Partida Rol por web

Con un gesto de cabeza, asiento. Y con un pequeño trote sigo los grandes pasos de Mordred. Al llegar a la puerta, giro y apuro al joven bárbaro. - ¡¡Râgnar!! Vamos.- Y acercándome de nuevo hacia el grandote para que solo oiga el, susurro. - No te atrevas a dejarme sola con esos estirados. -

Râgnar colocó como pudo los pertrechos de su equipo. Estaba con resaca y le molestaba la luz y el ruido. La cabeza le dolía horrores y notaba la boca pastosa, pero aun así, asintió a la petición de la maga: -No tienes por qué preocuparte, chiquilla. Yo cuidaré de ti...- dijo alzando su robusto cuerpo. - Mientras estés a mi lado no tienes nada que temer...- finalizó antes de llegar junto a Camlann. 

Ya estaba preparado... O al menos, eso creía. 

Tras deliberar y asegurar por la integridad de cada uno entre si por si sucediera algo le asienten al representante de Sir Vubio para ser escoltados hacia sus oficinas. Estas se ubican contra la muralla exterior que dan una hermosa vista del río Tagur, el cual está a cientos de metros más abajo.

Bajan por una pasarela de bloques firmemente encastrados que hacen pensar sobre la extrema dureza de los muros que defienden la ciudad y eso que este lado da a un acantilado casi imposible de escalar y mucho menos practicable atacar con armas de asedio.

Llegando a una instancia un poco inferior entran en la muralla donde están unas oficinas del tesorero de la corona. Dos escoltas custodian la puerta, son sujetos de mirada seria y unas armaduras que denota que no son cualquier guardia, sus espadas son labradas. Dentro se ve una ostentosa oficina ricamente decorada con tapices y un mobiliario que rivaliza con la del rey incluso. Sentado detrás del escritorio un señor con tanta papada que no se le distingue el cuello por ningún lado que se lo mire. Su rostro denota una soberbia que sólo viene con la arrogancia desmedida. - Bienvenidos a todos por su victoria en los túneles. Señora Viskunnar veo que también fue de la partida. - Y acompaña sus palabras de gestos exagerados para su ánimo en la voz.

La voz de Sir Vubio le suena muy familiar, como si la hubiera escuchado antes.

Siguiendo a la procesión de escoltas, camino casi como una rémora pegada a un tiburón, pero en este caso al bárbaro.
Nos guían por la muralla, por la cual nunca camine, ni pensé que tendría la oportunidad hacerlo, sus bloques impasibles frente al acantilado era algo imponente, sumado la bella vista del rió Tagur desde estas alturas, era digno de ver.
Al llegar al destino, nos encontramos frente a una puerta con dos guardias apostados a sus lados, pero...no cualquier guardia, no no no, muy pocas veces vi esa exuberancia en armaduras y espadas. Lo que no me queda claro es, las caras de marranos agrios ¿vienen con la armadura?, se filtra una risita de mis labios ante tal pensamiento. Apretándome mas al bárbaro, entro en la estancia. Wooo cuanto lujo, ¿A quien vinimos a ver? El lugar era tan suntuoso que me dejo la boca abierta, lo único que desencajaba con el lugar, era aquella bola de cebo sentado detrás del lujoso mueble. -¡ Ahora entiendo el hambre que hay en las calles, si toda la comida viene a parar aquí!- Odio esa expresión de superioridad en el rostro de aquel cerdo, pero no tengo otra elección a estas alturas, mas que escuchar lo tenga que decir, luego...decidiré.
Asiento con la cabeza en gesto de saludo, y espero a que Sir Mordred rompa el hielo.

Râgnar siguió al paladín. Al parecer, se reunirían con una persona importante. Caminaron por los innumerables pasillos que se dibujaban en el interior de la muralla. Aquella estructura, además de ser enorme, daba cabida a multitud de personas y familias de la guardia. Desde el punto más alto, se podía contemplar el serpenteante recorrido del río.

A cada paso que daban, notaba como Tres Libros se acercaba más y más a él. Era normal. Él era un mozo alto, fuerte y robusto. Finalmente llegaron hasta el lugar en cuestión. Se trataba de una sala bastante opulenta. Un tipo redondo les dio las gracias por lo acontecido en los pasillos de los enanos. Râgnar encajó el halago sin prestarle demasiada atención, luego esperó a que fuera Camlann y la sacerdotisa enana los encargados de hablar.

