Partida Rol por web

El largo y penoso viaje, aunque sin sobresaltos, pesaba en los músculos del semielfo que sentía el mordisco del cansancio y del esfuerzo en los mismos. Con el flequillo sudoroso pegado a la frente, su mirada verde recorrió el paisaje en derredor cuando finalmente se detuvieron. Una mirada que no mostraba asombro ni admiración, sino la sombra de la evaluación. Para Haizti la belleza del lugar era accesoria, una mera ilusión que podía despistarlo de lo auténticamente necesario. Dar con una vía que permitiera alcanzar sin riesgos su meta.

La voz de Berhanu los conminó a mirar en un determinado punto, marcado por su brazo. Haizti gruñó levemente y por lo bajo ante aquel gesto tan vago, como si el árbol que deseaba escrutaran fuera un simple matorral en lugar del coloso de madera y hojas que realmente era. No obstante, centró su mirada en aquel punto, aguzando la vista como solo él podía hacerlo, a la caza de aquello que Berhanu solo había alcanzado a intuir. Y a un tiempo, en su recorrido, trató de recordar cuanto podía saber acerca de aquel pequeño prodigio de la naturaleza.

-No veo mucho más que tú, solo esas cosas brillantes que no se bien que son -dijo el druida mientras entrecerraba los ojos ligeramente, intentando enforcarlos mejor en esas cosas desconocidas.

Tras un rato así, paseó la mirada por la zona mientras pensaba- ahí hay una senda por la que podemos continuar hacia el árbol -dijo señalando el camino que había conseguido discernir- no obstante, el mejor "musgo" crece en las copas altas, donde le da el sol, algo muy curioso para el musgo, pero este es así. Lo malo es que no puedo decir mucho sobre este árbol, en mi clan se hablaba de un árbol gigante que crecía al sur, pero en realidad no estoy seguro al cien por cien de que sea éste.

La visión del árbol sirvió para distraer a Asha de su lucha interna para imponerse a Baelnarth como señora suprema de ese cuerpo.

-¿Hm?- dirigió la mirada hacia donde Berhanu señalaba aunque no hizo ningún esfuerzo por intentar distinguir lo que estaba indicando puesto que para ella todo el ramaje era exactamente igual que el resto del árbol.

- Entonces... hay que subir- no era una pregunta sino una extraña y pesimista certeza formulada en voz baja. No le gustaba enfrentarse a Baelnarth, que a veces se comportaba como un niño pequeño y caprichoso que pretendía imponer su voluntad y desde luego no le gustaba pensar lo bien que le vendría poder alzar el vuelo para recoger lo que fuera que había que recoger.

Pero para eso tendría que unirse más con el dragón y necesitaba tiempo. Más tiempo del que disponían en ese momento.

¡Que te pesa el culo! me gritaba papá, tan encantador como era habitual, sentado en una rama que yo no tenía la posibilidad de alcanzar. Había practicado mucho desde entonces, aunque todavía no lo hacía no tan bien como el viejo mono, y había ganado músculo, aunque papá todavía me ganaba los pulsos sin problemas, pero todavía me sentía insegura cuando veía un árbol, o una pared rocosa que no podía sortear sin un rodeo monumental.

Creo que me las puedo arreglar para llegar hasta arriba, dije. No parecía que mis amigos tuvieran mucha idea de escalar, a menos que contáramos la espalda de Haizti, a la que Asha se le daba estupendamente bien encaramarse. Y quizás Haizti pudiera flotar, o algo así, teniendo en cuenta que sabía hacer magia con aire, pero no le había visto hacerlo hasta ahora.

La procedencia del brillo metálico de las ramas seguía siendo desconocida, así que más nos valía andarnos con cuidado. Por si acaso.

Vamos entonces. ¿Alguien tiene ilusión por ir en cabeza?

Había mirado pero no había llegado a distinguir la naturaleza de aquel objeto de brillo metálico que refulgía al sol.

-Sí que lo es -apostilló ante las dudas de Quarion, al tiempo que enarcaba una ceja por sus comentarios al musgo-. La naturaleza está llena de excepciones a la generalidad lo cual precisamente les proporciona su singularidad. Porque dudo que todos los días se vea a un lobo acompañando a un elfo. ¿Y lo dices en serio? ¿Te ves capaz de trepar hasta ahí arriba? -una mirada especulativa hacia el árbol reflejaba un análisis de sus propias capacidades-. Dudo que yo pudiera hacerlo sin la ayuda de una cuerda. Es cierto que la caída no me preocuparía excesivamente en caso de intentarlo pero subir... Si necesitas que alguien te preceda no seré yo quien lo haga. No te sería de utilidad. De todos modos lo mejor que podemos hacer es acercarnos al árbol lo máximo posible siguiendo la senda que Quarion nos señala. Una vez cerca del tronco, tal vez seamos capaces de tomar decisiones con más fundamento.

