Partida Rol por web

 Todos los personajes se encuentran ya en la torre de vigilancia. El tiempo es terriblemente malo, una de las peores tormentas que jamás hayáis visto está golpeando la zona.

Llueve incesantemente, el viento es muy fuerte y se hace difícil moverse en su contra. Las oscuras nubes han ocultado por completo la luna, en su cuarto creciente, y la visibilidad es casi nula.

Todas las noches el turno de guardia se organiza según el buen criterio del capitán y, para disfrute de todos, mediante una partida de cartas o dados. Esta noche de perros la suerte ha favorecido a los personajes.

Con las terribles condiciones en las que se presenta la noche, el capitán ha tenido a buen juicio disponer de cuatro soldados en el adarve, dos de ellos arqueros. Además, un soldado más se ha quedado vigilando la puerta en la planta baja, que se atranca y se bloquea todas las noches.

El capitán y el último de los arqueros se han quedado en una mesa retirada en el segundo nivel, bebiendo y hablando de su tiempo juntos. Uno de los soldados se ha sentado cerca y escucha con atención sin atreverse a interrumpirles en ningún momento.

El resto de soldados, que cambiarán el turno en unas cuatro horas se han puesto a dormir.

Aparte de Isilwen que será el cambio de uno de los arqueros, Ergon y Ozbeorn van a tener libre esta noche. Seguramente les toque hacer guardias durante el día. En cambio, Demian y sus cuatro hombres -entre ellos Norwyn aún disfrazada- no tienen que colaborar por el momento en los turnos. El capitán ha decidido que lo mejor es que descansen hasta que llegue el carro de las provisiones, momento en que continuarán su labor, o volverán con su unidad.

Finalmente dado que los medianos siempre han sido vistos por los demás como niños, y a pesar del denodado esfuerzo por parecer una persona confiable y trabajadora, el capitán tan sólo le ha ofrecido trabajar como cocinero y para realizar otras tareas menores.

Borgo no se molestó por la tarea que se le había encomendado. A fin de cuentas es un hobbit, y disfruta con la cocina como cualquier vecino de la comarca. Además, su conocimiento sobre hierbas hace que esté bastante orgulloso de sus recetas especiadas.

Mientras deja hervir el caldo que prepara, observa a sus compañeros. Borgos siempre ha sentido fascinacion por los elfos y, obvimaente, Isilwen llama poderosamente su atención, tan alta y espléndida como la propia Galadriel de las narraciones tantas veces releidas a los ojos del pequeño hobbit. Cuando la observa una sonrisa bobalicona se asoma al rostro de Borgo.

El enano, Ozbeorn, por el contrario, pese a que tal vez sea el mas parecido a Borgo, resulta de lo más amenazante con su semblante feroz y sus armas terribles. Poco ha leido Borgo el hobbit sobre los enanos bajo la montañas y ese respeto le hace apartar la vista ante el robusto enano.

Demian también resulta impresionante, no solo por el acero de sus armas y armadura, sino por la tropa que lo acompaña, todas figuras poderosas, excepto una, tal vez mas ligera y sutil, sin duda al cargo de la exploracion y el reconocimiento. Extraños ojos tiene este último soldado y a Borgo le gustaría saber leer en su corazón como su amigo solía hacer y averiguar más cosas sobre él y sus compañeros.

El último guerrero era Ergion, un jinete de Rohan residente en la torre. Borgo se fijó en él por su nombre, que no derivaba de la partícula Eo, como muchos de sus compatriotas y se preguntó el origen de su nombre, que recordaba por encima al de la región de Eregion. Fue con este último con el que intenta entablar conversación.

-Perdona mi atrevimiento, Ergon, jinete de la estepa, pero me pregunto por tu nombre y tu linaje, y de la corta edad con la que gozas ya del privilegio de ser uno de los Rohirrim.

Borgo intentó ser lo más educado posible para intentar asi ganarse el respeto de los presentes. Ya que su aspecto no impresionaba, que su porte y su lengua lo hagan en cambio.

Ergon se encontraba sentado en una mesa, tranquilamente hablando con Ozbeorn sobre la distribución de las guardias de aquella noche.

Atrás habían quedado los días en los que el joven rohirrim se sentía frustrado y malhumorado por encontrarse en aquella torre. Probablemente, la compañía y consejos del enano fueron la causa de que su actitud cambiara con el paso del tiempo. Con él practicaba el arte del combate cuerpo a cuerpo y también mantenía largas conversaciones durante las guardias. En definitiva, su amistad con Ozbeorn y la esperanza de, algún día, recibir un destino más activo, era lo que mantenía ocupado el pensamiento de Ergon en aquellos tiempos de paz y tranquilidad.