Él estaba allí para hacer otras cosas que se le daban mejor...

El caballero siguió a sus escoltas por los pasillos del castillo hasta los aposentos de Sir Vubio. Por dentro le pareció divertido pues era la primera vez que lo escoltaban de todas las veces que había tenido que recorrer aquellos pasillos. Cuando llegaron ante la presencia de Sir Vubio la estancia y todo estaba igual que la última vez. La opulencia era una palabra que cobraba sentido en aquel lugar. - Os doy las gracias por recibirnos Sir Vubio vos sois un hombre ocupado. - dijo el caballero respondiendo al saludo que había hecho el noble antes de quedar de pie a la espera de que les dijese porqué les había hecho llamar.

Ningún detalle parece escapársele al tesorero real al ver que sólo el caballero habla, entrecierra los ojos levemente y sonríe a la vez que responde. - Nunca me falta tiempo para recibir a un hombre de la orden y más después de tan importante misión. - Con un leve gesto hacia su asistente lo despacha dejando la oficina escoltada sólo por los dos guardias que vieron en la entrada pero que parecen no reparar en ustedes.

- Noto que les falta alguien. - Dice con fingido pesar. - Se ve que la llamada Goldie se pudo escurrir nuevamente y seguir andando por ahí, pero ahora ya sabemos para que lado juega y en cuanto la podamos apresar será castigada como corresponde. - Ya su tono cambia en ésta última frase a un tono más rasposo y grave, como si tuviera una molestia en la garganta.

- Pero bueno, ahora los recompensaré... - Pero sus palabras fueron cortadas por un soldado que entra siendo mirado por los dos guardias, es un joven impulsivo y arrogante que entra sin importarle las miradas más no faltando el respeto a ninguno.

- Sepa disculpar Sir Vubio mi interrupción, le deseo unos más que buenos días a usted y a todos los presentes. Pero este mensaje viene directo del Rey que quiere interpelar al grupo que salió airoso de los túneles. - Mira a Tres Libros y le guiña fugazmente un ojo buscando complicidad. - Es de suma importancia que sean guiados a la sala del trono para una pronta reunión, nuevamente Sir Vubio sepa disculpar las molestias causadas. -

- Siendo así no tengo nada para objetar. - Responde con sequedad y una vos más bronca que antes pero buscando ocultarlo ante el mensajero de su Majestad. - Por favor, id con su Majestad que seguro es de muy alta importancia, luego habrá tiempo para volver a reunirnos. Sir Camlann hablaré muy bien nuevamente de usted a la orden por su logro en los túneles. - Se despide con un gesto corto y seco hacia el grupo terminando así la reunión.

Algo de suma importancia esperaba en la sala del trono. El caudillo de aquella tribu de hombres acostumbrados a vivir rodeados de un muro de piedra, requería la presencia de las personas que habían logrado salir del túnel y era mejor no hacerle esperar. El bárbaro esperó a que Camlann diera el primer paso para abandonar la sala de Sir Vubio. Al recio guerrero norteño le llamaba la atención que un ser tan orondo como aquél, no poseyera dones adivinativos, pues en su hogar, los hombres obesos eran los tocados por Gorkom El Tuerto, el dios de oráculos y videntes.

El Gran Alcázar, resultaba una construcción ciclopea a ojos de Râgnar. El paladín, le había explicado que era típico de los asentamientos humanos de aquellos páramos, construir grandes casas de piedra rodeadas de muros, pues era una forma muy fiable de defenderse ante posibles ataques. El mocetón contemplaba toda aquella edificación y sinceramente dudaba de que todo aquello hubiera sido creado y gestado por simples mortales.

Os lo agradezco Sir Vubio. - dijo el caballero al tiempo que hacía una ligera inclinación de cabeza demostrando su gratitud y despidiéndose de aquel tipo. 

Si bien el comportamiento casi ladino de Sir Vubio no había pillado por sorpresa al caballero si lo había hecho la interrupción que habían sufrido llamandoles a presencia del rey. Sir Mordred se cuadró al oír quien les hacía llamar y no pudo evitar que su pecho se hinchase un poco de orgullo al tiempo que llevaba su mano al pomo de la espada para apoyarla ahí y disimular su nerviosismo. Nunca antes había estado en la presencia del monarca. Cuando el joven que había entrado lo consideró oportuno, Sir Mordred comenzó a caminar tras él encabezando al marcha.

