Partida Rol por web

Quarion observaba como trabajaba Berhanu y la idea de Haizti, la verdad es que eran un buen equipo y ninguno intentaba hacer algo de lo que no era capaz, simplemente se lo dejaba a otro que se le diera mejor. Con el segundo procedimiento, Berhanu consiguió subir sin muchos problemas, pero Haizti parecía tenerlos- Yo te ayudo -dijo entrelazando las manos para que pusiera un pie- con suerte, Berhanu te puede ayudar una vez estés arriba, ¿de acuerdo?

Haizti asintió ante las palabras de Quarion. Ignoraba si con su ayuda lo conseguiría, pero desde luego no iba a dejar de intentarlo las veces que fuera necesario. Apoyó el pie en el escalón de manos proporcionado por el elfo y sujetándose a la cuerda, se dio impulso para trepar y llegar a la posición que ya ocupaba la humana.

Con la ayuda del elfo, el semielfo consigue llegar a la gran rama en la que le espera la pequeña humana con su eterna sonrisa de bribona en la cara. La rama es lo suficientemente grande como para que ambos puedan mantenerse sin problemas.

Desde ésta, ambas figuras miran hacia abajo y ven a Asha y a Quarion que se van quedando pequeños bajo sus pies. Por contra, cuando miran hacia arriba, un súbito mareo les nubla la mente. Cuanto más subían, más parecía que el árbol se hiciese más y más grande.

A partir de esta primera rama, un fallo significaría dolor en el mejor de los casos y quizás, los dioses no lo quisiesen, la muerte. Estaban sólos y trepar se iba a mostrar todo un desafío, cuando aún les quedaban varios metros hasta llegar a la rama deseada.

Subirse a sitios es divertido hasta que miras abajo. Porque cuando miras hacia arriba solo tienes ganas de seguir, superarte y llegar más y más alto. Cuando miras hacia abajo, te imaginas agonizando en el suelo, con los huesos hechos astillas y las tripas aplastadas.

Por suerte, todavía no habíamos llegado a esa altura. Desde esa rama me bastaría con caer con las piernas por delante para no matarme. Pero quedaba mucha altura aún, para lo bueno y para lo malo.

Recogí la cuerda y repetí el proceso hasta la siguiente rama.

Sé que estás preocupado, dije a mi compañero, pero si no tienes experiencia, es mejor que esperes aquí. En cualquier caso, fíjate en cómo lo hago yo.

Agarré ambos cabos de la cuerda y subí rápidamente, espoleada probablemente por el miedo a dar con mis huesos en el suelo.

Escuchó a Berhanu pero, ¿qué sentido tenía quedarse en aquella rama a la espera de la humana pudiendo haberse quedado en el suelo? Ninguno, pero tampoco tenía sentido aclarar al básico proceso mental de la muchacha lo ilógico de su propuesta.

-No estoy preocupado, Berhanu. De igual modo que no tengo experiencia, pero no por ello dejaré de intentarlo. Con mayor o menor éxito -aclaró mientras la veía subir ágil como una ardilla y se aprestaba a intentar emularla.

Las manos de Haizti resbalan en la cuerda y su cuerpo se precipita desde las alturas. El golpe hubiese sido duro contra el suelo, sin embargo, la buena capacidad acrobática del semielfo hace que su caída sea menos dura. Cae al suelo y queda tumbado, con algunos arañazos, pero vivo y sin apenas daño. Excepto algunas magulladuras.

PAF, sonó el pobre Haizti al dar con sus huesos en el suelo. Menos mal que solo eran unos metros, y debajo la tierra era blanda. Aunque él decía que tenía una forma de evitar el daño, y que por eso subía conmigo. Supongo que un conjuro de los suyos, y si se hubiera caído desde más altura, lo hubiera usado para librarse de convertirse en puré de semielfo.

¿Te encuentras bien? grité desde mi rama, mientras recogía la cuerda. Voy a seguir subiendo. Por aquí ya va siendo bastante frondoso. Si me caigo, me agarraré a las ramas inferiores.

