis en la sala principal del Mausoleo de los Dioses, frente a la Puerta de las Nueve Llaves. En vuestro poder se encuentran ocho de ellas y la última, la que le ha costado a Polidoro más que la vida, se halla a vuestro pies junto a la vieja daga que os entregó Azazel en aquel encuentro que ahora se os antoja tan lejano.

no me creo lo que ha pasado, sin saber como nuestro gigante favorito ha desaparecido de nuestras vidas como sino hubiera existido.

apoyo la cabeza del hacha en el suelo y agarrando con fuerza el mango me arrodillo y elevo una plegaria a los dioses de la piedra para que lo reciban en los salones de los heroes y llenen su no vida de grandes batallas, tesoros y fiestas para celebrarlas.

despues de un rato miro al resto del grupo y digo

ahora somos 4 y si para llegar hasta aqui hemos sufrido lo que hemos sufrido, no quiero saber lo que nos espera ahi dentro

recomiendo tranquilidad, paciencia y pies de plomo y si alguno cae hay dentro, que sepais que os recordare siempre y que aunque viviera mil vidas diferentes, siempre desearia compartirlas con vosotros, si me dais permiso comienzo a meter las 9 llaves

Helshara imitó a Tognus y rezó una sentida plegaria en honor a Polidoro. No le quedaban ya en su repertorio ningún conjuro para resucitar a los muertos. Claro que, cuando había preparado sus conjuros no sabía que se les iba a aparecer Azazel para embarcarles en una misión suicida. Pero sentía que el final estaba cerca. Para bien o para mal, sus destinos y el de todo el Plano Material se hallaban detrás de la puerta de nueve cerraduras.

Tomó la maza y la blandió frente a si.

-Coge tú la daga, Robyn. Eres la más sigilosa de todos. Tal vez puedas clavarle el puñal mientras nosotros lo distraemos -le indicó a la Ruiseñor-. Adelante, mis valientes. No permitamos que el sacrificio de Polidoro haya sido en vano.

Robyn obedeció y tomó la daga entre sus manos. Se escurrió por un flanco de la puerta para que no se la viera desde el otro lado cuando Tognus abriera la puerta.

Eso suponiendo que los dioses no puedan ver a través de las paredes de un sitio como este... 

Tal y como Polidoro os enseñó con la primera puerta, Tognus examina una tras otra las llaves en busca de las marcas que indican a cuál de las nueve cerraduras pertenecen y, a continuación, las introduce en el cerrojo adecuado.

La enorme puerta de metal negro se abre entonces hacia el interior, en el más completo silencio, revelándoos una gran habitación con un arco alabastrino al fondo e iluminada por antorchas que arden sin humo y cuelgan en los soportes de las paredes. Haciendo las veces de piedra angular del arco podéis ver una enorme piedra preciosa tallada que no se asemeja a ninguna que hayáis visto hasta la fecha.

Un hombre de aspecto sencillo se interpone entre vosotros y arco de piedra blanca. Su piel es ligeramente pálida y su cabello es negro como la boca del lobo, pero sus ojos claros atraen vuestra mirada, contemplándoos fijamente, analizándoos minuciosamente y ponderando todo vuestro ser en un instante.

―¿Por qué habéis venido a ver a la Muerte de los Dioses? ―pregunta, mirándoos con el ceño fruncido.

Su voz es suave pero sus palabras os golpean el cerebro como una tormenta de granizo.

Antes de que tengáis ocasión de responder a su pregunta, la daga que Robyn sostiene en su mano comienza a temblar y una neblina oscura brota de su interior. Una sombra retorcida que comienza a cobrar forma rápidamente.

Las antorchas parpadean debido a una repentina ráfaga de viento y la oscuridad surgida de la daga Vengadora adopta la apariencia de Azazel.

―Vinieron porque yo los embauqué.

La Muerte de los Dioses mira alternativamente a vosotros cuatros y al recién aparecido, en apariencia bastante confuso.

―¿Azazel? No se te esperaba hasta dentro de muchos milenios. ¿Por qué buscas tan pronto la piedad del Arco del Lethée?

―¡Estúpido! ―exclama, lanzando a continuación una risa cavernosa―. No busco el Arco, he venido a por la Gema del Olvido y el poder acumulado en ella, concentrado allí a lo largo de eternidades inimaginables, como una perla en una ostra. ¡Una vez que la gema sea mía, los otros dioses no tendrán nada que hacer contra mí y el universo se doblegará a mi voluntad! ―ríe de nuevo echando la cabeza hacia atrás triunfalmente― ¡Hoy, todos mis sueños se hacen realidad!

―No, no lo harán ―replica con calma en Señor del Mausoleo.

Extiende su diestra y una brillante guadaña plateada se materializa en ella.