¿Que esconderán esas palabras...? - Medita la joven mendiga los gestos de Sir Vubio, cuando la pasional entrada de un soldado corta todo pensamiento, y causándole gran estupor el joven le guiña un ojo, buscando algo. - ¿Que...? ¿Quien...? ¿Le conozco?- piensa atropelladamente con gesto sorprendido, mientras retuerce las manos con nerviosismo y baja su rostro con disimulo para no llamar la atención.
Cuando fue el momento de retirarse mira fugazmente al soldado pero no olvidar ese rostro. Tanto quedo sorprendida Tres Libros, que casi se olvida a lo que vino este joven, -¡¿PRESENTARME ANTE EL REY?!- Y sintiendo las piernas como unas ramas secas a punto de quebrarse empezó a seguir a sus compañeros.

Cuando van saliendo de la habitación escuchan el sonido de las monedas al golpear entre sí, eso quiere decir que el tesorero volvió a sus tareas habituales que es velar por la economía del reino. Ustedes avanzan de nuevo por el muro y a la majestuosa vista que deja ver para internarse dentro de la fortaleza en un largo recorrido hacia el palacio del monarca León IV, hombre que supo forjar su nombre a base de sangre y muerte en cruentos combates que el mismo lideró.

Toda la construcción en si del castillo es sobria, no hay un atisbo de color o detalles llamativos, sólo paredes rectas y lisas con una perfección en la cual reside lo bello de la construcción. Una belleza fría e "inmóvil" que hace sentir pequeño a cualquiera que se adentre entre sus portales.

Un largo pasillo perfectamente iluminado no deja recoveco alguno a oscuras, algunos lienzos muestran la alianza entre enanos y humanos hace llenar el pecho de orgullo a la sacerdotiza Viskunnar cuando se queda un momento contemplándolos pero luego sigue su andar. Más adelante ven un sólo lienzo que muestra un combate donde la figura primera es el actual monarca ganándose el mote de "Sanguinario" el cual es uno llamativamente nuevo comparado con el resto.

Ingresan a una sala con un trono sobrio como el resto del lugar y sentado en él hay una figura de porte ancho con brazos fuertes que terminan en unas manos de dedos firmes que sujetan los apoya-brazos con tanta fuerza como si la estabilidad del lugar dependiera de ello. Una persona tensa al parecer, llena de preocupaciones y con unos ojos que estudian meticulosamente a cada uno de los integrantes del grupo a medida que se acercan. - Saludos. - Les dice en tono seco antes que puedan hacer una reverencia siquiera y cortando todo protocolo. - No pudieron matar a la rata traidora de la fugitiva. - Quizás haciendo referencia a la escurridiza Goldie. - Necesito gente valiente para una nueva misión pero ésta vez sin fallas. ¿Aceptan? -

¡¿Cuánto tiempo les habría llevado construir todo aquello?!

Esa era la cuestión que pasaba por la cabeza del norteño a medida que pasaba por los largos pasadizos de aquella edificación fría y y desprovista de luz. Râgnar no llegaba a comprender por qué perder tanto tiempo con castillos y templos. En su pueblo, no se estilaba la construcción de grandes edificaciones, a excepción del Hengerot, el salón en el cual se reunían para realizar las celebraciones. Todos vivían en casas. Incluso las familias más antiguas y de noble estirpe.

Finalmente llegaron ante el caudillo de esa ciudad. El Rey, como se hacía llamar, necesitaba a gente de valor para una serie de misiones. Había un aspecto que agradaba al mocetón de ese rey. Parecía un espíritu guerrero e intrépido. A pesar de contar con unos cuantos años, el aspecto de aquel hombre seguía siendo intimidador.

- Si hombres valientes necesitáis... ¡¡En esta sala no hallaréis de mejores!!- Dijo el bárbaro con cierto grado de vanidad y suficiencia. 