El joven rohirrim vio cómo se acercaba Borgo hasta ellos, por lo que Ergon mantuvo una mirada curiosa fija en el mediano.

Ergon pensó que se trataba de un niño perdido cuando Borgo apareció por primera vez en la torre. Jamás había visto mediano alguno y pensaba que sólo existían en los cuentos que alguna vez escuchó en su infancia. El rohirrim observaba a menudo al pequeño, tratando de adivinar las costumbres, el carácter propio de los medianos y sobre todo tratando de no incomodarlo con su curiosidad. Pocas palabras eran las que había cruzado con el pequeño Borgo, puesto que apenas compartía tiempo junto a él. De todas formas, sabía que era sólo cuestión de tiempo.

Tras escuchar las palabras del pequeño, Ergon acercó una silla y señalándola con la palma de la mano abierta, se la ofreció.

-¿Mi nombre y mi linaje? – Sonrió amablemente tras sus palabras- Lo cierto es que desconozco el motivo del primero y menos conozco aún sobre el segundo. No me malinterpretes, pues tengo una familia a la que amo y extraño, pero siempre he sabido la verdad. – Se giró un segundo hacia una de las ventanas, a causa del sonido del fuerte viento, y después continuó hablando con la misma sonrisa dibujada en el rostro.- Cuando apenas tenía unos meses de vida, mis padres me encontraron y decidieron tomarme como si fuera hijo suyo.  Es por eso por lo que desconozco mi verdadero linaje, aunque no es algo que me atormente demasiado. Gracias a mi padre hoy tengo el privilegio, cómo bien has dicho, de servir y proteger a Rohan.

Se acomodó un poco más sobre el respaldo de su silla y miró a sus compañeros de tertulia, intentando observar sus reacciones ante su historia.

- También a mí hay algo que me inquieta, Borgo Brandigamo. ¿Qué te ha traído hasta Rohan?  Jamás había visto a ninguno de los de tu raza, por lo que supongo que vendrás de tierras lejanas, ¿Me equivoco?

 Mantuvo la compostura, aunque se dejó llevar por la curiosidad y así intentar conocer más acerca del mediano.

Así es. Mi gente rara vez deja la comarca, nuestra tierra. Pero yo no soy un buen hobbit y por eso me llaman el "viajero" y el "inquieto". Ando buscando a un amigo mío. Sigo sus pasos intentando alcanzarlo (y lo digo en mas de un sentido). Su expresión cambia entonces y sus ojos parecen iluminados con una luz distinta a la de la habitacion, más sabios y viejos. Mientras tanto tengo el privilegio de caminar por la tierra que largo tiempo he estudiado y explorado a través de la imaginación.

El hobbit se echa hacia atrás entonces y enciende su pipa con unas hierbas de lo mas extrañas.

Eso y buscar variedades de hierbas, claro está -concluye en un tono jocoso.

La voz de Borgo es, como sus ropas y su porte, rico y profundo, como si su apariencia y su tamaño ocultaran a alguien mucho mas grande que un pobre hobbit.

Aquella noche era un espanto. Al enano no le gustaban las tormentas, lo hacian sentirse inseguro. Agradecia infinitamente el poder estar cubierto. Si detestaba algo mas que las tormentas era estar al descubierto en una de ellas.

Por ese motivo Ozbeorn estaba un poco mal humorado. Los pelos del cuerpo se le chamuscaban y los oidos le zumbaban con el fuerte viento que azotaba afuera. Para colmo la hierba que fumaba se solia humedecer con facilidad y eso lo irritaba aun mas. Quizas no se le notase, porque siempre parecia enojada con aquel rostro duro, pero su voz algo mas agradable constrataba bien. Sin embargo cuando en verdad estaba de mal humor, sus labios se pegaban unos a los otros, dejando escapar gruñidos en lugar de palabras.

Afortunadamente habia aprendido a controlar dichas herencias de su raza, y olvidandose de la pipa para no provocar al humor, se habia sentado a charlar con Ergon, en quien sabe que tipo de conversacion sobre la vida.

