A Kormack se le iluminaron los ojos. El osgo estaba en el suelo tirado ante sus pies - Chucho bueno! - Dijo el enano. Al que la baba se le caía. No iba a desperdiciar esa ocasión y con su hacha fue directo a cortar algún hueso de aquel monstruito.

Zanc no apartaba la vista de la brillante daga que pendía del cinto de aquel engendro, al ver caer a su oponente gracias al lobito de Traishor, el Gnomo aprovechó para atacar. Empuñó firmemente su daga y lanzó un tajo contra el derribado enemigo.

-Esa daga será mia!- 

A punto estuvo Ogna de dejar de tararear su melodía cuando vio como el lobo del druida lograba tirar al engendro al suelo, haciendo resonar su oxidada armadura contra el suelo. Preparó el arco y tensó una flecha en caso de que sus compañeros lo necesitaran.

El osgo zombie se revolvía en el suelo intentando desviar los ataques del gnomo y del enano sin éxito. La situación vista desde fuera era conjunto indescifrable de armas, dientes y luces que hacía difícil seguir la situación del combate. Lo único seguro es que los compañeros de Ogna y Traishor estaban bien ya que ninguno de ellos se quejaba y los únicos gruñidos que provenían de la melé eran los emitidos por el Caballero Oscuro.

Al ver el lobo que el no-muerto intenta atacarle pero no le da, se enfada y decide atacarle con todas sus fuerzas.

Al ver al no-muerto caído en el suelo no pudo reprimir acercarse lentamente, con el arco tenso, mientras tarareaba una melancólica melodía. Su dedos fueron soltando uno a uno la cuerda del arco. 

Este se fue a comprar, este se fue a jugar, este otro se fue a por agua, y el pequeño no pudo sostener el solo la cuerda y se soltó...- Era como el juego que jugaba cuando era pequeña con sus hermanos y trepaban un muro. Ella siempre se quedaba colgando de una de las manos y su malvados hermanos le iban soltando el agarre, dedo a dedo, hasta que caía a un vacío insondable.

Kormack alzó de nuevo su hacha. En su rostro estaba el semblante de su antepasado el auténtico quebrantahuesos... Quien sabe si aquel desgraciado habría caído bajo el poder de sus manos. Pero ahora la leyenda hablaría de él!

Con un grito de furia el enano dejo caer su hacha sobre la cabeza del osgo con tal fuerza que la hoja prácticamente desapareció en el interior del cráneo. Después de eso el cuerpo del caballero oscuro dejó de moverse.

La flecha de Ogna golpeó contra el duro suelo de piedra haciendo saltar chispas antes de que el proyectil se partiese en pedazos. El sonido de las astillas y de la punta de la flecha rebotando en el suelo junto con las aceleradas aceleradas respiraciones de los compañeros que rodeaban el cuerpo del zombie era lo único que rompía el silencio del estrecho pasillo.

El cuerpo del Osgo se descomponía rápidamente y lo que antes eran músculos ahora era ceniza que caía poco a poco sobre las losas. Pronto sólo quedó de él la osamenta, las raídas vestiduras y sus armas, una maza de armas totalmente oxidada y una daga que a todas luces parecía mágica.

Más al fondo, en la habitación en la que había reposado el cuerpo hasta hace pocos segundos, podía distinguirse en el suelo el brillo inconfundible de las monedas desparramadas por el suelo alrededor de una especie de camastro de piedra.

El enano esparció las cenizas del zombie con una patada. Ya te dije, bicho! No ioses metertrrrte con el iúltimo de los quiebrrrantahuesos. - Decía refunfuñando, recogió la daga del suelo y se la dio al gnomo. Esperrrro le des mejor uso que el feo ieste  - luego volvió a por el cinturón y lo examinó de nuevo. Dejó tiempo para que el mediano pudiese investigar por si había trampas...

-Eso te mereces por asustarnos así!- Exclamó el pequeño gnomo a la vez que le propinaba un puntapié a las costillas del zombie, grande fue su sorpresa cuando vio como la carne y los huesos se secaban con una rapidez sobrenatural y no dejaba mas que polvo negruzco... Con algo de asco limpió su bota mientras se acercaba a la brillante daga que quedaba expuesta en los restos de aquel engendro.