Me apoyé en el tronco y eché un buen vistazo a mis alrededores, y en especial a las ramas superiores. No quería que me sorprendiera algún animal o bestia que hubiera hecho del árbol su hogar. Además, seguía escamándome el enigma del brillo metálico que había visto cuando divisamos el árbol.

Mientras los de abajo se ocupaban de Haizti, recogí la cuerda, hice girar el extremo lastrado y lo lancé un par de veces antes de acertar en una rama adecuada. Equilibré los extremos de la cuerda, me descolgué y trepé por ella, sin mirar abajo, cada vez más alto.

Haizti perdió agarre y su cuerpo se deslizó al vacío. Vació de aire sus pulmones, previendo lo que estaba por ocurrir y se dispuso para el encuentro con el suelo. Sus piernas se flexionaron ene l último momento y giró sobre sí mismo hasta quedar tendido de espaldas, mirando hacia las alturas en las que Berhanu seguía desenvolviéndose con gracia. Sin heridas en el cuerpo y sin siquiera sentir su orgullo lastimado, se levantó del suelo y se sacudió las ropas tras hacer un gesto a la humana para que no se preocupara por su estado.

-¡Estoy bien! -dijo.

Sin embargo, necesitaba ser de ayuda. Desde su posición podía ver cosas que Berhanu quizás no viera. Su perspectiva era más amplia. Por un avez, el árbol ocultaba más que el bosque.

¡Veo la rama que os he señalado antes!, grité desde las alturas. Voy a echar un vistazo. El musgo crece un poco más arriba. ¡Dadme un grito si veis movimiento!

Volví a repetir el proceso de la cuerda. La rama a la que quería auparme esta vez no estaba tan a mano como las anteriores. Por mucho que me estirara desde mi asidero, no había forma de agarrar el cabo lastrado sin dar un buen brinco. Así que tomé aire profundamente, apreté los dientes, recé mentalmente a los dioses de estas tierras y los de las de mi padre, y salté.

La cuerda se resbaló entre mis dedos, pero por fortuna, tuve suficiente sentido común como para no soltar el cabo que tenía en la mano, y conseguí agarrar la piedra atada al extremo antes de caer. Pasado el momento de peligro, subir por la cuerda no fue difícil.

Me encaramé en la rama y me agazapé con cuidado, con el arco en la mano, buscando la procedencia del brillo metálico.

En la rama vez una especie de conjunto de ramitas unidas entre sí, entrelazadas. Cuando te vas acercando, observas que los brillos que veíais desde abajo parecen armaduras y armas metálicas que brillan con el resplandor del sol. No tardas en confirmar que alguna criatura vive ahí y que lo que ves en el nido son los restos de algunos incautos que se atrevieron a vagar por aquellas tierras.

Sin que te de tiempo a darte la vuelta, una criatura sale de entre la maleza y te lanza un mordisco. Su forma, reptiliana, es algo que nunca has visto, aunque tu cerebro trabaja con suma diligencia para intentar recordar qué es. La sangre comienza a manar de tu brazo, pero el agarre no ha sido tan bueno como para poder apresarte.

¡Ah! ¡Quita, bicho! No pude evitar chillarar cuando el bicharraco saltó sobre mí, mordiéndome el brazo. Y aún podía considerarme afortunada —todo lo afortunada que podía ser una niña acosada por una lagartija gigante en la rama de un árbol a bastantes metros de altura sobre el suelo—, porque sacudí el brazo justo a tiempo para que no me apresara entre sus mandíbulas, no te fijes en esos dientes, y trastabillear sin caerme de la rama.

¡Ayuda! llamé a gritos a mis compañeros de abajo. ¡Que se me comeeeee!

De entre las ramas, oís como Berhanu grita pidiendo ayuda. Al parecer, está siendo víctima de un ataque. Haizti, por estar justo al lado del tronco, es estorbado por la espesura del follaje y tiene dificultades para distinguir qué está pasando, pero tanto Asha como Quarion pueden distinguir lo que parece una criatura reptilesca que está atacando a Berhanu.