Mientras charlaban el pequeño cocinero del sitio se acerco a ellos. A Ozbeorn le caia bien. Se sentia orgulloso habiendo alguien mas bajo que el, y que pudiera intimidar facilmente. Sin embargo, no trataba de parecer un enano reacio, todo lo contrario, le gustaba llevarse bien con aquellos que por meros conformismos deberian temerle.

El hobbit se habia acercado, preguntando por el linaje del humano. El enano se mantenia en silencio, pero escuchando con atencion. Sin mucho que decir respecto a su familia, Ergon pregunto por Borgon, quien explico algo de su origen y los motivos por los que lo habian llevado hasta alli.

El viento golpeaba con fuerza, para disgusto del enano, por lo que suspiro hondo y gravemente para apaciguar aquel molesto zumbido, dado que habia abierto la boca, aprovecho para decir: "¿La Comarca dices? Suena interesante. Por cierto, nunca te lo he mencionado, pero cocinas muy bien". Pensar en lo que comeria mas tarde, ya le ponia de mejor humor.

Estar rodeada de tanta gente era, sin duda, lo peor dada mi situación. Tenía un pánico atroz a ser descubierta por los rohirrim que acompañaban a mi hermano. Ya les chocaría a los demás presentes que aquella figura alta pero un poco enclenque no fuese sino apenas una cría, pero temía la reacción de los demás acompañantes de Demian. Si me descubrían, quizás me delatasen, y eso no sólo me traería problemas con mi familia, sino que mi hermano podría verse en un aprieto ante sus superiores.

Tratando de pasar inadvertida, y con mi uniforme completo de rohirrim, incluido el casco, me encontraba presente entre los demás. Había fingido una indisposición para que me permitiesen dormir alejada de mis compañeros de viaje, y lo había conseguido sin mayores problemas. Solamente debía superar la problemática situación en la que me encontraba sumida ahora, para que nadie me descubriera. Eso significaba hablar lo menos posible. Tomé una jarra de agua y me senté junto a la persona menos conversadora de la sala, un enano que solamente había abierto la boca para hablar de comida. Sí, quizás no hablase demasiado, y si lo hacía, con fingir un tono más grave -cosa a la que estaba acostumbrada- mi voz podría pasar por la de un joven muchacho.

Alguna que otra vez emitía un tosido desganado, y me frotaba la frente, para fingir que no me encontraba del todo bien. Hasta aquel momento nadie se había dado cuenta del engaño, y así esperaba que continuase la cosa.

Borgo se sonroja ante el comentario del enano.

-Muy amable, maese enano.

Puede que estos enanos no sean tan desagradables despues de todo.

El caldo acabó de cocer y Borgo probó un sorbo.

-Esto ya está, id pasando los platos. Todos los hobbits sabemos cocinar, cantar y comer. Las 3 Cs por la que es famosa la comarca. Bueno, al menos es famosa DENTRO de la comarca -dijo riendo.

Mientras iba sirviendo se fijó en que uno de los soldados, el delgado, tosía fuertemente.

-¿Te encuentras bien, amigo? Puedo echarte un ojo si lo deseas, soy un buen sanador.

Isilwen se hallaba sumergida en sus pensamientos mientras miraba a través de la ventana cuando algo captó su atención. Ladeó ligeramente su cabeza, buscando al causante. Fue cuando se encontró con la pequeña reunión que se había formado alrededor del fuego en el que el Mediano parecía estar preparando algo.

Caminó tranquilamente hasta quedar a la altura del resto. Aunque desconfiada, no era tonta, y sabía que nunca venía mal conocer a alguien estuviera en el lugar que estuviera. Por no hablar de que la habían acogido allí sin pega alguna, aunque eso quizá se debiera a que estaban faltos de hombres, pero bueno.

- ¿Dejaréis que esta elfa pruebe un poco? -Se dirigió a Borgo con una sonrisa en el rostro.
Aunque su turno de vigilancia comenzaría en cuatro horas, aún disponía de algo de tiempo para gastarlo en compañía de otros.

Había perdido a los sujetos a los que tenía que dar caza por orden de mi Mariscal y me hallaba furioso por ello. No solo había fallado a mi superior sino que además lo había hecho en presencia de varios de mis compañeros y ahora me hallaba en una torre rodeado de desconocidos de las más diversas índoles. Un enano, un hobbit, una elfa... y mis Jinetes. Mientras todos ellos conversaban animadamente, yo preferí mantenerme al margen. Nunca había sido un buen conversador ni me había interesado conseguirlo. Escuchaba el viento y la lluvia en el exterior. Dejé mi espada y mi casco junto a la pared y me acerqué lentamente a la ventana, observando la oscuridad de la noche.