-Dije que serías mía!- Gritaba emocionado cuando levantó aquella daga, era algo grande para su tamaño, pero aún así era hermosa, entonces salió de su ensimismamiento con su nuevo tesoro cuando observó las caras sorprendidas de sus compañeros... -Ehmmm, no hay ningún problema en que me la quede, ¿verdad?- Dijo Zanc mientras se guardaba la daga en el cinto sin esperar respuesta de nadie y sólo acompañando la frase con una cálida sonrisa de oreja a oreja.

Era momento de revisar el salón contiguo al pasillo, a medida que se acercaba, pudo contemplar en el suelo el inconfundible brillo de monedas...-Mira Kormack... Todos!.... el tesoro de Huesitos!- Entonces entró a la habitación recordando que debía ser precavido, nunca se sabe que contengan estas salas fúnebres, cuidadosamente revisó la habitación por completo, hasta cerciorarse de que el lugar era completamente seguro.

Zanc exploraba cuidadosamente la sala mientras con el pie iba arrastrando las monedas que salían a su paso y las apilaba en pequeño montones de color plateado y dorado. La sala estaba construida con la misma piedra que el resto del túmulo a excepción de la especie de mesa central, que había sido tallada en piedra maciza con todo el cuidado que las manos de un goblinoide podían aportar. Sobre ella yacía el cuerpo de un desdichado esclavo trasgo al que habían cortado el cuello para verter su sangre sobre el no-muerto que acababan  de despachar.

Por las huellas dejadas en el polvo acumulado en suelo, el gnomo podía darse cuenta que la estancia había sido visitada muchas veces por otros hobgoblins en días anteriores a éste. Sin embargo, una duda pendía en el aire. Si cada vez que estos goblins venían aquí a ofrecer un sacrificio a este zombie mataban a un prisionero trasgo, ¿dónde estaban los cuerpos o al menos los huesos de las víctimas? La respuesta parecía estar no muy lejos de allí, en el pasillo estrecho que descendía hacia las profundidades. Los ojos de Kormack y Zanc alcanzaban a ver formas que recordaban a cuerpos envueltos, en sacos de seda y colgados a lo largo del techo del pasillo.

Kormack se puso a meter todo en aquel feo animal que tenía Ogna, dientes... Puso todas las armaduras y dinero que veía. Todo para la saca de aquella burra, ya harían las reparticiones adecuadas. Y por supuesto venderían todo aquello. El enano se frotaba las manos y luego continuó su camino por el último pasillo- Bien! Si hay alguien más que salga o juro por Murrrradín que de un hachazo lo convierrrrrrto en dos! - El enano soltó algún escupitajo en su emocionado discurso y cerraba un ojo, gesto que hacía siempre que algo no le gustaba. Normalmente a causa de una mentira o un engaño.

Ogna cerró la boca en cuanto vio como el engendro se hacía polvo. Con ese gesto tan insignificante la melodía que inspiraba valor a sus compañeros se cortó de inmediato. Aún así sus efectos duraron un ratito más. Guardó con calma el arco y dio la flecha rota por perdida. La muchacha entrecerró los ojos, lo que le dio un aspecto sombrío, cuando vio como el enano y el gnomo arramplaban con los objetos más característicos. Levantó en el aire la mano derecha, con el dedo índice estirado, pero ahí se quedo todo. Incluso había abierto su boca para decir algo pero se interrumpió y, resignada, caminó cabizbaja hacia donde había dejado la lámpara. Por el camino murmuraba palabras ininteligibles.

- Mfmfmfmf...ratas...mamfmfmfmf...dos...mfmfmfmf.- Sólo era una porta-antorchas sin derecho a pedir más que salir de allí con vida y, para ello, necesitaba al gnomo y al enano. Contemplar el oro le cambió ligeramente el humor y ayudó a Kormack a cargar el equipo y monedas en la mula.

Los fuegos fatuos habían iluminado el pasillo donde había podido percibir capullos de seda. Tiró de la mula y se acercó al druida.

- ¡Arañas druida, qué hacemos!

Tras vencer al caballero, Traishor dio un suspiro ya que ya se habían deshecho de aquella gran amenaza que le había infundido terror y problemas desde que lo vio asomarse por el pasillo. Parecía que el pasillo estaba sucio y con arañas que habían enredado algunos cuerpos. Había un cinturón y parece que todo el mundo lo quería pero ese objeto para el druida no era de mucho valor ya que llevaba una mochila para transportar lo poco que llevaba encima.

Ogna ten cuidado, no avances mucho ya que no podremos contra una araña cuerpo a cuerpo.

Finalmente Traishor pegó un silbido para que su fiel acompañante se acercara a él.