Siguiendo a sus compañeros a través del frío pero majestuoso lujo de la casa del rey, la joven mendiga, estaba a punto de quebrarse del miedo Presentarse ante tal autoridad era peor que el temor que sintió en aquellos túneles. Más aún, sabiendo los rumores sobre lo brutal y cruel que podía ser el rey, en la calle se podía llegar a oír una sarta de cosas...
Caminando, la mendiga piensa escapar de la situación. -¿Me duele la barriga? o ¿Tengo una urgencia que atender? ¡¡Oh que diablos!! - Y mientras mas pavadas surgían en su cabeza evadir ese encuentro, paso tras paso llegan a destino, luego de pasar por un pasillo con tapices, que retratan partes de la historia de la ciudad.
La sala no desentonaba con el resto de la edificación.- ¡¿Porque estoy aquí?! - se castiga en su mente la joven, al ver el severo rostro del monarca. Sin tener tiempo los guerreros de hacer algún ademan de saludo, el rey corta el aire con su tajante saludo, y con un nuevo trabajo. - Tan mal no lo habremos hecho. - Se felicita en su interior la joven maga, tratando de alimentar su confianza. - Sa-saludos señor, yo es-estoy dispu-puesta.- Con gran esfuerzo Tres Libros se sube a este trabajo, claro que las palabras del musculoso guerrero fueron el determinante para aceptar y...quizás esto también la saque de donde esta.

Sir Mordred caminó por los pasillos del castillo como si fuese la primera vez que lo hacía. Se fijaba en como la muchacha y el barbaron iban mirando aquella magnífica obra de arquitectura como si fuese algo maravilloso y recordó como lo veía él cuando era un joven que recorría aquellos pasillos durante sus primeros días allí. 

Cuando estuvieron en la sala del trono Sir Mordred se dio cuenta de que el monarca no parecía de muy buen humor, parecía más cansado y preocupado que de constumbre. Su orgullo se vio herido por las palabras del monarca sobre su fallo pero no se notó en su voz ni en su rostro. - Como Custodio juré serviros en aquello que vos pidáis majestad, contad conmigo. - dijo haciendo una leve inclinación de cabeza como señal de respeto y agradecimiento por darle la posibilidad de redimir su error.

Ni un ápice de sonrisa sale de la cara del monarca, incluso ningún sentimiento que leer en ese rostro impávido. Solo órdenes y nada más salen de su ser. - Irán al bosque, buscarán a quien esté atacando a las patrullas y si queda con vida lo traerán para sacarle información. Es todo. - Les hace un gesto para que se vayan de su presencia y con rapidez es tapado por un grupo de consejeros, nobles y demás que lo tapan con cartas y mapas.

El grupo se queda lleno de preguntas y más viendo que la sacerdotiza Viskunnar y Tharyn no asintieron al llamado de su majestad. Como también donde tienen que ir, por cuanto tiempo. Muchas preguntas y que parecen no tener respuesta, pero cuando se dan vuelta para salir del salón el joven guardia que los trajo hasta este lugar los está esperando con esa sonrisa que parece no poder irse de su rostro sin importar que suceda. - No se preocupen que todo será recompensado y las preguntas, en lo posible, contestadas. Pero salgamos de aquí que parece que sobramos. -

El caudillo de aquellos sureños era parco en palabras. Eso era de agradecer. Râgnar era un guerrero de acción y no se sentía cómodo en tales recepciones palaciegas. Había que machacar a unos bandidos ¡¡Estupendo!! Para el bárbaro aquello era suficiente. No necesitaba muchas más explicaciones. 

Luego salieron junto al guardia que los condujo a la vista real, y éste parecía aportar más detalles que el mismísimo monarca. El bárbaro sonrió, pero seguía sin fiarse demasiado en aquellos sureños.

-¡¡Para empezar podrías decirnos a qué bosque debemos ir!!

Con el rostro como la piedra, el monarca solo ordenes da, un alivio para la joven maga, que no le gustaban nada estas presiones. Pero...tonta no era la muchacha, y no dejo de darse cuenta que el rey no dio ningún dato de la misión.- ¿Como pretende que sepamos....? Pero sin mas vacilaciones, con un gesto claro de "márchense", el regente continua con sus tareas de gobernante.
Ninguno de los tres presentes en la reunión, dio a tiempo de preguntar nada.
-Mmmm solo nosotros, ¡¿podremos?!-

Con gran sonrisa en su rostro, aparece el joven atrevido de la sala del tesorero, al parecer es el encargado de darle los detalles a los aventureros. Ragnar contundente al hablar, hizo la primera pregunta.
Y apoyando a su compañero - ¡Siii! Dinos todo lo que sepas, nuestra vida va a estar en riesgo.- suelta la maga. Sorprendida por su repentino valor, se refugia tras la mole de músculos, y desde ahí espera la marcha.