Y para colmo, uno de mis Jinetes se ha puesto enfermo.

Miré hacia el rincón y vi a mi menudo compañero acurrucado a solas. No le conocía, ni siquiera sabía su nombre. Le había visto muchas veces cabalgando conmigo y mis compañeros, pero nunca había tenido la necesidad de intercambiar dos palabras con él. Quizás no tardaría mucho en llegar el momento de tener una charla... mañana. Seguí mirando el paisaje que envolvía la torre tratando de discernir alguna sombra o algún sonido, pero todo lo que podía percibir era el movimiento de los árboles zarandeados por el aire, el ulular del viento, y la charla del hobbit y el Rohirrim. Me resultaba difícil entender que un Rohirrim desvelase aspectos de su identidad con aquella facilidad. Era algo común en la Gente Pequeña el hablar más de la cuenta, pero alguien adiestrado en los ejércitos de Rohan debería saber que no hay que decir mucho de uno mismo pues podría dar armas más poderosas que las espadas a nuestros enemigos. En fin, pensándolo bien un hobbit no era mucha amenaza, pero ¿y los demás? Nada sabía de ellos y en realidad tampoco me interesaba especialmente. Aunque estaba impaciente por ver cómo se llevarían la elfa y el enano... Por todos es sabido que sus relaciones hacía mucho tiempo que se veían tremendamente deterioradas.

El tiempo pasaba y el sueño no acudía a mí. El frescor de la noche me había despejado la mente y me hallaba sumido en mis pensamientos dándole vueltas a todo loq ue habia acontecido. Temía la reacción de mi superior ante la noticia de mi fracaso, me sentía decepcionado conmigo mismo, y añoraba a mi hermana. Cuando la vida me golpeaba, solo sus palabras lograban traerme consuelo. Pero ahora ella no estaba aquí. Suspiré profundamente y cerré los ojos. Me volví hacia los demás presentes y me senté junto a ellos.

Ante las amables palabras del simpático mediano, Norwyn dio un respingo en su asiento.

"¡Piensa algo! ¡Aprisa!"

Tosí un par de veces. Intentando que mi voz sonase lo menos aguda posible, entoné unas pocas palabras en lo que parecía casi un susurro, en un intento de disimular mi femenina voz.

-No es necesario, gracias, muy amable, amigo Mediano. Pero sí aceptaré un plato de lo que has preparado. Cualquier cosa caliente me sentará bien, y una noche de reposo hará que me sienta como nuevo- le digo, tendiendo mi plato- Pero de nuevo gracias.

Sí, mi voz había sonado como la de un joven muchacho sin formar, que a fin de cuentas era lo que parecía. Daba por hecho de que, al igual que lo había logrado en innumerables ocasiones, esta vez también lograse hacer caer a todos en el engaño de mi identidad. Sólo había un obstáculo que quizás fuera insalvable en mi intento de caracterizar mi voz: Demian. Temía que él si me reconociese.

-Por supuesto, ambas podeis probar el guiso  dice Brogo sin mirar directamente a la elfa, que aun le impresionaba grandemente. Lamentablente no he podido encontrar orégano pero lo he sustituido por albahaca, espero que sea del agrado de todos.

Se dirige en concreto al joven soldado.

-Si os sentís peor esta noche, venid a despertarme, os prepararé una tisana que obra maravillas en las gargantas doloridas.

El hobbit va sirviendo los platos y de vez en cuando mira de reojo a Isilwen

Esa voz...

El Jinete enfermo parecía preferir mantenerse alejado del grupo a pesar del ofrecimiento del hobbit. ¿Por orgullo quizás, o porque había algo que quería ocultar? La voz del muchacho parecía la de un joven, sí, pero quizás "demasiado" joven.  A mi mente vino el sonido de la voz de otra persona muy querida para mí y por un momento dudé que pudiese ser, pero no, estaba desvariando, era imposible que se hallase entre nosotros. Miré de reojo al muchacho y volví mi mirada de nuevo al hobbit.

Por fin decidí abrirme un poco a los demás presentes y me dirigí a Borgo con cortesía. La gente nunca se me había dado bien salvo en el campo de batalla.

Disculpad, señor Brandigamo. ¿Puedo servirme un poco de ese guiso?

