Partida Rol por web

Turno de Joao

El médico vió como el espanto se lanzaba encima del joven Rui que a duras penas conseguía zafarse de él. Joao no estaba habituado a este tipo de situaciones pero no sería la primera vez que desenfundaba su espada y no le iba a temblar la mano.

Turno de Orazio.

A una velocidad sorpendénte e inhumana la criatura se abalanzó sobre el joven y desvalido Rui, mientras le intentaba desgajar con sus garras, como si fuese un vulgar trozo de carne. Por el momento el chico hacía gala de una notable agilidad a la hora de esquivar los golpes, pero era evidente que no podría sobrevivir mucho tiempo si nadie intervenía en su auxilio. 

Sin pensárselo dos veces Orazio se unió al ataque del medico de la nave.

- ¡¡¡Vuelve al infierno del que has surgido vil demonio!!!- Exclamó cargando contra el ser, al tiempo de que le proporcionaba dos poderosos golpes con su montante.

Turno de José

El hombre sólo tenía un cuchillo y además no era muy diestro con él, pero aún así, hizo un alarde de valor o puede que sólo estuviera loco y fuera un temerario... pero el caso es que el hombre se lanzó contra la horripilante bestia e intentó rajarla en dos ocasiones, pero manejar un cuchillo no era tan sencillo como pudiera parecer, así que el hombre no consiguió ni acercar el filo de su cuchillo a la piel de la bestia.

Turno 1:

Las garras de aquel "medio hombre, medio pez" parecían ir derechas al joven Rui, pero este parecía percatarse de ello y consiguió zafarse de tales hostilidades. Por su parte Joao comienza con la espada, la primera falla por su propia impericia, pero la segunda, que parecía ir perfectamente dirigida (de hecho iba), pareció verla aquel extraño ser de los océanos, y se movía al son de la puntada de filo, sin acertarle.

Fue entonces cuando Orazio aprovechó para embestir contra éste, de forma satisfactoria, tanto que ambas rasgaron el pecho de aquel ser:

Daño1: 4+1 (carece de protección): 5 puntos.

Daño2: 5+4 (carece de protección): 9 puntos

Los espadazos son tremendos, Orazio parece haberle hecho trizas. Cuando su montante curtió la escamosa piel, salieron de ésta muchos órganos internos dañados, sangre y vísceras. Y olía tan mal como cualquier pescado a la hora de abrirlo antes de sacarle todas las tripas para cocinarlo... Por su parte, José, no pudo acertar ninguno de sus embistes, y tras estos la criatura se desplomó al suelo, empapando vuestras botas con esa capa viscosa característica del pescado, "la babilla" que le dicen. La criatura quedó inconsciente.

Fue en éstas que, otro marino que luchaba por otra parte, en uno de sus lances, se acercó y tuvo que darle simplemente una pequeña patada (dolorosa), que acabó por herir de muerte al ser.

Aquel ser ha muerto.

La batalla continuaba.

Mirábais hacia un lado y hacia otro y veíais lo imposible... ¡Y qué visión!: algunos de los hombres peces tenían agarrados a dos marinos a la vez, y arrancaban con sus enormes mandíbulas cabezas y orejas, de uno y de otro; también brazos de cuajo, o simplemente devoraban tales que los peces que hacía poco habíais visto en el nuevo mundo, esas tales pirañas... Todo siniestro.

Claro que Dios pone en mano de los hombres bajo su fe cuantiosos filos, y éstos también saben hablar y beber en sangre; que las tripas de los muchos que saltaron de agua a cubierta fueron esparcidas con severas "desfañigas" y violentos golpes de muñecas, ¡harto asqueroso sus interiores ahora visibles!

En todo esto la tormenta no amainaba, ¡al revés! ¡Era como si esas criaturas danzaran en su siniestro movimiento para enarbolar las nubes y los truenos! Desde luego el Altísimo parecía enfadado lejos de su misericordia... ¿o sería el diablo acaso cuando remueve su conciencia para hacer males a los hombres? Sea como fuere, el barco... ¡Por Castilla!, ¡Que se movía como una pluma en un torrente huracanado! ¡Qué desvarío! ¡¡Qué azotes de olas!! ¡QUE AZO...!!

En esos momentos un torrente de agua, acompañados por truenos, sacudió el barco. Oísteis palos crujir, velas rajarse por el empuje de los vientos, marinos cayendo al agua, los entes (esos "diablos marinos") saltando al agua de nuevo como asustados, cadáveres arrastrados por cubierta y desapareciendo para siempre en la memoria de los mares cercanos a Nueva España...

Caísteis al agua, golpeándoos con trozos de la maltrecha embarcación, que, poco a poco, se hundía, en medio del mar, con su oro... y con vosotros.

Tirad por Suerte.

Si la superáis tiraréis por un daño de 1d5. Si no la superáis tiraréis por un daño de 1d10.

La fuerza de la ola lanzó a Joao hacia las profundidades, mientras caía no pudo evitar pensar en sus hermanos y padre, allá en Portugal. - Ahhhhhhh !!!! - Pero el último pensamiento fue para su mascota, había sido lo más parecido a una familia que había tenido en los últimos años, - Pobrecillo - pensó, y cayó al inmenso mar.