No soy una experta, respondí, sinceramente. Lancé una mirada fugaz a las ramas altas del coloso, donde Quarion habñia señalado que crecía el musgo que buscábamos. Difuminado el asombro de los primeros instantes, empezaba a ser consciente de lo que podía suponer una caída desde esa altura. Pero me he pasado la vida subiéndome a los árboles, aunque ninguno como este, y he trepado a paredes bien empinadas. Es una jodienda; ya llevaba bastante peso encima cuando me fui, así que dejé los útiles de escalada en casa.

No tenía claro si los aparejos, diseñados para la tierra y la roca, me hubieran servido de mucho en esta situación, de todos modos.

Observó de nuevo la altura que alcanzaba el árbol reclinando la cabeza hacia atrás y entornando los ojos para usar las densas pestañas para proteger los delicados iris grisáceos de la incidencia directa de cualquier rayo de sol despistado.

Es una buena caída.

Al final entre pitos, flautas, preguntas y anécdotas al final ninguno había tomado la iniciativa en el ascenso pese a que dudaba que fuera necesario que subieran todos... para empezar porque el lobo no podría trepar. Quiso acercarse y terminar con la tarea lo antes posible pese a las trabas que el cuero le ponía limitando los movimientos y añadiendo peso no deseado a sostener.

-Skoll, quédate aquí -dijo el elfo mientras veía a Ashara que comenzaba a trepar. Dejó la mochila en el suelo y sacó los 50 pies de cuerda- Berhanu, toma esto y si puedes atarlo a algún sitio u os sirve de ayuda, subir hasta arriba -miró a Haizti- nosotros intentaremos subir luego u os esperaremos aquí, ¿vale?

Pese al esfuerzo de Asha, sus intentos son inútiles y por cada vez que consigue subir un poco, cae con facilidad. El tamaño del árbol facilita las cosas, pero no hasta el punto de que sea tan sencillo treparlo. Tras varias ocasiones en las que el trasero de Asha golpea el suelo, mira al resto y se encoge de hombros. Tendrá que esforzarse más o quedarse abajo.

Vio el esfuerzo de Asha por trepar, aunque con nulos resultados. Parecía que la realidad se imponía y deberían confiar en las habilidades de Berhanu, aunque tambien era bien cierto que una caída desde cierta altura podía resultar fatal para la joven humana. Calibró con la mirada la cuerda de Quarion y frunció levemente el ceño.

-Esa cuerda, ¿es muy pesada? Porque de no serlo, quizá se podría atar un extremo a una flecha e intentar clavarla a cierta altura. Tras eso, trepar podría ser más sencillo. Tanto para ella como para cualquier otro. 

-Es de seda, pesa unas cinco libras, pero tenéis que tener cuidado, pues no creo que sea bueno que disparen esa flecha muy alto y que luego la cuerda no llegue al suelo -comentó- pero si el que dispare tiene cuidado, que lo intente.

Me mordí el labio inferior para no soltar una carcajada cuando Asha resbaló por el tronco, dando con sus posaderas en el suelo. No es bonito reírse de tus amigas, y sobre todo, no es recomendable reírse cuando te puede pasar lo mismo un momento después.

Haizti sugirió atar la cuerda de Quarion a una flecha, que sería lanzada varios metros más arriba, y utilizada para ayudarse en el ascenso. No creo que una flecha aguante el peso de una persona, comenté, mientras me imaginaba ascendiendo por la cuerda, y cayendo al suelo en la misma postura que Asha un instante después. Pero puede servir como ayuda, si no hay lugares en los que agarrarse bien. Vamos a probar.

Hice un buen nudo con la cuerda de Quarion alrededor de una de mi flechas. El resultado fue que probablemente tendría menos equilibrio que un virote torcido y sin plumas, y fabricado de plomo, además. Apunté hacia arriba, cerca de la rama más baja, y solté la flecha, rezando porque no se fuera por el barranco.