De los labios de Quarion salió una retahíla de palabras élficas que eran en realidad, una serie de maldiciones típicas de su clan. Se resignó y sabía que tenía que acercarse más para ser de ayuda, habían subido los dos que estaban armados con arcos, y él y Asha ahí eran inútiles- intentemos ayudarlos -dijo mientras intentaba trepar a pelo por el árbol, al menos hasta la primera rama.

Con unos rápidos movimientos, típicos de su raza, Quarion salta con suma presteza para asirse a las ramás más bajas del gigantesco árbol y, como si de una ardilla se tratase, sube por el coloso de madera como si no le costase lo más mínimo. No tarda mucho en alcanzar la primera gran rama.

No sabía si los de abajo me habían oído, o si iban a hacer algo, pero no podía quedarme sin hacer nada. Pensé en alejarme por la rama, pero tarde o temprano me quedaría sin ella, y acabaría entre los dientes del lagarto —de los que no podía apartar la mirada, a pesar de decirme una y otra vez que no lo hiciera— y el vacío, si es que no se me había comido antes.

Así que desenfundé la espada con la mano libre. Era tan pequeña, poco más que un puñal, contra ese montón de escamas y dientes y garras. Al menos sabía cómo usarla; un espadón como el de Asha hubiera parecido más adecuado para partir al lagartón en dos, pero no era el tipo de arma para la que había entrenado.

Le metí la punta de la espada entre dos escamas, pero no fui capaz de clavarlo en profundidad. Di un paso atrás, preparada para la siguiente acometida.

El animal es herido, pero parece decidido a acabar con la amenaza que representa Berhanu. El lagarto se acerca a ella y trata de apresarla y lo consigue, aunque muy justo, ya que el tamaño menudo de la muchacha casi le salva de ser atrapada.

Ahora, la cara del lagarto está junto a la suya, sintiendo el aliento pútrido de la criatura y el frío de su piel escamosa.

Ante el alboroto y la rápida reacción al grito de socorro de Berhanu, Haizti que nada podía ver desde donde se hallaba se retiró unos pasos del tronco, alejándose del tronco. Fue entonces cuando cobró consciencia de aquella extraña criatura que atacaba a la joven humana. No se lo pensó dos veces. Alzó el arco, tensó la cuerda, sintiendo las plumas del ástil de la flecha cosquillear en su nariz y tras fijar sus pupilas en el nuevo enemigo, soltó delicadamente la presa que mantenía la flecha en su lugar.

La vio partir, firme y delicada a un tiempo. Una promesa de muerte y una promesa de vida. Sus ojos verdes no se apartaron de la trayectoria, mientras a un tiempo observaba la cada vez más abiertas fauces cernirse sobre Berhanu.

La flecha de Haizti vuela entre las hojas de los árboles impactando de forma horrible en el lagarto de garras que huye despavorido ante el horrible dolor que el proyectil le acab de infligir. Todos podéis oir con claridad el grito de dolor del animal que por unos segundos os paraliza en vuestro sitio y congela vuestro sudor.

La presa, Berhanu, queda compuesta y sin novio, cuando el lagarto huye. No hay mucho que hacer, salvo agradecer a los dioses que el ataque haya terminado con apenas unos rasguños en la pequeña batidora.

Quarion vio salir la flecha del arma del mestizo y, por el sonido, pudo darse cuenta de que había hecho blanco. Una sonrisa apareció en su rostro, pues en parte el mestizo podría estar orgulloso de su sangre élfica, había sido un tiro certero. Pero el druida tenía que hacer otras cosas, tenía que seguir trepando y asegurarse de que fuera lo que fuera que había atacado a la chica, no fuera venenoso ni nada, y para eso debería de examinar la herida.

-¡Asha! -dijo desde arriba antes de iniciar la escalada de nuevo- si no subes, quédate con Skoll y vigila que no se acerque nada por abajo -tras eso, alzó la vista y observó bien donde pondría las manos y los pies para seguir trepando.