Orazio se enfrentó al horror que desfilaba ante sus ojos con un total convencimiento de que todo se debía a él. Como siempre su presencia solo traía desgracias a todos los que le rodeaban. Sin duda Dios le había dado la espalda por sus pecados, tan solo lamentaba que aquellos marinos tuviesen que morir por ello.

   - ¿Por que?...- Musitó compungido.

Pero de repente el barco zozobró y su frase quedó cortada. Resbalando en la húmeda cubierta, se sintió caer golpeándose de costado con uno de los cañones antes de caer aturdido al mar.

Bastante bien parado había salido de la lucha con aquel monstruo y cuando quise darme cuenta, el bicho agonizaba a nuestros pies, más las desgracias no vienen solas, mucho menos con estos funestos augurios y en un santiamén me vi lanzado por la cubierta hacia el agua, tan rápido que ni puedo encomendarme a San Martiño pude, sin duda otro mal augurio.

José estaba horrorizado, había visto como la bestia era destripada y sus tripas se esparcían por cubierta y ¡ Dios mío aquel olor! Hubiera vomitado de no ser porque justo cuando iba a hacerlo el barco comenzó a escorar y se fue directo al fondo del mar, las olas golpeaban a todo y a todos, José giró en redondo y pudo ver antes de que su cuerpo tocara el agua, cómo marineros y bestias morían por igual con el mar de testigo.

Intentó agarrarse a lo primero que vio y pareció que lo estaba logrando.

Y atajó Dios los pasos a Valdivia, y a los demás dio a entender que las obras que hacía de ser dignas de todo fuego eterno, porque embarcando se hundió con su oro y con sus nuevas...

El agua os arrastró, hacia arriba; hacia abajo... La cubierta era todo agua, los palos, quebrados y ahora horizontal, eran pequeños ramillos como de parras en una inmesidad oceánica, y vosotros como hormigas varadas a merced de olas, demonios, vientos y el terror de la inclemencia de Cristo: ¡la tormenta no amainaba! En tanto que en éstas, tras unos minutos donde no supísteis de vuestra conciencia, conseguísteis todos salir a flote...

¿Cuánto tiempo había pasado? No mucho, pero no lo teníais claro: tan sólo veíais trozos de navío flotar: algún barril, alguna tabla, trozos de palos, maderos sueltos... Y un batel, quizá esa era vuestra salvación.

Oísteis también el llanto y quejido de otras personas, las cuales intentaban elevarse en algún elemento que flotara, y rápidamente, algunos marineros tomaron el batel, cogieron algunos remos maltrechos que ún flotaban y comenzron a dar vueltas y recoger supervivientes...

Durante una media hora pudísteis recoger a unas veinte personas, veinte marinos (unos más heridos que otros), entre los que se incluía el capitán Valdivia, y por el momento conseguísteis salvar vuestras vidas, pero no teníais nada, no habíais logrado recuperar nada: ni agua ni alimentos; todo perdido, todo en el fondo del mar... ¡Maldita tormenta! ¡Malditos demonios!

¿E...están todos bien...? -decía casi retóricamente el fraile del navío que había conseguido sobrevivir y subir al batel-. El tipo miraba uno a uno a los miembros allí presentes, mientras alejaba la vista del lugar del naufragio, aunque a veces intentaba retomarla para ver si había algún superiviviente, y si no, al menos, rezar por alguno de los cadáveres que aún flotaba y que, por desgracia, no iban a tener entierro digno por ser en breves pasto de tiburones, seguramente...

- Vivos... que no es poco. Pero con el ánimo apesadumbrado. ¿ Qué eran esas cosas? ¿ sirenas? ¿demonios de mar? -dice mientras escupe agua - jamás oí hablar de tales bestias. ¿ Qué será de nosotros Hermano?

La humedad y el frío hacía hablar con dificultad a Joao - ¿ Quién más está malherido ? - gritó mientras se rasgaba una de las mangas para entablillar un brazo quebrado de uno de los marinos.

- Si sólamente tuviera mis útiles - dijo en voz baja mientras improvisaba vendajes y reconocía visualmente el estado físico del Capitán Valdivia.

Actuaba automáticamente como un títere controlado por una mano invisible, conocía su profesión y comprendía la gravedad de la situación - La mitad de estos marinos ya están muertos y no lo saben. - le susurró al fraile mirando la gravedad de sus heridas - Rece por ellos padre.

Cerró los ojos y respiró profundamente mientras cambiaba el agua de un improvisado balde, levantó la vista contemplando el horror de los restos de la embarcación y se santiguó

- El maligno hoy ha tomado cumplida hacienda por nuestros pecados. - pensó mientras oteaba el horizonte con la ilusa esperanza de escuchar los ladridos de su mascota.

Joao, tira un Descubrir (PER). Bonus del 20%.

Sólo tu y en privado.

Si sólamente tuviera mis útiles

Por cierto, no lo he dicho, pero, no tenéis nada... todas vuestras pertenencias se han perdido.

¡¡Tu perro!! Ese matín que tantas alegrías y fidelidades te ha aportado, ¡parece que ha sobrevivido!, y lo estás viendo... Está a decenas de varas del batel, manteniendo el equilibrio como puede encima de un gran madero... Sin duda que, si viene alguna ola, lo hunde al fondo...