Sin que me diese cuenta mi mirada se desviaba de nuevo al joven enfermo. Aunque sabía que era imposible, no podía dejar de pensar que aquel soldado fuese ella. Sabía que era una locura y quizás fuese mi deseo de verla lo que provocase aquel pensamiento, pero no podía evitarlo. Mis ojos iban del hobbit al Jinete una y otra vez. Finalmente me dirigí al muchacho:

Disculpad, soldado. Habeis cabalgado conmigo en varias ocasiones, pero no conozco vuestro nombre. Soy Demian, hijo de Damrod. ¿Y vos, Jinete?

Varios truenos ensordecedores resuenan por doquier, y el ulular del viento se incrementa, batiendo furiosamente contra la torre. El repiqueteo de la lluvia suena con fuerza en el exterior.

Seguís hablando mientras Demian se acerca al jinete Rohirrim.

Ha pasado la medianoche.*

Poniéndose todo rojo, el hobbit contesta al gran guerrero de Gondor.

-Por supuesto, Demian. ¡Comed todos, por favor! No sea que andemos cortos de fuerzas de necesitarlas.

Me encantan los linajes, como el de Demian. su padre tenia un nombre poderoso. ¿Que podria decir yo? ¿Borgo, hijo de Toby? No queda muy regio, la verdad...

Mientras todo el mundo come, Borgo pregunta algo que lleva timepo pensando:

-¿Como hacemos las guardias? Lo justo sería ir turnandose...

Incliné levemente la cabeza a modo de agradecimiento, mientras tomo entre mis manos el plato que me tiende Borgo.

Hobbits... Curiosas criaturas a las que poco podía arrebatarles la sonrisa del rostro. Sin duda un gran apoyo, al menos emocionalmente, en duros momentos.

Cogí la cuchara entre mis dedos y tomé un trago de la sopa mientras miraba de reojo al joven que acababa de rechazar el ofrecimiento del pequeño Borgo.
¿Desconfianza, quizás? Aunque era difícil que un mediano te la inspirase. La palabra "traidor" no es algo que muchos hobbits lleven tatuado en la frente.

Volví a mirar a Borgo cuando mostró cierta preocupación sobre los turnos de guardia y tras echar un leve vistazo al exterior, le contesté:

- Por mi no debéis preocuparos, pues mi servicio comienza dentro de tres horas, tal y como Tarthalion Thârkali me ha encomendado. -Miré fijamente al hobbit, de vez en cuando desviando mi mirada al rizado cabello de este, el cual llamaba mi atención.- Y mientras dure mi turno, podéis estar tranquilos, ningún intruso pasará desapercibido ante mi vista.

-Aimariëh, Isilwen, faroth wen, nellas te nalafelhas -dijo borgo en sindarin.

Al percatarse de como lo miró todo el mundo, añadió:

-Gracias a Isilwen, la doncella cazadora, por honrarme al probar mi plato - tradujo para todos, poniéndose aún más rojo.

Cambiando de tema, pues la mirada de la elfa parecia turbarlo seriamente, se disculpó.

-Os pido perdón por volver a sacar el tema de las guardias, pero no me siento cómodo durmiendo toda la noche como un lirón mientras otros velan por mi seguridad.

El enano habia recibido la comida del hobbit con alegria y goce. Comia apresurado, tal vez sin demasiados modales para muchos, y manchandose la barba por doquier. Sin embargo, para quien lo conocia, trataba de hacerlo en silencio y educadamente. No queria que pensaban que los enanos eran unos brutos muertos de hambres, al menos en honor a su madre. Aunque cada vez que pensaba en ello, no podia evitar sonreir. Su padre y toda su familia paterna, eran un desastre para ese tipo de rituales sofisticados. El hecho de usar una cuchara para tomar una sopa ya era toda una proeza.

Tras terminarse su primer plato, al cabo de unos rapidos minutos, instintivamente el enano tendio el plato vacio hacia el cocinero. Al ver que aun no se habia terminado la primera ronda, bajo el brazo lentamente y tomo una servilleta para limpiarse la barba mientras ocultaba su acalorado rostro. "Hmmmm lo siento. Estaba muy bueno. Si aun queda, gustaria de repetir una vez mas" -dijo con cierta sorna pero no con verguenza, tal vez con honor Ozbeorn.

 A pesar del tronar de la tormenta, del recio viento que choca contra la torre y que la hace crujir te parece escuchar unos alaridos que vienen del adarve, en el piso superior donde los soldados hacen guardia. El resto de tus compañeros siguen hablando de sus cosas y nadie parece haberse percatado del grito.