Rato le llevo a Kormack recordar que era ese cinturón - Ooooh... Es máaaagico. - Se maravillaba. - Lo usaba padrrre, uno igual. Si! Hmpf... Cuando querrrrría iempujarr el carrrrrro... Decía que las mulas ierran muy perrrrezosas y que el tenía más  velocidad! Ja! - Confesaba el enano y prestó intentó ponerse el cinturón. No se sabe que sería aquello o que pasaría, pero el enano juró hasta tres veces que lo recordaba más grande y que a "padre" le quedaba incluso holgado. Lo curioso es que a Kormack no le llegaba el cinto al primer agujero.- Y mierrrda de cinturrrones... Los ihacen parraaa esmirriados! Bah!- Decía tras un último esfuerzo que le valió unos buenos coloretes. Finalmente desistió, miró a Ogna de arriba a abajo rió y le dio el cinturón. Algo divertido debió de ver aquel enano, que volvió al pasillo a por aquellas arañas.

Ia sabía. Ia... Iuno no puede descansarrre agusto, rrratas, medianos*, sus muerrrtos y ahorra arrañas! PUES BIEN OS ADVIERRRRTO QUE NO IESTOY DE MUY BUEN HIUMORRR! Ja!- Y  allí fue el enano en busca de aquellas arañas...

El corredor que tenían ante ellos era demasiado estrecho como para que dos personas avanzasen una junto a la otra a su través. Lo poco que se conseguía divisar desde allí eran los restos de una puerta destartalada que hacía muchos años que se había desprendido del marco. Un manto blanco cubría tanto paredes como techos y al fondo, lo poco que se distinguía de la habitación también parecía cubierto por la seda. En su interior eran visibles varios bultos semejantes a capullos que con total seguridad contenían los restos de decenas de desgraciados que habían sido arrojados allí dentro como despojos.

Ogna recibió con falso desinterés el cinturón de mano del enano. 

- ¿ Y qué hago con él? Lo colgaré aquí mismo, alrededor de mi cintura. - Grácilmente dio una vuelta, haciendo que el vuelo de sus ropas se elevase en el aire. Se sentía más poderosa que nuca así que sacó el estoque y fue tras el enano por el pasillo, alumbrado con su linterna. Miraba con suspicacia al gnomo que no parecía captar sus indirectas.

¿Es que no me va a dar la daga? Maldito codicioso.

Zanc ignoró las miradas de Ogna, sabía que ella también quería la daga, pero eso no importaba, simplemente lo dejó así y no dijo palabra alguna. Con cautela comenzó a avanzar por el angosto pasillo, iba detrás de Kormack, con los ojos bien abiertos para no recibir sorpresas desagradables.

El grupo avanzó en fila midiendo cada paso que daban a fin de no quedar pegados en algunas de las hebras de araña que pendían del techo. Ciertamente algunas de ellas eran gruesas como sogas y estaban dispuestas como si fuesen flecos colgantes de una chaqueta o cortina.

Con cada pisada cientos o incuso miles de pequeños arácnidos corrían despavoridos buscando el refugio que proporcionaban las grietas de paredes y suelo. Ninguna de esas arañas tenían la suficiente fuerza ni habilidad para envolver de semejante forma a los pobres infelices que pendían sobre sus cabezas. ¿Cuántos años llevarían ahí? Nadie podía decirlo pero lo que estaba claro es que el proceso de invocación y reconstrucción del Caballero Oscuro no había sido cosa de un par de días o semanas. Muchos de los capullos se encontraban al alcance de la mano e incluso algunos de ellos tenían que ser movidos para que el grupo pudiese pasar a su través.

El estrecho corredor llegaba a una habitación donde el olor a polvo superaba con creces la pestilencia de los cadáveres que se escondían de la vista en el interior de los capullos de seda. Una puerta de madera estaba caída en el suelo y prácticamente de ella sólo quedaban los refuerzos metálicos que en su día tuvo. La madera había sido prácticamente carcomida y se hallaba totalmente astillada.

Cuando Kormack llegó hasta el quicio de la puerta se detuvo de pronto como si hubiese sido paralizado. No podía creer que lo hubiese percibido pero allí estaba, una fina película de casi invisible seda que abarcaba toda la extensión de lo que había sido la puerta. Sólo el reflejo de la luz de la antorcha en uno de los filamentos hizo que la trampa fuese descubierta. De la araña no había rastro pero era de suponer que no estaría lejos esperando a sus futuras presas.