Fue testigo mudo de cómo la humana tomaba la cuerda de seda e intentaba proceder por su cuenta. Suspiró quedamente y en el último instante, antes de que la flecha saliera despedida, tomó el extremo de la cuerda. Sin duda, ejercitar el cerebro era algo que no formaba parte de su día a día. Preferían abrazar árboles, gruñir como si tuvieran garrapatas como puños en los genitales o directamente, rascarse granos como sí fueran un enemigo a vencer. 

Sujetó firmemente el extremo de la cuerda, mientras veía volar la flecha, nada dispuesto a perder aquel elemento que les proporcionaba una pequeña ventaja sobre la gravedad. 

-Existe una segunda posibilidad o forma de proceder. Buscar una rama a buena altura, a menos de 25 pies, y hacer que la cuerda pase sobre ella, mediante flecha o cualquier otro método apto para ello. Por ejemplo, una piedra atada a su extremo -la mirada de Haizti reflejaba cierta sorna, ante ciertas imágenes que se sucedían en su mente y que eran imposibles de traslucir-. Si se procede de forma adecuada y sin precipitarnos, estaremos arriba antes de lo pensado. Además, quiero acompañarte. Si ocurriera cualquier cosa, si hubiera algún problema, y hubiera que descender con rapidez pero sin riesgo, soy a quien necesitas. 

La flecha se clava sin problemas en una de las ramas bajas del árbol, a unos 5 metros desde el suelo, llevando la cuerda hasta dicho punto.

No obstante, pese a todo, no parece que la flecha pueda aguantar clavada mientras sostiene el peso de alguien.

El tiro no fue muy bueno, pero la flecha se clavó más o menos donde esperaba. No es que acertar a un objetivo inmóvil, a unos pocos metros, fuera complicado. Pero papá me enseñó una vez lo que podía pasar cuando una flecha no estaba correctamente equilibrada y emplumada...

Haizti agarró el otro extremo de la cuerda, para evitar perderla si se perdía. Es triste que no te fíes de mí ni para acertarle a un arbolito, dije haciendo un mohín, gesticulando con los brazos abiertos, como si pretendiera abarcar el gigantesco tronco. Claro que ni yo misma me fiaba, pero no iba a decírselo a Haizti, no señor.

Era el momento de comprobar el invento. Agarré la cuerda con ambas manos, di un tirón, y cinco metros de cabo cayeron sobre mi cabeza. No creo que nadie se sorprendiera de ello.

La segunda sugerencia de Haizti parecía más razonable. No sería una subida rápida, pero era mejor que no llegar nunca, o conseguirlo y matarse. Las ramas del árbol no eran precisamente delgadas, al fin y al cabo.

Sí, eso parece mejor. Recogí la cuerda, y busqué una roca que atar en la punta. Al ser dos trepando, podrían subir de rama en rama sin problemas, primero uno sujetando desde abajo, haciendo contrapeso, y después el otro amarrando la cuerda a la rama para que el compañero pudiera trepar por ella.

El segundo intento del grupo por ideas un método para, valiéndose de la cuerda, escalar había sido todo un éxito. Tenían suficiente cuerda para trepar sin problemas y a la vez agarrarse bien a la cuerda. Ahora sólo quedaba lo más complicado: trepar.
 

Tras ver el éxito de Berhanu con el nuevo método, Haizti trató de subir por la cuerda, confiando en que sus fuerzas bastarían para tal empresa. Sin embargo, pese a ascender un tanto en la cuerda, esta resbaló de entre sus manos cuando ya fue incapaz de trepar más.

-Me temo que no voy a serte de mucha ayuda. Al menos de momento, aunque volveré a intentarlo -dijo con tranquilidad mirando sus manos enrojecidas. Pero pese a que nada en su voz ni gestos revelaba una especial emoción, una indetectable frustración y rabia emanaba de él.

La mochila era un incordio para trepar. No, era un incordio en general. Con un el arco, las flechas, la espada y el estuche de herramientas debería bastar para moverse en cualquier parte. Al menos hasta que pudiera permitirme comprar una de esas bolsas que eran más grandes por dentro que por fuera, y no pesaban casi nada. Y no podría permitirme una próximamente, así que hasta entonces, necesitábamos comprar un carro, o al menos un par de mulas.

Mientras Haizti hacía una demostración de poderío físico —estoy siendo sarcástica, por si no se ha notado—, dejé la mochilla apoyada contra unas piedras, me remangué hasta encima del codo y me escupí en las palmas de las manos, antes de agarrar ambos cabos de la cuerda y trepar hasta la primera rama.

Echo una mano desde aquí a quien quiera subir, dije para darles ánimos, aunque en realidad no tenía bastante fuerza como para auparles.